Las elecciones en Colombia nos mostraron la larga ventaja que nos lleva nuestro país vecino en lo que a institucionalidad y cultura política se refiere. Tenemos ahí, tan cerca, un ejemplo a seguir.
La madurez política de Colombia permite a los colombianos respirar tranquilos en tiempos de elecciones. Ahí no tienen oportunidad electoral los radicales y autoproclamados revolucionarios o salvadores de la patria. Las opciones se pasean por el centro del espectro político, como sucede en las democracias avanzadas.
¿Santos o Mockus? No importa. Con los dos están garantizadas la institucionalidad y libertad individual. Suena sencillo. Pero acá sigue siendo un sueño lejano tener gobernantes que entiendan algo tan elemental como que el Gobierno no es lo mismo que el Estado. O que un país no puede avanzar sin inversión y emprendimiento privado.
Mockus en una entrevista se pregunta: “¿Proteger la vida humana, eso es de izquierda o derecha? ¿Cuidar los recursos públicos, que se gasten bien gastados, eso es de izquierda o derecha? ¿Cobrar los impuestos y usarlos bien, eso es de izquierda o derecha?”. Son posturas que no pertenecen a la izquierda o la derecha. Pertenecen a cualquier gobierno serio y deben continuar más allá de partidos o banderas.
En cuestiones de forma, que suelen reflejar lo de fondo, estas elecciones colombianas también sirven de ejemplo. Los debates, las entrevistas y los discursos de los candidatos han tenido un nivel de respeto y madurez que acá escasea. Santos barrió en las elecciones. Pero en su discurso como ganador de inmediato llamó a la unidad y felicitó a sus contrincantes. Algo básico en una democracia civilizada. Pero no para alguno de nuestros candidatos, que luego del triunfo, entre gritos y risas irónicas, exclamaba “¡qué paliza!” y se burlaba de los “perdedores”.
Desde mi primera votación, siempre he debido escoger por el mal menor. Nunca he podido ir a las urnas, como los colombianos, sabiendo que sin importar quien gane, bien o mal, el país seguirá su marcha, con errores y problemas, pero siempre con un elemental respeto a las instituciones y los ciudadanos.
Correa y sus partidarios dirán que en países como el nuestro se necesita ser radical para cambiarlo todo. Pero es lo contrario. Necesitamos esa estabilidad a largo plazo, que continúe de un gobierno al otro, al menos en asuntos tan básicos como la institucionalidad; la educación; el comercio y competitividad; la responsabilidad fiscal; y el respeto a la ley, la iniciativa privada y la libertad individual.
¿Podremos alcanzar ese básico grado de institucionalidad y madurez política? No estamos hablando de llegar al nivel de Estados Unidos, ni siquiera de Chile, sino de algo tan cercano a nuestra realidad como Colombia.
La solución empieza con educación y más educación. Pero hay algo práctico e inmediato que pudiera funcionar: el voto voluntario. No solo porque no es democrático obligarnos a votar, sino porque el voto voluntario implica una elección más informada y meditada. Es un voto motivado por propuestas e ideas, más que por bonos o camisetas.
Las elecciones e institucionalidad colombianas sirven de ejemplo para nuestros políticos, sobre todo en Carondelet. En lugar de andar peleándonos con los vecinos, podríamos aprender.
1 comentario:
Curiosidad... ¿por quién hubieses votado?
Me sorprendió que tenga tanta ventaja Santos, hubiera esperado que A) con el hastío de la parapolítica saque menos votos, y que B) Mockus, al no ser un autoproclamado revolucionario bolivariano, capte más votos, porque los extremistas de izquierda no tenían a quién más dárselos (según creo) y los de centro para allá no le tendrían rechazo.
Veamos que ocurre.
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