¿En qué momento nuestra libertad y derechos pasan a segundo plano? Esta pandemia parecería demostrar que muchos, alrededor del mundo, prefieren perder su libertad y que otros los controlen a cambio de sentirse a salvo. Aceptamos y nos acostumbramos a que un político decida por nosotros. Nos asusta la libertad.
Prohibir es fácil. No hay mérito detrás de una medida que restringe derechos y libertades. Es la forma más sencilla de dar la impresión de acabar con un problema sin encontrar una solución real. Lo preocupante es que una mayoría parece aprobar estas restricciones. ¿Por qué quitarlas entonces?
Acá ya lo hemos vivido. Nos han prohibido comprar licor los domingos, con la excusa de reducir la violencia que su consumo genera. Nos prohíben llevar a un pasajero en la moto, con la excusa de que la mayoría de robos se realizan cuando dos personas van juntas. Las restricciones por “nuestro bien y nuestra seguridad” se imponen sobre nuestras libertades. Si mañana, ante el aumento de la delincuencia en las noches, nuestras autoridades impusieran un toque de queda, ¿lo aceptaríamos también?
Con esta pandemia, hemos dado un cheque en blanco a nuestras autoridades en todo el mundo para que limiten nuestras libertades. Y ciertos políticos parecen competir por quién restringe más. Aceptamos en silencio toques de queda exagerados o la prohibición de trabajar aunque lo hagamos guardando todas las medidas de seguridad. Algunos hasta parecen disfrutarlo, convirtiéndose en policías de su barrio, listos para denunciar al primero que salga a pasear a su perro. Otros incluso exigen a las autoridades que sean más estrictas, que prohíban más.
Sí, estos no son tiempos normales. Muchas de las medidas han sido necesarias. La pandemia y sus peligros son reales. Las autoridades tienen una enorme responsabilidad y presión. Deben lidiar con la enfermedad, las muertes, la crisis económica, y hasta amenazas de juicios por las decisiones que toman o dejan de tomar. Pero eso no justifica prohibirlo todo sin considerar el efecto de las restricciones. No justifica tomar decisiones improvisadas basadas en percepciones. Han optado por el camino fácil de encerrarnos a todos para que después no digan que por su culpa alguien enfermó o murió. No han buscado el balance justo entre nuestra seguridad y libertad.
Hay que combatir esta errada idea de que restringir más es gobernar mejor. El mejor gobierno es aquel que impulsa una sociedad más libre. Un día, al mirar atrás, seguramente lamentaremos cómo las decisiones políticas hicieron más daño que el virus.
“Que la pandemia no sea un pretexto para el autoritarismo” se titula la carta firmada por Mario Vargas Llosa junto a expresidentes y líderes preocupados por gobiernos que “toman medidas que restringen indefinidamente libertades y derechos básicos”. Hemos probado ese mundo con el que sueñan los gobernantes autoritarios. Cuidado nos gusta. A ellos, ya sabemos que les encanta. Nada tan seductor como el poder y control que da un toque de queda.
Este receso que hemos dado a nuestra libertad a favor de la salud debe acabar pronto. Cuidado se hace costumbre. Ojalá entendamos que la única política que trae bienestar es aquella que protege y garantiza nuestra libertad individual. El resto es un placebo.
1 comentario:
Libertario dogmático, tu libertad termina cuando pone en peligro la vida de otros. Y muy bien que han cumplido los ecuatorianos el toque de queda y el distanciamiento social, parece que no vivieras en Ecuador, o que desde tu torre de marfil no alcanzas a ver las manadas en mall del sur, casuarina, el suburbio, los supermercados, la metrovia. Hablas de abrir el comercio tomando las medidas necesarias cuando ni los médicos tienen mascarillas, con más de 1000 médicos contagiados y cientos de médicos muertos, y el gobierno nos engaña diciendo que con un simple trapo en la boca y lavarse las manos basta.
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