Los votantes venezolanos enviaron este domingo un mensaje esperanzador para la región: el chavismo podría estar terminando. Dieron un golpe al estatismo asfixiante, al autoritarismo y la demagogia.
La oposición quitó a Chávez los escaños parlamentarios que necesitaba para continuar mandando a su antojo. Lograron más de un tercio de los puestos en la Asamblea. Chávez continúa con fuerza. Continúa con poder. Pero los resultados de las elecciones nos dicen que algo está cambiando. Ya antes los venezolanos le habían negado a Chávez su sueño de reelegirse eternamente. Ahora le anuncian su fin.
Chávez no se rendirá fácilmente. Utilizará su maquinaria política para recuperar votos. Continuará su incesante campaña. Pero no hay mucho que pueda cambiar ante la crisis económica, inseguridad, y descontento general que su Gobierno ha generado.
La reacción de Chávez ante la pregunta que le hace una periodista, luego de conocerse los resultados, muestra la triste realidad de su Gobierno: no tiene respuestas. Solo saben atacar y desprestigiar. Chávez hizo el ridículo al no poder contestar a la periodista que cuestionó la diferencia entre el porcentaje de votos logrados por la oposición frente a los escaños obtenidos, como resultado de la redistribución de circuitos electorales hecha para favorecer al chavismo. Chávez se fue por las ramas y terminó arremetiendo contra la periodista. Lo cierto es que con la ley electoral anterior, la oposición hubiera empatado con el chavismo en número de escaños y Chávez estaría en mayores problemas.
Desde que Rafael Correa asumió el poder ha sido casi inevitable compararlo con Chávez. A pesar de sus orígenes tan distintos para llegar a la presidencia –el uno académico y el otro militar– ambos han acaparado el poder vendiendo el mismo mensaje, con un estilo y herramientas similares. Comparten discursos que llaman a la confrontación, actitudes autoritarias, desprecio por los medios y la libertad de expresión, desconfianza del mercado y el sector privado, sueños estatistas, y hasta el disgusto por las corbatas.
Nos gusta pensar que aquí las cosas serán distintas, con más cordura y respeto a nuestra libertad y la ley. Puede ser. Pero las acciones en estos casi cuatro años de gobierno no son muy alentadoras.
Por eso, los resultados de las últimas elecciones en Venezuela deben ser una lección para la oposición en Ecuador. A la oposición venezolana le tomó once años ponerse de acuerdo, dejar diferencias y unirse para salvar a su país. ¿Cuántos años le tomará a la oposición local?
Hoy cada uno en la oposición camina por su lado. Unos recogen firmas para revocar el mandato presidencial. Otros desde la Asamblea piden la muerte cruzada. Otros prefieren esperar a las próximas elecciones. Los hay de derecha, de centro, de izquierda. Son muy distintos. Pero comparten el deseo de terminar con este mal experimento que trajo un cambio, pero el equivocado.
¿Podemos imaginar a la oposición en Ecuador unida en una lista común en las próximas elecciones? ¿Sienten tan grave la situación como la que motivó a venezolanos a unirse? Por ahora parece que no. Que cada grupo o partido tomará su camino. Así, será difícil vencer a la maquinaria electoral gobiernista. Ya llegará el momento.
jueves, septiembre 30, 2010
jueves, septiembre 23, 2010
¿Como Luis Miguel?
En su enlace del sábado pasado, Rafael Correa mostró un video en el que el cantante Luis Miguel se dirige a unos periodistas diciendo: “Los medios de comunicación fueron los que crearon todo eso, eso fue una mentira… Ustedes mienten para vender”.
Correa se identifica con Luis Miguel. Siente que los medios inventan cosas sobre él. O al menos quiere que pensemos eso. Luis Miguel y Correa, como figuras públicas, son el centro de atención de los medios. Pero hay una gran diferencia. Investigar y comentar sobre Luis Miguel es chisme farandulero. Investigar sobre el gobierno de Correa es vital para nuestra democracia, o lo que queda de ella.
Este sábado, como tantos otros sábados, Rafael Correa dedicó una buena parte de su cadena a su tema favorito: los medios de comunicación. Son su obsesión. ¿Cuántas horas dedica a revisar lo que se dice y escribe sobre él en los medios? ¿Cuántos millones de nuestros dólares se han malgastado en refutar noticias y atacar a medios y periodistas?
El formato se repite cada sábado. Correa muestra noticias que según él son mentira o demuestran mala fe. Las refuta. Y acusa al medio o al periodista de ignorante, corrupto, buitre y varias cosas más. Revisa caricaturas, noticieros, editoriales y hasta entrevistas radiales. Ahora se ha metido incluso con opiniones en internet, presentando una absurda y millonaria demanda por artículos publicados en un blog. ¿Qué viene después? ¿Twitteros perseguidos como en Venezuela?
Aquí hay una contradicción. Por un lado a Correa le gusta mostrar su poder, hacerse respetar, invocar la majestad de su cargo. Pero por otro lado, olvida su papel como Presidente al buscarle pelea a todo el que lo critica o mira mal. No llega a entender que el día que decidió lanzarse a la presidencia y convertirse en una figura pública, se convirtió necesariamente en blanco de críticas.
Los análisis, investigaciones, críticas, burlas y lastimosamente a veces las mentiras, acompañan a los famosos, entre ellos presidentes y líderes políticos. Pero mientras unos saben ignorar las críticas o aprender de ellas, otros se rebajan rebatiendo todo y juegan el triste papel de destructores de medios y periodistas.
Correa critica que los medios se preocupan solo por el negocio. Por eso quisiera que fueran fundaciones sin fines de lucro. Pero si los medios solo pensaran en su negocio harían lo más fácil y rentable: alinearse al poder de turno como algunos ya lo han hecho. Investigar al Gobierno es mal negocio, pero buen periodismo. El problema de este Gobierno no es el negocio o intereses de los medios. Es su periodismo.
Ahora que el Presidente se ha dedicado a viajar por el mundo, debería aprovechar para revisar lo que se dice y escribe sobre presidentes en democracias avanzadas. Verá que las críticas contra él y su Gobierno son un juego de niños comparadas a las que reciben mandatarios del Primer Mundo. La diferencia está en la madurez para recibirlas y el respeto a la libertad de expresión.
Por el simple hecho de ser una figura pública, Correa recibirá críticas. Eso viene con el paquete presidencial. Ya es tiempo de que lo entienda. Ya es hora de ser Presidente.
Correa se identifica con Luis Miguel. Siente que los medios inventan cosas sobre él. O al menos quiere que pensemos eso. Luis Miguel y Correa, como figuras públicas, son el centro de atención de los medios. Pero hay una gran diferencia. Investigar y comentar sobre Luis Miguel es chisme farandulero. Investigar sobre el gobierno de Correa es vital para nuestra democracia, o lo que queda de ella.
Este sábado, como tantos otros sábados, Rafael Correa dedicó una buena parte de su cadena a su tema favorito: los medios de comunicación. Son su obsesión. ¿Cuántas horas dedica a revisar lo que se dice y escribe sobre él en los medios? ¿Cuántos millones de nuestros dólares se han malgastado en refutar noticias y atacar a medios y periodistas?
El formato se repite cada sábado. Correa muestra noticias que según él son mentira o demuestran mala fe. Las refuta. Y acusa al medio o al periodista de ignorante, corrupto, buitre y varias cosas más. Revisa caricaturas, noticieros, editoriales y hasta entrevistas radiales. Ahora se ha metido incluso con opiniones en internet, presentando una absurda y millonaria demanda por artículos publicados en un blog. ¿Qué viene después? ¿Twitteros perseguidos como en Venezuela?
Aquí hay una contradicción. Por un lado a Correa le gusta mostrar su poder, hacerse respetar, invocar la majestad de su cargo. Pero por otro lado, olvida su papel como Presidente al buscarle pelea a todo el que lo critica o mira mal. No llega a entender que el día que decidió lanzarse a la presidencia y convertirse en una figura pública, se convirtió necesariamente en blanco de críticas.
Los análisis, investigaciones, críticas, burlas y lastimosamente a veces las mentiras, acompañan a los famosos, entre ellos presidentes y líderes políticos. Pero mientras unos saben ignorar las críticas o aprender de ellas, otros se rebajan rebatiendo todo y juegan el triste papel de destructores de medios y periodistas.
Correa critica que los medios se preocupan solo por el negocio. Por eso quisiera que fueran fundaciones sin fines de lucro. Pero si los medios solo pensaran en su negocio harían lo más fácil y rentable: alinearse al poder de turno como algunos ya lo han hecho. Investigar al Gobierno es mal negocio, pero buen periodismo. El problema de este Gobierno no es el negocio o intereses de los medios. Es su periodismo.
Ahora que el Presidente se ha dedicado a viajar por el mundo, debería aprovechar para revisar lo que se dice y escribe sobre presidentes en democracias avanzadas. Verá que las críticas contra él y su Gobierno son un juego de niños comparadas a las que reciben mandatarios del Primer Mundo. La diferencia está en la madurez para recibirlas y el respeto a la libertad de expresión.
Por el simple hecho de ser una figura pública, Correa recibirá críticas. Eso viene con el paquete presidencial. Ya es tiempo de que lo entienda. Ya es hora de ser Presidente.
jueves, septiembre 16, 2010
Leyendo el PP en Alba Airlines
Los gobiernos de la ALBA pretenden crear una aerolínea para fomentar el turismo entre los países del bloque. Yo no me subo ni pagado a un avión controlado por Chávez, Correa y Morales.
El embajador de Bolivia en Venezuela dijo que “viajar de Venezuela a Europa cuesta menos que el boleto entre La Paz y Caracas y eso no es un incentivo al turismo…”. Por lo visto, no entiende que a la mayoría de venezolanos simplemente no les interesa viajar a La Paz. Podemos pronosticar grandes pérdidas en esta aerolínea dedicada a ofrecer vuelos vacíos.
Nuestros socialistas del siglo XXI dicen no creer en el mercado. No creen que el ser humano deba buscar el lucro personal. Como dijo Rafael Correa al elogiar “el indudable éxito cubano” en La Habana: “…de nada vale el talento humano con cada quien buscando su fin de lucro… cada quien con su proyecto personal”.
Atacan a las empresas exitosas y al mercado. Pero al mismo tiempo juegan a empresarios creando empresas con plata que no es de ellos.
Una empresa destinada a despilfarrar nuestra plata y fracasar es PP El Verdadero, el nuevo periódico estatal. Aquí lo tengo. Me llega gratis. No crean que botaría 40 centavos comprando algo que yo mismo financio con mis impuestos. No conformes con los más de diez medios que hoy controlan en el Gobierno, ahora salen con su propio tabloide. Cuando se trabaja con plata ajena es fácil dárselas de empresario.
¿Si un grupo empresarial puede tener varios medios, por qué no el Gobierno?, fue el argumento que escuché a una asambleísta de Alianza PAIS. No entiende que el empresario trabaja con su propia plata y bajo su propio riesgo. Si le va bien, ganará más plata, generará empleo e impuestos. Si le va mal, él cae solo. En cambio, nuestros funcionarios de turno no arriesgan su dinero en sus experimentos empresariales. Gastan el nuestro. Y cuando les va mal a estas empresas públicas, como suele suceder, se llevan sus sueldos, sus bonificaciones y sus “comisiones” sin perder ni un minuto de sueño. Y todos pagamos su ineficiencia.
Ahí está Alegro. Más de doscientos millones de dólares desperdiciados. Correa prometió vender o cerrar la empresa si seguía en esa situación. No cumplió su palabra. Las pérdidas de Alegro ahora se esconden bajo la falda de la CNT.
Correa y sus amigos bolivarianos sueñan con una burocracia que no existe. Creen que estas empresas de todos, o sea de nadie, pueden funcionar. Mientras despotrican contra los empresarios privados, reparten puestos en sus crecientes empresas públicas.
No necesitamos que el Gobierno se meta a “competir” con el sector privado malgastando nuestra plata. No queremos nuevos diarios, ni teléfonos ni aerolíneas públicas. El sector privado ya cubre muy bien nuestra demanda en esos y otros espacios. Sí necesitamos más escuelas, hospitales, seguridad. ¿No era este el Gobierno con enfoque social?
En el mundo ideal de Correa, todos viajaríamos en Alba Airlines, leyendo el PP luego de haber apagado nuestros celulares Alegro. Pero su utopía estatista no sucederá. No con su Gobierno. No con otros gobiernos. ¿Cuántos millones de dólares más despilfarrarán hasta entenderlo?
El embajador de Bolivia en Venezuela dijo que “viajar de Venezuela a Europa cuesta menos que el boleto entre La Paz y Caracas y eso no es un incentivo al turismo…”. Por lo visto, no entiende que a la mayoría de venezolanos simplemente no les interesa viajar a La Paz. Podemos pronosticar grandes pérdidas en esta aerolínea dedicada a ofrecer vuelos vacíos.
Nuestros socialistas del siglo XXI dicen no creer en el mercado. No creen que el ser humano deba buscar el lucro personal. Como dijo Rafael Correa al elogiar “el indudable éxito cubano” en La Habana: “…de nada vale el talento humano con cada quien buscando su fin de lucro… cada quien con su proyecto personal”.
Atacan a las empresas exitosas y al mercado. Pero al mismo tiempo juegan a empresarios creando empresas con plata que no es de ellos.
Una empresa destinada a despilfarrar nuestra plata y fracasar es PP El Verdadero, el nuevo periódico estatal. Aquí lo tengo. Me llega gratis. No crean que botaría 40 centavos comprando algo que yo mismo financio con mis impuestos. No conformes con los más de diez medios que hoy controlan en el Gobierno, ahora salen con su propio tabloide. Cuando se trabaja con plata ajena es fácil dárselas de empresario.
¿Si un grupo empresarial puede tener varios medios, por qué no el Gobierno?, fue el argumento que escuché a una asambleísta de Alianza PAIS. No entiende que el empresario trabaja con su propia plata y bajo su propio riesgo. Si le va bien, ganará más plata, generará empleo e impuestos. Si le va mal, él cae solo. En cambio, nuestros funcionarios de turno no arriesgan su dinero en sus experimentos empresariales. Gastan el nuestro. Y cuando les va mal a estas empresas públicas, como suele suceder, se llevan sus sueldos, sus bonificaciones y sus “comisiones” sin perder ni un minuto de sueño. Y todos pagamos su ineficiencia.
Ahí está Alegro. Más de doscientos millones de dólares desperdiciados. Correa prometió vender o cerrar la empresa si seguía en esa situación. No cumplió su palabra. Las pérdidas de Alegro ahora se esconden bajo la falda de la CNT.
Correa y sus amigos bolivarianos sueñan con una burocracia que no existe. Creen que estas empresas de todos, o sea de nadie, pueden funcionar. Mientras despotrican contra los empresarios privados, reparten puestos en sus crecientes empresas públicas.
No necesitamos que el Gobierno se meta a “competir” con el sector privado malgastando nuestra plata. No queremos nuevos diarios, ni teléfonos ni aerolíneas públicas. El sector privado ya cubre muy bien nuestra demanda en esos y otros espacios. Sí necesitamos más escuelas, hospitales, seguridad. ¿No era este el Gobierno con enfoque social?
En el mundo ideal de Correa, todos viajaríamos en Alba Airlines, leyendo el PP luego de haber apagado nuestros celulares Alegro. Pero su utopía estatista no sucederá. No con su Gobierno. No con otros gobiernos. ¿Cuántos millones de dólares más despilfarrarán hasta entenderlo?
jueves, septiembre 09, 2010
Parches
El kilómetro 20 de la vía Perimetral de Guayaquil amaneció distinto. Ahora tiene semáforo y paso cebra. Tuvieron que morir 16 personas atropelladas el fin de semana para que la Comisión de Tránsito del Guayas recurriera a esta medida parche que en algo tranquilizará a los pobladores que perdieron familiares, amigos y vecinos. El culpable directo fue un conductor borracho. Pero el entorno adverso convirtió el accidente en tragedia.
Pocos días antes, en Cotopaxi, murieron otras 38 personas cuando un bus interprovincial cayó por un barranco. Según informes, se debió a la negligencia de la cooperativa de transporte. Aparentemente, el conductor, que tenía un largo historial de infracciones, se quedó dormido. Llevaba siete horas manejando. A esto se sumaría el mal estado de las llantas. Solo después de la tragedia, la Comisión Nacional de Tránsito multiplicó los operativos de control en las terminales de buses.
Morir en la calle es común en este país. Todos tenemos tristes historias cercanas que contar. Conocemos el peligro. Pero como suele suceder, se necesitan grandes tragedias para que las autoridades actúen, o pretendan actuar.
Después de estos terribles accidentes, varias autoridades han salido a acusar, antes que asumir responsabilidades: culpa de las autoridades de Tránsito, del Municipio, de la Policía, de los jueces, de las leyes, de los peatones, de los conductores…
La culpa es compartida. A la irresponsabilidad y falta de cultura de conductores y peatones, se unen la mala señalización, autoridades de tránsito ineficientes y jueces que no castigan a los infractores.
Hay soluciones prácticas e inmediatas, que ayudarían a reducir accidentes. Nuestros vigilantes de la CTG, por ejemplo, en lugar de detener vehículos en buena estado, frenar el flujo del tránsito bajo semáforos funcionando y obstaculizar las vías con absurdos conos y cilindros anaranjados, podrían revisar la condición en la que salen los buses del terminal, o detener a todos esos carros viejos con llantas lisas, luces quemadas y olor a gas. También podrían hacer mucho por el orden en las calles, con señalización básica y pintando líneas de carriles y pasos cebra.
El Gobierno, por ejemplo, en lugar de gastar millones de dólares en campañas publicitarias politiqueras, ofensivas y agobiantes, podría destinar esos fondos para campañas que eduquen a conductores y peatones.
Solo con educación lograremos cambiar nuestra actitud en las calles. La del chofer de bus que se cree dueño del camino, compite por pasajeros, para donde le da la gana y abusa con su tamaño. La del conductor que no respeta señales. La del peatón que jamás cruza por el paso cebra o el paso elevado.
Pero no todo es malo. Autoridades, peatones y conductores hemos avanzado poco a poco. Sistemas como la Metrovía han mejorado el transporte de la ciudad y generado orden. Ahora se entiende que un bus solo recoge pasajeros en estaciones y paradas, no en cualquier lugar donde se lo llame. Cada día somos más los que utilizamos cinturón de seguridad. Y varias de nuestras carreteras, sobre todo las concesionadas, son seguras y bien señalizadas.
Cambios positivos pero insuficientes. Las víctimas de nuestras carreteras reclaman planificación, acción y menos improvisación. Más que nuevas leyes, necesitamos autoridades que hagan su trabajo. Sin esperar a la próxima tragedia.
Pocos días antes, en Cotopaxi, murieron otras 38 personas cuando un bus interprovincial cayó por un barranco. Según informes, se debió a la negligencia de la cooperativa de transporte. Aparentemente, el conductor, que tenía un largo historial de infracciones, se quedó dormido. Llevaba siete horas manejando. A esto se sumaría el mal estado de las llantas. Solo después de la tragedia, la Comisión Nacional de Tránsito multiplicó los operativos de control en las terminales de buses.
Morir en la calle es común en este país. Todos tenemos tristes historias cercanas que contar. Conocemos el peligro. Pero como suele suceder, se necesitan grandes tragedias para que las autoridades actúen, o pretendan actuar.
Después de estos terribles accidentes, varias autoridades han salido a acusar, antes que asumir responsabilidades: culpa de las autoridades de Tránsito, del Municipio, de la Policía, de los jueces, de las leyes, de los peatones, de los conductores…
La culpa es compartida. A la irresponsabilidad y falta de cultura de conductores y peatones, se unen la mala señalización, autoridades de tránsito ineficientes y jueces que no castigan a los infractores.
Hay soluciones prácticas e inmediatas, que ayudarían a reducir accidentes. Nuestros vigilantes de la CTG, por ejemplo, en lugar de detener vehículos en buena estado, frenar el flujo del tránsito bajo semáforos funcionando y obstaculizar las vías con absurdos conos y cilindros anaranjados, podrían revisar la condición en la que salen los buses del terminal, o detener a todos esos carros viejos con llantas lisas, luces quemadas y olor a gas. También podrían hacer mucho por el orden en las calles, con señalización básica y pintando líneas de carriles y pasos cebra.
El Gobierno, por ejemplo, en lugar de gastar millones de dólares en campañas publicitarias politiqueras, ofensivas y agobiantes, podría destinar esos fondos para campañas que eduquen a conductores y peatones.
Solo con educación lograremos cambiar nuestra actitud en las calles. La del chofer de bus que se cree dueño del camino, compite por pasajeros, para donde le da la gana y abusa con su tamaño. La del conductor que no respeta señales. La del peatón que jamás cruza por el paso cebra o el paso elevado.
Pero no todo es malo. Autoridades, peatones y conductores hemos avanzado poco a poco. Sistemas como la Metrovía han mejorado el transporte de la ciudad y generado orden. Ahora se entiende que un bus solo recoge pasajeros en estaciones y paradas, no en cualquier lugar donde se lo llame. Cada día somos más los que utilizamos cinturón de seguridad. Y varias de nuestras carreteras, sobre todo las concesionadas, son seguras y bien señalizadas.
Cambios positivos pero insuficientes. Las víctimas de nuestras carreteras reclaman planificación, acción y menos improvisación. Más que nuevas leyes, necesitamos autoridades que hagan su trabajo. Sin esperar a la próxima tragedia.
jueves, septiembre 02, 2010
¿Morir por Paris Hilton?
Paris Hilton fue detenida en Las Vegas por posesión de cocaína. Unos días antes, 72 migrantes murieron acribillados en México en manos de un grupo criminal de narcotráfico.
Estados Unidos consume la droga por la que mueren asesinados latinoamericanos. Y mientras aumenta la lista de víctimas, el presidente mexicano Felipe Calderón y otros líderes siguen hablando de intensificar la guerra a los narcoterroristas. Pero no hablan de la solución de fondo: la legalización de las drogas.
Paris Hilton no merece ir a la cárcel o ser tratada como criminal por animar sus noches en Las Vegas con unas líneas de polvo blanco, algo que solo le hace daño a ella misma. Y los 72 migrantes no tienen por qué perder sus vidas en medio de este sangriento mundo del narcotráfico, que existe para atender la demanda de Paris y otros consumidores de países desarrollados.
No es coincidencia que esta industria de terror, sicariato y violencia emerja justamente en dos sectores donde no hay libertad ni libre mercado: la circulación de las personas a través de las fronteras y el consumo y comercialización de las drogas. Aquí, como en tantos otros frentes, las soluciones no vienen con más prohibiciones e intervención del Estado, sino con más mercado. La prohibición y criminalización de las drogas y las exigentes leyes migratorias no disminuyen el consumo ni los intentos por cruzar fronteras. Solo desarrollan mafias listas para cubrir la creciente demanda.
Las compañías de tabaco y alcohol generan empleo, pagan impuestos y contribuyen a la sociedad a pesar de que sus productos puedan ser perjudiciales para la salud. ¿Por qué tiene que ser distinto con las drogas? Como con el cigarrillo, los estados pueden y deben regular el consumo de drogas e invertir en campañas contra su uso. Pero al prohibirlas y criminalizarlas, solo se fomentan mafias, violencia y menos policías combatiendo a verdaderos criminales.
Frente a posturas como la del actual gobierno mexicano enfocadas en la mano dura, varios ex presidentes latinoamericanos y escritores, entre ellos César Gaviria, Ernesto Zedillo, Fernando Henrique Cardoso, Mario Vargas Llosa y Paulo Coelho firmaron el año pasado una declaración en la que proponen despenalizar el consumo de ciertas sustancias para el consumo personal y reconocen que “las políticas prohibicionistas basadas en la represión de la producción y la distribución (de drogas), así como la criminalización del consumo, no han producido los resultados esperados… estamos más lejos que nunca del objetivo de erradicación de las drogas”.
Es tiempo de decisiones profundas. La actual violencia alrededor del narcotráfico debería mover a los líderes mundiales a dejar a un lado cálculos políticos y electorales, excusas moralistas y tabúes. Y animarlos a avanzar hacia las soluciones de fondo que permitan a la oferta y la demanda, debidamente controladas, reemplazar a la violencia, las mafias y las balas.
Hoy nadie muere ni es detenido por el próximo trago que se tome Paris Hilton. Pero su próxima línea de cocaína o la fundita de marihuana en su cartera arrastran un camino de violencia y muerte en Latinoamérica.
¿Tendremos políticos en Latinoamérica y en los países desarrollados dispuestos a dar el paso? Los migrantes asesinados en México lo reclaman.
Estados Unidos consume la droga por la que mueren asesinados latinoamericanos. Y mientras aumenta la lista de víctimas, el presidente mexicano Felipe Calderón y otros líderes siguen hablando de intensificar la guerra a los narcoterroristas. Pero no hablan de la solución de fondo: la legalización de las drogas.
Paris Hilton no merece ir a la cárcel o ser tratada como criminal por animar sus noches en Las Vegas con unas líneas de polvo blanco, algo que solo le hace daño a ella misma. Y los 72 migrantes no tienen por qué perder sus vidas en medio de este sangriento mundo del narcotráfico, que existe para atender la demanda de Paris y otros consumidores de países desarrollados.
No es coincidencia que esta industria de terror, sicariato y violencia emerja justamente en dos sectores donde no hay libertad ni libre mercado: la circulación de las personas a través de las fronteras y el consumo y comercialización de las drogas. Aquí, como en tantos otros frentes, las soluciones no vienen con más prohibiciones e intervención del Estado, sino con más mercado. La prohibición y criminalización de las drogas y las exigentes leyes migratorias no disminuyen el consumo ni los intentos por cruzar fronteras. Solo desarrollan mafias listas para cubrir la creciente demanda.
Las compañías de tabaco y alcohol generan empleo, pagan impuestos y contribuyen a la sociedad a pesar de que sus productos puedan ser perjudiciales para la salud. ¿Por qué tiene que ser distinto con las drogas? Como con el cigarrillo, los estados pueden y deben regular el consumo de drogas e invertir en campañas contra su uso. Pero al prohibirlas y criminalizarlas, solo se fomentan mafias, violencia y menos policías combatiendo a verdaderos criminales.
Frente a posturas como la del actual gobierno mexicano enfocadas en la mano dura, varios ex presidentes latinoamericanos y escritores, entre ellos César Gaviria, Ernesto Zedillo, Fernando Henrique Cardoso, Mario Vargas Llosa y Paulo Coelho firmaron el año pasado una declaración en la que proponen despenalizar el consumo de ciertas sustancias para el consumo personal y reconocen que “las políticas prohibicionistas basadas en la represión de la producción y la distribución (de drogas), así como la criminalización del consumo, no han producido los resultados esperados… estamos más lejos que nunca del objetivo de erradicación de las drogas”.
Es tiempo de decisiones profundas. La actual violencia alrededor del narcotráfico debería mover a los líderes mundiales a dejar a un lado cálculos políticos y electorales, excusas moralistas y tabúes. Y animarlos a avanzar hacia las soluciones de fondo que permitan a la oferta y la demanda, debidamente controladas, reemplazar a la violencia, las mafias y las balas.
Hoy nadie muere ni es detenido por el próximo trago que se tome Paris Hilton. Pero su próxima línea de cocaína o la fundita de marihuana en su cartera arrastran un camino de violencia y muerte en Latinoamérica.
¿Tendremos políticos en Latinoamérica y en los países desarrollados dispuestos a dar el paso? Los migrantes asesinados en México lo reclaman.
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