Hace
algunos años, estuve en una conferencia del escritor de novelas de terror
Stephen King. Quien lo presentó dijo que en la mayoría de hogares de Estados
Unidos se podían encontrar dos cosas: una Biblia y un libro de Stephen King.
Ahora, junto a esos libros, encontraremos con seguridad algún producto creado
por Steve Jobs.
Ante la muerte de Steve Jobs, Yoani Sánchez, bloguera cubana y vecina de esta página, escribió: En Cuba hubieras sido un gran incomprendido, un apartado… Nací en una sociedad donde el talento y el deseo de innovar pueden ser penalizados políticamente. Pero tú me inspiraste.
La versión cubana de Steve Jobs hubiera escapado de la dictadura de los Castro en la primera balsa disponible, y seguramente hubiera tenido éxito como empresario en Miami. Pero en Cuba, como escribe Yoani, lo hubiesen visto como una amenaza. No hubiera resistido una vida bajo ese régimen totalitario enemigo del libre emprendimiento.
Las palabras “innovador” y “emprendedor” acompañan cualquier descripción que leemos sobre Steve Jobs. Empezó de cero. No tenía una familia con dinero ni un título universitario. Pero tenía ideas, ganas, inteligencia y un espíritu emprendedor. Y algo más: vivía en un país y una sociedad libres, donde la innovación, el emprendimiento individual y la generación de riqueza son admirados y respetados, no una razón para ser atacado.
¿Cómo le iría a un Jobs ecuatoriano en estos tiempos revolucionarios? ¿Lo tacharían de pelucón y oligarca por haberse convertido en millonario? ¿Intentarían frenar la producción de iPads o gravarlos con un impuesto especial por dominar el mercado? ¿Le habría metido juicios el SRI por algún supuesto incumplimiento de impuestos? ¿Recibiría la visita del Ministerio de Relaciones Laborales por tercerizar la producción de sus equipos con empresas chinas o el diseño de aplicaciones con desarrolladores independientes? ¿Tendría que hacerse amigo de las autoridades para evitarse trabas burocráticas?
Afortunadamente Steve Jobs estuvo en el lugar correcto. La creatividad, la innovación, el emprendimiento necesitan de un ambiente de libertad individual y reglas claras, donde uno pueda dedicarse a sacar adelante sus proyectos, sin tener que preocuparse por cambios repentinos en las leyes ni de un Estado metiche que sospecha del éxito individual.
Nuestro Gobierno tiene programas y campañas que apoyan la innovación y nuevos emprendimientos. Pero de poco sirven bajo un régimen ultraestatista con un ambiente adverso a la riqueza y al sector privado. Los jóvenes que salen de nuestras universidades, más que en nuevos negocios o empresas, encuentran hoy mejores oportunidades laborales como empleados del creciente sector público. Y ya sabemos que ahí la innovación y emprendimiento se aniquilan casi por definición.
Este Gobierno debe meditar bien la clase de sociedad que está formando. No es una sociedad de emprendedores, sino de nuevas generaciones que esperan que el papá Estado les dé de comer en la mano. La constante exaltación a lo estatal y colectivo y la satanización de lo privado e individual, de poco sirve al emprendimiento y generación de riqueza. Parece que para el Gobierno el emprendimiento pequeño, microempresarial, artesanal es bueno. Si crece mucho se vuelve malo.
Miles de Steve Jobs cubanos han emigrado y hoy generan riquezas en otras tierras. ¿Se quedarían acá?
1 comentario:
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