La foto es de 1999. Jeff Bezos trabaja frente a
su computadora en una oficina pequeña, oscura, sencilla. En la pared cuelga un
cartel hecho a mano donde se lee Amazon.com.
Casi veinte años después, Jeff Bezos es el
hombre más rico del planeta. La empresa que empezó vendiendo libros hoy vende
de todo y nos facilita la vida a millones de personas. Más de 500.000 personas
trabajan en ella. Es el resultado del esfuerzo, la visión, las ganas de un
hombre que tuvo una buena idea y se lanzó tras ella.
Y es también el resultado de estar en el lugar
correcto. Un negocio como Amazon necesitaba del entorno correcto: buen servicio
y cobertura de internet en casas y oficinas, un servicio postal eficiente con
buenas carreteras y conexiones aéreas, leyes laborales que permitan contratar
gente sin complicaciones. Con todo eso contaba Bezos en Estados Unidos hace más
de 20 años.
La semana pasada, en la Cámara de Comercio de
Guayaquil, Carlos Cueva, fundador del Grupo Difare, y Estuardo Sánchez,
fundador de los almacenes con su nombre, contaron las historias, las anécdotas,
los desafíos de iniciar y sacar adelante sus negocios en nuestro país.
Hoy, Grupo Difare es la empresa farmacéutica
más importante del país y Almacenes Estuardo Sánchez, uno de los principales
importadores mayoristas con locales en varias ciudades. Ambos empresarios empezaron con negocios muy
pequeños, con una primera farmacia y una primera tienda, con familiares y
amigos ayudando con las primeras ventas, con largos días y noches de trabajo,
con poca plata, pero muchas ganas. Entre las historias y anécdotas que
compartieron estos empresarios no faltaron las dificultades que tuvieron que
enfrentar, generadas por los gobiernos de turno. Emprendieron y salieron adelante
a pesar del Estado, no gracias a este.
Son
estos empresarios, no los políticos que se llenan la boca de discursos y
grandes proyectos que nunca concretan, los que sacan al país adelante, los que
generan trabajo, los que impulsan la economía. Empresarios que hoy dan trabajo
a miles de empleados, que compran a miles de proveedores, que pagan millones en
impuestos, que benefician con su labor social. Que en lugar de jubilarse y
descansar siguen invirtiendo en sus negocios y su país.
Si
nuestros gobiernos de turno entendieran esto, que son los empresarios, no los
políticos ni el sector público, los que mueven al país, la cosa sería distinta.
Dejarían de pretender planificar a la sociedad desde su oficina capitalina, de
inventarse majestuosos proyectos públicos que justifiquen su cargo, de mantener
empresas públicas inútiles. Y se dedicarían a dejar trabajar a los empresarios.
Con menos trabas, menos tramitología, leyes laborales amigables, impuestos
simples, menos aranceles. Tan sencillo como eso. Pero nunca faltan quienes
hacen lo contrario desde el Estado: satanizan a las empresas, en especial las
grandes, y se dedican a complicarles la vida.
Jeff
Bezos tuvo la suerte de vivir en un país donde Amazon era posible. Acá tenemos
la suerte de tener empresarios, como Carlos, Estuardo y muchos más, que salen
adelante a pesar del país. Las cosas solo cambiarán el día que los empresarios
realmente cuenten con un Estado aliado. Con este gobierno, a pesar de pequeñas
mejoras, seguimos esperando.