Mientras
veía el video imaginé el escándalo que se vendría. El juez del caso más
importante de este país reconoce no haber redactado la sentencia que favorecía
con 40 millones de dólares al presidente de la República. Difícil imaginar un
escándalo mayor. Pero aquí no pasa nada.
El video presentado por la exjueza Mónica Encalada provocaría un escándalo gigantesco en cualquier sociedad democrática del mundo. Las autoridades de control estarían investigando sin descanso a todos los implicados y sancionando de inmediato a los culpables. Los medios estarían debatiendo las implicaciones para el Gobierno. La sociedad entera condenaría lo sucedido. Pero aquí no pasa nada.
El juez sigue campante. El abogado del presidente dice que el video es ilegal y amenaza con demandar a Encalada. Y el presidente toma distancia del asunto. Le resta credibilidad al video diciendo que ha sido editado. “Los aludidos en ese video sabrán responder”, dijo el otro día. ¿Acaso él nada tiene que ver en este caso, al que dedicó tanto tiempo, discursos y esfuerzo los últimos meses?
No fue suficiente que el presidente Correa haya presentado una vergonzosa y abusiva demanda contra un periodista y los dueños de un diario por un artículo de opinión; que haya utilizado cadenas nacionales y el aparato estatal para defender su causa supuestamente privada; y que haya defendido una y otra vez una sentencia escandalosa plagada de irregularidades. Ahora, con el video se probaría que la sentencia no la redactó el juez Paredes. Lo confirma el propio Paredes en el video. El juicio más importante en este país resuelto de manera fraudulenta. ¿Se puede pensar en algo más grave? Pero aquí no pasa nada.
¿Qué tiene que pasar en este país para que las autoridades reaccionen y se sancionen los abusos? Las medidas tomadas ante el escándalo en la Gobernación del Guayas demuestra que sí se puede sancionar a los culpables de corrupción. Pero ese caso es pequeño frente al de Paredes y compañía.
El predidente Correa no tenía porqué estar enterado de lo que hacían sus abogados. Pero si Correa no sabía de estas irregularidades, debería ser el primero en exigir que se investigue a fondo el caso y que se sancione a los culpables de manipular un caso tan importante para él y para el país, en el que la transparencia era crucial. Lo contrario solo genera sospechas, que los periodistas y autoridades deberán investigar. Ojalá esta vez no se intimide o demande a los periodistas o autridades que busquen la verdad y que hagan las preguntas incómodas al poder.
La impunidad en este Gobierno cada día sorprende menos. Pero preocupa aún más la apatía general en la población. En los programas de televisión, en los que se informa la gran mayoría del país, a duras penas se menciona este escándalo. El Gobierno ha logrado controlar cada vez más la opinión pública. Los canales locales ni se atreven a transmitir el video por miedo a alguna sanción. Sólo una minoría del país se informa y opina del tema en diarios y redes sociales.
El descaro, la impunidad y el caretuquismo mandan en este país. Y aquí no pasa nada.