Si de algo no pueden quejarse con este Gobierno los conductores de programas de entrevistas es de falta de material. Correa hace su trabajo más fácil. En especial, sus cadenas de los sábados son una rica fuente de controversias, insultos e ironías que dan condumio para varias entrevistas.
El zapping de canales cada mañana es un recuento de insultos presidenciales del sábado. La última cadena, “abusiva y populachera”, como la describió Jorge Ortiz, sirve como muestra. En ella, Correa demostró nuevamente que lo suyo es fregar a los demás, ocupándose de pequeñeces en las que un verdadero estadista no perdería ni un segundo de su tiempo.
Jorge Ortiz entrevista a Jaime Nebot. Le muestra las declaraciones de Correa en las que se queja por el amparo que impide al Gobierno emitir las cédulas de identidad de Guayaquil, cuya competencia fue cedida al Municipio. Exige que le permitan al Gobierno competir con el Municipio. Al menos Correa está aceptando que competir es bueno. Lástima que pretenda hacerlo absurdamente en un servicio que no lo justifica. Todos sabemos que esto es un capricho más del Gobierno, que pudiendo modernizar el Registro Civil de tantos otros cantones que lo necesitan, se mete a despilfarrar nuestra plata y armar escándalo y medio en la única ciudad donde la cedulación sí funciona eficientemente.
Ya que le gusta competir al Presidente, ¿qué tal permitir al Seguro Social competir con el sector privado para que cada ciudadano decida dónde ahorrar su propia plata? Pero claro, ahí dirá Correa que esto de la competencia es una cosa neoliberal, y que la seguridad social solo puede estar en manos del siempre solidario –y endeudado– Estado.
Cambiemos de canal. Carlos Vera entrevista a Leonardo Viteri, asambleísta de Manabí. Parte de la entrevista también se centra en el video de la cadena del sábado, donde Correa critica a Viteri con sus clásicas ironías y gestos tan poco presidenciales. La respuesta de Viteri a Correa va en el mismo tono de las acusaciones: “Yo tengo la suerte… de no tener traumas psicopatológicos, de no ser acomplejado, y de haber sido bien criado con el ejemplo de mis mayores”. Por ahí va la altura del debate político que el Presidente genera cada sábado.
Imagino a Correa en unos quince años, jubilado de la Presidencia, descansando en su exilio político. ¿Qué pensamientos pasarán por su calva cabeza recordando su presidencia? ¿Sentirá vergüenza de ese ridículo e inmaduro espectáculo que montaba cada sábado? ¿Le traerán los años la madurez y sabiduría suficientes para verse a sí mismo con ojos críticos y entender el mal que le hizo al país con sus bravuconadas, insultos, confrontaciones, egoísmos, caprichos y populismos? ¿O continuará desde sus clases universitarias en alguna universidad belga o venezolana –Chávez seguirá seguramente en el poder– despotricando contra la prensa y la oposición?
Para esas reflexiones falta mucho. Nos toca aguantar más espectáculos sabatinos. Nos toca seguir gobernados por un Presidente a quien, en lugar de poner como ejemplo para nuestros hijos, debemos desaparecer del televisor para que no aprendan de sus insultos e ironías. Nos toca otra elección en la que la mayoría votará por él. Vamos aprendiendo el masoquismo político venezolano.
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