Nunca me han llamado la atención los casinos. Si de ganar plata con suerte se trata, prefiero la lotería. Pero ese soy yo. No tengo derecho a impedir que otros jueguen en casinos y gasten su plata como quieran.
Este sábado fui a un casino después de muchos años sin visitar uno. En poco tiempo lo perdí todo jugando a la ruleta. A mi lado, una señora se fumaba hasta los dedos regando fichas por toda la mesa y un par de gringos apostaban sin miedo. Este sábado decidí ejercer mi derecho a gastar mi plata como me dé la gana. ¿Terminará esa libertad el próximo sábado?
Mientras ponía mis fichas sobre la mesa esperando que la bolita de la ruleta se detenga en mi número, me sentía como debieron sentirse los gringos hace casi un siglo, a inicio de los años 20, mientras tomaban su último trago de alcohol legal antes de la prohibición. Seguro ninguno pensaba en dejar de beber. Pero sabían que, a partir de ese momento, tendrían que hacerlo de forma ilegal, con los costos y riesgos que ello implica.
De igual forma, dudo mucho que la señora a mi lado deje el juego. Se le nota en la cara, en la emoción cada vez que gana, en la forma como aniquila su cigarrillo en tres pitadas mientras la ruleta da vueltas. No dejará el juego, pero tendrá que jugar ahora en lugares clandestinos, sin los controles –ni aporte al fisco– que hoy sí existen en los casinos en los hoteles.
Escuchaba a Correa decir en su cierre de campaña –cierre temporal, porque antes que presidente, Correa será siempre un candidato en campaña– que no es posible que un padre de familia se gaste todo su sueldo jugando en casinos. Si es así, vamos con todo y prohibamos el alcohol para que la gente no gaste su plata en borracheras. Y ya que estamos en plan moralista, prohibamos la pornografía, para que las mentes de los ecuatorianos se mantengan limpias.
Ante la incapacidad del Gobierno por eliminar las salas de juego clandestinas, prefieren cerrar todos los casinos. Brillante lógica: como hay muchos casinos ilegales, prohibamos los legales. Resultado seguro: más salas de juego clandestinas corrompiendo a más autoridades para poder operar.
De la mano con limitar nuestra libertad, el Gobierno parece empeñado en eliminar empleos. La política laboral del Gobierno se basa en ofrecer reponer los miles de empleos perdidos por sus malas decisiones, en lugar de generar nuevos empleos adicionales. Dicen que no son tantos los empleos que se perderían con la salida de casinos o el fin de las corridas de toros. ¿No sería mejor mantenerlos y generar nuevos? Necesitamos trabajo. Repartir puestos públicos no es generar empleo.
El caso de los casinos resume un tema de fondo en esta consulta. Este sábado debemos contestar si queremos mayor control del Estado, o sea de Correa, sobre nuestras vidas; o si preferimos ser libres y dueños de nuestras propias decisiones con mínima interferencia del Gobierno. Simple.
¿Qué va a hacer si gana el Sí en la consulta?, pregunté, al salir, a una de las empleadas del casino. “Ojalá que no gane”, me contestó esperanzada.
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