“Karma”, “se les viró la tortilla”, “el mundo
da vueltas”, dice la gente por ahí. El que persiguió sin piedad, poniendo al
Estado a su servicio, ahora se dice perseguido. Los que abusaron, insultaron y
reprimieron, ahora se dicen acosados y maltratados.
“Cada uno da lo que recibe, y luego recibe lo
que da”, canta Jorge Drexler. Y tiene razón. Pero el gobierno de Lenín Moreno
debe tener cuidado de no caer en eso. De no devolver las mismas patadas que el
correísmo nos dio.
Sí, Correa y su mafia se apoderaron de todas
las instituciones del Estado para usarlas y abusarlas a su antojo, para callar
a opositores y perseguir. Sí, la corrupción correísta se lo llevó todo. El
mismo Correa se enriqueció sin pudor con convenientes juicios y sentencias como
la del Banco Pichincha. Sí, Correa mandó a su casa de un mantelazo a los
diputados para instalar esa Asamblea Constituyente con la que inició su
reinado. Sí, el correísmo fue una década nefasta, llena de abusos y violaciones
a la ley.
Pero eso no justifica caer en lo mismo.
El reciente comunicado oficial del Gobierno a
los asambleístas, para que se autorice el juicio a Correa, tiene esas ínfulas
tan correístas de pretender imponer la voluntad presidencial. En el comunicado
se “rechaza la actuación de aquellos asambleístas que se presentan como
morenistas y al mismo tiempo no actúan de acuerdo a los principios de
transparencia y justicia”. Y habla del “momento histórico” que exige “demostrar
quiénes quieren un cambio verdadero y vivir una democracia plena o quiénes
quieren solapar y esconder las vergonzosas actuaciones del pasado”.
El comunicado califica de “morenistas” a los
asambleístas afines al régimen, volviendo a ese peligroso culto a la persona,
por encima de las ideas o principios. Al puro estilo correísta, el mensaje es
“o están conmigo, o están contra mí”. Hasta se refiere al “momento histórico”,
clásica frase de la demagogia correísta para justificar sus abusos.
Por ahí no va la cosa. Los problemas no se
resolverán cambiando un caudillo por otro. La Asamblea no debe actuar de una
manera determinada porque Lenín lo exija, sino porque es lo correcto.
El poderoso Consejo de Participación Ciudadana
transitorio debe ser también muy cuidadoso. Debe descorreizar las instituciones
con la ley en mano, con razones que sustenten sus decisiones, no porque tienen
el poder o así lo quiera la mayoría. Suficiente ya tuvimos de “somos más,
muchísimos más” como excusa para imponer la tiranía de la mayoría contra
derechos individuales.
No podemos aplaudir la violencia contra
asambleístas y exfuncionarios correístas, por muy detestables que ellos sean,
ni por todos sus insultos y la violencia que ellos motivaron hace pocos años.
Aplaudamos cuando la ley los haga responder por sus actos. Hay razones de sobra
para que Correa y su grupo enfrenten la justicia y terminen en prisión.
El Gobierno ha puesto al correísmo en el
banquillo. Que no pierda el control. Que el poder no se le suba a la cabeza.
Que no reemplacen simplemente a personas. Que reemplacen el caudillismo y el
abuso por la institucionalidad, la justicia, la ley, los pesos y contrapesos.
Que acaben con el círculo vicioso.