En la computadora de quien fue la asistente del
expresidente Correa quedó todo bien guardado y ordenado. En el ya famoso
archivo de Excel VerdeFinal aparecen los montos y detalles de las “donaciones”
que Alianza PAIS y ciertos funcionarios recibían por parte de empresas
beneficiadas con contratos estatales. De toda la gran corrupción de la era
correísta esto es apenas un pedacito, unos cuantos milloncitos que para el
correísmo eran poca cosa. Pero este caso muestra de frente a esa maquinaria que
operaba detrás de las supuestas manos limpias y corazones ardientes que tantos
nos vendieron.
Que una empresa entregue dinero para apoyar a
un político o movimiento político no tiene nada de malo. La política, como
cualquier actividad, necesita plata, requiere donantes, personas y empresas que
apoyen. Lo grave, lo sucio, está en que una empresa que contrata con el Estado
entregue dinero al partido político y a los funcionarios en el poder que
deciden sobre esos contratos.
Yo te doy un jugoso contrato público y tú me
das plata a cambio. Contratista feliz, funcionarios felices. Todos felices
menos los millones de ecuatorianos a quienes nos vieron la cara feriándose y
repartiéndose nuestra plata, nuestros impuestos, nuestros recursos.
Más allá de montos, nombres y hojas de Excel,
lo que más preocupa es que nos hemos acostumbrado tanto a la corrupción que
parece no importarnos. Las encuestas muestran a un Correa todavía fuerte, que
hasta tendría opción de ganar la presidencia si pudiera lanzarse nuevamente. A
pesar del enorme despilfarro, la corrupción, los abusos y la incompetencia
comprobadas de su gobierno, muchas personas estarían dispuestas a votar otra
vez por su caudillo.
El fenómeno lo vemos también en Argentina. La
expresidenta Cristina Fernández de Kirchner, ahora candidata a vicepresidenta,
sigue siendo muy popular y mantiene una fuerte intención de voto en su país.
Quien lideró un gobierno probadamente corrupto e inepto tendría posibilidades
de volver al poder.
¿Puede nuestra adoración por los caudillos
populistas nublar tanto nuestra razón ante todas las evidencias de corrupción?
¿Entendemos que la mayoría de los problemas de hoy son consecuencia de la
irresponsabilidad y despilfarro del gobierno anterior? ¿Nos da igual como
sociedad que un político sea un sinvergüenza mientras sea mi sinvergüenza?
Aquí somos todos culpables. La mafia correísta
y cualquier mafia política existe porque lo permitimos. Porque muchos miraron
para el otro lado cuando el despilfarro y corrupción del gobierno los
beneficiaba. Porque mientras a mi negocio le vaya bien, mientras tenga un
contacto en el gobierno que me dé contratos, que sigan robando nomás, que sigan
despilfarrando.
El documento VerdeFinal y todas las claras
pruebas de corrupción del correísmo no acabarán con Correa y su pandilla. En
una sociedad tan salpicada de corrupción, dudosa de sus valores, los corruptos
siempre tendrán un lugar. Nos acostumbramos a ellos. Se vuelven la norma.
Mientras no valoremos la honestidad en nuestros
líderes, mientras los corruptos y sinvergüenzas no sientan un rechazo social,
ellos no se irán. Solo nos queda que la justicia actúe de verdad, que haga lo
que como sociedad parece que no queremos hacer. Que los hagan responder por sus
abusos. Que los pongan en su lugar. Que les marquen su final.
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