Les tomó un tiempo. Todavía siguen tímidos. Pero se ve venir. La ruptura de Alianza PAIS.
El Corcho Cordero, María Paula Romo y compañía quieren la cabeza del fiscal Washington Pesántez. Rafael Correa interfiere en lo que no debe y defiende a su amigo de épocas universitarias y tardes en Lovaina. Tal ha sido la defensa presidencial, que llegó al absurdo de pedir a sus ya no tan amigos asambleístas que renuncien a su inmunidad parlamentaria.
Fernando Cordero convocó a una rueda de prensa. Ahí están. Los 19 para la foto. Le dicen “no” a Correa. “Lamentan” sus declaraciones. No renunciarán a su inmunidad. No defenderán al Fiscal, ni porque Correa diga que lo conoce desde hace varios lustros y garantice su inocencia.
La Constitución correísta defiende la inmunidad parlamentaria para que los legisladores puedan fiscalizar sin tener que preocuparse de contratar un abogado a cada rato. Eso era bueno para el Presidente mientras los asambleístas le eran leales y estaban de su lado. Ya no.
Más allá de las razones o pruebas que tengan los asambleístas contra el Fiscal. Más allá de su culpabilidad, su inocencia, o de que esto sea una “cacería de brujas”, como denunció Correa; el hecho es que Alianza PAIS empieza a perder su primer nombre. Se rompe la alianza. Izquierdistas se desencantan del populismo. Del presidencialismo excesivo. Del culto al hombre por encima del proyecto.
Paco Velasco dijo sentirse “vapuleado, basureado… golpeado, desterrado, exiliado”. Pero luego moderó sus palabras, dijo que tiene muchas coincidencias con el proyecto político y que “de ninguna manera esto es un distanciamiento del Presidente”. Otros asambleístas también insisten que es más lo que los une que lo que los separa.
Lo cierto es que desde hace tiempo que no vemos a alguien uniéndose al Presidente y su proyecto. Solo vemos desertores. Partidarios de ayer, hoy hacen oposición. Quienes lo alababan, hoy lo critican. Y nada indica que la tendencia vaya a cambiar.
No es solo el estilo de Correa. Si su gestión diera buenos resultados, sus insultos y abusos quizás pasarían a segundo plano. Pero estando ya en el cuarto año de su Gobierno, no pasamos de primeras piedras. Todos esos grandes proyectos, anunciados con música, fiesta y promesas de un mañana mejor, hoy ya no existen. No han conseguido financiamiento. Fracasaron.
Lo que sí ha conseguido Correa es meter al Ecuador en varias listas que gritan que a nadie se le ocurra invertir aquí. Y aunque el Gobierno se queje que todo esto es un complot universal en su contra, la plata no viene.
¿Son estos desencuentros entre asambleístas y Presidente la antesala a una próxima muerte cruzada? ¿Quiere eso Correa? ¿Disolver la Asamblea, poner a consideración su cargo, y llevar al país nuevamente a las urnas para que lo reelija ante la falta de un opositor y elija a sus nuevos candidatos a la Asamblea impulsados por la maquinaria estatal? ¿O como escuché decir por ahí, es todo esto puro show para demostrar una supuesta independencia entre Ejecutivo y Legislativo?
Como van las cosas, parece inevitable que nuevos nombres se unan a Acosta, Chuji y otros desertores. Y que surjan nuevos movimientos dentro de PAIS. Ya podemos imaginar cómo reaccionará Correa.
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