Al comienzo
nos repetían una y otra vez el cuento de las “manos limpias, mentes lúcidas y
corazones ardientes”. Ahora se limitan a decir “somos más, muchísimos más”. La
cantidad de seguidores reemplazó a la calidad. Ya no importa que sean limpios o
lúcidos. Solo importa que sean muchos.
Van
saliendo a la luz con mayor frecuencia y con más ceros en las cuentas los
escándalos y negociados de este nefasto experimento político llamado Socialismo
del Siglo XXI. El modelo que incluyó cambio de constitución, control de todas
las instituciones del Estado, lavado colectivo de cerebros con propaganda
oficial y despilfarro de recursos, parece tener su capítulo final en una
gigante corrupción.
En
Argentina detienen a un exfuncionario kirchnerista intentando esconder varios
bolsos con más de 8 millones de dólares. La hija de Hugo Chávez, ese que decía
que ser rico es malo, es considerada la persona más rica de Venezuela con
varios miles de millones de dólares. En Brasil, los escándalos por sobornos han
dominado la escena política de los últimos meses. Y Ecuador no se queda atrás.
Se van descubriendo casos de enorme corrupción.
La razón
para esta corrupción socialista es sencilla. Un sistema estatista será por
definición corrupto. Un sistema donde se asigna a funcionarios públicos
presupuestos multimillonarios por los que nadie responde a título personal,
invita a la corrupción. Un sistema que gasta y malgasta por todos lados,
encontrará siempre funcionarios y allegados listos para llevarse su tajada,
listos para hacerse ricos robando en lugar de produciendo. Un sistema donde el
Gobierno controla todas las funciones del Estado, donde no existe
fiscalización, donde la justicia se dedica a callar las críticas, es el
escenario ideal para el enriquecimiento instantáneo.
Acá la ley
de comunicación se ha encargado de amordazar a quienes investigan los trapos
sucios. La Asamblea ha mirado para el otro lado para evitar fiscalizar. La
justicia continúa en su siesta. Se limitan a repetir que yo no sé, yo no vi, yo
no lo conozco. Nada saben de la corrupción que inunda los pasillos
ministeriales con su olor a petróleo y hormigón.
A pesar del
silencio y complicidad oficialista, la corrupción no se puede esconder. Va
apareciendo hasta que el Gobierno no tenga otra opción que aceptarla y
enfrentarla. Hoy ciertos asambleístas correístas finalmente hacen como que
fiscalizan.
El discurso
de las manos limpias expiró. Ya ni lo pronuncian. Nadie lo cree. Las manos
socialistas del siglo XXI están manchadas en toda la región. Los gobiernos que
se llenaron la boca de discursos clichés contra la riqueza resultaron ser el
camino más rápido para el enriquecimiento ilícito.
El consuelo
es que al final todos pagan. Hasta los más poderosos enfrentan tarde o temprano
la justicia. Ahí está Fujimori pagando sus abusos y corrupción con 25 años de
cárcel. Pasó de todopoderoso a un preso más. Con el cambio de gobierno en
Argentina se empieza a destapar toda la porquería del kirchnerismo. Cristina y
compañía tendrán que responder. En Venezuela inevitablemente sucederá lo mismo.
Acá
también, los nuevos ricos dizque revolucionarios enfrentarán la justicia. Los
resultados de las próximas elecciones definirán qué tan pronto sucederá.
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