Ella
pregunta. Él interrumpe. Él la llama Anita. Ella lo corrige: su nombre es Ana.
Él habla de “el boicot de la prensa”. Ella aclara que se trata de “la queja de
la prensa”. Él es Rafael Correa, presidente de Ecuador, aunque a ratos,
mientras se mece inquieto en su silla, no pareciera ocupar un cargo de esa
importancia. Ella es Ana Pastor, periodista de Televisión Española, que le hizo
algunas preguntas directas e incómodas. No fue otro de sus monólogos
disfrazados de entrevista.
Me llamó la atención el intento de Correa de desvincularse por completo de su hermano Fabricio. Dijo que su hermano “ya muestra signos de desequilibrio”, que jamás ha compartido las prácticas empresariales de su hermano: “siempre he tenido graves cuestionamientos a su forma de hacer negocios”. ¿No importaban esas prácticas empresariales que ahora critica cuando su hermano fue parte del equipo de su campaña?
Un tema importante que trató Correa fue el de la lucha contra las drogas. Tiene razón al decir que la estrategia actual de la lucha contra las drogas es un fracaso total. Comparó acertadamente la situación actual de las drogas a la de la prohibición en Estados Unidos del alcohol, con todos los problemas y violencia que eso generó. Sin embargo, Correa se queda a medias cuando le preguntan si habría que ir hacia la legalización de las drogas. No dice que sí, tampoco que no. No sé qué lo frena a apoyar de frente la legalización. Tal vez su lado conservador o cierto cálculo político le impiden dar una respuesta firme. Esa misma energía que utiliza para criticar y atacar a los medios en cada discurso, cada entrevista y cada país que visita, podría canalizarla mejor impulsando una campaña junto a otros líderes mundiales por la regulación y legalización de las drogas , que ayude a frenar de manera efectiva tantas mafias y violencia.
Pasan a otro tema. Ana le pregunta su opinión sobre la Ley de Comunicación. Correa dice que no la conoce. Que la han cambiado tantas veces que ignora su contenido. La periodista no puede creer que un presidente conocido por sus críticas y ataques constantes al periodismo, ahora diga que no conoce esa ley. A mí más bien me suena que no quiere perder el tiempo conociéndola, si después igual podrá cambiarla como quiera.
La periodista lee sorprendida el mal llamado “Código de la Democracia”, que indica que los medios no podrán hacer reportajes o cualquier cobertura que pueda favorecer a un candidato o tesis política en las elecciones. Ana no puede creer tal barbaridad, impensable en su país o cualquier democracia.
La entrevista me recordó que lo que acá ya nos parece normal, impresiona y asusta en sociedades más civilizadas. Que ese discurso oficial que acá venden con tanta facilidad, no tendría seguidores con otras audiencias.
Al final, Rafael Correa insistió que “mucho más importante que construir escuelas, caminos y hospitales, es construir la verdad”. Creo que Ana y los televidentes españoles entendieron después de verlo y escucharlo esa mañana, como ya entendemos de sobra acá, que al decir “la verdad” se refiere únicamente a su verdad.
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