Estoy trotando por el malecón de Salinas. Cuatro buques militares me interrumpen el azul del mar. Descansan grises y pesados frente a la playa. Me pregunto: ¿los necesitamos?
Lo militar acompaña nuestras vidas. Desde la escuela marchábamos como pequeños soldados con el izquier, dos, tres, cuatro. A los 18 debimos presentarnos para que nos examinaran y nos entregaran un carné. Los jóvenes de hoy al menos se ahorrarán ese trámite. Si algo bueno dejó la Asamblea Constituyente –al menos una cosa– fue terminar con la ridiculez del servicio militar obligatorio.
Los militares reaparecen por diversos motivos. A veces los vemos junto al presidente de turno en las graderías de sus desfiles donde hacemos alarde de todo el dinero gastado en tanques y aviones. A veces aparecen como “garantes de nuestra democracia” decidiendo quién se queda o quién se va de Carondelet.
El mundo está acostumbrado a la presencia militar. Vemos casi normal que se despilfarre el dinero de países chiquitos y pobres como el nuestro en aviones que nunca irán a una guerra, en buques que jamás enfrentarán un enemigo, en fusiles que se dispararán solo en simulacros. Y nuestros gobernantes, que necesitan el apoyo de las fuerzas armadas, aprenden desde el primer día a mantenerlas contentas gastando nuestra plata en ellas.
Se puede entender que las grandes potencias tengan grandes ejércitos. Les toca. Pero países como el nuestro, ¿necesitamos grandes ejércitos y tanto armamento para pelear con enemigos que no tenemos? Perú no es nuestro enemigo. Firmamos la paz con el Perú y acabamos con ese absurdo conflicto. Colombia no es nuestro enemigo, aunque Correa diga lo contrario.
Esa postura presidencial de hacer del gobierno colombiano nuestro enemigo –más que a las FARC– solo sirve para justificar un mayor gasto militar. Nada como crear un enemigo externo para botar plata en más armamento.
En Latinoamérica somos tan parecidos. Somos la misma gente. Y sin embargo nos continuamos armando hasta los dientes. ¿Será porque nos tenemos real desconfianza? ¿O será porque hay que mantener la idea del peligro latente para justificar más bases, aviones y armamento? Latinoamérica arma ejércitos para jugar a la guerra entre países vecinos, cuando en realidad el peligro es interno.
Sin duda las Fuerzas Armadas nos han enorgullecido muchas veces. Les debemos respeto por protegernos. Pero yo me sentiré más seguro como ecuatoriano el día que nos ocupemos mucho más de la seguridad interna que de supuestas amenazas externas. El real peligro está aquí entre nosotros, en la delincuencia en las calles, sin importar la nacionalidad del criminal. Ahí debe estar el enfoque del gasto en seguridad. Esa delincuencia se combate con una Policía profesional y bien equipada. Se combate con más educación. Y eso cuesta plata, tantas veces desperdiciada en gastos militares innecesarios.
Sigo trotando, ahora en Chipipe. La calle continúa pero no puedo avanzar. Ahí está, inmensa y desperdiciada, la Base Naval de Salinas. ¿Qué misión real cumple esa base para nuestra seguridad? Doy media vuelta y continúo mi camino, mientras sueño que un día ese espacio de pocos será de todos. Que un día tendremos un gobierno con la decisión para iniciar el verdadero cambio hacia un Ecuador más seguro donde lo militar pase desapercibido.
jueves, marzo 26, 2009
domingo, marzo 22, 2009
Me quejo
Talvez es el calor, la humedad y las lluvias que vivimos en Guayaquil estos días. Talvez es la maldita gotera que se abrió en media sala de mi casa. O talvez es la política ecuatoriana, liderada por un Presidente que se dedica a cantar canciones protesta, insultar cada sábado a una nueva víctima y alabar a Fidel, Chávez y el Che, mientras el país se va hundiendo en el atraso. Talvez es la unión de todo eso.
Lo cierto es que he llegado este lunes al trabajo quejándome por todo y con ganas de quejarme más de las estupideces cotidianas que nos toca vivir. Insignificantes quizás frente a los grandes problemas del país, pero suficientes para amargarnos momentos de la vida.
Empiezo a quejarme.
Me quejo de los expertos en corchar ascensores. Van a trabajar todos los días. Suben y bajan ascensores a diario. Pero igual, se empeñan en entrar al ascensor antes de que uno pueda salir de él. Las puertas se abren, uno se dispone a salir libremente del ascensor, y nunca falta ese que empuja su cuerpo hacia adentro creando un absurdo y tercermundista embotellamiento humano.
Junto a ellos, coexiste otro espécimen del mundo de los ascensores de oficinas. El que presiona el botón para bajar cuando va a subir, y el botón para subir cuando va a bajar. Lo que le importa es que se abra la puerta del ascensor y entrar en él. Si sube o baja da igual. Que los ascensores se demoren en llegar por su culpa, da lo mismo. Por eso, me he encontrado con ciertos edificios de oficinas que muy didácticamente intentan educar a este espécimen laboral: junto al botón con la flecha para arriba aparece un letrerito que dice “oprima este botón solo para subir”, y junto al botón con la flecha para abajo, un letrerito repite “oprima este botón solo para bajar”. Siento vergüenza ajena ante lo que un extranjero puede pensar al leer esta obviedad. Pero no aprendemos.
Me sigo quejando.
Me quejo, sobre todo en esta época de viajes a la playa, del idiota que viaja a cincuenta kilómetros por hora por el carril izquierdo. De nada sirven los carteles que dicen que maneje por el carril derecho, y que la izquierda es solo para rebasar. Es inútil hacerle luces para que se haga a un lado y te deje pasar. El sigue tranquilo. Ni se inmuta. A veces es por ignorancia, a veces porque les da la gana. Taponan carreteros, causan accidentes, y ellos campantes comiendo su empanada por el carril izquierdo.
Más quejas.
El que se te pega en la cola. La del banco, la del aeropuerto, cualquier cola. Hay espacio suficiente para todos. No hay razón para estar tan juntitos. Pero igual se te pega. Te respira en la espalda. Sientes su respiración caliente, su tufillo, su brazo rozando tu brazo. Cree que pegándose más a ti la cola avanzará más rápido, que el cajero se apurará contando billetes o que el avión no lo dejará botado. Y cuando alguien avanza adelante tuyo, te empuja con su cuerpo para que también te adelantes. ¡Señor, el avión no lo va a dejar!
Y una queja más.
Los que pitan. Pitan antes de que la luz cambie a verde como anunciándote que te vayas preparando para avanzar. Pitan para pasar. Pitan para avisar que ya llegaron. Pitan para saludar al del carro de al lado. Pitan y vuelven a pitar por el malsano placer de interrumpir nuestra tranquilidad pitando. Estos sujetos suelen conducir taxis destartalados, buses con leyendas de “Cristo te ama”, o autos dizque tuneados con peluches colgando del retrovisor. Y suelen amargarte tu viaje a Salinas bloqueando el carril izquierdo.
* Publicado en revista SoHo de Marzo.
Lo cierto es que he llegado este lunes al trabajo quejándome por todo y con ganas de quejarme más de las estupideces cotidianas que nos toca vivir. Insignificantes quizás frente a los grandes problemas del país, pero suficientes para amargarnos momentos de la vida.
Empiezo a quejarme.
Me quejo de los expertos en corchar ascensores. Van a trabajar todos los días. Suben y bajan ascensores a diario. Pero igual, se empeñan en entrar al ascensor antes de que uno pueda salir de él. Las puertas se abren, uno se dispone a salir libremente del ascensor, y nunca falta ese que empuja su cuerpo hacia adentro creando un absurdo y tercermundista embotellamiento humano.
Junto a ellos, coexiste otro espécimen del mundo de los ascensores de oficinas. El que presiona el botón para bajar cuando va a subir, y el botón para subir cuando va a bajar. Lo que le importa es que se abra la puerta del ascensor y entrar en él. Si sube o baja da igual. Que los ascensores se demoren en llegar por su culpa, da lo mismo. Por eso, me he encontrado con ciertos edificios de oficinas que muy didácticamente intentan educar a este espécimen laboral: junto al botón con la flecha para arriba aparece un letrerito que dice “oprima este botón solo para subir”, y junto al botón con la flecha para abajo, un letrerito repite “oprima este botón solo para bajar”. Siento vergüenza ajena ante lo que un extranjero puede pensar al leer esta obviedad. Pero no aprendemos.
Me sigo quejando.
Me quejo, sobre todo en esta época de viajes a la playa, del idiota que viaja a cincuenta kilómetros por hora por el carril izquierdo. De nada sirven los carteles que dicen que maneje por el carril derecho, y que la izquierda es solo para rebasar. Es inútil hacerle luces para que se haga a un lado y te deje pasar. El sigue tranquilo. Ni se inmuta. A veces es por ignorancia, a veces porque les da la gana. Taponan carreteros, causan accidentes, y ellos campantes comiendo su empanada por el carril izquierdo.
Más quejas.
El que se te pega en la cola. La del banco, la del aeropuerto, cualquier cola. Hay espacio suficiente para todos. No hay razón para estar tan juntitos. Pero igual se te pega. Te respira en la espalda. Sientes su respiración caliente, su tufillo, su brazo rozando tu brazo. Cree que pegándose más a ti la cola avanzará más rápido, que el cajero se apurará contando billetes o que el avión no lo dejará botado. Y cuando alguien avanza adelante tuyo, te empuja con su cuerpo para que también te adelantes. ¡Señor, el avión no lo va a dejar!
Y una queja más.
Los que pitan. Pitan antes de que la luz cambie a verde como anunciándote que te vayas preparando para avanzar. Pitan para pasar. Pitan para avisar que ya llegaron. Pitan para saludar al del carro de al lado. Pitan y vuelven a pitar por el malsano placer de interrumpir nuestra tranquilidad pitando. Estos sujetos suelen conducir taxis destartalados, buses con leyendas de “Cristo te ama”, o autos dizque tuneados con peluches colgando del retrovisor. Y suelen amargarte tu viaje a Salinas bloqueando el carril izquierdo.
* Publicado en revista SoHo de Marzo.
jueves, marzo 19, 2009
Voto doloroso
Rafael Correa. Lucio Gutiérrez. Álvaro Noboa. Martha Roldós. Cuatro nombres en los que se resume el triste panorama de la política ecuatoriana.
Rafael Correa ganará. De eso no hay duda. Pero estas elecciones quedarán como un recordatorio de que la política no cambia, que no hay voces que valgan la pena, que algo distinto deberá suceder en cuatro años si queremos salvarnos.
Noboa y Gutiérrez, representan el pasado que queremos dejar atrás. Correa es el presente del que queremos librarnos. Y Roldós es una reacción valiente al presente, pero una reacción que nos llevaría en una dirección equivocada.
Gutiérrez. No se puede esperar mucho de un ex presidente que se hizo famoso por liderar un golpe de Estado. Linda forma de pretender dirigir una democracia. Su paso por la presidencia fue una oportunidad perdida. El dictócrata se burló de la democracia. Lo echaron a la calle. Hoy su credibilidad es escasa. No suenan tan mal algunas de sus propuestas, pero ¿cómo creerle?
Noboa. ¿Será que disfruta perder elecciones? Esta será su cuarta derrota. Su papel como candidato a la presidencia se ha caracterizado por hacernos sufrir a los ecuatorianos de una terrible vergüenza ajena colectiva. Aunque esta vez ha dicho que no utilizará la religión y el show en su campaña (no más Biblia al aire, rezos arrodillados, y conversaciones directas con el más allá), ya lo conocemos y sabemos que es difícil ese cambio. Noboa representa la política que debemos enterrar: partido político con dueño, sin real ideología, creado para llevarlo al poder; campañas y discursos populistas donde los votos se consiguen con promesas imposibles; ausencia de ideas y planes reales de cambio.
Roldós. Admiro su oposición a este Gobierno con el cual ella simpatizaba inicialmente. Su voz en estas elecciones representa a esa izquierda desencantada con este Gobierno cuya ideología se ha limitado a la acumulación de poder. Representa a muchos que votaron llenos de esperanza por Correa. Que se identificaban con Alianza PAIS. Pero que ya no pueden apoyar a un Presidente que manda a detener a cualquiera que lo mira mal, por dizque ofende su majestad. No pueden identificarse con un socialismo, cuyo principal enfoque no es el bienestar de la sociedad, sino mantener la popularidad suficiente para reelegirse eternamente. Lastimosamente Roldós apoya una izquierda radical alejadísima del camino que nos puede llevar al progreso.
Y Correa. Prometió cambio. Y lo trajo. Un cambio para mal. Cambio hacia el autoritarismo, el Estado obeso y la concentración de poder. El cambio que no queremos. Su gobierno despilfarró nuestro dinero a cambio de popularidad y votos. Su estilo espantó la inversión. Y hoy, sin la plata de antes, los problemas serán reales y tocarán cada uno de nuestros estómagos y billeteras.
Ya nos ha tocado en el pasado votar por el mal menor. Pero creo que nunca como ahora ha sido un voto tan doloroso. Ni siquiera tenemos la vaga esperanza de que el mal menor pueda ganar o incluso alcanzar la segunda vuelta.
Si bien el voto nulo representa un rechazo a todos y todo, no ayuda en nada. Mejor votar por alguno, que desperdiciarlo en ninguno.
Voto doloroso. Voto vacío de esperanza. Voto que daré al que vaya segundo, en rechazo a este Gobierno.
Rafael Correa ganará. De eso no hay duda. Pero estas elecciones quedarán como un recordatorio de que la política no cambia, que no hay voces que valgan la pena, que algo distinto deberá suceder en cuatro años si queremos salvarnos.
Noboa y Gutiérrez, representan el pasado que queremos dejar atrás. Correa es el presente del que queremos librarnos. Y Roldós es una reacción valiente al presente, pero una reacción que nos llevaría en una dirección equivocada.
Gutiérrez. No se puede esperar mucho de un ex presidente que se hizo famoso por liderar un golpe de Estado. Linda forma de pretender dirigir una democracia. Su paso por la presidencia fue una oportunidad perdida. El dictócrata se burló de la democracia. Lo echaron a la calle. Hoy su credibilidad es escasa. No suenan tan mal algunas de sus propuestas, pero ¿cómo creerle?
Noboa. ¿Será que disfruta perder elecciones? Esta será su cuarta derrota. Su papel como candidato a la presidencia se ha caracterizado por hacernos sufrir a los ecuatorianos de una terrible vergüenza ajena colectiva. Aunque esta vez ha dicho que no utilizará la religión y el show en su campaña (no más Biblia al aire, rezos arrodillados, y conversaciones directas con el más allá), ya lo conocemos y sabemos que es difícil ese cambio. Noboa representa la política que debemos enterrar: partido político con dueño, sin real ideología, creado para llevarlo al poder; campañas y discursos populistas donde los votos se consiguen con promesas imposibles; ausencia de ideas y planes reales de cambio.
Roldós. Admiro su oposición a este Gobierno con el cual ella simpatizaba inicialmente. Su voz en estas elecciones representa a esa izquierda desencantada con este Gobierno cuya ideología se ha limitado a la acumulación de poder. Representa a muchos que votaron llenos de esperanza por Correa. Que se identificaban con Alianza PAIS. Pero que ya no pueden apoyar a un Presidente que manda a detener a cualquiera que lo mira mal, por dizque ofende su majestad. No pueden identificarse con un socialismo, cuyo principal enfoque no es el bienestar de la sociedad, sino mantener la popularidad suficiente para reelegirse eternamente. Lastimosamente Roldós apoya una izquierda radical alejadísima del camino que nos puede llevar al progreso.
Y Correa. Prometió cambio. Y lo trajo. Un cambio para mal. Cambio hacia el autoritarismo, el Estado obeso y la concentración de poder. El cambio que no queremos. Su gobierno despilfarró nuestro dinero a cambio de popularidad y votos. Su estilo espantó la inversión. Y hoy, sin la plata de antes, los problemas serán reales y tocarán cada uno de nuestros estómagos y billeteras.
Ya nos ha tocado en el pasado votar por el mal menor. Pero creo que nunca como ahora ha sido un voto tan doloroso. Ni siquiera tenemos la vaga esperanza de que el mal menor pueda ganar o incluso alcanzar la segunda vuelta.
Si bien el voto nulo representa un rechazo a todos y todo, no ayuda en nada. Mejor votar por alguno, que desperdiciarlo en ninguno.
Voto doloroso. Voto vacío de esperanza. Voto que daré al que vaya segundo, en rechazo a este Gobierno.
jueves, marzo 12, 2009
Chávez otra vez
Parece que de Chávez solo hemos visto el comienzo. Lo suyo es seguir el mismo camino de su maestro en Cuba. El camino a la profundización del “Socialismo del Siglo XXI”.
Chávez inicia una nueva ofensiva contra la empresa privada y el sector agroindustrial, con la demagógica excusa de la soberanía y seguridad alimentaria. Lindas palabras para legitimar un robo. Chávez ha intervenido o expropiado empresas arroceras y de alimentos. Y parece que no se detendrá.
Sus expropiaciones hasta llegaron a la ciudad. A la Coca Cola le dio dos semanas para dejar un estacionamiento en Caracas. El área sería más revolucionariamente útil con un proyecto de vivienda. Según Chávez, se trata de convertir la propiedad privada en “propiedad social”. Otro de esos términos con los que los dictadores se apropian de cualquier cosa.
Y para aumentar sus atropellos y demostrar que su voluntad se impone hasta en lo más insignificante, Chávez ordenó la clausura de la exhibición Bodies revealed en Caracas.
Pude visitar esta exhibición en Nueva York. Presenta cuerpos humanos preservados de una forma innovadora y sorprendente. Cuando visité la muestra, decenas de niños aprendían y descubrían más sobre el cuerpo humano como nunca lo podrían hacer en sus libros de clase.
Para Chávez, que como Correa tiene esa facilidad de opinar y meterse en todo, la muestra se trata de “un espectáculo macabro” que refleja la “descomposición moral que sacude el planeta”. Así que, como buen dictador, mandó a cerrar la exhibición, dizque por un delito aduanero en el ingreso de los cadáveres al país.
Ahí es cuando se ve la diferencia entre una democracia y una dictadura. En los países democráticos, varios grupos se han opuesto a esta exhibición. Han protestado ante las autoridades. Han creado páginas webs y comunidades que reúnen firmas rechazándola. Y las autoridades han actuado según la ley, permitiendo la instalación de la exhibición.
Pero no en Venezuela. Si al Presidente no le gusta, la exhibición se cierra. Si al Presidente no le gusta el precio del arroz, se lleva las arroceras. Si el Presidente quiere construir viviendas en la ciudad, simplemente toma cualquier terreno privado. ¿Imaginan a un presidente de una democracia actuando de esa manera? ¿Imaginan esto sucediendo aquí con nuestro Presidente? Si lo podemos imaginar, nuestra “democracia” deja mucho que desear.
Chávez y su socialismo imponen una cultura: su cultura (o falta de cultura). Una visión: su visión. Una ideología. Un modo de pensar. El Socialismo del Siglo XXI, como todos sus antecesores ideológicos, solo funciona en una dictadura en la que se imponen ideas y decisiones. Solo puede existir suprimiendo la libertad individual.
Eso de las elecciones es puro maquillaje. Chávez empieza a perpetuarse en el poder como su maestro Fidel solo pudo soñarlo: con el voto popular que “legitima” sus abusos. Al fin y al cabo, ¿le importa a la mayoría si su presidente cierra una exhibición o interviene empresas privadas? ¿Valora la mayoría de personas la libertad individual cuando su líder los mantiene contentos con bonos y demagogia?
Y acá, ¿nos importa? ¿Entendemos que sin libertad no hay futuro? ¿Permitiremos la profundización del “Socialismo del Siglo XXI”?
Chávez inicia una nueva ofensiva contra la empresa privada y el sector agroindustrial, con la demagógica excusa de la soberanía y seguridad alimentaria. Lindas palabras para legitimar un robo. Chávez ha intervenido o expropiado empresas arroceras y de alimentos. Y parece que no se detendrá.
Sus expropiaciones hasta llegaron a la ciudad. A la Coca Cola le dio dos semanas para dejar un estacionamiento en Caracas. El área sería más revolucionariamente útil con un proyecto de vivienda. Según Chávez, se trata de convertir la propiedad privada en “propiedad social”. Otro de esos términos con los que los dictadores se apropian de cualquier cosa.
Y para aumentar sus atropellos y demostrar que su voluntad se impone hasta en lo más insignificante, Chávez ordenó la clausura de la exhibición Bodies revealed en Caracas.
Pude visitar esta exhibición en Nueva York. Presenta cuerpos humanos preservados de una forma innovadora y sorprendente. Cuando visité la muestra, decenas de niños aprendían y descubrían más sobre el cuerpo humano como nunca lo podrían hacer en sus libros de clase.
Para Chávez, que como Correa tiene esa facilidad de opinar y meterse en todo, la muestra se trata de “un espectáculo macabro” que refleja la “descomposición moral que sacude el planeta”. Así que, como buen dictador, mandó a cerrar la exhibición, dizque por un delito aduanero en el ingreso de los cadáveres al país.
Ahí es cuando se ve la diferencia entre una democracia y una dictadura. En los países democráticos, varios grupos se han opuesto a esta exhibición. Han protestado ante las autoridades. Han creado páginas webs y comunidades que reúnen firmas rechazándola. Y las autoridades han actuado según la ley, permitiendo la instalación de la exhibición.
Pero no en Venezuela. Si al Presidente no le gusta, la exhibición se cierra. Si al Presidente no le gusta el precio del arroz, se lleva las arroceras. Si el Presidente quiere construir viviendas en la ciudad, simplemente toma cualquier terreno privado. ¿Imaginan a un presidente de una democracia actuando de esa manera? ¿Imaginan esto sucediendo aquí con nuestro Presidente? Si lo podemos imaginar, nuestra “democracia” deja mucho que desear.
Chávez y su socialismo imponen una cultura: su cultura (o falta de cultura). Una visión: su visión. Una ideología. Un modo de pensar. El Socialismo del Siglo XXI, como todos sus antecesores ideológicos, solo funciona en una dictadura en la que se imponen ideas y decisiones. Solo puede existir suprimiendo la libertad individual.
Eso de las elecciones es puro maquillaje. Chávez empieza a perpetuarse en el poder como su maestro Fidel solo pudo soñarlo: con el voto popular que “legitima” sus abusos. Al fin y al cabo, ¿le importa a la mayoría si su presidente cierra una exhibición o interviene empresas privadas? ¿Valora la mayoría de personas la libertad individual cuando su líder los mantiene contentos con bonos y demagogia?
Y acá, ¿nos importa? ¿Entendemos que sin libertad no hay futuro? ¿Permitiremos la profundización del “Socialismo del Siglo XXI”?
jueves, marzo 05, 2009
Nerviosos
Estamos nerviosos.
En España, el número de desempleados se acerca a los 3,5 millones. Tiemblan los bancos más poderosos de Estados Unidos y Europa. Tambalean gigantes como General Motors y Ford. Por nuestros barrios el petróleo no sube de precio, las remesas disminuyen, las inversiones escasean y la actitud de este gobierno no ayuda a que la plata venga.
Lejos han quedado esas desatinadas expresiones de Correa: “¡A mí qué me importa la crisis de Estados Unidos! ¡Qué nos interesa lo que pase afuera!”. Importa. Y mucho.
La semana pasada Diego Borja, ministro coordinador de Política Económica (otro de esos inventados ministerios “revolucionarios”), dijo en una entrevista que la dolarización está en peligro. Eso ya lo venían diciendo varios analistas. Pero cuando una autoridad del Gobierno lo dice, es para ponerse más nervioso.
Borja dice no entender por qué los banqueros sacan la plata del país alegando que el Ecuador es muy riesgoso. “¿Qué país en estos momentos de la crisis financiera internacional no es riesgoso?”, se pregunta el Ministro.
Yo solo sé que si los bancos prefieren tener su plata afuera, aun estando el resto de países en crisis, nos damos una idea de la poca confianza y verdaderos riesgos que aquí existen.
El Gobierno quiere que los banqueros traigan la plata y la presten para generar más actividad económica. El Gobierno ofrecería estímulos tributarios e inyectaría 800 millones para asegurar la liquidez de la banca. Pero dudo que la banca sienta la confianza suficiente para traer la plata de los depositantes. Esa confianza se la debe ganar el Gobierno brindando la seguridad y estabilidad que sistemáticamente ha venido destruyendo.
Según Abelardo Pachano, en una entrevista en reacción a las declaraciones de Borja, “hay que agradecer que tenemos recursos a la disposición del sistema financiero, porque si eso hubiera hecho simultáneamente el gobierno con las cuentas públicas, no estaríamos tan preocupados y tan agobiados por las secuelas de la crisis internacional”. Es decir, si el Gobierno en lugar de despilfarrar la plata, hubiera sido más precavido como la banca privada, el panorama no sería tan grave.
No estaríamos tan nerviosos como andamos estos días, imaginando una caída de la dolarización. Esa horrible pesadilla. Nuestros depósitos y sueldos hechos polvo. Gente corriendo a sacar su plata de los bancos. Y este gobierno con la maquinita para imprimir billetes según su estado de ánimo.
Lo irónico es que por ahí nos quieren vender la idea de que esa pesadilla sería más bien un dulce sueño. Un reciente estudio de la Senplades dice que el 89% de los ecuatorianos cree que su condición de vida actual es peor que antes de la dolarización. Tal vez el estudio no recoge que la situación de los ecuatorianos sería aun peor sin dolarización. Simplemente no veo a la gente sonriendo más porque les paguen el sueldo con un instantáneamente devaluado nuevo sucre, rafico, o como bauticen al pobre niño.
Borja dijo en su entrevista que “es política del Gobierno defender la dolarización, y por una sola consideración, porque contribuye a mantener el poder adquisitivo de las familias ecuatorianas”. Queremos creerle. Pero cada día es más difícil.
En España, el número de desempleados se acerca a los 3,5 millones. Tiemblan los bancos más poderosos de Estados Unidos y Europa. Tambalean gigantes como General Motors y Ford. Por nuestros barrios el petróleo no sube de precio, las remesas disminuyen, las inversiones escasean y la actitud de este gobierno no ayuda a que la plata venga.
Lejos han quedado esas desatinadas expresiones de Correa: “¡A mí qué me importa la crisis de Estados Unidos! ¡Qué nos interesa lo que pase afuera!”. Importa. Y mucho.
La semana pasada Diego Borja, ministro coordinador de Política Económica (otro de esos inventados ministerios “revolucionarios”), dijo en una entrevista que la dolarización está en peligro. Eso ya lo venían diciendo varios analistas. Pero cuando una autoridad del Gobierno lo dice, es para ponerse más nervioso.
Borja dice no entender por qué los banqueros sacan la plata del país alegando que el Ecuador es muy riesgoso. “¿Qué país en estos momentos de la crisis financiera internacional no es riesgoso?”, se pregunta el Ministro.
Yo solo sé que si los bancos prefieren tener su plata afuera, aun estando el resto de países en crisis, nos damos una idea de la poca confianza y verdaderos riesgos que aquí existen.
El Gobierno quiere que los banqueros traigan la plata y la presten para generar más actividad económica. El Gobierno ofrecería estímulos tributarios e inyectaría 800 millones para asegurar la liquidez de la banca. Pero dudo que la banca sienta la confianza suficiente para traer la plata de los depositantes. Esa confianza se la debe ganar el Gobierno brindando la seguridad y estabilidad que sistemáticamente ha venido destruyendo.
Según Abelardo Pachano, en una entrevista en reacción a las declaraciones de Borja, “hay que agradecer que tenemos recursos a la disposición del sistema financiero, porque si eso hubiera hecho simultáneamente el gobierno con las cuentas públicas, no estaríamos tan preocupados y tan agobiados por las secuelas de la crisis internacional”. Es decir, si el Gobierno en lugar de despilfarrar la plata, hubiera sido más precavido como la banca privada, el panorama no sería tan grave.
No estaríamos tan nerviosos como andamos estos días, imaginando una caída de la dolarización. Esa horrible pesadilla. Nuestros depósitos y sueldos hechos polvo. Gente corriendo a sacar su plata de los bancos. Y este gobierno con la maquinita para imprimir billetes según su estado de ánimo.
Lo irónico es que por ahí nos quieren vender la idea de que esa pesadilla sería más bien un dulce sueño. Un reciente estudio de la Senplades dice que el 89% de los ecuatorianos cree que su condición de vida actual es peor que antes de la dolarización. Tal vez el estudio no recoge que la situación de los ecuatorianos sería aun peor sin dolarización. Simplemente no veo a la gente sonriendo más porque les paguen el sueldo con un instantáneamente devaluado nuevo sucre, rafico, o como bauticen al pobre niño.
Borja dijo en su entrevista que “es política del Gobierno defender la dolarización, y por una sola consideración, porque contribuye a mantener el poder adquisitivo de las familias ecuatorianas”. Queremos creerle. Pero cada día es más difícil.
miércoles, marzo 04, 2009
Revista la U. - Marzo 2009
Ya está circulando la U. de marzo en tu universidad!!!
Para pautar en revista la U. escribe a revistalau@yahoo.com. Envíanos tus artículos, fotos, ideas o comentarios a revistalau@yahoo.com.
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