No esperaba gran cosa del encuentro entre el Presidente y los indígenas. Pero me equivoqué. Estuvo de lo más divertido. Se tutearon. Se dijeron unas cuantas verdades y otras mentiras. Hasta le dijeron a Correa estúpido y le sacaron en cara que habla mal el quichua. Al final ganó Correa. Se anotó puntos valiosos al lograr detener los levantamientos indígenas.
Recuerdo un profesor en mi universidad, un gringo fanático de los países andinos, que admiraba profundamente los movimientos indígenas del Ecuador. Los ponía siempre como ejemplo, por haber sido los primeros en la región en hacerse notar y cobrar importancia política. Si mi profesor los viera hoy creo que estaría decepcionado. No se ve en los dirigentes indígenas un deseo de presentar propuestas constructivas. Solo se ven ganas de reclamar por reclamar.
Es irónico que hoy los movimientos indígenas reciban, en gran medida, el apoyo de Guayaquil. Según una reciente encuesta de Perfiles de Opinión, el 67% de los guayaquileños está de acuerdo con las movilizaciones indígenas, frente al 42% de quiteños. De forma similar, el 49% de Guayaquil está de acuerdo con el paro de los maestros, frente al 20% de Quito. Estos números lo que realmente nos dicen es que el grado de rechazo y oposición a Correa, sobre todo en Guayaquil, se ha radicalizado de tal manera que estamos dispuestos a apoyar a quien sea que le arme relajo al Gobierno. No importa que sean grupos indígenas o de maestros, tradicionalmente contrarios al progreso que traen el libre mercado y la empresa privada, que Guayaquil representa y defiende.
Es una lástima. La radicalización del Gobierno ha llevado a la radicalización de la oposición. Aunque sin caras muy visibles, esta oposición ideológica existe. Pero su causa pierde legitimidad cuando apoya grupos y protestas con los que realmente no concuerda.
Correa utilizó en su momento al MPD y la UNE como su aliado y fuerza de choque. Y a los grupos indígenas los convenció desde el primer día con su Pacha Mama y su suma kawsay, que hasta asoman en el preámbulo de la Constitución. Ahora es la oposición la que, ante la presencia de un enemigo común, defiende a estos grupos.
Muchos sostienen que este Gobierno, y sobre todo este Presidente, no tienen arreglo. Que no dará marcha atrás en sus abusos y su nefasto experimento socialista. Puede que tengan razón. Pero debemos al menos intentar que este Gobierno rectifique. Intentar dialogar y tender puentes por el bien de este país. Se trata de hacer oposición constructiva y frontal. No de conspirar y apoyar a cualquier lanzapiedras.
Estar en oposición a un Gobierno no debe significar el apoyo a cualquier otro grupo que haga oposición, sin importar sus ideas o acciones. Los bloqueos de carreteras de ciertos dirigentes indígenas y las amenazas de paro de la UNE, no se justifican hoy por ser contra Correa. Siguen siendo las mismas condenables acciones de siempre, que solo traen más atraso, pobreza e ignorancia a este país.
Siguen siendo enemigos del progreso, estén a favor o en contra de Correa. No merecen nuestro apoyo, aunque a veces provoque salir con ellos a las calles a gritarle a este Gobierno.
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