Vamos entendiendo. Antes no estaba claro por
qué Lenín Moreno un día apuntaba a la izquierda, otro a la derecha, otro al
centro y otro pegaba en el palo. Ahora el mismo Lenín lo ha explicado. O ha
intentado hacerlo.
En un reciente discurso en Cuenca, Lenín nos
iluminó con su filosofía cuántica: “El ser humano tiene órganos, sistemas,
tejidos, células, átomos que están en un permanente diálogo interno. Este
momento, después de haber estado con ustedes aproximadamente unos cuarenta o
cuarenta y cinco minutos, yo ya me he apropiado de un millón de átomos de cada
uno de ustedes. Es más, se dice que es muy probable que nosotros tengamos
dentro de nuestro cuerpo no menos de un millón de átomos que fueron de Bolívar,
de Manuelita Sáenz, de George Washington, de Napoleón, y de Hitler también. Sí,
estamos compuestos de aquello y este cambio que nos da la posibilidad de
cambiar también, nuestra complexología interna, psicológica y espiritual, sin
duda alguna hay que aprovecharlo”.
Mario Moreno estaría orgullosísimo de la
oratoria de su pariente ecuatoriano. No debe ser fácil vivir en este paradigma
cuántico atómico, ser una y varias personas a la vez, fusionarse con la gente a
su alrededor y hasta con personajes del pasado. Así, ¡cómo no estar confundido!
Ahora entiendo mejor por qué Lenín pasó de ser
un correísta convencido al principal opositor y crítico de Correa. O cómo puede
un día ser un soñador socialista y otro, el promotor pragmático de la libre
empresa, los acuerdos comerciales y la reducción del Estado. Y entiendo mejor
cómo pueden convivir en su gabinete ministros empresarios con personajes que le
cantan al Che, a Chávez y a Fidel. La explicación está en los átomos
de tantas personas que residen y dialogan en el cuerpo de Lenín, que lo llevan
a actuar un día como correísta, otro como demócrata. Y otros días, esos átomos
se confunden y se enredan en su cuerpo, hasta que, como diría el mismo
Cantinflas, Lenín ya “no es ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario”.
Lo importante aquí es que esta batalla atómica
interna la ganen los átomos buenos. Que sean más, muchísimos más, los átomos
liberales, demócratas, defensores de la libre empresa, la libertad de
expresión, la propiedad privada y la institucionalidad. Que le ganen a esos
átomos mafiosos-estatistas-correístas.
Hay razones para ser optimistas más allá de la
cuántica leninista. Solo con lo logrado en la consulta popular los átomos
demócratas ya dieron paliza. Eliminar la reelección indefinida, y con ello, la
posibilidad de que el nefasto socialismo del siglo XXI vuelva al poder, es un
gran éxito de este gobierno. Si a eso añadimos la reestructuración del Consejo
de Participación Ciudadana y de las autoridades de control de la década robada,
el resultado es aún mejor.
Pero queremos más. Que se den avances tangibles
en lo económico, apertura comercial, confianza empresarial. Pero esos átomos
socialistas nunca dejarán por completo el cuerpo de Lenín. Difícilmente vendrán
cambios importantes en ese frente. Tocará esperar, como dice Moreno, –Mario, no
Lenín– que este momento en la vida del país sea verdaderamente momentáneo.
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