Con la aparición de Carlos Vera en la arena política nace la posibilidad de una real oposición a este Gobierno a nivel nacional. No es todavía una oposición muy tangible. Pero la simple posibilidad ya es una buena noticia.
Correa acabó con la oposición política. Con su gobierno, terminaron de morir los partidos políticos. Ante la ausencia de esa oposición, los medios de comunicación se convirtieron en la solitaria voz que le lanza sus verdades al régimen.
Eso podría estar cambiando. Se respira un aire político algo distinto estos días. Las protestas en las calles, las denuncias de corrupción, y la aparición de Carlos Vera nos invitan a creer algo que hace pocos meses parecía imposible. Que a Correa se lo pueda vencer en las urnas.
Ahora podemos al menos pensar –o soñar– que esta peligrosa supuesta revolución ciudadana no dure más allá de este periodo presidencial. Que junto a Carlos Vera irán creciendo, uniéndose y ganando espacios nuevos grupos y voces de oposición de donde saldría el nuevo líder con posibilidad de enfrentar a Correa. No es coincidencia la presencia de Jefferson Pérez en el lanzamiento del libro de Vera. Algo nuevo empieza a marchar.
Preocupa, sin embargo, que la forma como Carlos Vera pretende estrenarse de político ayude a fortalecer a Correa en lugar de vencerlo. Vera empuja la revocatoria del mandato presidencial. Para eso, debe recoger 1,5 millones de firmas –el 15% del padrón electoral– necesarias para ir a referéndum revocatorio del mandato. Algo posible. Pero para ganar, en la votación se requiere la mayoría absoluta de los sufragantes. Algo bastante difícil.
Comparto el interés de Vera de librarnos de este Gobierno que nos conduce al abismo. Pero con su campaña por la revocatoria puede salir el tiro por la culata. Este pedido de revocatoria ayudará a movilizar a miles de ecuatorianos cansados de no tener trabajo, de los insultos de los sábados, de ver sus negocios flaquear, de la pérdida de su libertad, y de la agobiante intromisión del Estado en cada vez más espacios privados. Pero ayudará también a fortalecer a Correa.
Ante la caída de popularidad de Correa, nada le vendría mejor que una nueva elección. Correa, el eterno candidato maestro en el arte electoral, aprovecharía al máximo el referéndum revocatorio para impulsar su imagen. Con la ayuda de la maquinaria estatal y la plata de todos nosotros, inundaría todos los medios de comunicación con su campaña y llevaría su mensaje a cada población del país seduciendo nuevamente a sus votantes desde la tarima.
Mejor dejar que Correa se desgaste solito. Si se empeña en distribuir antes que en producir; en el manejo burocrático por encima del manejo privado; en limitar libertades antes que garantizarlas; en fin, en caminar hacia un enterrado modelo cubano-venezolano; su fracaso –y tristemente el del país– llegará tarde o temprano. Un referéndum revocatorio implicaría un gran esfuerzo de la oposición, con el riesgo de terminar con un presidente fortalecido.
Correa llegará cojeando a la próxima elección presidencial por sus propios errores. Mejor que Carlos Vera, Jefferson Pérez y esos nuevos líderes con las ganas, valentía y posibilidades de hacerle frente, concentren recursos, estrategias y fuerzas para vencerlo en ese encuentro.
jueves, octubre 29, 2009
viernes, octubre 23, 2009
Domingo libre
Hace un año apareció en varios buses de Londres esa exitosa campaña con eslóganes que invitaban a liberarse de las cadenas del más allá. Una de ellas decía: “There’s probably no God. Now stop worrying and enjoy your life” (Probablemente Dios no existe. Deja de preocuparte y disfruta de la vida). La campaña, que luego se extendió a Estados Unidos, España, Italia y Australia, nació como una reacción a una campaña religiosa que bombardeaba los espacios publicitarios de buses de la ciudad.
De todas las frases de la campaña, la que me pareció más original y sobre todo práctica, decía “Atheism: sleep in on Sunday mornings” (Ateísmo: dormir las mañanas de los domingos). La frase me trasladó varios años atrás a mis temporadas en Salinas. Ahí estamos en el mar, felices en las olas con nuestros Morey Boogies, o haciendo guerras de bombas de arena, o enterrándonos hasta el cuello, hasta que nos llegaba el temido grito: “¡a vestirse para ir a misa!” Y con la piel todavía ardiendo de sol, tocaba bañarse apurado, hacerse un peinado lamido de raya a un lado, para irnos a la misa donde un cura de pueblo intentaba evangelizar a gente de la ciudad. Disfrutar el domingo sin interrupciones, como dice la frasecita en el bus, es un privilegio que tardaría en llegar.
Pero hay algo aun más poderoso que la religión, que atrapa con mayor intensidad la vida de sus fieles y fanáticos, interfiriendo con la libertad del domingo y llegando a nublar la razón. El fútbol.
La vida del fanático futbolístico gira alrededor del fútbol, a veces con más fuerza que la del fanático religioso alrededor de su religión. El fútbol lo gobierna. El domingo de fútbol (y a veces de misa, cuando el equipo necesita un empujoncito adicional) no hay tiempo para nada más. Solo fútbol. Y si hay partidos durante la semana, el resto de actividades deberá acomodarse al calendario deportivo.
El fanático futbolístico va mucho más allá del domingo. Su entrega es total. El religioso tiene sus misas, oraciones y grupos; pero eso es poco comparado al tiempo, cabeza y recursos que dedica a lo suyo el verdadero enfermo del fútbol. Empieza inocentemente como hincha de un equipo local. Se compra la camiseta del equipo, va al estadio los domingos, lee los comentarios en los diarios del lunes. Pero antes de darse cuenta, se convierte en un adicto al fútbol a tiempo completo. La radio del carro está eternamente en AM, sintonizando los más folclóricos comentaristas deportivos, que suenan bastante parecido a los evangelizadores radiales. Su página de inicio en Internet lo pone al día de las últimas estadísticas deportivas. De aquí y el mundo entero. Porque el fanático no se limita a su equipo, termina siguiendo religiosamente los campeonatos de Inglaterra, España, Italia, Argentina, Francia y hasta Bolivia.
Al mismo tiempo, su fanatismo se transfiere casi imperceptiblemente hacia otros deportes. No le basta con memorizar alineaciones de equipos de fútbol. Se sabe también las estadísticas de básquet, futbol americano, béisbol, jockey, fórmula uno. Se pasa hipnotizado viendo ESPN y Fox Sports, su versión propia de “Pare de Sufrir”, donde alaba al dios redondo.
Los eslóganes en el bus londinense se adaptarían bastante bien para alertar sobre el control que el dios fútbol llega a tener sobre nuestras mentes, tanto o más que los otros dioses. “Probablemente tu equipo no es tan importante como crees. Deja de preocuparte y disfruta la vida” podría leerse atrás de un bus.
Pero imagino que esa campaña no sería tan exitosa. Los fanáticos no la aguantarían ni un domingo. Salvo que haya partido.
* Publicado en revista SoHo de Octubre/Noviembre.
De todas las frases de la campaña, la que me pareció más original y sobre todo práctica, decía “Atheism: sleep in on Sunday mornings” (Ateísmo: dormir las mañanas de los domingos). La frase me trasladó varios años atrás a mis temporadas en Salinas. Ahí estamos en el mar, felices en las olas con nuestros Morey Boogies, o haciendo guerras de bombas de arena, o enterrándonos hasta el cuello, hasta que nos llegaba el temido grito: “¡a vestirse para ir a misa!” Y con la piel todavía ardiendo de sol, tocaba bañarse apurado, hacerse un peinado lamido de raya a un lado, para irnos a la misa donde un cura de pueblo intentaba evangelizar a gente de la ciudad. Disfrutar el domingo sin interrupciones, como dice la frasecita en el bus, es un privilegio que tardaría en llegar.
Pero hay algo aun más poderoso que la religión, que atrapa con mayor intensidad la vida de sus fieles y fanáticos, interfiriendo con la libertad del domingo y llegando a nublar la razón. El fútbol.
La vida del fanático futbolístico gira alrededor del fútbol, a veces con más fuerza que la del fanático religioso alrededor de su religión. El fútbol lo gobierna. El domingo de fútbol (y a veces de misa, cuando el equipo necesita un empujoncito adicional) no hay tiempo para nada más. Solo fútbol. Y si hay partidos durante la semana, el resto de actividades deberá acomodarse al calendario deportivo.
El fanático futbolístico va mucho más allá del domingo. Su entrega es total. El religioso tiene sus misas, oraciones y grupos; pero eso es poco comparado al tiempo, cabeza y recursos que dedica a lo suyo el verdadero enfermo del fútbol. Empieza inocentemente como hincha de un equipo local. Se compra la camiseta del equipo, va al estadio los domingos, lee los comentarios en los diarios del lunes. Pero antes de darse cuenta, se convierte en un adicto al fútbol a tiempo completo. La radio del carro está eternamente en AM, sintonizando los más folclóricos comentaristas deportivos, que suenan bastante parecido a los evangelizadores radiales. Su página de inicio en Internet lo pone al día de las últimas estadísticas deportivas. De aquí y el mundo entero. Porque el fanático no se limita a su equipo, termina siguiendo religiosamente los campeonatos de Inglaterra, España, Italia, Argentina, Francia y hasta Bolivia.
Al mismo tiempo, su fanatismo se transfiere casi imperceptiblemente hacia otros deportes. No le basta con memorizar alineaciones de equipos de fútbol. Se sabe también las estadísticas de básquet, futbol americano, béisbol, jockey, fórmula uno. Se pasa hipnotizado viendo ESPN y Fox Sports, su versión propia de “Pare de Sufrir”, donde alaba al dios redondo.
Los eslóganes en el bus londinense se adaptarían bastante bien para alertar sobre el control que el dios fútbol llega a tener sobre nuestras mentes, tanto o más que los otros dioses. “Probablemente tu equipo no es tan importante como crees. Deja de preocuparte y disfruta la vida” podría leerse atrás de un bus.
Pero imagino que esa campaña no sería tan exitosa. Los fanáticos no la aguantarían ni un domingo. Salvo que haya partido.
* Publicado en revista SoHo de Octubre/Noviembre.
jueves, octubre 22, 2009
Dos países
Una reciente encuesta realizada por Perfiles de Opinión demuestra que Ecuador es dos países en uno. Mientras el 75,9% de los quiteños califica la gestión de Rafael Correa de buena o muy buena, solo el 39,4% de los guayaquileños piensa lo mismo. Mientras el 59,8% de la gente en Quito dice que sí le cree a Correa, en Guayaquil es solo el 25,6%. Y la tendencia se ha ido radicalizando.
No debería sorprendernos tanto. Quito votó masivamente por Correa. Guayaquil, no. Muchos quiteños comparten, en buena medida, la tendencia de izquierda de Correa. La mayoría de guayaquileños, no. Pero más allá de eso, esta simpatía capitalina hacia Correa es cuestión de pragmatismo. Parte de la población de Quito se beneficia del desorbitante gasto público de Correa, del aumento de la burocracia, de su centralismo, y de su obsesión porque el Estado lo maneje y controle todo. ¿Cómo no quererlo?
Las cifras del desempleo comprueban que a Quito no le va tan mal con esta revolución producida para la televisión. Mientras en Guayaquil el desempleo llega al 12,6%, o sea cerca de 150 mil personas sin trabajo, en Quito es del 6,1%. Y eso hablando en cifras bonitas que no cuentan toda la historia. Si añadimos los subempleados en nuestras ciudades, es decir, toda esa gente que sobrevive de cachuelitos y trabajos informales, las cifras de gente sin empleo, sobre todo en Guayaquil, se vuelven alarmantes.
Correa no tiene toda la culpa. Guayaquil ya había perdido su posición de capital económica del Ecuador desde antes, por culpa propia y de los distintos gobiernos. El centralismo no es invento de las mentes que pueblan Carondelet estos días. Pero hoy más que nunca, con un Gobierno de mentalidad ultraestatista, la burocracia de Quito maneja y concentra el billete, los contratos, los negocios, los empleos.
Correa nos hace creer que es muy guayaquileño porque se sabe todo el repertorio de canciones lagarteras o se conoce los huecos dónde comer su encebollado. Puro show. Lo suyo es el centralismo y estatismo puro y duro. Su indiferencia y hasta desprecio por el sector privado –que impulsa a Quito, Guayaquil y todo el país– son evidentes.
Ahora el Gobierno inyectará unos 2.500 millones de dólares para reactivar la economía y generar empleo. Ante su incapacidad para atraer inversión extranjera y local, generando reglas claras y confianza en inversionistas y empresarios, el Gobierno hará lo más fácil: utilizará la plata de nuestras reservas. Quiere así mover el sector de la construcción, el crédito, infraestructura y proyectos sociales.
Ojalá logre levantar la economía y el empleo por el bien de todos. Pero sabiendo cómo funcionan las cosas en este país, podemos predecir que gran parte de esos fondos se desperdiciarán en más burocracia, ineficiencia, y corrupción. El ministro Diego Borja dijo que se hará especial énfasis en recuperar la producción y crecimiento de Guayaquil. Ya veremos dónde se queda al final la mayor parte de esa plata.
Mientras el Gobierno trata de rescatar la economía con más proyectos públicos, lleva casi tres años espantando la inversión privada. El centralismo está de fiesta. El país, de luto. Le toca a Guayaquil hacer su propio camino.
No debería sorprendernos tanto. Quito votó masivamente por Correa. Guayaquil, no. Muchos quiteños comparten, en buena medida, la tendencia de izquierda de Correa. La mayoría de guayaquileños, no. Pero más allá de eso, esta simpatía capitalina hacia Correa es cuestión de pragmatismo. Parte de la población de Quito se beneficia del desorbitante gasto público de Correa, del aumento de la burocracia, de su centralismo, y de su obsesión porque el Estado lo maneje y controle todo. ¿Cómo no quererlo?
Las cifras del desempleo comprueban que a Quito no le va tan mal con esta revolución producida para la televisión. Mientras en Guayaquil el desempleo llega al 12,6%, o sea cerca de 150 mil personas sin trabajo, en Quito es del 6,1%. Y eso hablando en cifras bonitas que no cuentan toda la historia. Si añadimos los subempleados en nuestras ciudades, es decir, toda esa gente que sobrevive de cachuelitos y trabajos informales, las cifras de gente sin empleo, sobre todo en Guayaquil, se vuelven alarmantes.
Correa no tiene toda la culpa. Guayaquil ya había perdido su posición de capital económica del Ecuador desde antes, por culpa propia y de los distintos gobiernos. El centralismo no es invento de las mentes que pueblan Carondelet estos días. Pero hoy más que nunca, con un Gobierno de mentalidad ultraestatista, la burocracia de Quito maneja y concentra el billete, los contratos, los negocios, los empleos.
Correa nos hace creer que es muy guayaquileño porque se sabe todo el repertorio de canciones lagarteras o se conoce los huecos dónde comer su encebollado. Puro show. Lo suyo es el centralismo y estatismo puro y duro. Su indiferencia y hasta desprecio por el sector privado –que impulsa a Quito, Guayaquil y todo el país– son evidentes.
Ahora el Gobierno inyectará unos 2.500 millones de dólares para reactivar la economía y generar empleo. Ante su incapacidad para atraer inversión extranjera y local, generando reglas claras y confianza en inversionistas y empresarios, el Gobierno hará lo más fácil: utilizará la plata de nuestras reservas. Quiere así mover el sector de la construcción, el crédito, infraestructura y proyectos sociales.
Ojalá logre levantar la economía y el empleo por el bien de todos. Pero sabiendo cómo funcionan las cosas en este país, podemos predecir que gran parte de esos fondos se desperdiciarán en más burocracia, ineficiencia, y corrupción. El ministro Diego Borja dijo que se hará especial énfasis en recuperar la producción y crecimiento de Guayaquil. Ya veremos dónde se queda al final la mayor parte de esa plata.
Mientras el Gobierno trata de rescatar la economía con más proyectos públicos, lleva casi tres años espantando la inversión privada. El centralismo está de fiesta. El país, de luto. Le toca a Guayaquil hacer su propio camino.
jueves, octubre 15, 2009
Ninguno de los tres
Escuchar a Fabricio Correa es entretenimiento garantizado. Es un maestro en el arte de llamar la atención, generar titulares y hacernos reír. A nuestra podrida política, Fabricio Correa la ha rebajado aún más, pero lo ha hecho con buen humor.
“Hasta la Victoria Secret”, “pelucón light”, y “círculo rosa” se volvieron clásicos instantáneos y parte de nuestro léxico político cotidiano. Esta semana, Fabricio llegó a la Asamblea y al programa de Jorge Ortiz con una billetera gigante para así contestar al Fiscal, quien había dicho que sus denuncias se las podría guardar en su billetera.
La fama del ñaño presidencial ahora es internacional. Jorge Ramos lo entrevistó para su programa de Univisión. Latinoamérica entera conoce del show de los hermanos Correa.
Hasta ahí la parte divertida. Lo preocupante es que la ausencia de voces coherentes de oposición, le den fuerza y hasta cierta legitimidad a Fabricio. Pero sus fans no pueden olvidar los millonarios contratos de las empresas de Fabricio con el Gobierno de su hermano. Más allá de que nos entretenga, que sus acusaciones sean reveladoras y suenen verdaderas, y que a diferencia de su hermano, él sí tenga ideas pragmáticas para sacar a este país adelante, no podemos acogerlo como un opositor válido.
Nebot es la mayor voz de oposición. Pero su voz suena repetida y gastada. A pesar de sus éxitos como alcalde, su liderazgo nacional se siente estancado. Según Cedatos, el 27% de los ecuatorianos lo considera la cabeza de la oposición, frente al 22% que piensa que no existe una cabeza visible, y el 18% que pone a Lucio Gutiérrez en este espacio.
Tristísima realidad. Estamos ante un Gobierno de planes e ideología fracasados, y una incapacidad para generar estabilidad, inversiones y empleo. Y, sin embargo, la oposición no asoma.
Es verdad que no podemos limitarnos a esperar a ese salvador de oposición. Que poner toda nuestra confianza en una persona, solo repite el error en que cayó la mayoría del país al entregarse a la imagen salvadora de Correa.
Es verdad que la democracia y el progreso se los construyen desde la sociedad, con instituciones sólidas, más que con líderes redentores. Pero también es verdad, que sin ese líder de oposición, este Gobierno, que lo acapara todo y es experto en lavado colectivo de cerebros, continuará en el poder, como lo vienen haciendo por más de diez años sus panas venezolanos.
Ese líder de oposición no puede ser Fabricio. No podemos apoyar a quien se aprovechó de su cercanía con este Gobierno. Además, nos basta y sobra con un Correa. Ese líder no puede ser Lucio Gutiérrez. Ya tuvo su oportunidad y defraudó. Y no puede ser Nebot. Su oposición y liderazgo se han quedado en lo local. Ninguno de esos tres podría vencer a este Presidente para librarnos de su mal experimento.
Tal vez no conocemos todavía a ese líder. Tal vez ya está tanteando el terreno político. Que no demore tanto. Debe estar preparado. Darse a conocer. Contagiar las ideas que sirven. Rodearse de gente que sepa hacer las cosas, y no solo decirlas.
Las próximas elecciones llegarán volando. Y la maquinaria gobiernista estará lista para un nuevo round. ¿Tendremos a alguien del otro lado?
“Hasta la Victoria Secret”, “pelucón light”, y “círculo rosa” se volvieron clásicos instantáneos y parte de nuestro léxico político cotidiano. Esta semana, Fabricio llegó a la Asamblea y al programa de Jorge Ortiz con una billetera gigante para así contestar al Fiscal, quien había dicho que sus denuncias se las podría guardar en su billetera.
La fama del ñaño presidencial ahora es internacional. Jorge Ramos lo entrevistó para su programa de Univisión. Latinoamérica entera conoce del show de los hermanos Correa.
Hasta ahí la parte divertida. Lo preocupante es que la ausencia de voces coherentes de oposición, le den fuerza y hasta cierta legitimidad a Fabricio. Pero sus fans no pueden olvidar los millonarios contratos de las empresas de Fabricio con el Gobierno de su hermano. Más allá de que nos entretenga, que sus acusaciones sean reveladoras y suenen verdaderas, y que a diferencia de su hermano, él sí tenga ideas pragmáticas para sacar a este país adelante, no podemos acogerlo como un opositor válido.
Nebot es la mayor voz de oposición. Pero su voz suena repetida y gastada. A pesar de sus éxitos como alcalde, su liderazgo nacional se siente estancado. Según Cedatos, el 27% de los ecuatorianos lo considera la cabeza de la oposición, frente al 22% que piensa que no existe una cabeza visible, y el 18% que pone a Lucio Gutiérrez en este espacio.
Tristísima realidad. Estamos ante un Gobierno de planes e ideología fracasados, y una incapacidad para generar estabilidad, inversiones y empleo. Y, sin embargo, la oposición no asoma.
Es verdad que no podemos limitarnos a esperar a ese salvador de oposición. Que poner toda nuestra confianza en una persona, solo repite el error en que cayó la mayoría del país al entregarse a la imagen salvadora de Correa.
Es verdad que la democracia y el progreso se los construyen desde la sociedad, con instituciones sólidas, más que con líderes redentores. Pero también es verdad, que sin ese líder de oposición, este Gobierno, que lo acapara todo y es experto en lavado colectivo de cerebros, continuará en el poder, como lo vienen haciendo por más de diez años sus panas venezolanos.
Ese líder de oposición no puede ser Fabricio. No podemos apoyar a quien se aprovechó de su cercanía con este Gobierno. Además, nos basta y sobra con un Correa. Ese líder no puede ser Lucio Gutiérrez. Ya tuvo su oportunidad y defraudó. Y no puede ser Nebot. Su oposición y liderazgo se han quedado en lo local. Ninguno de esos tres podría vencer a este Presidente para librarnos de su mal experimento.
Tal vez no conocemos todavía a ese líder. Tal vez ya está tanteando el terreno político. Que no demore tanto. Debe estar preparado. Darse a conocer. Contagiar las ideas que sirven. Rodearse de gente que sepa hacer las cosas, y no solo decirlas.
Las próximas elecciones llegarán volando. Y la maquinaria gobiernista estará lista para un nuevo round. ¿Tendremos a alguien del otro lado?
jueves, octubre 08, 2009
No con cualquiera
No esperaba gran cosa del encuentro entre el Presidente y los indígenas. Pero me equivoqué. Estuvo de lo más divertido. Se tutearon. Se dijeron unas cuantas verdades y otras mentiras. Hasta le dijeron a Correa estúpido y le sacaron en cara que habla mal el quichua. Al final ganó Correa. Se anotó puntos valiosos al lograr detener los levantamientos indígenas.
Recuerdo un profesor en mi universidad, un gringo fanático de los países andinos, que admiraba profundamente los movimientos indígenas del Ecuador. Los ponía siempre como ejemplo, por haber sido los primeros en la región en hacerse notar y cobrar importancia política. Si mi profesor los viera hoy creo que estaría decepcionado. No se ve en los dirigentes indígenas un deseo de presentar propuestas constructivas. Solo se ven ganas de reclamar por reclamar.
Es irónico que hoy los movimientos indígenas reciban, en gran medida, el apoyo de Guayaquil. Según una reciente encuesta de Perfiles de Opinión, el 67% de los guayaquileños está de acuerdo con las movilizaciones indígenas, frente al 42% de quiteños. De forma similar, el 49% de Guayaquil está de acuerdo con el paro de los maestros, frente al 20% de Quito. Estos números lo que realmente nos dicen es que el grado de rechazo y oposición a Correa, sobre todo en Guayaquil, se ha radicalizado de tal manera que estamos dispuestos a apoyar a quien sea que le arme relajo al Gobierno. No importa que sean grupos indígenas o de maestros, tradicionalmente contrarios al progreso que traen el libre mercado y la empresa privada, que Guayaquil representa y defiende.
Es una lástima. La radicalización del Gobierno ha llevado a la radicalización de la oposición. Aunque sin caras muy visibles, esta oposición ideológica existe. Pero su causa pierde legitimidad cuando apoya grupos y protestas con los que realmente no concuerda.
Correa utilizó en su momento al MPD y la UNE como su aliado y fuerza de choque. Y a los grupos indígenas los convenció desde el primer día con su Pacha Mama y su suma kawsay, que hasta asoman en el preámbulo de la Constitución. Ahora es la oposición la que, ante la presencia de un enemigo común, defiende a estos grupos.
Muchos sostienen que este Gobierno, y sobre todo este Presidente, no tienen arreglo. Que no dará marcha atrás en sus abusos y su nefasto experimento socialista. Puede que tengan razón. Pero debemos al menos intentar que este Gobierno rectifique. Intentar dialogar y tender puentes por el bien de este país. Se trata de hacer oposición constructiva y frontal. No de conspirar y apoyar a cualquier lanzapiedras.
Estar en oposición a un Gobierno no debe significar el apoyo a cualquier otro grupo que haga oposición, sin importar sus ideas o acciones. Los bloqueos de carreteras de ciertos dirigentes indígenas y las amenazas de paro de la UNE, no se justifican hoy por ser contra Correa. Siguen siendo las mismas condenables acciones de siempre, que solo traen más atraso, pobreza e ignorancia a este país.
Siguen siendo enemigos del progreso, estén a favor o en contra de Correa. No merecen nuestro apoyo, aunque a veces provoque salir con ellos a las calles a gritarle a este Gobierno.
Recuerdo un profesor en mi universidad, un gringo fanático de los países andinos, que admiraba profundamente los movimientos indígenas del Ecuador. Los ponía siempre como ejemplo, por haber sido los primeros en la región en hacerse notar y cobrar importancia política. Si mi profesor los viera hoy creo que estaría decepcionado. No se ve en los dirigentes indígenas un deseo de presentar propuestas constructivas. Solo se ven ganas de reclamar por reclamar.
Es irónico que hoy los movimientos indígenas reciban, en gran medida, el apoyo de Guayaquil. Según una reciente encuesta de Perfiles de Opinión, el 67% de los guayaquileños está de acuerdo con las movilizaciones indígenas, frente al 42% de quiteños. De forma similar, el 49% de Guayaquil está de acuerdo con el paro de los maestros, frente al 20% de Quito. Estos números lo que realmente nos dicen es que el grado de rechazo y oposición a Correa, sobre todo en Guayaquil, se ha radicalizado de tal manera que estamos dispuestos a apoyar a quien sea que le arme relajo al Gobierno. No importa que sean grupos indígenas o de maestros, tradicionalmente contrarios al progreso que traen el libre mercado y la empresa privada, que Guayaquil representa y defiende.
Es una lástima. La radicalización del Gobierno ha llevado a la radicalización de la oposición. Aunque sin caras muy visibles, esta oposición ideológica existe. Pero su causa pierde legitimidad cuando apoya grupos y protestas con los que realmente no concuerda.
Correa utilizó en su momento al MPD y la UNE como su aliado y fuerza de choque. Y a los grupos indígenas los convenció desde el primer día con su Pacha Mama y su suma kawsay, que hasta asoman en el preámbulo de la Constitución. Ahora es la oposición la que, ante la presencia de un enemigo común, defiende a estos grupos.
Muchos sostienen que este Gobierno, y sobre todo este Presidente, no tienen arreglo. Que no dará marcha atrás en sus abusos y su nefasto experimento socialista. Puede que tengan razón. Pero debemos al menos intentar que este Gobierno rectifique. Intentar dialogar y tender puentes por el bien de este país. Se trata de hacer oposición constructiva y frontal. No de conspirar y apoyar a cualquier lanzapiedras.
Estar en oposición a un Gobierno no debe significar el apoyo a cualquier otro grupo que haga oposición, sin importar sus ideas o acciones. Los bloqueos de carreteras de ciertos dirigentes indígenas y las amenazas de paro de la UNE, no se justifican hoy por ser contra Correa. Siguen siendo las mismas condenables acciones de siempre, que solo traen más atraso, pobreza e ignorancia a este país.
Siguen siendo enemigos del progreso, estén a favor o en contra de Correa. No merecen nuestro apoyo, aunque a veces provoque salir con ellos a las calles a gritarle a este Gobierno.
miércoles, octubre 07, 2009
Revista la U. - Octubre 2009
Ya está circulando la U. de octubre en tu universidad!!!
Para pautar en revista la U. escribe a revistalau@yahoo.com. Envíanos tus artículos, fotos, ideas o comentarios a revistalau@yahoo.com.
Para pautar en revista la U. escribe a revistalau@yahoo.com. Envíanos tus artículos, fotos, ideas o comentarios a revistalau@yahoo.com.
jueves, octubre 01, 2009
¿Quién sonríe?
Me llegó un boletín de la Vicepresidencia que anuncia la III fase de la campaña Sonríe Ecuador. No sé ustedes, pero a mí me pareció una broma de mal gusto. Con tanta sangre y violencia en cada esquina del país, gastar la plata de los ecuatorianos en otra campaña de sonrisas simplemente no cuadra.
El boletín dice que esta fase de la campaña busca, entre otras cosas, impulsar “una cultura de respeto, amabilidad, alegría y solidaridad en la sociedad…”. Qué tal si en lugar de inundar nuestras pantallas, transmiten los comerciales solo al Presidente cada noche antes de irse a dormir. Le vendría muy bien un curso intensivo en respeto.
No necesitamos una campaña que pretenda vendernos alegrías. Necesitamos un Gobierno que se quite esa venda ideológica y de poder, que acabe con tanta estupidez e inicie de una vez por todas el camino que nos permita vivir alegres.
Hoy miles de desempleados no sonríen. Difícil andar con una sonrisa cuando la barriga y la billetera están vacías. Cuando el Gobierno se empeña en cerrar más oportunidades, con leyes laborales e impuestos dizque solidarios que solo complican la contratación de nuevos empleados. Cuando el Gobierno insiste en culpar de todo a la noche neoliberal, y no ve que en dos años de sus noches populistas-socialistas estamos peor todavía. Cuando nuestros vecinos de Colombia y Perú reciben miles de millones de dólares en inversiones gracias a su estabilidad, seguridad y elemental cordura, mientras a nuestro país le caen migajas.
Hoy miles de víctimas de la violencia cotidiana no pueden sonreír. Terribles asesinatos se suman a los robos, secuestros e inseguridad a los que estamos acostumbrados. Tomar un taxi es jugarse el celular, la billetera y a veces la vida. Una luz roja en la noche es señal de acelerar para evitar un asalto. Guardianía, alarmas, rejas, garitas y pérdida de libertad son el alto precio que individuos, negocios y empresas deben pagar.
¿Y cómo responde el Gobierno ante el desempleo y su par la violencia? Con más impuestos y confrontación. Exprimiendo aún más al sector productivo y el bolsillo de los ciudadanos para tener más plata con qué pagar los gastos de su enorme burocracia –¿alguien puede nombrar todos los nuevos ministerios creados en este Gobierno?–, los bonos que compran popularidad, votos y aplausos, y las campañas, como la del Vicepresidente, que intenta vender sonrisas entre tantas lágrimas.
Se acabó la broma. Se gastaron los discursos. Es tiempo de que el Gobierno vea sus errores. No necesitamos que caiga otro Presidente. No queremos inestabilidad política. No necesitamos nuevos oportunistas tras el poder.
Queremos un Correa que recapacite, abra los ojos, se rodee de la gente correcta y dé los pasos sencillos pero contundentes que traigan bienestar. Por ejemplo, simplemente entender que para que haya menos robos y violencia se necesita más empleo, y para eso se necesitan más empresas e inversiones, y para eso se necesitan estabilidad, reglas claras, seguridad jurídica y un gobierno que apoye al emprendedor y al sector privado en lugar de perseguirlo, bloquearlo y satanizarlo. No tiene por qué ser tan complicado.
Una campaña no bastará para generar sonrisas. Hace falta mucho más. Seguimos esperando que el Gobierno se ponga del lado de los ecuatorianos.
El boletín dice que esta fase de la campaña busca, entre otras cosas, impulsar “una cultura de respeto, amabilidad, alegría y solidaridad en la sociedad…”. Qué tal si en lugar de inundar nuestras pantallas, transmiten los comerciales solo al Presidente cada noche antes de irse a dormir. Le vendría muy bien un curso intensivo en respeto.
No necesitamos una campaña que pretenda vendernos alegrías. Necesitamos un Gobierno que se quite esa venda ideológica y de poder, que acabe con tanta estupidez e inicie de una vez por todas el camino que nos permita vivir alegres.
Hoy miles de desempleados no sonríen. Difícil andar con una sonrisa cuando la barriga y la billetera están vacías. Cuando el Gobierno se empeña en cerrar más oportunidades, con leyes laborales e impuestos dizque solidarios que solo complican la contratación de nuevos empleados. Cuando el Gobierno insiste en culpar de todo a la noche neoliberal, y no ve que en dos años de sus noches populistas-socialistas estamos peor todavía. Cuando nuestros vecinos de Colombia y Perú reciben miles de millones de dólares en inversiones gracias a su estabilidad, seguridad y elemental cordura, mientras a nuestro país le caen migajas.
Hoy miles de víctimas de la violencia cotidiana no pueden sonreír. Terribles asesinatos se suman a los robos, secuestros e inseguridad a los que estamos acostumbrados. Tomar un taxi es jugarse el celular, la billetera y a veces la vida. Una luz roja en la noche es señal de acelerar para evitar un asalto. Guardianía, alarmas, rejas, garitas y pérdida de libertad son el alto precio que individuos, negocios y empresas deben pagar.
¿Y cómo responde el Gobierno ante el desempleo y su par la violencia? Con más impuestos y confrontación. Exprimiendo aún más al sector productivo y el bolsillo de los ciudadanos para tener más plata con qué pagar los gastos de su enorme burocracia –¿alguien puede nombrar todos los nuevos ministerios creados en este Gobierno?–, los bonos que compran popularidad, votos y aplausos, y las campañas, como la del Vicepresidente, que intenta vender sonrisas entre tantas lágrimas.
Se acabó la broma. Se gastaron los discursos. Es tiempo de que el Gobierno vea sus errores. No necesitamos que caiga otro Presidente. No queremos inestabilidad política. No necesitamos nuevos oportunistas tras el poder.
Queremos un Correa que recapacite, abra los ojos, se rodee de la gente correcta y dé los pasos sencillos pero contundentes que traigan bienestar. Por ejemplo, simplemente entender que para que haya menos robos y violencia se necesita más empleo, y para eso se necesitan más empresas e inversiones, y para eso se necesitan estabilidad, reglas claras, seguridad jurídica y un gobierno que apoye al emprendedor y al sector privado en lugar de perseguirlo, bloquearlo y satanizarlo. No tiene por qué ser tan complicado.
Una campaña no bastará para generar sonrisas. Hace falta mucho más. Seguimos esperando que el Gobierno se ponga del lado de los ecuatorianos.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)