El Gobierno del Litoral en teoría dejó de existir. Quitaron su nombre en letras doradas de la fachada del edificio en la avenida Francisco de Orellana. Pero las reemplazaron con otras flamantes letras que dicen “Gobierno Zonal de Guayaquil”. Suena a burla. ¿Cerró realmente el Gobierno del Litoral?
Al otro lado de la avenida, las oficinas del SRI están agitadas y llenas de gente. Carlos Marx, su director, tiene mucho que celebrar. La recaudación de impuestos en el país aumentó casi el 30% el primer trimestre de este año con relación al anterior. De 1.408 millones de dólares recaudados de enero a marzo del año pasado, subimos a 1.908 millones de dólares durante el mismo periodo este año. Sea por precaución o madurez ciudadana, los ecuatorianos estamos pagando cada día más impuestos a la renta. Y a eso hay que sumar el IVA, impuestos de vehículos y consumos especiales.
Abro el periódico y me encuentro con que una de las primeras acciones del flamante Consejo de Participación Ciudadana es pedir plata. Todavía no estamos seguros de para qué sirve ni qué hace este Consejo creado en Montecristi. De lo que sí podemos estar seguros es que servirá para gastar mucha plata. Nuestra plata.
Los integrantes de este Consejo por el que no hemos votado, pero supuestamente nos representa, piden 25 millones de dólares para funcionar. Léase: para pagar los sueldos a toda una plana de nuevos burócratas que piensan contratar. Tantos deben ser, que están presupuestando siete millones de dólares para un edificio. ¡Siete millones! La nueva burocracia necesita mucho espacio para jugar solitario y tomar café.
Cuando nuestros impuestos terminan despilfarrados entre edificios y nuevos sueldos burocráticos, el trabajo de Carlos Marx y su gente en el SRI pierde sentido.
Mientras nuestro sector privado suda por ganarse unos cuantos dólares, nuestra burocracia recibe millones. Un milloncito para esto. Un milloncito para lo otro. Los presupuestos públicos aguantan todo. No sufren por la plata desperdiciada.
Parecería que este Gobierno inventó su altiva forma de combatir el desempleo: multiplicar los puestos públicos. Basta darse una vuelta por la página web de la presidencia y ver el organigrama de este Gobierno. Siete ministerios coordinadores, más una veintena de ministerios, y once secretarías.
Esta obesidad gubernamental puede complicar el trabajo del SRI al validar y fortalecer la tradicional excusa para evadir impuestos: no voy a pagar impuestos para que se los ferie la burocracia; ni para pagar sueldos de reciclados funcionarios calientapuestos; ni para construir flamantes edificios para consejos y comisiones expertas en sacar fotocopias de documentos que nadie lee; ni para pagar pasajes, hoteles, cebiches y viáticos de todo el Gabinete que acompaña al Presidente por los rincones del país en su permanente campaña política de los sábados.
El éxito del SRI se debe al esfuerzo de ecuatorianos que producen, arriesgan, y generan más trabajo y dinero con su trabajo. El Gobierno y las nuevas burocracias, como este mal llamado Consejo de Participación Ciudadana, se burlan de nosotros con sus edificios de siete millones, sus nuevos ministerios, y sus presupuestos millonarios.
Antes que más impuestos, que empiece el recorte y optimización del gasto público. ¿Podrán hacerlo nuestros prósperos revolucionarios?
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