Por un lado, la Corporación Nacional de
Telecomunicaciones (CNT) cumple con reducir el gasto público eliminando el 10%
de su obesa nómina. Bien hasta ahí. Pero ahora la misma CNT, empresa pública
que perdería millones de dólares cada año si compitiera sin privilegios y con
las mismas reglas que aplican a las operadoras privadas, es la nueva
auspiciante de la Federación Ecuatoriana de Fútbol. ¡Linda austeridad!
Millonario auspicio con plata de todos. Siguen el despilfarro y la farra.
En esto de malgastar nuestra plata en campañas
publicitarias, auspicios y eventos, el correísmo dictó cátedra durante diez
años. Con los hermanos Goebbels a la cabeza se armó un estado de propaganda en
su máxima expresión, diseñado para alabar y engrandecer al líder y sus
proyectos mientras se hundía y perseguía a opositores con campañas de
desprestigio, odio y mentiras.
Hay que reconocer que con el gobierno actual
toda esa multimillonaria publicidad oficial ha disminuido. Ya no nos meten la
imagen del presidente hasta en la sopa. Ya no tenemos las eternas sabatinas ni
las invasivas y abusivas cadenas nacionales.
Pero este mal populista no se ha ido. Se
mantiene la amenaza del despilfarro en publicidad y en promocionar la imagen de
las autoridades de turno. Hace poco nos enteramos de los contratos de última
hora para publicidad institucional de la Asamblea Nacional. De igual forma, se
ha criticado el gasto millonario que ha hecho durante los últimos meses la
saliente alcaldía de Quito para promover su imagen. Dos ejemplos entre muchos.
La tentación en las autoridades de
promocionarse y dar grandes auspicios con recursos públicos es demasiado
grande. El modelo propagandístico que vivimos con Correa ha dejado su huella y
muchos políticos ven como normal el repartir plata que no es de ellos e
impulsar descaradamente su imagen. Esa costumbre provinciana de andar poniendo
vallas y afiches en cada camino vecinal, cada calle o cada poste de luz para
que el político de turno le grite al mundo que esta es “otra obra mía” sigue
muy viva. Pero ya no se limita a un simple afiche. La autopromoción va con todo
y en todos los medios.
No podemos esperar que mágicamente esto cambie.
Los políticos y autoridades de turno continuarán abusando de recursos públicos
para promocionarse y ganar simpatías con auspicios millonarios. Continuarán las
derrochadoras campañas con plata de todos, o sea, de nadie.
Esto se frena por dos vías. Por un lado, con
menos plata en el sector público. Menos instituciones públicas inservibles y
menos empresas públicas sin razón de existir significa menos recursos para
despilfarrar. No necesitamos empresas públicas en mercados que ya son atendidos
por las privadas. El Estado jugando a empresario es receta probada para el
fracaso, corrupción y despilfarro. Por otro lado, con una ley que prohíba el
uso de recursos públicos para la promoción de la imagen de autoridades. Ni una
valla, ni un comercial, ni un aviso con la cara y nombre de funcionarios o
autoridades públicas.
La mezcla de vanidad política con fondos
públicos es explosiva. Sin cambios drásticos seguirá la tentación de gastar sin
control plata de todos en la vanidad de pocos.