Paris Hilton fue detenida en Las Vegas por posesión de cocaína. Unos días antes, 72 migrantes murieron acribillados en México en manos de un grupo criminal de narcotráfico.
Estados Unidos consume la droga por la que mueren asesinados latinoamericanos. Y mientras aumenta la lista de víctimas, el presidente mexicano Felipe Calderón y otros líderes siguen hablando de intensificar la guerra a los narcoterroristas. Pero no hablan de la solución de fondo: la legalización de las drogas.
Paris Hilton no merece ir a la cárcel o ser tratada como criminal por animar sus noches en Las Vegas con unas líneas de polvo blanco, algo que solo le hace daño a ella misma. Y los 72 migrantes no tienen por qué perder sus vidas en medio de este sangriento mundo del narcotráfico, que existe para atender la demanda de Paris y otros consumidores de países desarrollados.
No es coincidencia que esta industria de terror, sicariato y violencia emerja justamente en dos sectores donde no hay libertad ni libre mercado: la circulación de las personas a través de las fronteras y el consumo y comercialización de las drogas. Aquí, como en tantos otros frentes, las soluciones no vienen con más prohibiciones e intervención del Estado, sino con más mercado. La prohibición y criminalización de las drogas y las exigentes leyes migratorias no disminuyen el consumo ni los intentos por cruzar fronteras. Solo desarrollan mafias listas para cubrir la creciente demanda.
Las compañías de tabaco y alcohol generan empleo, pagan impuestos y contribuyen a la sociedad a pesar de que sus productos puedan ser perjudiciales para la salud. ¿Por qué tiene que ser distinto con las drogas? Como con el cigarrillo, los estados pueden y deben regular el consumo de drogas e invertir en campañas contra su uso. Pero al prohibirlas y criminalizarlas, solo se fomentan mafias, violencia y menos policías combatiendo a verdaderos criminales.
Frente a posturas como la del actual gobierno mexicano enfocadas en la mano dura, varios ex presidentes latinoamericanos y escritores, entre ellos César Gaviria, Ernesto Zedillo, Fernando Henrique Cardoso, Mario Vargas Llosa y Paulo Coelho firmaron el año pasado una declaración en la que proponen despenalizar el consumo de ciertas sustancias para el consumo personal y reconocen que “las políticas prohibicionistas basadas en la represión de la producción y la distribución (de drogas), así como la criminalización del consumo, no han producido los resultados esperados… estamos más lejos que nunca del objetivo de erradicación de las drogas”.
Es tiempo de decisiones profundas. La actual violencia alrededor del narcotráfico debería mover a los líderes mundiales a dejar a un lado cálculos políticos y electorales, excusas moralistas y tabúes. Y animarlos a avanzar hacia las soluciones de fondo que permitan a la oferta y la demanda, debidamente controladas, reemplazar a la violencia, las mafias y las balas.
Hoy nadie muere ni es detenido por el próximo trago que se tome Paris Hilton. Pero su próxima línea de cocaína o la fundita de marihuana en su cartera arrastran un camino de violencia y muerte en Latinoamérica.
¿Tendremos políticos en Latinoamérica y en los países desarrollados dispuestos a dar el paso? Los migrantes asesinados en México lo reclaman.
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