En el año 92, durante su campaña presidencial, Bill Clinton apareció en el popular show de Arsenio Hall. Con gafas oscuras, Clinton tocó el saxofón. Muchos dicen que ese momento fue crucial en su campaña para ganarse la simpatía –y los votos– de miles de personas que se identificaron con el joven y moderno candidato.
Los políticos han entendido que los votos se ganan contagiando simpatía. Más que por promesas o planes específicos, al final votamos por el candidato que se gana nuestra confianza y nos cae bien. Los votos cada vez se ganan menos en debates o entrevistas profundas. Se ganan entre bailes, canciones y bromas en programas de TV.
Este domingo, varios candidatos llevaron al extremo esta realidad al aparecer en el divertido programa ‘Buenos Muchachos’ (el mismo que tuvo que salir de uno de los canales incautados por sus críticas al Gobierno). Fue, como lo anunciaban los animadores del show, toda una “fanesca política”.
El programa me dejó más claro que antes que bajo las reglas de juego actual los candidatos no pueden realmente darse a conocer. Al estar limitados a un mínimo espacio publicitario, les toca recurrir, más que antes, a simples eslóganes y cualquier efecto creativo que haga que la gente los recuerde. La dizque igualdad para todos los candidatos los termina hundiendo en el mismo anonimato, mientras quienes van por la reelección tienen todas las de ganar al ser los únicos con los medios y cobertura para ser escuchados. La supuesta igualdad de condiciones termina siendo lo contrario.
En el programa del domingo los candidatos repetían su eslogan y un par de promesas acompañados de algún recurso visual. Parecían vendedores ambulantes, que ofrecen sus productos sin dar mayor explicación. Ahí, en ese programa y en estas elecciones en general, no hay tiempo para sentarse a explicar las cosas.
Tal vez idealizo elecciones pasadas, pero siento que al menos conocíamos a los candidatos principales y sus propuestas. Había un encuentro de ideas y proyectos que podíamos comparar. Los candidatos se exponían más tiempo en los medios. Hoy, venden eslóganes, gestos e impresiones en pocos segundos.
Álvaro Noboa repite que “de aquí en adelante el grito de la calle va a ser ¿De qué se ríe Correa?”. Pierina Correa canta inspirada. Rafael Cuesta con la boca pintada con la bandera de Guayas dice que “esta boca habla por Guayas”. Dalo Bucaram y su esposa Gabriela Pazmiño, se apoderan del escenario, cantan, y repiten mil veces su eslogan “Dalo por hecho”. Lucio Gutiérrez trae “una pistolita para hacerle pum pum a los precios altos de los víveres” y “una cajita de fósforos para quemar los precios altos del que sabemos” mientras repite que “Con Lucio todo era barato, ahora todo está caro”. Y así pasan al escenario los candidatos con sus ventas, tratando de convencernos en pocos segundos.
El programa me hizo reír. Pero en el fondo, da ganas de llorar por el básico nivel de nuestros candidatos y de campañas con las que se supone debemos decidir nuestro voto. Salvo pocas excepciones, como las campañas de Barrera y Ricaurte, candidatos a la Alcaldía de Quito, que constantemente debaten y discuten sus planes, aquí para ganar toca cantar y bailar. Y a nosotros, reír para no llorar.
1 comentario:
Buen post, yo también tuve la misma impresión.
Pero entonces que alguien me explique porqué la Asociación de Canales de Televisión o la unión de 2 o más canales dejan de pasar tantas novelas estúpidas y arman un debate bien montado con tiempos, temas importantes, etc.(no como la pantomima que hacen cuando lo entrevistan a su majestad y resulta que se convierte en un monólogo.)
Digo hasta ahora el formato es entrevistar a tal o cual candidato sin un contrapunto, lo que se convierte en pura paja mental. Me gustaría que propicien debates de altura con moderadores expertos que los conduzcan.
Lamentablemente nos estan condenando a vivir en la mediocridad aceptando al candidato más simpático. Vale más parecer que ser. Ese fue el trampolín del emperador Rafael I, hombre de gran simpatía como decía mi abuela "dientes para afuera", pero de un corazón enfermo de odio, rencor y complejos. (de la abundancia del corazón habla la boca).
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