En
la Asamblea Nacional y en las redes sociales se debate con pasión la
despenalización del aborto por violación. Es un debate interesante en el que
todos defienden causas válidas. Un lado se enfoca en la defensa del ser por
nacer, el otro en los derechos y salud de la mujer.
Llegamos
con varias décadas de retraso al debate del aborto. En países desarrollados
como Estados Unidos, Canadá, Australia y casi toda Europa el aborto es legal
hace tiempos. Si hablamos de despenalización del aborto por violación, la lista
se expande a más países, incluyendo varios de nuestros vecinos.
Los
argumentos de varios asambleístas se centran en la defensa de la vida desde la
concepción y en que el violador pague por su crimen. Son argumentos válidos,
pero por ahí no va el debate.
Nadie
está preguntando a los asambleístas cuándo empieza la vida de un ser humano.
Podemos estar todos de acuerdo en que la vida empieza desde la concepción, pero
eso no acaba el debate ni resuelve el tema en discusión.
La
pregunta aquí no es si estamos a favor o en contra del aborto. Creo que todos
preferiríamos un mundo en el que nadie deba tomar la dura decisión de recurrir
a un aborto, un mundo de felices embarazos fruto de relaciones consensuales. Pero
la realidad es que los abortos ocurren y seguirán ocurriendo por diversos
motivos, algunos tan trágicos como el embarazo por violación.
El
verdadero debate y la pregunta que deben contestar nuestros asambleístas es muy
puntual: ¿debe una adolescente o una mujer violada ir a la cárcel por decidir
abortar? ¿Están de acuerdo con que esa mujer pueda recurrir a un aborto legal y
seguro o prefieren que lo haga de forma clandestina poniendo en riesgo su vida?
Yo dudo que nuestros asambleístas, o cualquier persona, quieran ver en la
cárcel o en una situación de riesgo a esa mujer que tomó la difícil decisión de
abortar.
Se
puede defender la vida desde la concepción y estar en contra del aborto, y al
mismo tiempo apoyar su despenalización, justamente para acabar con los abortos
clandestinos, transparentar el número de abortos y así poder brindar mejor
asistencia y alternativas a quienes consideren practicarlo. Contrario a lo que
muchos argumentan, la despenalización del aborto no significa promover el
aborto ni obligar o presionar a una mujer a abortar. Significa que la mujer que
decide abortar lo podrá hacer de manera segura, legal y sin ir a la cárcel.
Quien defiende la vida puede hacerlo mejor en una sociedad donde el aborto es
legal.
Lastimosamente
este debate, aquí y en otros lados, suele perder su enfoque por posturas
extremas. No se reconocen las buenas intenciones de ambos lados. En lugar de un
intercambio de ideas, vemos un intercambio de insultos o vergonzosas
manifestaciones públicas que banalizan las causas que se defienden. Como suele
ocurrir en la política, las posturas extremas dominan el debate y la opinión
pública, convirtiendo al bando contrario en un enemigo a destruir.
El
verdadero debate en juego es claro. La pregunta a contestar es muy puntual.
Eludirla con otras discusiones nada soluciona. Mientras tanto continúan los
abortos clandestinos, con todos sus riesgos.
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