Finalmente,
casi todos los gobiernos de la región se han parado firmes ante el gobierno
criminal disfrazado de democracia en Venezuela. Perú, Chile, Colombia, Brasil,
Argentina, Paraguay, México, Costa Rica, Panamá; en fin, el barrio entero está
unido para denunciar los abusos de Nicolás Maduro.
Nosotros
no. Somos el vecino cómplice. Ecuador no se mete en temas “internos” de otros
países. Un gobierno responsable de múltiples asesinatos, miles de exiliados,
presos políticos, hiperinflación, enfermos sin medicinas, escasez de alimentos,
abusos políticos y una corrupción escandalosa, no merece nuestra condena. Solo
en los últimos tres meses habrían venido a Ecuador unos doscientos mil
venezolanos que huyen de su país. Y nosotros, calladitos.
Con
su silencio cómplice, Lenín Moreno aprueba los abusos de Maduro. Cada día que
pasa sin decir nada nos está demostrando que su corazón socialista está por
encima de elementales principios democráticos. La mayoría de asambleístas
socialistas, los correístas y los morenistas, son iguales. Ellos se unieron al
silencio cómplice bloqueando la propuesta de resolución de solidaridad con
Venezuela. Entre socialistas se protegen.
Moreno
ha lanzado alguna tibia declaración para criticar a Maduro. Alguna vez lamentó
“la cantidad de presos políticos” en Venezuela. Pero en lo de fondo ha
continuado la política cómplice de su antecesor, ese para quien la violencia en
Venezuela nunca venía del Gobierno sino de la “derecha fascista”.
¿Qué
tiene que hacer Maduro para que nuestros socialistas del siglo XXI denuncien
sus abusos? ¿Disparar contra su gente? ¿Meter presos a todos los políticos de
oposición? Maduro es un dictador, un criminal que debería estar preso. Pero
para nuestros socialistas correístas-morenistas es un amigo incómodo de quien
mejor no opinamos.
En
el encuentro de los cancilleres y representantes de 14 Estados reunidos en el
Grupo de Lima, la canciller peruana indicó que la presencia de Maduro “no será
bienvenida” en la VIII Cumbre de las Américas del próximo 13 y 14 de abril.
Hace años, desde la época de Chávez, debieron excluirlos de foros
internacionales y denunciar sus abusos. En demasiadas fotos sonrientes, con
manos estrechadas, han aparecido Chávez y luego Maduro. Demasiada hipocresía en
tantas sonrisas. Ahora, finalmente, a medida que los gobiernos de la región se
van librando de tanta idiotez socialista, dictadores como Maduro ya no podrán
seguir jugando a demócratas.
Lenín
nos ha sorprendido ya algunas veces en su corto tiempo en el poder. ¿Será que
finalmente toma la postura sensata, coherente y ética de condenar frontalmente
los abusos de Maduro y unirse para rechazar su presencia en la Cumbre de las
Américas? De nuestra canciller poco se puede esperar. Su fanatismo socialista
le impide aceptar la realidad venezolana. Lenín debería empezar por cambiarla.
Y luego dar el paso que se espera de un demócrata: dejar de ser cómplice de las
violaciones a los derechos humanos en Venezuela y decir las cosas por su
nombre.
Hasta
que eso no suceda hablar de correísmo y morenismo será hablar del mismo
fracasado socialismo. Ese que lleva alabando por más de medio siglo la
dictadura cubana y que ahora calla ante los atropellos de la dictadura
venezolana. Ese que aparentemente nos sigue gobernando.
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