Algunos
dicen que es puro show. Otros dicen que la cosa va en serio desde que Rafael
Correa envió esa carta a la Asamblea.
En su carta del pasado 9 de abril enviada al Corcho Cordero, Correa critica el papel de la Asamblea, le reclama por los “exhortos” a la Función Ejecutiva, su falta de trabajo, su pérdida de tiempo en asuntos sin importancia, los constantes viajes al extranjero de sus miembros y sus metidas de patas que causan vergüenza ajena en la ciudadanía.
La carta muestra el malestar de Correa de tener que lidiar con otra función del Estado que no esté totalmente alineada a su Gobierno. Le molesta esto del balance de poder, aunque acá ya sabemos que eso no existe en la práctica.
Luego vino el tema de los sueldos de los asambleístas. Que no les transferían la quincena, que les bajaban el sueldo. Como para que sepan quién maneja la plata aquí y quien controla a quien.
Son juegos de niños comparados a la oposición en el Congreso que han enfrentado gobiernos pasados. Correa sigue teniendo el apoyo de la mayoría de sus asambleístas, sigue en su prolongada luna de miel. Bastó que un sábado se queje de la forma cómo funcionan las hipotecas en el país para que de inmediato la Asamblea pase la Ley Hipotecaria. Solo ciertas leyes pendientes, como la de Comunicación, hacen visible las divisiones y puntos de fricción que el Ejecutivo no ha logrado evitar.
A medida que se acerquen las elecciones veremos a qué juegan los asambleístas y el Gobierno. Según dicen, hay incertidumbre entre los asambleístas de Alianza PAIS al no saber si serán escogidos desde las alturas del poder para ir por la reelección. Querrán estar de buenas con los jefes y no contradecirlos con sus votos para ganarse la foto en la papeleta.
Esta Asamblea, como sus antecesoras, ha dejado mal parada la Función Legislativa del país. Si bien antes estaba desprestigiada por sus escándalos, riñas y cenicerazos, al menos se la identificaba como una función independiente del Ejecutivo. Ahora, la Asamblea no existe realmente como otra función del Estado. Existe como extensión legislativa de Carondelet. Las pequeñas diferencias no pasan de eso. Nada que una carta y un atraso de sueldo no puedan solucionar.
Los asambleístas, que ya piensan como candidatos, están ante el dilema de asegurar su puesto en la papeleta siendo fieles al régimen o desmarcarse del rebaño para ganar notoriedad. Por su lado, Correa no podrá jugar la carta de que la Asamblea no lo dejó trabajar. Lleva cinco años en el poder con los asambleístas de su lado. Salvo pequeñas discrepancias y un par de leyes estancadas, ha existido total alineación en los poderes del Estado.
En año electoral todo puede pasar. Se pesarán los votos que una buena relación entre presidente y sus asambleístas puedan generar. O el impacto en las urnas que podría tener un rompimiento entre ellos, para no mezclarse con sus críticas y tener otro frente al cual echar la culpa.
Una vez más, el presidente marca la agenda de la Asamblea. Mientras no se vuelvan a atrasar con la quincena, todo bien.
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