Estamos nerviosos.
En España, el número de desempleados se acerca a los 3,5 millones. Tiemblan los bancos más poderosos de Estados Unidos y Europa. Tambalean gigantes como General Motors y Ford. Por nuestros barrios el petróleo no sube de precio, las remesas disminuyen, las inversiones escasean y la actitud de este gobierno no ayuda a que la plata venga.
Lejos han quedado esas desatinadas expresiones de Correa: “¡A mí qué me importa la crisis de Estados Unidos! ¡Qué nos interesa lo que pase afuera!”. Importa. Y mucho.
La semana pasada Diego Borja, ministro coordinador de Política Económica (otro de esos inventados ministerios “revolucionarios”), dijo en una entrevista que la dolarización está en peligro. Eso ya lo venían diciendo varios analistas. Pero cuando una autoridad del Gobierno lo dice, es para ponerse más nervioso.
Borja dice no entender por qué los banqueros sacan la plata del país alegando que el Ecuador es muy riesgoso. “¿Qué país en estos momentos de la crisis financiera internacional no es riesgoso?”, se pregunta el Ministro.
Yo solo sé que si los bancos prefieren tener su plata afuera, aun estando el resto de países en crisis, nos damos una idea de la poca confianza y verdaderos riesgos que aquí existen.
El Gobierno quiere que los banqueros traigan la plata y la presten para generar más actividad económica. El Gobierno ofrecería estímulos tributarios e inyectaría 800 millones para asegurar la liquidez de la banca. Pero dudo que la banca sienta la confianza suficiente para traer la plata de los depositantes. Esa confianza se la debe ganar el Gobierno brindando la seguridad y estabilidad que sistemáticamente ha venido destruyendo.
Según Abelardo Pachano, en una entrevista en reacción a las declaraciones de Borja, “hay que agradecer que tenemos recursos a la disposición del sistema financiero, porque si eso hubiera hecho simultáneamente el gobierno con las cuentas públicas, no estaríamos tan preocupados y tan agobiados por las secuelas de la crisis internacional”. Es decir, si el Gobierno en lugar de despilfarrar la plata, hubiera sido más precavido como la banca privada, el panorama no sería tan grave.
No estaríamos tan nerviosos como andamos estos días, imaginando una caída de la dolarización. Esa horrible pesadilla. Nuestros depósitos y sueldos hechos polvo. Gente corriendo a sacar su plata de los bancos. Y este gobierno con la maquinita para imprimir billetes según su estado de ánimo.
Lo irónico es que por ahí nos quieren vender la idea de que esa pesadilla sería más bien un dulce sueño. Un reciente estudio de la Senplades dice que el 89% de los ecuatorianos cree que su condición de vida actual es peor que antes de la dolarización. Tal vez el estudio no recoge que la situación de los ecuatorianos sería aun peor sin dolarización. Simplemente no veo a la gente sonriendo más porque les paguen el sueldo con un instantáneamente devaluado nuevo sucre, rafico, o como bauticen al pobre niño.
Borja dijo en su entrevista que “es política del Gobierno defender la dolarización, y por una sola consideración, porque contribuye a mantener el poder adquisitivo de las familias ecuatorianas”. Queremos creerle. Pero cada día es más difícil.
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