El
canciller Patiño se pone bravo. Estaba furioso con los periodistas. Abandonó
una entrevista. Denunció que la prensa lo perseguía. Que solo buscaban
desprestigiarlo.
Patiño no quiere que se le diga narcovalija a la valija diplomática en la que las autoridades italianas encontraron 40 kilos de cocaína líquida. Ha dicho que el uso de ese término es parte de la campaña mediática montada en su contra, para desprestigiar al Gobierno y al país.
Pero todos sabemos que el problema no es la palabra que se utilice o lo que investiguen y reporten los medios sobre este escándalo. El problema es el nuevo papelón en el que nos meten funcionarios por no asumir sus responsabilidades. El problema es esta sensación de que intentan escondernos algo.
Yo creo que Patiño nada tiene que ver con esa valija. No creo que un canciller se preste para algo así. Sí creo, en cambio, que alguien o algunos en Cancillería están involucrados. Un hecho de esta magnitud difícilmente ocurre sin la ayuda y complicidad de alguien adentro.
Sin embargo, Patiño de entrada intentó sacarse cualquier responsabilidad al decir en rueda de prensa que “esa valija hizo una parada intermedia en algún país, no nos explicamos más que en el camino alguien hizo una apertura de la valija y haya podido introducir la droga”. Así, el canciller liberó automáticamente de culpa a Cancillería, sin presentar más pruebas que su palabra. Y después se queja porque los medios insisten en investigar el caso, más aún cuando la empresa transportadora ha indicado que la valija pesó lo mismo al salir de Quito y al llegar a Milán.
En lugar de ver a un canciller asumiendo la situación con frontalidad, acá nos tocó aguantar sus rabietas y delirios de persecución y ataques mediáticos. No entendió Patiño que esto no tiene que ver con el Gobierno, ni con él. Tiene que ver con una noticia tan grande para estar en primera plana aquí y en cualquier país, con este o cualquier gobierno. Patiño llegó al absurdo de decir que los medios –no las cajas diplomáticas llenas de droga– están destrozando la imagen del país por investigar lo ocurrido.
Afortunadamente el canciller reaccionó. Evitó continuar con el papelón. Algo similar a lo que tuvo que hacer hace poco su jefe. Dijo que había reflexionado. Que escuchó los consejos de amigos. Que ahora, en lugar de atacar a los medios por investigar y cuestionar lo ocurrido, se calmaría y se dedicaría a ofrecer información.
Esperemos que sea cierto. Que tendremos investigaciones independientes y respuestas. Que dejarán a los medios hacer su trabajo. Que caerán los que tengan que caer. Que el canciller sabrá asumir cualquier responsabilidad como cabeza de la institución metida en el escándalo. Que esta vez no intentarán desviar la atención.
No se trata simplemente de la droga encontrada en esas cajas. Se trata de la credibilidad de nuestro país a nivel mundial, tan maltratada por este Gobierno. De la credibilidad de nuestros funcionarios públicos que parecen esforzarse por avergonzarnos. Se trata de que entiendan que los medios deben investigar y cuestionar, aunque no les guste. De que ya es tiempo de dejar el show.
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