Espero que ayer haya ganado el Sí. Y que hoy
empiece, ahora sí, el gobierno de Lenín. Lo anterior digamos que fue una etapa
de transición. Le podemos perdonar las malas decisiones, entendiendo que eran
parte de ese juego político en el que debía mover sus piezas con cuidado, sin
asustar muy temprano al correísmo del que finalmente se divorció.
Lenín resultó ser el más sabido de todos. Todo
un Frank Underwood criollo. En silencio, como quien no dice nada, con su cara
de bonachón y su labia cuántica, ha logrado captar todo el poder. Se quedó con
el partido Alianza PAIS. Se deshizo de ese vicepresidente incómodo que le
habían impuesto. Ganó el apoyo de una buena parte de correístas y de la
oposición. Y, si los resultados de ayer fueron los esperados, tiene ya todo el
poder para deshacerse de las autoridades de control correístas, responsables de
la impunidad y abusos de la década pasada, y se deshizo de la amenaza de tener
a un Correa maquinando su regreso a Carondelet.
Ahora que tiene todo el poder, más vale que lo
use bien. Al decirle Sí en la consulta lo hicimos confiando en que ese poder no
se le subirá a la cabeza como a su antecesor. Que no pasaremos de autoridades
correístas a autoridades morenistas. Sino que iniciaremos una nueva época con
gente probada, independiente, transparente, que piense en beneficio del país,
no de quien ocupa Carondelet.
Lenín debe tener claro que el Sí en la consulta
no fue un sí a su gestión, ni a su sonrisa, ni a su buen humor. Con este Sí en
realidad dijimos un fuerte No. No a Rafael Correa. No a la corrupción, los
abusos y la impunidad del correísmo. No a la prensa amordazada. No a los nuevos
ricos de la revolución. No a esos acomodados exfanáticos correístas que hoy se
las dan de protectores de la libertad, de la alternancia en el poder y de la
prensa libre, cuando antes defendían públicamente lo opuesto. Este fue un Sí de
rechazo al gobierno pasado, más que un Sí de aprobación al gobierno actual.
Los huevos volando por los aires con destino a
la cabeza de Correa cierran gráficamente la etapa de un personaje que hizo
demasiado daño al país. La supuesta gran popularidad de Correa resultó ser
ficticia, basada en propaganda, en la cola y el sánduche, en el miedo al poder.
Superado ese miedo, cayeron los huevazos. Que no los olvide Lenín. Que le
sirvan de recordatorio, a él también, que el poder es pasajero. Que los amigos
y seguidores de hoy, mañana pueden darle la espalda si él nos da la espalda a
nosotros.
Ahora sí, le toca a Lenín gobernar en serio.
Iniciar un cambio real. Ya no hay excusas. No hay vidrios ni correas que lo
detengan. Y ese cambio empieza por lo económico. Sí, son importantes los
cambios políticos que está logrando. Pero sin un cambio de modelo económico que
genere inversión, trabajo y producción seguiremos en lo mismo, viendo cómo las
oportunidades que nuestros países vecinos saben aprovechar, a nosotros nos
pasan de largo.
Las expectativas son altas. Lenín tiene la
palabra.
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