Las palabras importan. En su
discurso de posesión, el flamante presidente Lenín Moreno dijo, en un tono
calmado y conciliador, muchas de las cosas que el país necesitaba escuchar. Sus
palabras marcaron una primera diferencia con su antecesor, cuyo nombre es mejor
ni recordar.
Lenín arrancó ofreciendo una larga
lista con un sinnúmero de promesas –su plan “Toda una vida”– con tufo a
demagogia que difícilmente cumplirá. En esa lista entra de todo y para todos.
El Estado regalón repartiendo por aquí y por allá.
Pero pasadas las ofertas populistas,
dijo algunas palabras importantes y esperanzadoras.
Palabras de austeridad: “Firmaré un
decreto ejecutivo de austeridad en el Gobierno. Todo gasto, toda inversión
pasará por un filtro objetivo de necesidades ciudadanas”. Que así sea. Pero de
verdad. Recortes iniciales como deshacerse de la Secretaría del Buen Vivir y
del show de los sábados son de importancia simbólica. Le ahorrarán al Estado
unos cuantos millones. Lastimosamente el desastre que el que sabemos dejó
requiere que el Gobierno ahorre miles de millones de dólares si pretende poner
la casa en orden. El compromiso de ahorro no puede quedar en lo simbólico.
Palabras a favor de la dolarización:
“Vamos a sostener la dolarización, vamos a sostener la dolarización, repito por
favor, repito una vez más, vamos a sostener la dolarización... No tendremos una
moneda paralela. No tendremos una moneda paralela”. Lo dijo, lo repitió y lo
volvió a decir para que quede clarito. Muy bien. Ahora lo debe hacer. Basta con
que anuncie que el dinero electrónico no va más. Tan simple como eso para que
su discurso pase de intenciones a hechos. De lo contrario será como el que
sabemos, que se pasaba hablando de proteger la dolarización mientras lloraba
por no poder devaluar e imprimir sus propios billetes.
Palabras de modestia: “Si de escoger
se tratara, yo prefiero sistemas como el de algunos países europeos en donde la
figura del presidente pasa casi inadvertida… Vamos a velar porque así sea. Ese
es el liderazgo que prefiero”. Luego de aguantar tanta vanidad, cadenas y
verborrea presidencial nos vendría bien un gobernante preocupado por trabajar y
solucionar los problemas del país, antes que por andar figureteando y copando
cada espacio de nuestras vidas.
Palabras de tolerancia: “La relación
con los medios de comunicación será fresca, fluida y dialogante… La República
no se perderá porque el pueblo se ría de un gobernante. Se perderá cuando el
gobernante se ría de su pueblo”. Bien que así piense. Pero mientras tengamos la
ley de comunicación actual y funcionarios con aires correístas, aficionados a
multar y callar medios y periodistas, las buenas intenciones de Lenín no irán
muy lejos. No basta con ser tolerante. Las leyes y organismos de control y
censura deben desaparecer o cambiar totalmente para que exista aquí un real
respeto a la diversidad de opinión.
Las palabras importan. Son un primer
paso. Lenín empezó en el camino correcto, dando varios de los mensajes que
necesitábamos. Pero esas palabras servirán de poco si no se convierten pronto
en acciones. Que ese Lenín austero, protector de la dolarización, de bajo
perfil y tolerante sea cierto. Que no se quede en palabras como el que sabemos.
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