Veo un video de Hugo Chávez dando su mensaje a la Asamblea Nacional. Chávez dice: “Las FARC y el ELN no son ningunos cuerpos terroristas, son verdaderos ejércitos que ocupan un espacio en Colombia… hay que darles reconocimiento… son fuerzas insurgentes que tienen un proyecto político, que tienen un proyecto bolivariano, que aquí es respetado”. Los asambleístas se ponen de pie y aplauden emocionados las palabras de su jefe máximo.
En otro video, Raúl Reyes envía un afectuoso mensaje a los participantes del II Congreso Continental Bolivariano, organizado el año pasado en Quito, por la ultraizquierda bolivariana latinoamericana. “Unidos seremos invencibles… se hace imprescindible la lucha antiimperialista en nuestro continente,” les decía a los jóvenes bolivarianos, entre los que no podía faltar la Brigada Simón Bolívar del ex subsecretario de Gobierno, José Ignacio Chauvin. Algunos participantes visitarían días después a Reyes, encontrando junto a él la muerte.
Dos videos. Dos instantes de muchos que muestran una verdad. Las FARC, junto a los gobiernos de Chávez, Correa y compañía, son políticamente afines y comparten una ideología bolivariana.
Ahora aparece un video del Mono Jojoy, líder guerrillero. Habla de un aporte de las FARC a la campaña de Rafael Correa. Y ante estas declaraciones, los personajes del gobierno ecuatoriano inmediatamente gritan foul.
“¿Desde cuándo le creemos al Mono Jojoy?”, pregunta Javier Ponce, ministro de Defensa. “Ahora resulta que la palabra del Mono Jojoy es la voz de Dios”, dice Gustavo Darquea, asambleísta electo de PAIS.
Tal vez no le creyera al Mono si este Gobierno no estuviera habitado por admiradores de las FARC. Pero cuando la franquicia bolivariana, exportada desde Venezuela, es el sello común que encierra todos estos proyectos revolucionarios, las palabras del Mono Jojoy suenan muy creíbles.
Ricardo Patiño dijo que las FARC pudieron haber entregado el dinero a alguien que las engañó pasándose por un representante de la campaña de Correa. Es posible. Pero dudo que cien mil o más dólares se entreguen, así nomás, al primero que toque las puertas de la selva pidiendo plata con una banderita verde de Alianza PAIS.
Correa, para variar, le dio la vuelta al asunto buscando culpables. Dijo que el video es una estrategia “para desestabilizar a los gobiernos progresistas” y que “hay una arremetida de la derecha y de todos sus instrumentos y todas sus armas, entre ellos, los medios de comunicación”. Ahora los culpables son los medios por transmitir el video.
Correa dice que no conoce personalmente a nadie que pertenezca a las FARC. Le creo. Pero el asunto no es si Correa se ha tomado un trago con los guerrilleros. El asunto es si estos guerrilleros tienen excesiva influencia en este Gobierno, sea por afinidad ideológica o, peor aún, por contribución a la campaña.
La otra noche un periodista le decía a su entrevistado que en defensa de nuestro país debíamos defender al presidente Correa de estas acusaciones. Pero los intereses del país y su Presidente no son siempre los mismos. Necesitamos saber la verdad de quienes nos gobiernan. Está en juego la imagen de PAIS y de nuestro país, casa adentro y ante el mundo. Por la plata baila el mono, canta Wilfrido Vargas. Debemos saber quiénes bailaron aquí.
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