“Hay
que hacer algo por este país, no podemos quedarnos cruzados de brazos”, dice
con un vaso de whisky en la mano. “Sí, no podemos seguir así”, aprueban todos.
Luego termina la reunión, cada uno vuelve a su casa, a su trabajo, a su
familia, a sus preocupaciones y proyectos cotidianos, a vivir y disfrutar la
vida como mejor se pueda a pesar de la situación política que pide a gritos que
se haga algo. Ese “hay que hacer algo” ha quedado tantas veces en el aire,
entre el humo de cigarrillo y los vasos vacíos de otro encuentro en el que
sobran buenas ideas e intenciones, pero siempre faltan tiempo, dinero y
acciones.
Pero algo está cambiando. El abuso y atentado contra nuestras libertades elementales de este Gobierno ha servido para despertar a algunas personas. Esas promesas de hacer algo, que tantas veces habían quedado abandonadas, se vuelven más ciertas, más concretas.
Desde que escribo en este Diario, me han invitado los últimos años a varias reuniones en las que siempre se planean los grandes cambios del país a través de algún nuevo partido o movimiento político. He perdido la cuenta de todas esas ocasiones en las que se planean mil acciones y al final nada sucede. Cada quien regresa a casa y a su vida, para volver meses más tarde a una nueva reunión con nuevos planes y promesas.
Pero ahora es diferente. La amenaza se volvió demasiado grande. Los planes empiezan a concretarse. Las ideas y promesas se escriben sobre papel, se vuelven tangibles. Las billeteras se abren para financiar esas acciones necesarias para avanzar y lograr ese cambio postergado en el país.
No es fácil. Conocemos bien los fraudes electorales y abusos sufridos tantas veces, sabemos de lo que los políticos en el poder son capaces de hacer por mantener ese poder. Basta encender la televisión para ver el descarado despilfarro de nuestro dinero en propaganda manipuladora. Basta abrir el diario y leer que el Gobierno planea gastar cinco veces más en publicidad en el 2012, pasando de los 54 millones de dólares asignados este año en el presupuesto, a casi 300 millones de dólares presupuestados para el próximo. Basta conocer las limitaciones que pone el Consejo Nacional Electoral, tan afín a Carondelet, al gasto en las campañas (menos las del Gobierno con nuestra plata), para entender cómo se complicará el panorama de aquellos grupos que entrarán en la contienda electoral.
Pero a pesar de tantas dificultades a la vista, existe optimismo de que se puede frenar en las urnas a este Gobierno y sus abusos. Que todo el dinero que despilfarren en campañas, ataques y populismo de tarima no les alcanzaría para ganar los votos que necesitan para dominar todas las instituciones del Estado como lo hacen hoy. Que una segunda vuelta en las próximas elecciones es posible. Que en la próxima Asamblea el Gobierno perdería la mayoría, para dar paso a un nuevo y mejor escenario político.
Falta todavía mucho más por hacer. Falta más gente que se involucre. Faltan más recursos que apoyen. Pero esta vez, ante el escenario extremo que vivimos, el “hay que hacer algo” está cambiando por “esto estamos haciendo”.