Continuando con su tour para desmentir
fantasías correístas vendidas en sabatinas e infinitas cadenas nacionales,
ahora Lenín llegó a Yachay. Y confirmó lo que ya sabíamos. Es otro elefante
blanco, otro faraónico monumento al ego correísta, otro foco de despilfarro,
sobreprecios, mentiras, burocracia dorada, asesores internacionales aún más
dorados, y una serie de irregularidades.
No nos sorprende. Yachay es el correísmo en su
máxima expresión: un gobierno que se mete a hacer lo que no sabe, en lugar de
apoyarse en los que saben; un gobierno que despilfarra recursos sin
planificación ni control; un gobierno que fabrica una fantasía y la vende sin
vergüenza alguna en millonarias campañas publicitarias. Yachay, como la Refinería
del Pacífico o el Proyecto Yasuní ITT, solo fue otra excusa para transmitir una
falsa imagen y comprar popularidad.
Si realmente el gobierno de Correa quería
ofrecer una educación de excelencia, salía más barato y eficiente becar con esa
plata a los mejores estudiantes en las mejores universidades del mundo.
Tuviéramos todo un grupo de jóvenes profesionales con la mejor preparación en
lugar de otro elefante blanco destinado a desaparecer olvidado bajo la maleza.
Si realmente el gobierno de Correa quería
impulsar el desarrollo científico en la academia ecuatoriana, más razonable y
eficiente era ofrecer a las universidades públicas y privadas fondos
concursables para sus iniciativas. Pero no, al mejor estilo correísta esos
fondos se esfumaron entre edificios sin terminar, megasueldos, publicidad y
eventos.
El objetivo del gobierno de Correa con Yachay
no era la educación de los jóvenes, ni el impulso a la investigación. Su
objetivo era alimentar su vanidad, gritando al mundo que aquí se estaba
construyendo el MIT criollo. Jugar al gran académico con nuestro dinero.
Pretender crear, por decreto, el tipo de centro académico que en cualquier
lugar del mundo toma muchísimos años, esfuerzo, recursos y colaboración para
hacerse realidad. Recibir aplausos inventándose supuestas inversiones
multimillonarias de supuestas empresas internacionales impresionadas con esta
supuesta Ciudad del Conocimiento.
Lo de fondo: el fracaso de Yachay no se da solo
porque sea un proyecto de un gobierno corrupto e incompetente como el de
Correa. Yachay hubiera fracasado en cualquier gobierno. Cuando el Estado se
mete a hacer lo que no le corresponde inevitablemente fracasará. Por eso, sería
un error que el gobierno de Lenín siga gastando el dinero que no tiene en este
proyecto. Debería pasarlo a universidades públicas y privadas ya probadas o
encontrarle otro uso. Dejar la academia en manos de verdaderos académicos.
Con Yachay deberíamos aprender, de una vez por
todas, que el Estado debe limitarse a lo suyo. A brindarnos seguridad, justicia
y garantizar nuestros derechos y libertad. El resto que se lo deje a los que
saben. ¿Cuántas empresas públicas más tienen que quebrar o fracasar?
Hace un año, Correa amenazó que si en el
próximo gobierno (o sea el actual) intentaban acabar con el proyecto Yachay, él
se lanzaría a las elecciones en el 2021. Cada día pesan menos sus amenazas. Al
paso que va, con tanto escándalo destapándose, el único cargo al que podrá
aspirar ese año será el de capitán de su equipo de fútbol penitenciario. Tarde o
temprano, Correa deberá responder por Yachay y por todos sus engaños que tan
caro nos han costado.