Ecuador, Bolivia y Venezuela ocuparon la cola
en la tabla de clasificación al Mundial de Rusia 2018. Curiosa y triste
coincidencia que sean también gobiernos regidos por el socialismo del siglo
XXI. Se vuelve costumbre esto de estar a la cola.
Iba bien Lenín. Iba muy bien. Parecía que se
desmarcaría en serio de este socialismo del siglo XXI que nos tiene a la cola
del desarrollo. Lo estaba haciendo tan bien en lo político, que pensamos que en
lo económico apuntaría también en la dirección coherente; es decir, la
contraria a la de Correa.
Pero sus propuestas económicas nos recordaron
que este gobierno sigue siendo en gran medida correísta. Nada de apertura
comercial. Nada de reducir en serio el obeso aparato gubernamental. Más
proteccionismo, más impuestos, más intervención estatal.
El anuncio de sus medidas económicas nos dejó
en las mismas. Tibio, tibio. No son medidas radicales al estilo correísta, de
esas que espantan a empresarios y lleva a la gente a guardar su dinero bajo el
colchón. Tampoco son medidas que solucionen nada. En definitiva, más de lo
mismo del correísmo, versión buen humor cuántico.
Este Gobierno habrá logrado mucho si concreta
el cambio político que nos lleve a ser un país con mayor institucionalidad, independencia
de poderes y libertad. Cuando en el mes de julio escribí aquí sobre la
necesidad de llamar a una consulta popular para acabar con la reelección
indefinida, era solo una aspiración lejana. No pensé que Lenín lo haría. Pero
lo hizo. Me dejó frío. Nos dejó fríos a muchos que pensamos que su gobierno
solo sería más correísmo. Lenín tomó el camino correcto en lo político.
En lo económico deja muchísimo que desear
todavía. Tanto se ha quejado que no le dejaron la mesa servida que uno
esperaría políticas distintas a las correístas. Pero Lenín y su equipo insisten
en la protección de la industria nacional, limitar importaciones y subir
impuestos. Lo mismo que hizo Correa. Lo mismo por lo que fracasó Correa.
Piensan tal vez que el fracaso correísta se
debió a la enorme corrupción de la década robada o a esa incertidumbre
constante que los cambios de ánimo y caprichos del loco del ático causaban en
los mercados. Sí, la corrupción y el ambiente de confrontación tuvieron que ver
con el fracaso económico. Pero lo de fondo fue el estatismo asfixiante durante
esa década. Fueron las trabas, los aranceles, poner al Estado como centro de
todo en perjuicio de la iniciativa privada.
Las medidas de Lenín presentan ciertos cambios
positivos para las pequeñas empresas, con menos impuestos e incentivos. Pero
son medidas insuficientes para volvernos más productivos, atraer inversiones y
generar empleo. Si la opción sigue siendo más proteccionismo en lugar de
apertura comercial, difícilmente el resultado será distinto al de la última
década.
Queda la esperanza de que Lenín escuche y esté
abierto a analizar los efectos de sus políticas económicas. Que al ver que no
se dan los resultados esperados, tome el otro camino.
Ya estamos cansados de estar en el fondo de
los rankings. Haciendo lo mismo no se obtienen resultados distintos.
Estamos a tiempo de cambiar nuestro plan de juego.