Me llegó un boletín de la Vicepresidencia que anuncia la III fase de la campaña Sonríe Ecuador. No sé ustedes, pero a mí me pareció una broma de mal gusto. Con tanta sangre y violencia en cada esquina del país, gastar la plata de los ecuatorianos en otra campaña de sonrisas simplemente no cuadra.
El boletín dice que esta fase de la campaña busca, entre otras cosas, impulsar “una cultura de respeto, amabilidad, alegría y solidaridad en la sociedad…”. Qué tal si en lugar de inundar nuestras pantallas, transmiten los comerciales solo al Presidente cada noche antes de irse a dormir. Le vendría muy bien un curso intensivo en respeto.
No necesitamos una campaña que pretenda vendernos alegrías. Necesitamos un Gobierno que se quite esa venda ideológica y de poder, que acabe con tanta estupidez e inicie de una vez por todas el camino que nos permita vivir alegres.
Hoy miles de desempleados no sonríen. Difícil andar con una sonrisa cuando la barriga y la billetera están vacías. Cuando el Gobierno se empeña en cerrar más oportunidades, con leyes laborales e impuestos dizque solidarios que solo complican la contratación de nuevos empleados. Cuando el Gobierno insiste en culpar de todo a la noche neoliberal, y no ve que en dos años de sus noches populistas-socialistas estamos peor todavía. Cuando nuestros vecinos de Colombia y Perú reciben miles de millones de dólares en inversiones gracias a su estabilidad, seguridad y elemental cordura, mientras a nuestro país le caen migajas.
Hoy miles de víctimas de la violencia cotidiana no pueden sonreír. Terribles asesinatos se suman a los robos, secuestros e inseguridad a los que estamos acostumbrados. Tomar un taxi es jugarse el celular, la billetera y a veces la vida. Una luz roja en la noche es señal de acelerar para evitar un asalto. Guardianía, alarmas, rejas, garitas y pérdida de libertad son el alto precio que individuos, negocios y empresas deben pagar.
¿Y cómo responde el Gobierno ante el desempleo y su par la violencia? Con más impuestos y confrontación. Exprimiendo aún más al sector productivo y el bolsillo de los ciudadanos para tener más plata con qué pagar los gastos de su enorme burocracia –¿alguien puede nombrar todos los nuevos ministerios creados en este Gobierno?–, los bonos que compran popularidad, votos y aplausos, y las campañas, como la del Vicepresidente, que intenta vender sonrisas entre tantas lágrimas.
Se acabó la broma. Se gastaron los discursos. Es tiempo de que el Gobierno vea sus errores. No necesitamos que caiga otro Presidente. No queremos inestabilidad política. No necesitamos nuevos oportunistas tras el poder.
Queremos un Correa que recapacite, abra los ojos, se rodee de la gente correcta y dé los pasos sencillos pero contundentes que traigan bienestar. Por ejemplo, simplemente entender que para que haya menos robos y violencia se necesita más empleo, y para eso se necesitan más empresas e inversiones, y para eso se necesitan estabilidad, reglas claras, seguridad jurídica y un gobierno que apoye al emprendedor y al sector privado en lugar de perseguirlo, bloquearlo y satanizarlo. No tiene por qué ser tan complicado.
Una campaña no bastará para generar sonrisas. Hace falta mucho más. Seguimos esperando que el Gobierno se ponga del lado de los ecuatorianos.
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