lunes, marzo 21, 2016

The Donald and the Mashi

Los gringos tienen a The Donald. Nosotros tenemos al Mashi. Los gringos están a tiempo de rechazarlo, de no caer en su show populista. Para nosotros ya es tarde, casi diez años demasiado tarde.

Veo a Donald Trump ganando una primaria tras otra y no lo creo. Es difícil entender que en un país desarrollado pegue este discurso tan populista. Tan Maduro, tan Mashi, tan Cristina. Y es que se parecen tanto el Donald gringo y el Mashi ecuatoriano. Podrán ser de ideologías distintas. Pero su populismo los hace increíblemente parecidos.

The Donald and the Mashi no resisten que los medios los critiquen. Quieren intimidarlos, callarlos, demostrarles que con ellos nadie se mete. Trump prometió frenar la libertad de expresión ampliando las leyes de difamación  “para que cuando cualquier periódico escriba historias deliberadamente negativas… podamos demandarlos y ganar mucho dinero”. Correa fue más lejos. Lo hizo. Demandó a un editorialista y a los directores de El Universo. Demandó a los autores del libro Gran Hermano.

Los medios son una molestia para Trump y Correa. Los critican, los atacan, los menosprecian. Trump se ha referido a los periodistas como gente desagradable, mentirosa, horrible. Similar a los calificativos de Correa, para quien la prensa suele ser corrupta,  hipócrita, perversa, mentirosa, cínica, sinvergüenza y cosas así.

The Donald and the Mashi creen y practican con gran devoción aquello de “divide y vencerás”. Necesitan crear enemigos comunes a quienes odiar y rechazar. La culpa siempre es de los otros. Para Trump, los inmigrantes, en particular mexicanos que “traen drogas y crimen”, son los enemigos a vencer. Pretende así acabar con la tradición de un país forjado por la inmigración.

Como Trump, Correa ha tenido varios grupos dignos de sus ataques públicos. Medios de comunicación, empresarios, indígenas, pelucones han pasado por el paredón. Por eso le encanta repetir aquello de “somos más, muchísimos más”. En otras palabras, “nosotros, la mayoría, contra las minorías; nosotros, los poderosos, contra los débiles”. Lo importante es tener siempre alguien a quien culpar y atacar.

Y como debe ser, The Donald and the Mashi necesitan ser el centro de todo. La política, el país, el mundo, gira en torno a ellos y su infinita sabiduría. Practican la política del yo, yo, y yo. Sin Correa no hay Gobierno, no hay patria, no hay nada. El Estado es él. Todo pasa por él. Con Trump, ya podemos imaginar el vanidoso destino de la Casa Blanca.

Así son The Donald and the Mashi. Así son nuestros populistas. En Latinoamérica no aprendemos a alejarlos de nuestra política. Están siempre aquí. En Estados Unidos, Trump enfrenta un fuerte rechazo de medios de comunicación, académicos, políticos, y de cualquiera que se detenga a analizar por dos segundos el futuro de su país. Pero tiene un gran apoyo de millones que han caído bajo su encanto populista.


Hace poco dijo Vargas Llosa,  “Ningún país, ni siquiera un país con una tradición democrática tan arraigada como Estados Unidos está libre del populismo. La demagogia populista llega a muchísima gente explotando sus miedos, sus inseguridades, sus prejuicios…” Acá conocemos  bien toda la división, daño y violencia que genera el populismo. Esperemos que los gringos reaccionen a tiempo.


lunes, marzo 07, 2016

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La verdad ya me picaban las manos por volver a escribir aquí. Este Gobierno nos da tanto que comentar cada semana. Ayer un escándalo, hoy algún exabrupto, mañana otro abuso de poder.

Han pasado casi cuatro años desde que dejé de escribir esta columna de opinión. Cuatro años en los que el supuesto milagro ecuatoriano que nos vendían en interminables cadenas nacionales fue tan irreal como la ilusión de vivir para siempre de la lotería petrolera.

Hay una gran diferencia entre el Gobierno de cuatro años atrás y el de hoy: pasaron de ricos a chiros. El precio del petróleo que mantenía una bonanza ficticia se desplomó. El gasto sin control se estrelló contra ese muro que siempre estuvo ahí y no quisieron ver. La incapacidad del Gobierno no pudo ocultarse más tras las montañas de dólares. Y el correísmo apareció desnudo ante todos, tal y como es: incompetente y con las ideas equivocadas para sacar adelante al país.

El desastre trae una lección. No será en vano esta crisis en la que nos han metido. Dejará un aprendizaje político: desconfiar de futuros candidatos y funcionarios cargados de discursos dizque revolucionarios y fantasías socialistas.

Porque esto que vivimos no es solo cuestión de incompetencia, abuso de poder, despilfarro y falta de visión en Carondelet. El desastre correísta tiene su raíz en algo más importante, algo de fondo: sus ideas socialistas. Las ideas importan. Y mucho.
Sus ideas socialistas ponen al Estado –que para ellos se confunde con Gobierno y partido– en el centro de todo. Sus ideas exigen que sea el Estado el que decida por los ciudadanos, no lo contrario. Esas ideas desprecian la inversión privada, el emprendimiento individual, el ahorro, la apertura comercial, la libertad individual; en fin, el progreso. Detestan todo aquello que no tenga como inicio y fin al Gobierno.

Este no es un Gobierno que ha fracasado únicamente por la falta de capacidad de las personas que lo lideran. Este es un gobierno que ha fracasado porque sus ideas estatistas y socialistas inevitablemente llevan a ese fracaso. Un gobierno que quiere ser el centro de todo, manejarlo todo y decidir por todos, necesita imponer sus ideas, necesita el control y politización de todas las instituciones, necesita acabar con la separación de poderes, necesita limitar nuestra libertad, callar a la prensa, meterse en nuestras casas, nuestras oficinas, nuestros colegios, nuestras vidas.

Hace cuatro años cuando dejé de escribir estábamos mejor. No teníamos muchos de los problemas económicos y sociales de hoy. Pero sí teníamos otro gran problema: todavía eran muchos, demasiados, los que pensaban que el aparente bienestar venía gracias al Gobierno, y no a pesar de este. El poder y la popularidad del Gobierno parecían intocables mientras había plata. Ahora que la plata se acabó y la realidad nos golpea en la cara entendemos mejor lo que genera el socialismo y su estatismo agobiante.


Hoy estamos mal. Pero al menos entendemos por qué. Identificamos claramente a los culpables. Identificamos el peligro de sus ideas. Entendemos que si queremos salir adelante, no podemos volver a ellas.