Un estruendoso y
desesperado grito de “no puede ser, noooooo”, se escapó por las ventanas de las
casas, se filtró por las redes sociales y se escuchó por todo el país. Esa
noche de domingo, revisamos atentos nuestros celulares mientras los canales de
televisión, que en un pasado no muy lejano informaban resultados electorales,
transmitían el Pájaro Loco y Shrek. El grito fue tan fuerte, sobre todo en
Quito, que llegó hasta la última esquina de Guamote, donde su flamante alcalde
electo seguro festejaba con un merecido bailecito de tecno-folklore andino.
Los rumores, los
cálculos, los chismes vaticinaban el peor de los escenarios imaginables para
este país que intenta levantarse: el resurgir del nefasto correísmo. Que si
Correa se lleva el Consejo de Participación Ciudadana, que si gana el
correísmo, que el loco del ático está vivito, que está listo para volver, que
esto y lo otro. La ley seca no impidió que el lunes amanezcamos con un terrible
chuchaqui postelectoral colectivo.
Pero ahora que,
una semana después, el polvo de los rumores y las especulaciones se ha
asentado, podemos ver tranquilos nuestra realidad y actualidad política.
Podemos entender la verdadera situación del correísmo que tanto preocupa. Y la
realidad es que Correa no ganó gran cosa en estas elecciones y más bien
continúa su descenso en la política ecuatoriana. No ganó en la elección del
CPCCS (metió 2 delegados en ese organismo supuestamente apolítico), mientras un
contundente 45% de los votantes mostró su rechazo con sus nulos y blancos.
Tampoco ganó gran cosa en alcaldías o prefecturas. La realidad es que el
correísmo está más débil que nunca, obteniendo menos votos y dignidades que en
cualquier elección pasada.
Lo que sí
ocurrió es que hasta ese domingo de elecciones estuvimos muy equivocados.
Pensamos que los fans del loco del ático habían desaparecido mágicamente del
mapa político del país. Las encuestas así lo mostraban, tal vez distorsionadas
por el nuevo voto vergonzoso. Por eso nos sorprendió ver al correísmo ganando
con las justas la Prefectura de Manabí (donde siempre han barrido) y la de
Pichincha, o alcanzando el segundo lugar en la Prefectura del Guayas y en la
Alcaldía de Quito.
Pensamos que esa
lista 5 ni asomaría. Pero tenía que asomar. Diez años de despilfarro, populismo
paternalista y lavado colectivo de cerebros no pasan en vano. No van a cambiar
de un día para otro sus preferencias políticas todos aquellos que se sintieron
beneficiados por el gasto alegre del correísmo o quienes terminaron convencidos
de lo que les repetían en cada transmisión de fútbol, cada eterna sabatina,
cada programa interrumpido por una nueva cadena nacional.
Si la justicia
hace lo suyo no debemos preocuparnos de Correa y gran parte de sus
funcionarios. Un gobierno con tanta corrupción, despilfarro y abuso de poder no
puede quedar impune. Pero mientras haya espacio para el populismo, y sus primos
hermanos el proteccionismo y nacionalismo, habrá espacio para políticos como
Correa.
El correísmo no
ha ganado nada especial en estas elecciones. Pero tampoco podemos festejar,
bailando como Delfín Quishpe, pensando que el peligro verdeflex ha
desaparecido. Sigue presente hasta que en las próximas elecciones probemos lo
contrario.
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