Dicen que los astronautas, luego de ver la
Tierra desde el espacio, regresan con una perspectiva distinta sobre la
humanidad. Entienden, con mayor claridad, que este es nuestro único hogar en el
universo para cuidar y compartir entre todos. Que, nos guste o no, ese “punto
azul pálido”, como describía a la Tierra el astrónomo Carl Sagan, es el único
lugar donde han vivido todos los seres humanos que han existido y el único
lugar que tenemos para vivir nosotros, así que más vale que lo preservemos y
que nos tratemos bien los unos a los otros.
Sería bueno que veamos la Tierra con ojos de
astronauta de vez en cuando. Que entendamos que las fronteras son líneas
imaginarias inventadas por gobernantes y sus ejércitos. Que a diferencia del
planeta que vemos en Google Earth, en realidad no hay líneas que nos separen.
Que la historia de la humanidad es la historia de la migración.
Hoy, miles de venezolanos huyen de la crisis
creada por la dictadura de Maduro en su país. Se escapan del desastre causado
por gobernantes corruptos y por esa ideología criminal llamada socialismo del
siglo XXI. Solo en el 2018 se calcula que ya han venido al Ecuador más de 600
mil venezolanos, de los cuales se han quedado unos 170 mil. Y se estima que
hasta el final del año sean unos 300 mil los que se hayan quedado.
Como cualquier crisis, esta no es fácil de
resolver. Requiere un plan coordinado con nuestros vecinos donde están también
huyendo los venezolanos. Pero cerrar las puertas de nuestro país no es ni debe
ser la respuesta. Las crisis humanitarias exigen una actitud alejada de
peligrosos nacionalismos.
Aquí somos los grandes defensores de la libre
circulación de los seres humanos por el planeta, hasta que esos seres humanos
tocan nuestra puerta. Ahí se nos sale ese dictadorcito nacionalista xenófobo
que llevamos dentro y nos quejamos de esos migrantes que nos quitan nuestros
trabajos, se atienden en nuestros hospitales y juegan en nuestros parques.
Olvidamos que, así como ahora hay gente que quiere entrar, nosotros hemos
salido y nos hemos quedado en otros países durante años.
Los argumentos contra la libre circulación de
las personas se parecen mucho a los argumentos contra el libre comercio. Los
países cierran sus fronteras con la excusa de proteger la producción nacional,
los empleos locales, su identidad, su cultura, sus costumbres. Pero sucede lo
contrario. Un país solo se enriquece con la influencia de otras culturas en una
economía libre y sin restricciones. La libertad debe aplicar para todo, bienes,
servicios y personas. No podemos defender el libre comercio mientras apoyamos
que se cierren las fronteras.
El debate sobre la migración no se resolverá de
un día para otro. Acá hemos estado siempre del lado de quienes tocan las
puertas de otros países. Hemos reclamado la solidaridad del primer mundo para
que nos dejen trabajar y vivir tranquilos en esos países donde solo buscamos
oportunidades. Ahora estamos del otro lado de la puerta. ¿La vamos a cerrar con
los mismos argumentos que han usado en nuestra contra? O entenderemos, como lo
saben bien los astronautas que han visto a la Tierra desde el espacio, que este
planeta es uno solo y nos pertenece por igual a todos.