Correa
finalmente se fue con sus odios y sus fantasmas. E inmediatamente, como dijo
Lenín, se sintió un aire de libertad.
Pero
Correa no se fue del todo. Está presente. Conserva parte de su poder en sus
asambleístas, autoridades y funcionarios leales. Esos que, en palabras de
Lenín, muestran un comportamiento ovejuno. Y, sobre todo, el poder de Correa
radica en la posibilidad de ser nuevamente candidato y presidente para quedarse
de largo gracias a la reelección indefinida que él mismo impuso al país a
través de su Asamblea servil.
Lenín
sorprende. Está tomando las decisiones correctas para unir al país. Todavía no
vemos un cambio en asuntos de fondo, pero hay un evidente cambio de actitud, un
ambiente de respeto y una puerta que parece abrirse a cambios tangibles.
Esa foto
de Lenín con los directores de los principales medios de comunicación del país
dice mucho. Durante diez años Correa se dedicó a atacarlos, enjuiciarlos,
multarlos y denigrarlos. Lenín los recibe y los invita a investigar la
corrupción. Es una señal importante.
Pero
para que este país tenga una oportunidad real de salir adelante y dejar atrás
los abusos del correísmo, Lenín debe tomar una decisión: convocar a una
consulta popular para que decidamos si queremos la reelección indefinida. Y de
yapa podrían preguntarnos si queremos eliminar la nefasta Ley de Comunicación y
cambiar las actuales autoridades de control impuestas por su antecesor.
Mientras
la reelección indefinida siga vigente, la amenaza de caudillos opresivos
seguirá rondando con fuerza este país. Cualquier cambio que logre este u otro
Gobierno para acercarnos a la decencia, la coherencia y la elemental
institucionalidad estará bajo amenaza.
El
rebaño que se acostumbró al abuso de poder y de recursos públicos seguirá aquí
y no se irá a ninguna parte mientras esté vigente su mayor incentivo: recuperar
su poder con el regreso de su líder. Y esto solo existe mientras Correa pueda
ser candidato presidencial y reelegirse indefinidamente. Ellos dirán que si la
gente lo elige en las urnas tiene el derecho a gobernar cuantas veces quiera.
Pero así no funciona la democracia. Así jamás habrá institucionalidad. Hay
varios ejemplos de cómo los peores déspotas logran reelegirse indefinidamente
cuando controlan todos los poderes. Hoy, quienes muestran su ciega lealtad a
Correa esperan recuperar a como dé lugar el poder en cuatro años, o incluso
antes con una muerte cruzada. Sin reelección, las ovejas desaparecen y el país
se salva de su mayor amenaza.
Lenín
dijo sentirse a veces en “un laberinto en el cual cualquier momento le cae el
minotauro y le tacha de traidor. Eso es peligrosísimo”. Lo realmente peligroso
es que el minotauro vuelva a imponer su poder, su censura, su estatismo
agobiante, su vanidad.
Lenín
aceptó finalmente que, contrario a lo que juraba el Gobierno anterior, no le
dejaron la mesa servida. Que la situación económica del país es muy delicada. Se
va revelando la magnitud del daño que el correísmo le hizo a este país en lo
económico, lo social, lo ético. Si los cambios de Lenín van en serio, no podrá
ignorar la amenaza de la reelección indefinida. Solo una consulta nos libraría
del laberinto de este o cualquier minotauro.