Esto que escribo aquí no es todo lo que quiero decir. Es la versión editada, corregida, autocensurada acorde a estos tiempos de la revolución de la propaganda mentirosa, el insulto público y los juicios.
Nos vamos acostumbrando a omitir nombres, eliminar adjetivos, impersonalizar. Decimos, a veces, la mitad de lo que queremos decir. Al escribir, por ejemplo, que alguien “falta a la verdad” en realidad quiero hablar de cinismo, mentiras, manipulación. Palabras como “sinvergüenza” quedan afuera, aunque sea la más precisa para describir a alguien, no vaya a ser que caiga una demanda. Otras ocasiones, toca usar la ironía. Si hablamos de ese maravilloso, democrático y tolerante funcionario que sí sabe hacer su trabajo, en realidad queremos decir todo lo contrario.
Lord Voldemort, antagonista principal de la serie de Harry Potter, es tan temido que se refieren a él como “tú ya sabes quién” o “el que no debe ser nombrado”. Aquí también, en artículos, entrevistas y redes sociales, muchos prefieren ni nombrar a tú ya sabes quién, o prefieren ponerle otros nombres. Es una forma de protegerse.
Ahora resulta que el término “fascista” te podría llevar tras las rejas. Emilio Palacio tiene que enfrentar otra demanda por injurias por utilizarlo contra el canal público Ecuador TV. Por lo visto, el abuso y absurdo jurídico iniciado por Correa y su abogado son contagiosos.
Un fascista, en términos generales, es alguien autoritario. Si queremos ir más allá, sería alguien que apoya el fascismo; es decir, un sistema totalitario, nacionalista, violento, respaldado por un poderoso aparato propagandístico, entre otras características. Es un término fuerte, pero demandar porque te lo digan es un disparate, sobre todo viniendo de una institución pública.
Si la multimillonaria demanda de Correa contra Palacio y este Diario por lo que decía un artículo de opinión ya era una demostración de lo lejos que puede llegar el abuso “legal” de este Gobierno, la demanda de Ecuador TV lleva el absurdo a nuevos y vergonzosos niveles. Como escribió alguien en Twitter: “Hay que ser muy fascista para demandar a alguien por decirte fascista”.
El ridículo y abuso no tiene límite en este Gobierno. Si un juez –de los veloces, de los panas de las farras o cualquiera de esos afines al Gobierno– acepta esta nueva demanda contra Palacio, propongo sincerar de una vez por todas la supuesta reforma a la justicia. Ir de frente y sin amagues, despidiendo a todos los jueces y cerrando todas las cortes para que los casos se resuelvan directamente en Carondelet.
Las vacaciones que nos dio Correa estas dos semanas nos vinieron muy bien. Descansamos de la insultadera, de las ironías, de las faltas a la verdad. Pero otros se encargaron de ocupar su lugar, con esta nueva demanda; o con cuentos de que no somos amigos, que casi ni nos conocemos; o con la defensa a tiranos como Gadafi.
El que no debe ser nombrado está presente aunque no esté. Su espíritu y sus prácticas se multiplican en otros. No lo hacen tan bien como él, pero lo intentan. Este maravilloso, brillante y tolerante presidente que nos gobierna con tanta sabiduría se ve reflejado en quienes caminan a su lado.
jueves, agosto 25, 2011
jueves, agosto 18, 2011
Buenos malos tiempos
“Te leí en el periódico, no sabía que escribías”, me dice un amigo que no veía hace siglos. “Sí, como desde hace seis años”, le contesto. “En realidad hace tiempos que no leía un periódico, pero con lo que está pasando ahora, he vuelto a hacerlo”, me confiesa.
Leí una frase que viene bien con esta época de caudillos autoritarios: “el peor de los tiempos para el periodismo es el mejor de los tiempos para el periodismo”.
Hagamos números. En promedio, un diario importante del país tiene unos doscientos mil lectores diarios. Poco más del 1% de la población. De esos, la mayoría ojea fotos y titulares o va directo a la sección deportiva. Exagerando, ni un 10% se detiene a leer estos artículos de opinión. Y la mayoría de ellos no pasará de los títulos y primeros párrafos. Si estás leyendo esto y llegas al punto final eres parte de una pequeñísima minoría del país.
Correa necesita crear enemigos. Con sus más de cuatro años de gestión, la partidocracia y los gobiernos anteriores le sirven cada vez menos de excusa. Los males de hoy no vienen de un pasado lejano o de políticos enterrados. Son responsabilidad de su gobierno.
¿A quién echarle el muerto de sus errores entonces? A la prensa. A esos malévolos artículos de opinión, reportajes y titulares con capacidad de desestabilizar un Gobierno que controla todo. Son tan poderosos que la reputación y futuros ingresos de un presidente se pueden ver afectados por lo que diga un párrafo de una columna, al punto de hacerle perder 80 millones de dólares que iba a ganar cobrando más que Bill Clinton por discurso expresidencial, vendiendo tantos libros como J.K. Rowling y dando clases universitarias a por lo menos diez mil dólares la hora. Así de poderosos pueden ser los dedos en un teclado según este Gobierno y sus abogados.
Cada vez que escucho a Correa insultar a los medios y decir tantas barbaridades, como las de su vergonzoso “informe” a la nación este 10 de agosto, intento imaginar a un presidente de un país desarrollado, o incluso de países vecinos latinoamericanos, diciendo algo similar. Y simplemente no puedo. No puedo imaginar a un presidente civilizado actuando como Correa. No puedo verlo perdiendo tiempo y malgastando fondos públicos para insultar y criticar todas las semanas lo que opina algún periodista. Un presidente civilizado simplemente sabe ignorar las críticas y dedicarse a gobernar. Acá es todo lo contrario.
Correa le hace un grave daño a la prensa. Pero al mismo tiempo le hace un gran favor. Su abuso contra este Diario ha generado una gran indignación y reacción. El que antes iba directo a la sección deportiva del Diario, ahora se detiene un poco más en las páginas de política y opinión, comparte artículos, sigue a periodistas en Twitter, opina, escribe, reclama, busca información.
Buenos malos tiempos para el periodismo. Tiempo de miedo e intimidación. Pero tiempo también de un despertar de la población, de nuevos lectores, de creatividad, de ideas, de oportunidades para un renovado periodismo.
Gracias a Correa hoy son más los que llegaron a este punto final.
Leí una frase que viene bien con esta época de caudillos autoritarios: “el peor de los tiempos para el periodismo es el mejor de los tiempos para el periodismo”.
Hagamos números. En promedio, un diario importante del país tiene unos doscientos mil lectores diarios. Poco más del 1% de la población. De esos, la mayoría ojea fotos y titulares o va directo a la sección deportiva. Exagerando, ni un 10% se detiene a leer estos artículos de opinión. Y la mayoría de ellos no pasará de los títulos y primeros párrafos. Si estás leyendo esto y llegas al punto final eres parte de una pequeñísima minoría del país.
Correa necesita crear enemigos. Con sus más de cuatro años de gestión, la partidocracia y los gobiernos anteriores le sirven cada vez menos de excusa. Los males de hoy no vienen de un pasado lejano o de políticos enterrados. Son responsabilidad de su gobierno.
¿A quién echarle el muerto de sus errores entonces? A la prensa. A esos malévolos artículos de opinión, reportajes y titulares con capacidad de desestabilizar un Gobierno que controla todo. Son tan poderosos que la reputación y futuros ingresos de un presidente se pueden ver afectados por lo que diga un párrafo de una columna, al punto de hacerle perder 80 millones de dólares que iba a ganar cobrando más que Bill Clinton por discurso expresidencial, vendiendo tantos libros como J.K. Rowling y dando clases universitarias a por lo menos diez mil dólares la hora. Así de poderosos pueden ser los dedos en un teclado según este Gobierno y sus abogados.
Cada vez que escucho a Correa insultar a los medios y decir tantas barbaridades, como las de su vergonzoso “informe” a la nación este 10 de agosto, intento imaginar a un presidente de un país desarrollado, o incluso de países vecinos latinoamericanos, diciendo algo similar. Y simplemente no puedo. No puedo imaginar a un presidente civilizado actuando como Correa. No puedo verlo perdiendo tiempo y malgastando fondos públicos para insultar y criticar todas las semanas lo que opina algún periodista. Un presidente civilizado simplemente sabe ignorar las críticas y dedicarse a gobernar. Acá es todo lo contrario.
Correa le hace un grave daño a la prensa. Pero al mismo tiempo le hace un gran favor. Su abuso contra este Diario ha generado una gran indignación y reacción. El que antes iba directo a la sección deportiva del Diario, ahora se detiene un poco más en las páginas de política y opinión, comparte artículos, sigue a periodistas en Twitter, opina, escribe, reclama, busca información.
Buenos malos tiempos para el periodismo. Tiempo de miedo e intimidación. Pero tiempo también de un despertar de la población, de nuevos lectores, de creatividad, de ideas, de oportunidades para un renovado periodismo.
Gracias a Correa hoy son más los que llegaron a este punto final.
jueves, agosto 11, 2011
El próximo
El próximo la tendrá difícil. Muy difícil. Le tocará manejar un país con grandes deudas, divisiones internas, violencia, una población acostumbrada a millonarios bonos y subsidios, y un gigantesco y obeso aparato burocrático.
Si yo fuera Correa no me lanzaría a la reelección. Me escaparía tranquilo del país y dejaría que otro se encargue de arreglar el desastre creado por este socialismo paternalista y derrochador.
Este es un gobierno que basa su éxito en su capacidad para gastar y regalar. La publicidad estatal nos repite hasta el cansancio las millonarias cifras que el Gobierno ha gastado en obras públicas, bonos, hospitales, escuelas, vivienda. No importa cómo se gastó esa plata, tantas veces a través de decretos de emergencias sin controles. Eso ni se pregunta. Todos felices mientras dure la fiesta. Lo importante es mostrar que este Gobierno ha gastado tres, cuatro, cinco veces más que los gobiernos anteriores, gracias a fondos que provienen no de una mayor producción, inversión extranjera o competitividad del país, sino de ingresos petroleros sin precedentes y más deudas.
Difícil imaginar que este Gobierno decida ahorrar, previendo malos tiempos y menos ingresos ante la actual desaceleración de la economía mundial y el precio del petróleo cayendo. Ahorrar significaría menos burocracia, menos regalos, menos jugosos contratos, menos despilfarro. Nuestros revolucionarios de generosas billeteras ajenas no saben de eso.
He escuchado a gente decir que el próximo periodo presidencial va a ser tan complicado que es mejor no poner candidato de oposición. Que es mejor que el mismo Correa gane las elecciones para que él mismo enfrente las consecuencias de su irresponsabilidad. Que si gana un candidato de oposición, su desgaste será tan grande al tener que tomar medidas responsables y poco populares, como reducir drásticamente el nivel de gasto público, achicar el gigantesco aparato estatal, disminuir la entrega de bonos y más, que en este país con tradición tumbapresidentes estaría en peligro su permanencia. Y luego Correa podría regresar triunfalmente, como si él nada tuviese que ver en el problema.
Pero debe ser lo contrario. Los malos pronósticos económicos hacen más importante que nunca el tener un próximo presidente responsable que esté dispuesto a tomar esas medidas poco populares pero necesarias para poner a este país en el camino del trabajo, producción, empresa y crecimiento. Un próximo gobierno que tome medidas contrarias al actual gasto irresponsable y absurda dependencia de la economía en el sector público.
A pesar del poder y capacidad de este Gobierno para comprar popularidad con nuestro dinero, en las próximas elecciones creo que sí puede vencer una propuesta única en línea con ese amplio sector que rechaza el actual autoritarismo, estatismo exagerado y que busca un gobierno responsable, que brinde seguridad y genere trabajo.
O quién sabe, tal vez la abundancia de fondos se acabe antes del 2013 y a Correa le toque enfrentar los frutos de su derroche y falta de previsión. Y tal vez decida hacerse a un lado en las elecciones escapándole a ese oscuro panorama de escasez y deudas que tendría que administrar en un siguiente periodo.
Le tocará duro al próximo gobierno. Mejor que se vaya preparando.
Si yo fuera Correa no me lanzaría a la reelección. Me escaparía tranquilo del país y dejaría que otro se encargue de arreglar el desastre creado por este socialismo paternalista y derrochador.
Este es un gobierno que basa su éxito en su capacidad para gastar y regalar. La publicidad estatal nos repite hasta el cansancio las millonarias cifras que el Gobierno ha gastado en obras públicas, bonos, hospitales, escuelas, vivienda. No importa cómo se gastó esa plata, tantas veces a través de decretos de emergencias sin controles. Eso ni se pregunta. Todos felices mientras dure la fiesta. Lo importante es mostrar que este Gobierno ha gastado tres, cuatro, cinco veces más que los gobiernos anteriores, gracias a fondos que provienen no de una mayor producción, inversión extranjera o competitividad del país, sino de ingresos petroleros sin precedentes y más deudas.
Difícil imaginar que este Gobierno decida ahorrar, previendo malos tiempos y menos ingresos ante la actual desaceleración de la economía mundial y el precio del petróleo cayendo. Ahorrar significaría menos burocracia, menos regalos, menos jugosos contratos, menos despilfarro. Nuestros revolucionarios de generosas billeteras ajenas no saben de eso.
He escuchado a gente decir que el próximo periodo presidencial va a ser tan complicado que es mejor no poner candidato de oposición. Que es mejor que el mismo Correa gane las elecciones para que él mismo enfrente las consecuencias de su irresponsabilidad. Que si gana un candidato de oposición, su desgaste será tan grande al tener que tomar medidas responsables y poco populares, como reducir drásticamente el nivel de gasto público, achicar el gigantesco aparato estatal, disminuir la entrega de bonos y más, que en este país con tradición tumbapresidentes estaría en peligro su permanencia. Y luego Correa podría regresar triunfalmente, como si él nada tuviese que ver en el problema.
Pero debe ser lo contrario. Los malos pronósticos económicos hacen más importante que nunca el tener un próximo presidente responsable que esté dispuesto a tomar esas medidas poco populares pero necesarias para poner a este país en el camino del trabajo, producción, empresa y crecimiento. Un próximo gobierno que tome medidas contrarias al actual gasto irresponsable y absurda dependencia de la economía en el sector público.
A pesar del poder y capacidad de este Gobierno para comprar popularidad con nuestro dinero, en las próximas elecciones creo que sí puede vencer una propuesta única en línea con ese amplio sector que rechaza el actual autoritarismo, estatismo exagerado y que busca un gobierno responsable, que brinde seguridad y genere trabajo.
O quién sabe, tal vez la abundancia de fondos se acabe antes del 2013 y a Correa le toque enfrentar los frutos de su derroche y falta de previsión. Y tal vez decida hacerse a un lado en las elecciones escapándole a ese oscuro panorama de escasez y deudas que tendría que administrar en un siguiente periodo.
Le tocará duro al próximo gobierno. Mejor que se vaya preparando.
jueves, agosto 04, 2011
Avergonzados
Y me avergüenzo, como tantas veces, viendo a nuestros políticos hacer el ridículo. Nuestros asambleístas de hoy son los mismos diputados de ayer, solo que con nombre distinto, como todo en esta falsa revolución, que cree que el cambio se logra con nuevas etiquetas, nuevo eslogan y un comercial en la tele con gente sonriente.
Y me avergüenza ver que muchos de los falsos revolucionarios tienen más o menos mi edad. ¿No se suponía que los jóvenes seríamos distintos? Da igual. El Corcho ordenando que se anule la votación, alguna vez fue joven también. Correa abusando de su poder para callar a los medios fue joven hasta hace poco, antes de convertirse en otro viejo político. Y me avergüenzo escuchándolos, tan acostumbrados a vender sus mentiras gigantes por verdades, que ya ni se inmutan, ni nos inmutamos.
Enciendo la radio en mi carro. Quiero ejercer mi elemental derecho a escoger una estación que me guste. Pero no puedo. El Gobierno me lo impide malgastando nuestra plata en otra cadena. Suenan los ladridos de la Secretaría de Comunicación, la Secom, que debería sincerarse y llamarse por lo que es: la Secretaría de Coerción y Manipulación. Se meten en nuestras vidas para atacar y manipular.
El mundo entero condena el abuso de este Gobierno. “Autócrata” y “populista errático” lo llama a Correa el Washington Post. Si el tiempo que Correa dedica a escarbar opiniones en la prensa y criticar a coloraditas en noticieros se lo diera a temas importantes otra sería la situación. Olvida que su papel como presidente está por encima de las críticas que todo político recibe, aquí y en cualquier país.
Correa repitió este sábado que no ha usado su calidad de presidente para demandar. Que se puso al nivel de cualquier ciudadano. Y como cualquier ciudadano ordena cadenas nacionales que todos pagamos. Y como a cualquier ciudadano en pocas horas el juez le otorga 40 millones de dólares. Nunca ha sido tan rentable ser cualquier ciudadano.
Y prendo la tele y la apago al instante. Ver entrevistas políticas en este país se vuelve un acto masoquista. Quedan las opiniones sinceras en Twitter, ese espacio todavía libre que el Mashi Rafael y sus amigos no pueden controlar o interrumpir con amenazas y cadenas repetidas hasta el cansancio.
Y me avergüenza ver cómo nos acostumbramos. Nos adaptamos a los nuevos tiempos, a pesar de los abusos. Agachamos la cabeza. Que lo de EL UNIVERSO no es asunto nuestro. Es cosa de sus dueños. Que hay muchos contratos con el Gobierno por ganar. Que hay que estar de buenas con ellos, para ser parte del reparto. Mejor no escribas en el Diario, para qué complicarte la vida. Mejor quedarse callado. Mirar para otro lado. Esperar que no nos toque. Hacerse amigo de los poderosos de hoy. O al menos pasar desapercibidos hasta que todo esto haya terminado. ¿Podemos quejarnos actuando así?
Quien sabe cuánto tiempo tendrá que pasar. Cuántas nuevas vergüenzas y abusos tendremos que soportar. Pero toca ser necios y seguir creyendo. El país está tocando tan bajo, que hay más gente reaccionando, uniéndose, participando. Gente que se niega a que unos pocos nos sigan avergonzando.
Y me avergüenza ver que muchos de los falsos revolucionarios tienen más o menos mi edad. ¿No se suponía que los jóvenes seríamos distintos? Da igual. El Corcho ordenando que se anule la votación, alguna vez fue joven también. Correa abusando de su poder para callar a los medios fue joven hasta hace poco, antes de convertirse en otro viejo político. Y me avergüenzo escuchándolos, tan acostumbrados a vender sus mentiras gigantes por verdades, que ya ni se inmutan, ni nos inmutamos.
Enciendo la radio en mi carro. Quiero ejercer mi elemental derecho a escoger una estación que me guste. Pero no puedo. El Gobierno me lo impide malgastando nuestra plata en otra cadena. Suenan los ladridos de la Secretaría de Comunicación, la Secom, que debería sincerarse y llamarse por lo que es: la Secretaría de Coerción y Manipulación. Se meten en nuestras vidas para atacar y manipular.
El mundo entero condena el abuso de este Gobierno. “Autócrata” y “populista errático” lo llama a Correa el Washington Post. Si el tiempo que Correa dedica a escarbar opiniones en la prensa y criticar a coloraditas en noticieros se lo diera a temas importantes otra sería la situación. Olvida que su papel como presidente está por encima de las críticas que todo político recibe, aquí y en cualquier país.
Correa repitió este sábado que no ha usado su calidad de presidente para demandar. Que se puso al nivel de cualquier ciudadano. Y como cualquier ciudadano ordena cadenas nacionales que todos pagamos. Y como a cualquier ciudadano en pocas horas el juez le otorga 40 millones de dólares. Nunca ha sido tan rentable ser cualquier ciudadano.
Y prendo la tele y la apago al instante. Ver entrevistas políticas en este país se vuelve un acto masoquista. Quedan las opiniones sinceras en Twitter, ese espacio todavía libre que el Mashi Rafael y sus amigos no pueden controlar o interrumpir con amenazas y cadenas repetidas hasta el cansancio.
Y me avergüenza ver cómo nos acostumbramos. Nos adaptamos a los nuevos tiempos, a pesar de los abusos. Agachamos la cabeza. Que lo de EL UNIVERSO no es asunto nuestro. Es cosa de sus dueños. Que hay muchos contratos con el Gobierno por ganar. Que hay que estar de buenas con ellos, para ser parte del reparto. Mejor no escribas en el Diario, para qué complicarte la vida. Mejor quedarse callado. Mirar para otro lado. Esperar que no nos toque. Hacerse amigo de los poderosos de hoy. O al menos pasar desapercibidos hasta que todo esto haya terminado. ¿Podemos quejarnos actuando así?
Quien sabe cuánto tiempo tendrá que pasar. Cuántas nuevas vergüenzas y abusos tendremos que soportar. Pero toca ser necios y seguir creyendo. El país está tocando tan bajo, que hay más gente reaccionando, uniéndose, participando. Gente que se niega a que unos pocos nos sigan avergonzando.
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