Pensé ingenuamente que a medida que
se acercaba el fin de este Gobierno, Correa optaría por ser más respetuoso y
tolerante. Que al menos en estos últimos meses se esforzaría por dar una imagen
de demócrata. Por intentar borrar de nuestras memorias tantos abusos durante
estos casi diez años.
Pero no. Estaba equivocado. Correa
quiere dejar bien claro, hasta su último día de poder, que aquí nadie se mete
con él.
Veo a Eduardo del Pozo, vicealcalde
de Quito, siendo sentenciado a 15 días de prisión y a pedir disculpas públicas
por el gravísimo delito de meterse con su Majestad. Correa demandó a Del Pozo
por lastimar su honra, que ya sabemos es la más cara y mejor protegida del
país. Lo que dijo Del Pozo en una radio no era nada nuevo. Nada que no se haya
dicho o escrito antes. Pero Del Pozo es un político de oposición. Por eso debe
ser intimidado y pasar una estadía en la cárcel. Para que aprenda a respetar,
para que entienda que aquí solo el infalible y excelentísimo Rafael puede
cuestionar y criticar públicamente a los demás.
A Del Pozo se unen otros que se han
atrevido a tocar la delicada honra de Correa. Fernando Villavicencio, candidato
a asambleísta, también enfrenta prisión y una jugosa indemnización a su
Majestad. Esto de demandar por daño moral, en un país donde los jueces siempre
fallan a tu favor, resulta muy rentable.
Cuando veo a Correa actuar como el
típico caudillo abusivo, imagino a ese joven profesor universitario que salía a
las calles junto con los forajidos a protestar contra el gobierno de Lucio.
¿Qué le diría el Correa forajido de ayer al Correa presidente de hoy? ¿Lo
apoyaría? ¿Sería correísta? ¿Lo aplaudiría cuando rompe un diario, cuando
insulta públicamente a un opositor, cuando interrumpe los noticiarios con sus
abusivas “réplicas”? ¿Estaría de acuerdo con su control de todos los poderes
del Estado y la nula fiscalización en su gobierno? ¿Qué diría de la corrupción
en Petroecuador? ¿Apoyaría que Del Pozo y Villavicencio vayan a la cárcel?
Lo dudo mucho. Lo más probable es
que el Correa forajido sería un activo opositor del Correa presidente. Que
saldría a las calles a protestar contra su gobierno. Que criticaría sus
constantes ataques a la libertad y derechos de la gente.
Es una lástima ver cómo el Correa
forajido, en apariencia respetuoso, se convirtió en el caudillo prepotente e
intolerante que hoy ocupa la Presidencia. El profesor universitario, cuyo poder
se limitaba a aprobar o reprobar a sus estudiantes de Economía, pasó a
controlar todas las instituciones y recursos de un Estado con una gigante
bonanza petrolera. El poder se le subió a la cabeza. No supo manejarlo y hoy
sufrimos las consecuencias.
Ahora que el fin de esta década
abusiva se acerca, Correa pierde una última oportunidad de cambiar, respetando
la libertad de los demás, sacando de nuestras narices el control del Estado,
probando que aquí tenemos un presidente, no un monarca o un dictador. Su fiebre
de poder solo parece agravarse con la cuenta regresiva. Continuarán sus abusos
hasta el último día. Hasta ese esperado 24 de mayo, cuando finalmente llegue el
cambio.
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