“Si es muy machito que firme el decreto para la muerte cruzada este 10 de agosto”, dice Cynthia Viteri. “Déjense de bravuconadas y vamos a la muerte cruzada”, exclama Lucio Gutiérrez. Seguro de su reelección, Rafael Correa reta a la oposición: “…no le tenemos miedo, los que deben tener miedo son ellos… si es necesario llamaremos a la muerte cruzada…”.
¿Se vienen nuevas elecciones? No extrañaría con Correa. Como Chávez y sus similares populistas, necesitan campañas electorales seguidas que fortalezcan su popularidad y escondan sus fracasos.
La vergonzosa actitud de los asambleístas gobiernistas el domingo pasado pareció estar ligada a la amenaza de una muerte cruzada. Como si temiendo perder su puesto y su sueldo, prefirieron agachar la cabeza y obedecer las órdenes de los emisarios de Correa. Al permitir que se apruebe la reforma petrolera de Correa sin discusión ni votos, la Asamblea pasó a ser oficialmente una extensión de Carondelet. La división de poderes a la basura.
El Presidente tiene el derecho a empujar sus leyes y buscar el voto de sus asambleístas. Pero cruzó la línea, recurriendo a las típicas mañas políticas que tanto critica. Correa ganó las elecciones prometiendo una transformación ética del país. Prometió enterrar las prácticas de la partidocracia. ¿Dónde quedaron las manos limpias? Tal parece que más importante era poder entregar los contratos petroleros a los amigos bolivarianos.
¿Y dónde están los asambleístas de Alianza PAIS que alguna vez demostraron independencia? ¿Con qué cara siguen siendo parte de un proyecto que dejó de ser nacional para convertirse en algo personal?
Esta la ganó Correa. Pasó su ley. Perdió la Asamblea. Perdió el país. Pero los asambleístas gobiernistas pueden reaccionar y oponerse a otras peligrosas leyes. ¿Le convendrá entonces a Correa llamar a nuevas elecciones? Es verdad que casi seguro sería reelegido ante la ausencia de un opositor fuerte. Pero no sucedería lo mismo con sus asambleístas. Se han desprestigiado. Y Alianza PAIS podría ceder escaños a la oposición.
Tendríamos entonces a un Correa reelegido y fortalecido por el empuje de una nueva campaña electoral. Y a una oposición con más votos y fuerza en la Asamblea.
Aunque fiel a su espíritu autoritario, Correa ha amenazado con saltarse a la Asamblea y gobernar “directamente con el pueblo con consultas populares”, no parece convenirle una muerte cruzada en este panorama. Le guste o no, necesita su mayoría de asambleístas.
Al resto de ecuatorianos tampoco nos conviene pasar por nuevas elecciones. Costaría millones de dólares que no tenemos. Si bien abre la posibilidad de una oposición más fuerte en la Asamblea con capacidad de fiscalizar a este Gobierno, Correa también saldría fortalecido de una campaña electoral. Y podría ahora echarle el muerto de sus fracasos a la Asamblea opositora.
Prefiero que Correa termine sus cuatro años sin elecciones de por medio. Que el país se ahorre la plata, la molestia y el lavado de cerebros de una nueva campaña. Que los asambleístas de PAIS poco a poco recuperen su dignidad y voten por nuestro bienestar, no por lo que dicten los emisarios presidenciales. Y que en las próximas elecciones, ante la evidente oscura realidad, el país, ahora sí, vote por un cambio de verdad.
jueves, julio 29, 2010
jueves, julio 22, 2010
Educación libre
Para Rafael Correa las universidades son fundamentales. Dijo hace poco que la Ley de Educación Superior es “esencial para consolidar y profundizar la Revolución Ciudadana”. Correa busca controlar a las universidades para que se alineen al plan nacional de desarrollo de su Gobierno.
Pero ¿sabe el Gobierno mejor que cada estudiante lo que este debe estudiar y mejor que cada universidad lo que esta debe enseñar?
Hace poco me crucé con un dato interesante: “Los diez trabajos con mayor demanda en el 2010 no existían en el 2004. Los universitarios de hoy se están preparando para trabajos que todavía no existen, usando tecnologías que no han sido inventadas para resolver problemas que hoy ni siquiera podemos identificar”. Por eso, hoy más que nunca, la universidad debe enseñar a pensar, analizar, generar ideas y adaptarse a nuevos entornos. Lástima que con su nueva ley, el Gobierno pretenda limitar la libertad, y en consecuencia, el desarrollo de nuestras universidades.
Más de una vez, Correa ha mencionado a las universidades gringas como ejemplo a seguir. No entiendo entonces por qué restringe justamente aquello que hace exitosas a estas universidades: su libertad.
En el proyecto de Ley de Educación Superior el Estado se entromete hasta en las universidades privadas. Limita, por ejemplo, el periodo de sus rectores a máximo 10 años. Entiendo que se ponga límites en las universidades públicas, financiadas con plata de todos. Pero exigir esto en las privadas es una violación a su independencia y legítimo derecho a manejarse como crean conveniente.
Además, la elección de estos rectores debe darse de manera profesional, no política. Pero acá se pone a los estudiantes a votar. Más allá de su interés en tener una educación de calidad, los estudiantes, al estar de paso en sus universidades, votarán por ofertas de corto plazo. Y los rectores, en lugar de trabajar para fortalecer la institución, deben atender exigencias inmediatas que ganen votos. La votación de estudiantes transforma las universidades en entes políticos y clientelares.
A Correa le preocupa subsidiar universidades que gradúan desempleados al ofrecer demasiadas carreras sin suficientes plazas de trabajo. Es una preocupación legítima. Pero, ¿no sería mejor preocuparse por generar más trabajos? La solución no va por impedir que cada estudiante siga la carrera que quiera o que cada universidad la ofrezca. Si el Gobierno busca desarrollar carreras que ve necesarias para el progreso del país, puede dar estímulos a las universidades que inicien estas carreras y a los estudiantes que entren en ellas.
Nuestras universidades tienen grandes falencias. Deben mejorar. Y mucho. Pero no lo harán porque una ley así lo exija, o porque el Presidente se ponga bravo. Como en otros campos, las mejoras no vendrán con mayores restricciones e imposiciones, sino lo contrario.
El Gobierno puede impulsar a las universidades, públicas y privadas, a través de más estímulos fiscales, concursos para ganar fondos públicos, asignación de más becas, incentivos a la investigación e innovación. El Gobierno solo empeora las cosas al limitar la libertad de las universidades con un grupo de nuevos burócratas dedicados a controlarlas en exceso.
También en la educación, el mercado y la competencia son mejores motores que el Estado.
Pero ¿sabe el Gobierno mejor que cada estudiante lo que este debe estudiar y mejor que cada universidad lo que esta debe enseñar?
Hace poco me crucé con un dato interesante: “Los diez trabajos con mayor demanda en el 2010 no existían en el 2004. Los universitarios de hoy se están preparando para trabajos que todavía no existen, usando tecnologías que no han sido inventadas para resolver problemas que hoy ni siquiera podemos identificar”. Por eso, hoy más que nunca, la universidad debe enseñar a pensar, analizar, generar ideas y adaptarse a nuevos entornos. Lástima que con su nueva ley, el Gobierno pretenda limitar la libertad, y en consecuencia, el desarrollo de nuestras universidades.
Más de una vez, Correa ha mencionado a las universidades gringas como ejemplo a seguir. No entiendo entonces por qué restringe justamente aquello que hace exitosas a estas universidades: su libertad.
En el proyecto de Ley de Educación Superior el Estado se entromete hasta en las universidades privadas. Limita, por ejemplo, el periodo de sus rectores a máximo 10 años. Entiendo que se ponga límites en las universidades públicas, financiadas con plata de todos. Pero exigir esto en las privadas es una violación a su independencia y legítimo derecho a manejarse como crean conveniente.
Además, la elección de estos rectores debe darse de manera profesional, no política. Pero acá se pone a los estudiantes a votar. Más allá de su interés en tener una educación de calidad, los estudiantes, al estar de paso en sus universidades, votarán por ofertas de corto plazo. Y los rectores, en lugar de trabajar para fortalecer la institución, deben atender exigencias inmediatas que ganen votos. La votación de estudiantes transforma las universidades en entes políticos y clientelares.
A Correa le preocupa subsidiar universidades que gradúan desempleados al ofrecer demasiadas carreras sin suficientes plazas de trabajo. Es una preocupación legítima. Pero, ¿no sería mejor preocuparse por generar más trabajos? La solución no va por impedir que cada estudiante siga la carrera que quiera o que cada universidad la ofrezca. Si el Gobierno busca desarrollar carreras que ve necesarias para el progreso del país, puede dar estímulos a las universidades que inicien estas carreras y a los estudiantes que entren en ellas.
Nuestras universidades tienen grandes falencias. Deben mejorar. Y mucho. Pero no lo harán porque una ley así lo exija, o porque el Presidente se ponga bravo. Como en otros campos, las mejoras no vendrán con mayores restricciones e imposiciones, sino lo contrario.
El Gobierno puede impulsar a las universidades, públicas y privadas, a través de más estímulos fiscales, concursos para ganar fondos públicos, asignación de más becas, incentivos a la investigación e innovación. El Gobierno solo empeora las cosas al limitar la libertad de las universidades con un grupo de nuevos burócratas dedicados a controlarlas en exceso.
También en la educación, el mercado y la competencia son mejores motores que el Estado.
jueves, julio 15, 2010
Esperanza en España
Mientras España entera celebraba en sus calles el Campeonato Mundial de Fútbol, un avión con siete cubanos aterrizaba en el aeropuerto de Madrid. España era una fiesta, inundada de banderas, canciones y lágrimas de alegría. Y también era una promesa de libertad hecha realidad para quienes la habían perdido en manos del terrible dictador cubano. Doble razón para celebrar.
Por el lado del fútbol, la celebración es total. España dio lección de fútbol, garra y espíritu deportivo. Ganó a lo grande. De forma limpia frente a un agresivo rival. Nos emocionó. Hoy el mundo la celebra. Su misión está cumplida.
Por el lado político, la celebración es solo a medias. Los ex presos cubanos inician una nueva etapa de libertad en sus vidas. Pero deben hacerlo lejos de su país. Su liberación ha sido también su deportación. Como dijo Ricardo González, uno de los presos de conciencia, “El exilio para nosotros es la prolongación de la lucha.”
Son 75 presos de conciencia capturados en el 2003. Presos por sus ideas. Por sus posturas políticas. Por “atentar contra la soberanía” del Estado socialista. ¿Nos suena conocido eso? Condenados a penas de hasta 28 años de cárcel. Siete de ellos ya están libres. El resto serán liberados pronto, según el compromiso del gobierno cubano. Pero faltan los 11 millones de cubanos que viven presos en su propio país.
Dos hombres han tenido que ver mucho con este feliz momento: Orlando Zapata y Guillermo Fariñas.
Zapata murió en febrero de este año en su cárcel cubana luego de una huelga de hambre de 86 días. Su muerte no fue en vano. El mundo entero rechazó los atropellos de la dictadura de los Castro. La Unión Europea aprobó una resolución que “condena enérgicamente la muerte evitable y cruel”, de Zapata, e hizo un llamado a la “liberación inmediata e incondicional de todos los presos políticos”. Pero no faltó algún gobernante latinoamericano que en lugar de rechazo dio su apoyo al régimen cubano. “El propio Raúl Castro me informó que Zapata no era un preso político sino un delincuente, acusado de varios delitos. Y se hace una propaganda inmensa con la muerte de un disidente preso”, dijo el gobernante que conocemos bien. El mismo que alguna vez lanzó aquella barbaridad de que Cuba “tiene su forma de democracia”.
Fariñas acaba de abandonar una huelga de hambre de 135 días por la liberación de los presos políticos. Su estado aún es crítico. Su rostro cansado y ojos hundidos delatan los extremos a los que podemos llegar por la causa de la libertad.
Nueva era para el fútbol español. Era de gloria. ¿Estaremos finalmente también ante una nueva era para Cuba? Mientras España celebra sus goles, nos gustaría pensar que Cuba celebrará su libertad, de la mano de toda una América Latina que rechace para siempre a sus aspirantes locales a Fidel.
Yoani Sánchez, la valiente bloguera cubana, escribe: “Ni un Jumbo alcanzaría para trasladar a aquellos que potencialmente tienen el riesgo de ir a prisión por sus ideas y por su accionar cívico… Pero resulta que muchos no queremos irnos… ¿No sería mejor que se los llevaran en ese avión a ‘ellos’?”.
Por el lado del fútbol, la celebración es total. España dio lección de fútbol, garra y espíritu deportivo. Ganó a lo grande. De forma limpia frente a un agresivo rival. Nos emocionó. Hoy el mundo la celebra. Su misión está cumplida.
Por el lado político, la celebración es solo a medias. Los ex presos cubanos inician una nueva etapa de libertad en sus vidas. Pero deben hacerlo lejos de su país. Su liberación ha sido también su deportación. Como dijo Ricardo González, uno de los presos de conciencia, “El exilio para nosotros es la prolongación de la lucha.”
Son 75 presos de conciencia capturados en el 2003. Presos por sus ideas. Por sus posturas políticas. Por “atentar contra la soberanía” del Estado socialista. ¿Nos suena conocido eso? Condenados a penas de hasta 28 años de cárcel. Siete de ellos ya están libres. El resto serán liberados pronto, según el compromiso del gobierno cubano. Pero faltan los 11 millones de cubanos que viven presos en su propio país.
Dos hombres han tenido que ver mucho con este feliz momento: Orlando Zapata y Guillermo Fariñas.
Zapata murió en febrero de este año en su cárcel cubana luego de una huelga de hambre de 86 días. Su muerte no fue en vano. El mundo entero rechazó los atropellos de la dictadura de los Castro. La Unión Europea aprobó una resolución que “condena enérgicamente la muerte evitable y cruel”, de Zapata, e hizo un llamado a la “liberación inmediata e incondicional de todos los presos políticos”. Pero no faltó algún gobernante latinoamericano que en lugar de rechazo dio su apoyo al régimen cubano. “El propio Raúl Castro me informó que Zapata no era un preso político sino un delincuente, acusado de varios delitos. Y se hace una propaganda inmensa con la muerte de un disidente preso”, dijo el gobernante que conocemos bien. El mismo que alguna vez lanzó aquella barbaridad de que Cuba “tiene su forma de democracia”.
Fariñas acaba de abandonar una huelga de hambre de 135 días por la liberación de los presos políticos. Su estado aún es crítico. Su rostro cansado y ojos hundidos delatan los extremos a los que podemos llegar por la causa de la libertad.
Nueva era para el fútbol español. Era de gloria. ¿Estaremos finalmente también ante una nueva era para Cuba? Mientras España celebra sus goles, nos gustaría pensar que Cuba celebrará su libertad, de la mano de toda una América Latina que rechace para siempre a sus aspirantes locales a Fidel.
Yoani Sánchez, la valiente bloguera cubana, escribe: “Ni un Jumbo alcanzaría para trasladar a aquellos que potencialmente tienen el riesgo de ir a prisión por sus ideas y por su accionar cívico… Pero resulta que muchos no queremos irnos… ¿No sería mejor que se los llevaran en ese avión a ‘ellos’?”.
jueves, julio 08, 2010
¿Gobierno pro empresario?
Una nueva cadena nacional me interrumpe las noticias en la tele. En ella aparece Rafael Correa, el empresario. Suena irreal, pero la cadena nacional cierra con Correa diciendo “Ojalá logremos tener un país con 13 millones de empresarios”.
Quisiera que fuera cierto. Difícil para este Gobierno que parece empeñarse en hacer lo contrario, reduciendo el número de empresarios.
Pareciera que alguien le cambió el discurso a Correa y que en realidad quería decir “ojalá tengamos un país con 13 millones de funcionarios públicos”. Ahí sí la cosa cuadraría con la realidad.
Con este Gobierno la burocracia ha crecido a pasos acelerados. Según un reciente reportaje de este Diario, los 5.837 millones de dólares en sueldos públicos presupuestados para el 2010 se comen prácticamente el 100% del impuesto a la renta y el IVA que pagamos. Y la cifra real estaría más cercana a los 6.400 millones de dólares, más del doble de los 3.612 millones de dólares que se pagaron en el 2006 a nuestra próspera burocracia.
A Correa le gusta decir que el gasto público se concentra en más maestros y médicos. Pero todos los nuevos ministerios, instituciones y secretarías nos revelan un enorme incremento del sector público.
Así, en un Estado que gasta más en sueldos que en inversión, y con la inversión privada estancada, eso de hablar de país de empresarios y propietarios suena a chiste. País de burócratas. País de desempleados. País estancado. Eso es más real.
Cuando el Gobierno aumenta la torta pública a repartirse, se crean incentivos para tener más corrupción, palanqueos, negocios con el pana del ministerio y trabas. Incentivos contrarios a la generación de empresas. Michelle Bachelet, en su reciente discurso en la Cámara de Comercio de Guayaquil, dijo que “la responsabilidad fiscal es también progresista”. Sería bueno que la escuchen en Carondelet.
Tal vez Correa tenga finalmente la verdadera intención de promover la empresa privada. Tal vez hacia eso realmente apunten las políticas de la Agenda para la Transformación Productiva que el Ministerio Coordinador de la Producción desarrolló. Tal vez sea sincero el deseo de mejorar la industria, el empleo y la tecnología, para lo que habría incluso incentivos y exoneraciones temporales de impuestos. Tal vez sea válida la estrategia productiva del Gobierno basada en una “selección sustitutiva de importación” que se diferencia de la fracasada sustitución de importaciones.
Pero mientras el Gobierno, empezando por el Presidente, no generen un clima de estabilidad todos estos discursos y agendas productivas habrán servido solo para dar trabajo a más burócratas. De nada sirve aspirar hoy a tener un país de empresarios, para mañana despotricar contra quienes generan empresa y empleo. De poco sirve armar complicados planes y estrategias, si se mantienen leyes tributarias y laborales espantainversiones.
Correa dijo: “Podemos tener los pilares de nuestra política productiva y económica muy claros, justicia, soberanía y eficiencia, podemos tener la estrategia de desarrollo… pero si no tenemos verdaderos empresarios no saldremos adelante”.
Yo creo que es al revés. Los empresarios están aquí. En todos los rincones del país. Listos para trabajar y producir. Falta un gobierno que con su coherencia, respeto a la ley, políticas claras y estabilidad atraiga el dinero y emprendimiento que hoy ahuyenta.
Quisiera que fuera cierto. Difícil para este Gobierno que parece empeñarse en hacer lo contrario, reduciendo el número de empresarios.
Pareciera que alguien le cambió el discurso a Correa y que en realidad quería decir “ojalá tengamos un país con 13 millones de funcionarios públicos”. Ahí sí la cosa cuadraría con la realidad.
Con este Gobierno la burocracia ha crecido a pasos acelerados. Según un reciente reportaje de este Diario, los 5.837 millones de dólares en sueldos públicos presupuestados para el 2010 se comen prácticamente el 100% del impuesto a la renta y el IVA que pagamos. Y la cifra real estaría más cercana a los 6.400 millones de dólares, más del doble de los 3.612 millones de dólares que se pagaron en el 2006 a nuestra próspera burocracia.
A Correa le gusta decir que el gasto público se concentra en más maestros y médicos. Pero todos los nuevos ministerios, instituciones y secretarías nos revelan un enorme incremento del sector público.
Así, en un Estado que gasta más en sueldos que en inversión, y con la inversión privada estancada, eso de hablar de país de empresarios y propietarios suena a chiste. País de burócratas. País de desempleados. País estancado. Eso es más real.
Cuando el Gobierno aumenta la torta pública a repartirse, se crean incentivos para tener más corrupción, palanqueos, negocios con el pana del ministerio y trabas. Incentivos contrarios a la generación de empresas. Michelle Bachelet, en su reciente discurso en la Cámara de Comercio de Guayaquil, dijo que “la responsabilidad fiscal es también progresista”. Sería bueno que la escuchen en Carondelet.
Tal vez Correa tenga finalmente la verdadera intención de promover la empresa privada. Tal vez hacia eso realmente apunten las políticas de la Agenda para la Transformación Productiva que el Ministerio Coordinador de la Producción desarrolló. Tal vez sea sincero el deseo de mejorar la industria, el empleo y la tecnología, para lo que habría incluso incentivos y exoneraciones temporales de impuestos. Tal vez sea válida la estrategia productiva del Gobierno basada en una “selección sustitutiva de importación” que se diferencia de la fracasada sustitución de importaciones.
Pero mientras el Gobierno, empezando por el Presidente, no generen un clima de estabilidad todos estos discursos y agendas productivas habrán servido solo para dar trabajo a más burócratas. De nada sirve aspirar hoy a tener un país de empresarios, para mañana despotricar contra quienes generan empresa y empleo. De poco sirve armar complicados planes y estrategias, si se mantienen leyes tributarias y laborales espantainversiones.
Correa dijo: “Podemos tener los pilares de nuestra política productiva y económica muy claros, justicia, soberanía y eficiencia, podemos tener la estrategia de desarrollo… pero si no tenemos verdaderos empresarios no saldremos adelante”.
Yo creo que es al revés. Los empresarios están aquí. En todos los rincones del país. Listos para trabajar y producir. Falta un gobierno que con su coherencia, respeto a la ley, políticas claras y estabilidad atraiga el dinero y emprendimiento que hoy ahuyenta.
miércoles, julio 07, 2010
Revista la U. - Julio 2010
Ya está circulando la U. de julio en tu universidad!!!
Para pautar en revista la U. escribe a revistalau@yahoo.com. Envíanos tus artículos, fotos, ideas o comentarios a revistalau@yahoo.com.
Para pautar en revista la U. escribe a revistalau@yahoo.com. Envíanos tus artículos, fotos, ideas o comentarios a revistalau@yahoo.com.
jueves, julio 01, 2010
Improvisados
Preocupa estar gobernados por improvisados. Han pasado más de tres años de gobierno, y seguimos viendo propuestas hechas a última hora. A lo que salga.
Solo en los últimos días se anunciaron dos medidas y planes del Gobierno que demuestran una mezcla de improvisación, ingenuidad y desprecio por la libertad individual. Y eso solo por el lado del Ejecutivo. Ni hablar de la Asamblea, donde Betty y compañía son maestros improvisando leyes de último momento.
Los ministros de Gobierno y Turismo prohíben la venta de alcohol los domingos –en gasolineras todos los días– para dizque disminuir la delincuencia y promover el turismo. ¿Acaso los domingos se cometen más crímenes que el resto de la semana? ¿De qué manera ayuda al turismo prohibir al turista que se tome una cerveza helada frente al mar?
El disparate fue tan grande que los ministros tuvieron que rectificar de inmediato. Ahora sí se podrá tomar el domingo, pero solo vino, cerveza o chicha. Y solo en restaurantes, de 10:00 a 16:00. ¡Que todo sea por combatir la delincuencia dominical y promover el turismo abstemio! ¿Qué logramos en realidad con esto? Policías patrullando bares en lugar de zonas rojas, arrestando a farreros en lugar de criminales.
Difícil imaginar que detrás de esta decisión hubo algún estudio, estadística o análisis profundo. Imagino más bien una reunión de ministros y asesores, lanzando ideas, hasta que uno dice por decir algo “qué tal si prohibimos el alcohol en las gasolineras, mira que el domingo robaron en la de la esquina de mi casa”. No se diga más. El Gobierno Nacional tiene ya su plan antidelincuencial y pro turismo.
La otra medida viene del propio Presidente. Rafael Correa quiere prohibir los juegos de azar en todo el país porque “disminuyen el nivel de vida en una sociedad”. Yo pensaba que teníamos “progresistas” en el poder y que el conservador era el otro Correa. Pero resulta que estamos ante un gobierno moralista que nos quiere alejar de las tentaciones por decreto.
Los casinos deben regularse, no prohibirse. Guste o no, somos libres de gastarnos nuestro sueldo entre bares y casinos. Es parte de nuestra libertad. El Gobierno puede ayudar con campañas contra el consumo de alcohol o los juegos de azar. Pero no puede prohibir y decidir lo que hacemos con nuestras vidas.
Todas estas desacertadas medidas apuntan supuestamente a nuestro “buen vivir”. Creo que todos podemos pensar en otras medidas que sí contribuirían a nuestro mejor vivir, empezando por librarnos de tanta propaganda y demagogia gubernamental. El buen vivir debería ser todo lo contrario a lo que este Gobierno practica. Es decir, tener un Gobierno sirviendo a los ciudadanos, no sirviéndose de ellos. Un Gobierno garantizando, no limitando, nuestra libertad y derechos.
Sigo esperando que este Gobierno, que se promocionaba como el de mentes lúcidas, produzca ideas y medidas mejor pensadas y analizadas. Medidas que mejoren realmente nuestras vidas. No pueden prohibir algo simplemente porque no les gusta o creen que hace daño. Deben entender que no son dueños de nuestras vidas. Que deben respetar y garantizar nuestra libertad.
Ya es tiempo, hace tiempos, de dejar de improvisar.
Solo en los últimos días se anunciaron dos medidas y planes del Gobierno que demuestran una mezcla de improvisación, ingenuidad y desprecio por la libertad individual. Y eso solo por el lado del Ejecutivo. Ni hablar de la Asamblea, donde Betty y compañía son maestros improvisando leyes de último momento.
Los ministros de Gobierno y Turismo prohíben la venta de alcohol los domingos –en gasolineras todos los días– para dizque disminuir la delincuencia y promover el turismo. ¿Acaso los domingos se cometen más crímenes que el resto de la semana? ¿De qué manera ayuda al turismo prohibir al turista que se tome una cerveza helada frente al mar?
El disparate fue tan grande que los ministros tuvieron que rectificar de inmediato. Ahora sí se podrá tomar el domingo, pero solo vino, cerveza o chicha. Y solo en restaurantes, de 10:00 a 16:00. ¡Que todo sea por combatir la delincuencia dominical y promover el turismo abstemio! ¿Qué logramos en realidad con esto? Policías patrullando bares en lugar de zonas rojas, arrestando a farreros en lugar de criminales.
Difícil imaginar que detrás de esta decisión hubo algún estudio, estadística o análisis profundo. Imagino más bien una reunión de ministros y asesores, lanzando ideas, hasta que uno dice por decir algo “qué tal si prohibimos el alcohol en las gasolineras, mira que el domingo robaron en la de la esquina de mi casa”. No se diga más. El Gobierno Nacional tiene ya su plan antidelincuencial y pro turismo.
La otra medida viene del propio Presidente. Rafael Correa quiere prohibir los juegos de azar en todo el país porque “disminuyen el nivel de vida en una sociedad”. Yo pensaba que teníamos “progresistas” en el poder y que el conservador era el otro Correa. Pero resulta que estamos ante un gobierno moralista que nos quiere alejar de las tentaciones por decreto.
Los casinos deben regularse, no prohibirse. Guste o no, somos libres de gastarnos nuestro sueldo entre bares y casinos. Es parte de nuestra libertad. El Gobierno puede ayudar con campañas contra el consumo de alcohol o los juegos de azar. Pero no puede prohibir y decidir lo que hacemos con nuestras vidas.
Todas estas desacertadas medidas apuntan supuestamente a nuestro “buen vivir”. Creo que todos podemos pensar en otras medidas que sí contribuirían a nuestro mejor vivir, empezando por librarnos de tanta propaganda y demagogia gubernamental. El buen vivir debería ser todo lo contrario a lo que este Gobierno practica. Es decir, tener un Gobierno sirviendo a los ciudadanos, no sirviéndose de ellos. Un Gobierno garantizando, no limitando, nuestra libertad y derechos.
Sigo esperando que este Gobierno, que se promocionaba como el de mentes lúcidas, produzca ideas y medidas mejor pensadas y analizadas. Medidas que mejoren realmente nuestras vidas. No pueden prohibir algo simplemente porque no les gusta o creen que hace daño. Deben entender que no son dueños de nuestras vidas. Que deben respetar y garantizar nuestra libertad.
Ya es tiempo, hace tiempos, de dejar de improvisar.
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