Jaime Bayly quiere ser candidato a la presidencia de Perú. Muchos lo ven como una burla. Otros lo apoyan. Él dice que no le interesa ganar. Solo quiere promover la libertad.
En su artículo titulado “Las causas perdidas” reveló su plan de gobierno. Es un plan libertario, que defiende las libertades del ser humano frente al control del Estado. Para muchos es un plan demasiado radical. Pero nos lleva a pensar sobre el tamaño y rol del Estado.
En el plano social, Bayly genera la mayor controversia. Bayly defiende el derecho al aborto: “siempre es más admirable dar vida que interrumpirla, pero esa es una decisión que compete a cada mujer embarazada”. Apoya la unión entre homosexuales, para que los peruanos tengan “los mismos derechos, independientemente de su identidad o preferencia sexual”. Y la legalización de las drogas, pues “cada adulto debe ser responsable de las sustancias que decide consumir, aun a sabiendas de que son nocivas para su salud”.
Con estas propuestas, Bayly difícilmente ganará muchos votos. Pero al presentar estos temas en la contienda electoral, de frente, sin dobles discursos, motivará un mayor debate entre candidatos y votantes sobre el papel que debe jugar el Estado frente a la libertad de cada individuo.
En el plano político, Bayly propone la eliminación de las fuerzas armadas. Para Bayly “el cuantioso dinero que gastamos en entrenar a miles de soldados en el oficio innoble de matar en una guerra ficticia y del todo improbable es dinero muy mal gastado… el dinero que el Perú gasta en militares y armas de guerra debería destinarse por completo a educar a los niños más pobres del país… el Perú, como Costa Rica, puede y debe vivir sin fuerzas militares: basta con una Policía moderna, bien equipada…”. Una propuesta válida, que por obvios temores, ningún candidato que piense ganar presentaría.
Bayly propone reformar el Congreso a través de referéndum, para que esté integrado “solamente por 25 ciudadanos”. Aquí sí creo que Bayly tendrá apoyo masivo. No vendría nada mal en nuestra Asamblea, con asambleístas que nadie conoce, y que cobran su sueldo todos los meses mientras continúan muy frescos con sus actividades privadas. En una Asamblea reducida, con un representante por provincia, no tendrían otra opción que trabajar, dar la cara, y justificar cada voto y decisión que tomen. Y el país se ahorraría mucha plata.
Finalmente, Bayly propone en el área educativa “que todos los niños del Perú puedan educarse igual de bien, que los niños pobres puedan estudiar en colegios tan buenos como las mejores escuelas privadas…”. Puede sonar demasiado idealista. Pero es posible en un Estado reducido, sin despilfarro en excesiva burocracia ni fuerzas armadas.
Podemos aprobar o rechazar una o varias de estas “causas perdidas” de Bayly. Podemos pensar en otras más que combatan la intromisión y despilfarro estatal. Pero estas propuestas, por radicales que puedan sonar, nos sirven para reconocer la importancia y urgente necesidad de apuntar a un Estado limitado y dedicado realmente a garantizar la libertad y progreso individual, sin privilegios para grupo alguno; en lugar de este Estado-Gobierno todopoderoso, obeso y paternalista, que hoy pretende controlar nuestras vidas e imponer una ideología socialista.
Bayly no será presidente. Pero si se lanza, ayudará a contagiar ideas de libertad.
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