Esta mañana, como casi todas, el tránsito
avanza lentamente. Voy tranquilo por uno de los tres carriles de la vía, al
igual que la mayoría de conductores a mi alrededor.
Y esta mañana, como casi todas, inevitablemente
aparece el sabido del “cuarto carril”. Su tiempo es demasiado valioso como para
avanzar despacio junto al resto. Los tres carriles en la vía no son para él.
Nuestro sabido tiene el derecho divino de salirse del camino y avanzar a mayor
velocidad por el “carril” de asfalto y tierra a la derecha, dejando a su paso
una nube de polvo.
Ese espacio a la derecha de la carretera
reservado para emergencias, vehículos dañados y para que circulen ciclistas y
peatones, se convierte en el carril exclusivo y vía rápida de nuestro sabido.
Lo invade sin pudor a toda velocidad, casi siempre en un bus, un taxi ejecutivo
o una gran camioneta 4x4.
Trato de entender quién es este individuo.
Intento mirar su rostro, su expresión, entender qué pasa por su cabeza. Quiero
comprender qué le hace pensar que las reglas no aplican para él o ella. ¿Lo
hace por ignorancia, porque no entiende que está mal salirse del camino para
pasar al resto de vehículos? ¿Lo hace por impaciencia crónica, porque no está
dispuesto a esperar como el resto? ¿Lo hace sin pensarlo, porque si otros lo
hacen no debe tener nada de malo? ¿O lo hace simplemente por sabido y
sinvergüenza, porque le da igual el desorden y el peligro que genera? ¿Hará lo
mismo al conducir en carreteras del primer mundo? ¿Actuará igual en otros
aspectos de su vida?
Porque el sabido del cuarto carril no existe
solo en las carreteras. Nos lo topamos a diario en los negocios, en la
política, en la vida. Es el que se burla de la ley. El comerciante tramposo
experto en dar coimas. El funcionario público corrupto especialista en
pedirlas. El estudiante que plagia su tesis. El arrimado al Gobierno que se
forra de billete en pocos meses. El sabido de siempre para quien no aplican las
leyes.
Estos abusos suelen darse en entornos que los
permiten y hasta promueven. Una carretera bien construida, con buena
señalización, invita a los conductores a ir por su carril respetando la ley.
Una vía mal construida, mal señalizada, sin policías que sancionen a los
infractores invita al desorden, al relajo. De igual manera, los sabidos se
multiplican en los negocios, en la política o en cualquier entorno donde no
haya instituciones fuertes y reglas y leyes claras que inviten a ser
respetadas. Cuando la ruta está bien señalizada no hay razones ni incentivos
para tomar atajos o salirse de ella. Todos avanzan tranquilos por su carril.
Queda el consuelo que más de una vez, tarde o
temprano, el sabido del cuarto carril debe frenar a raya ante algún peatón
valiente que le impide el paso, o algún policía que decide detenerlo y
multarlo. Ahí finamente cae el sabido, con cara de yo no fui, de yo no sabía,
mientras mira cómo la gran mayoría de conductores avanzamos, lentos pero
seguros, por la vía correcta respetando las señales de tránsito.