En el pasado ya hemos sentido vergüenza. Nos pasaba con Abdalá. Sus bailes, sus exabruptos, su folclore lo volvieron famoso en la región. Al menos, la vergüenza duró poco y no hizo tanto daño.
Ahora, la mala imagen internacional de este Gobierno no solo nos avergüenza. Nos empieza a afectar. A los insultos, burlas y ese estilo tan poco presidenciable de nuestro eterno candidato, se suma el desprestigio del Gobierno ante la comunidad internacional por las acusaciones de su cercanía con las FARC.
Al Gobierno mediático por excelencia, maestro en el arte de seducir a las masas nacionales, le falló la estrategia de comunicación internacional.
Casa adentro, Correa y su equipo convencen a una buena parte de la población. Sus infinitos enlaces de los sábados, sus cadenas interrumpiendo noticiarios, y su publicidad bien coordinada y empaquetada han logrado sus objetivos. Pero fuera de nuestras fronteras el gobierno de Correa se desprestigia día a día. Nos desprestigia como ecuatorianos.
El Washington Times publicó un editorial durísimo contra el Ecuador. Pide terminar el acuerdo de preferencias arancelarias con nuestro país. El artículo concluye: “Un gobierno que trata de destruir una prensa libre mientras toma control de negocios extranjeros y da refugio a terroristas es un gobierno sin credibilidad. Ecuador no merece ni preferencias arancelarias ni respeto, solo sospechas”.
El diario El País de España publicó también un reportaje que hace más evidentes los vínculos del Gobierno ecuatoriano con las FARC. Para muchos españoles y ciudadanos del mundo que no sabían gran cosa sobre el tema, esta información moldeará su imagen de nuestro país. Somos, para muchos alrededor del mundo, el país del Gobierno amigo de terroristas de quienes recibió 400 mil dólares.
Más allá de que estos y otros reportajes extranjeros estén o no en lo correcto, la pésima imagen de este Gobierno ante el mundo es un hecho. Aunque Correa y su gente culpen supuestas conspiraciones internacionales, son ellos solitos quienes se han embarrado con sus acciones y actitudes.
Las acusaciones contra este Gobierno a nivel internacional no son solo cuestión de imagen. No se limitan al ridículo público al que gobiernos pasados ya nos han acostumbrado. La mala reputación afectará nuestra industria, nuestros empleos, nuestros bolsillos, si esta conduce a situaciones como la no renovación del Atpdea.
El Gobierno no solucionará sus problemas de imagen a nivel internacional con sus métodos nacionales. No le servirá llevar gabinetes itinerantes por Madrid, Washington, París; ni inundar los programas de CNN con cadenas; ni logrará que el mundo escuche los monólogos sabatinos.
Si al Gobierno le importa su mala fama ante el mundo y las implicaciones que esta tiene para los ecuatorianos, deberá acabar con sus excusas y supuestas conspiraciones, y decirnos la verdad. Con todas sus consecuencias. Ahí se demostraría que estamos ante estadistas y no politiqueros. Y deberá cortar el cordón umbilical con la dictadura chavista, abandonar de una vez por todas sus posturas extremistas, y caminar más cerca a democracias afines de la región, como Chile y Brasil.
Tal vez ahí recuperemos la confianza internacional y la posibilidad de un mejor panorama nacional. Para acabar con la mala fama y la vergüenza. Para sentirnos orgullosos.
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