“Sacar
capitales de países como los nuestros me parece algo inmoral”, dijo Rafael
Correa en una de sus recientes entrevistas en Nueva York con un medio
internacional. Por lo visto, Correa olvidó que él también cometió esa
“inmoralidad” cuando sacó 330.000 dólares de los 600.000 dólares que ganó en
una demanda por supuesto daño moral.
Inmoralidades
vemos por todos lados. Pero que Correa o cualquier funcionario haga con su
plata lo que mejor le parezca no es una de ellas. Más allá de ese disparo en el
pie que se pegó el Mashi con esas declaraciones, su opinión está bañada de un
nacionalismo absurdo que demuestra la limitada visión del correísmo y explica
nuestro estancamiento.
Según esa
visión, los sueños del empresario ecuatoriano deben quedarse dentro de las
fronteras de nuestro país. Nada de soñar en grande. Nada de pretender
conquistar otros mercados. Su plata debe quedarse aquí. Invertir solo en
negocios locales. Sacarla es antinacionalista. Invertir en nuevos mercados
atenta contra los intereses de la patria. Y peor aún, guardarla en bancos de
países más estables es una traición a nuestra gloriosa tricolor.
Detrás de
tales afirmaciones está esa actitud contra la libertad que ha marcado estos
años de correísmo. El Gobierno te dice lo que debes hacer con tu propia plata.
Te clava salvaguardas prohibitivas por si te provoca importar algo. Te mete un
impuesto a la salida de divisas por si quieres llevar tu plata fuera. Te llena
de impuestos para que quede claro que tú no trabajas para ti y tu familia, sino
para el Gobierno. Y si tienes el descaro de salir adelante, ser exitoso y
querer invertir en otros países o asegurar parte de tu dinero en países que
brinden mayor estabilidad y reglas claras, eres un traidor, un
antinacionalista, un inmoral.
La
inversión extranjera que llega a nuestro país sería también inmoral bajo esta
definición correísta. Esas pocas inversiones chinas o mexicanas que han llegado
han resultado ser una traición a sus países de origen. Suerte la de
colombianos, peruanos, chilenos y el resto de vecinos que están llenos de
inmorales inversiones de empresarios extranjeros. Sería bueno que nos llegara
más de esa inmoralidad por acá.
Esos
empresarios que arriesgan su dinero en un país tan inestable y tan hostil hacia
el inversionista como el nuestro deberían ser declarados héroes. Sus nombres
deberían quedar inmortalizados en un gran monumento. De igual forma nuestros
empresarios que logran crecer y llevar su dinero y negocios a otros países
deberían ser puestos como ejemplo. Pero aquí los tachan de inmorales.
Los
inmorales son otros. Son quienes limitan nuestra libertad. Quienes censuran la
prensa. Quienes controlan todos los poderes del Estado y los usan a su antojo.
Quienes despilfarran nuestro dinero y ahora pretenden cobrarnos más impuestos
para seguir gastando. Quienes utilizan el poder para generar divisiones, odios,
resentimientos. Quienes utilizan recursos de todos para desprestigiar y manchar
nombres de quienes no piensan como ellos. Esos son los inmorales.
No existe
inmoralidad alguna en gastar, invertir o guardar nuestra plata como queramos.
Eso se llama libertad. Los inmorales son quienes pretenden limitarla.