¿Qué
sería de este Gobierno si hubiera respetado la libertad de expresión y a los
medios de comunicación? ¿Si en lugar de meter juicios abusivos para callar a
periodistas y quebrar medios, hubiese mantenido un elemental respeto hacia las
opiniones de la prensa? ¿Si el presidente hubiese actuado como un líder
respetando el papel de los medios y las opiniones ajenas?
Si el Gobierno hubiese actuado así, la oposición no tendría mayores argumentos en su contra. La comunidad internacional no tendría mayor cosa que reprocharle. Quedarían su Congreso de los manteles, sus eternos decretos de emergencia y otros abusos a las leyes. Pero incluso eso pasaría más desapercibido con un gobierno tolerante. Este sería uno de los gobiernos y presidentes más respetados de la región. Lo que no es igual a ser popular. Si bien hoy una mayoría apoya a Correa, él sabe que los líderes de la región y aquellas personas cuya aprobación él quisiera tener, critican sus abusos y se burlan de su inmadurez.
Un Correa respetuoso ante los medios, permitiría que los debates políticos en el país se centren en temas más de fondo como en cualquier sociedad civilizada. No como acá, que ante la primitiva postura del Gobierno frente a la prensa, toca defender derechos elementales.
A Correa le ha ido muy bien, a pesar de su vocación ultraestatista. Ha tenido suficiente dinero como para derrochar sin miedo. Tiene una gran obra vial que mostrar. Tiene logros sociales y administrativos que la gente disfruta y reconoce.
Pero esos logros se opacan frente a sus vergonzosos juicios contra periodistas. Pasan a segundo plano cuando el mundo condena sus abusos. Correa y su equipo lo saben. Saben que en los foros internacionales los señalan y los critican. Saben que no importa cuántas carreteras y hospitales construyan, ni cuántas campañas sociales implementen, ni cuánta plata inviertan, ante la historia y el mundo quedará esa gran mancha de su intolerancia y abusos.
Pocos se atreven a enfrentar lo que está sucediendo. La mayoría prefiere mirar para otro lado. Por suerte, hay personas como el asambleísta César Montúfar quien contestó la irrespetuosa carta que le envió Correa, diciéndole entre otras cosas que “jamás un presidente de la República demandó a un editorialista y a un periódico por un delito de opinión; jamás exigió una indemnización millonaria para enriquecerse; jamás protegió a su abogado para que fraguara un fallo judicial, en una grosera intervención en el sistema de justicia, con el fin de obtener una sentencia favorable. Esa es la verdad que usted no quiere enfrentar... Usted será responsable ante la historia de este ignominioso acto de abuso de poder… y esa realidad lo acompañará todos los días de su vida”.
Pero hay una salida que no borrará todo lo actuado hasta ahora, pero limpiará en algo la imagen de este Gobierno. Montúfar la propone: “La única manera que usted tendría de lavar su nombre es desistir de esta vergonzosa demanda”.
De lo contrario, quedará para siempre el legado de intolerancia y abuso del Gobierno. El resto será secundario. Ellos lo saben. Todavía pueden cambiar la situación si solo dieran el paso correcto.
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