El contraste no podía ser más claro. Emilio Palacio sale caminando del Juzgado. Los simpatizantes de Alianza PAIS lo reciben a huevazos. Por otro lado, Rafael Correa sale en su 4x4 protegido por guardaespaldas. El poder del Estado contra un ciudadano por escribir lo que piensa.
Según Correa, él actúa en este juicio como un ciudadano más. Dice que ser presidente no significa que no pueda defender su honor. ¿Cuántos ciudadanos comunes han recibido como él más de medio millón de dólares defendiendo su “honor”?
Correa dijo, luego de pasar gran parte del día en la audiencia de juzgamiento contra Emilio Palacio y este Diario, que “las cosas que estamos discutiendo, en otros países ya están de regreso y de ida de nuevo, vaya a ver en qué país del mundo se permite decir una mentira tan atroz…”.
Sí, los temas que ya han sido superados en otros países en materia de libertad de expresión, acá siguen discutiéndose justamente por culpa de este Gobierno. Mientras en otros países la figura del desacato está ya superada y se han despenalizado las calumnias e injurias, aquí Correa recurre a nuestras leyes anticuadas para pedir cárcel para periodistas o quien le muestra un dedo. No, en países civilizados, los presidentes no demandan a columnistas por millones de dólares y prisión por dar su opinión.
Dan vergüenza y rabia la actitud y abuso de Correa. Imagino a sus profesores y compañeros universitarios de Lovaina y Chicago retorciéndose también de vergüenza ajena al ver a su alumno y compañero jugando este triste papel. Al escuchar su repertorio de barbaridades y su desprecio hacia la libre expresión. Al verlo convertido en el típico caudillo autoritario latinoamericano, ese triste personaje que el mismo estudiante Correa seguro rechazaba.
Hay personas respetadas y admiradas por su forma de ser y actuar, más allá de sus posesiones o poder. A otras se las respeta –o se finge respetar– por el dinero que tienen o el cargo que ocupan. Estas, dejan de recibir halagos, llamadas y visitas cuando pierden poder o su billetera adelgaza. Sabemos bien cuál es el “respeto” que hoy tiene Correa. Se basa en el miedo o el interés de cierta gente. Ese respeto temporal hoy le permite imponerse.
Pero el tiempo pone las cosas y personas en su sitio. Correa será recordado, sobre todo, por sus ataques contra la libertad de expresión, los medios y cualquiera que no piense como él. Triste legado que cargará por los pasillos universitarios de su exilio académico en Bélgica.
Hace poco este Diario entrevistó al expresidente Sixto Durán-Ballén que cumple 90 años. ¡Cómo ha decaído la figura presidencial desde su gobierno! Sixto cuenta que “cuando era presidente alguien me insultó y me gritó: ‘muérete, abuelo’. Yo paré, me di la vuelta y le dije: perdone, una aclaración, bisabuelo”. Cuestión de educación, tolerancia y sentido del humor que hoy tanto escasean en Carondelet.
Correa avanza sin control en su carro blindado, derribando muros y al que se cruce en el camino. Nosotros vamos a pie, recibiendo huevazos. Tarde o temprano su carro se detendrá, abollado y sin gasolina. Nosotros seguiremos caminando.
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