¿Por
qué tantos de nuestros socialistas correístas continúan defendiendo lo
indefendible? Continúan respaldando a un gobierno evidentemente fracasado,
abusivo y corrupto como el de Maduro en Venezuela. A pesar de toda la evidencia
de corrupción y del desastre que dejaron en Argentina, siguen defendiendo a los
Kirchner. De Cuba ni hablar. La isla de los hermanos Castro sigue siendo ese
paraíso que alaban en discursos, pero en el que jamás se les ocurriría vivir.
Hace
ya veinte años se publicó el Manual del perfecto idiota latinoamericano, libro
que describía esta atracción en nuestros países hacia caudillos populistas,
nacionalistas y socialistas. Tristemente la fascinación populista sigue vigente
en nuestro continente y ahora hasta cruza océanos llegando a España en la
figura de Pablo Iglesias. La buena noticia es que ante el evidente fracaso de
estos gobiernos, aumenta el rechazo al populismo en las urnas.
La
gente está reaccionando. El rechazo popular a este caudillismo del siglo XXI se
fortalece. Pero nuestros socialistas en el poder parecen vivir en una realidad
paralela. No ven, o se hacen los que no ven, las alarmantes consecuencias del
modelo de gobierno por ellos promovido.
En
el club de los socialistas del siglo XXI nadie se critica. Si uno de sus
miembros, Maduro por ejemplo, tiene a su país hundido en el caos, violencia,
escasez, hambre, saqueos, inflación incontrolable, inseguridad y corrupción,
los miembros del club miran a otro lado y dicen que todo es mentira, que
Venezuela funciona de maravilla. Que Maduro es víctima de la CIA, de la prensa
mercantilista y cualquier fantasma del momento.
Nuestros
socialistas del siglo XXI son pragmáticos y no se distraen de su misión. Son
socialistas profesionales. De la defensa y permanencia del socialismo en el
poder dependen su cargo, sus ingresos, sus privilegios.
Al
final quieren lo mismo que todos. Vivir bien, un trabajo estable, darle lo
mejor a sus familias. Buscan, como cualquier capitalista, su bienestar
personal. La diferencia es que el capitalista debe producir, competir, hacer
negocios, inventar, crear valor para ganar su dinero. El socialista
profesional, en cambio, sabe que eso de competir y producir no son su fuerte.
Nuestro socialista es un maestro en el arte de aferrarse como garrapata al
Estado, para sacarle plata, viajes y buen vivir.
Para
ello estarán dispuestos a defender lo indefendible, a mirar para el otro lado
ante los abusos, a cumplir órdenes del caudillo aunque contradigan sus
principios. En foros locales e internacionales, sin sonrojarse, repiten sus
mentiras hasta creérselas. Todo con tal de conservar su tajada de presupuesto,
su programa gubernamental que justifique su cargo, su espacio de poder, sus
viajes en primera clase a países con sistemas capitalistas que tanto critican,
pero donde siempre viene bien ir de shopping.
En
Venezuela todo está bien y Maduro es un gran demócrata. En Ecuador vivimos un
cambio de época con total libertad de expresión y buen vivir. En Argentina, la
pobre Cristina y sus amigos son unos perseguidos. La prensa internacional al
servicio del imperio solo busca desprestigiar nuestros gobiernos soberanos y
progresistas. Como buenos profesionales, nuestros socialistas en el poder saben
bien qué decir y qué callar. Lo que realmente piensen es secundario.
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