Llegó en medio de una paranoia colectiva. El Y2K iba a poner al mundo patas arriba. Afortunadamente nada ocurrió. Comenzó sin contratiempos, entre fiestas con sabor a nuevos tiempos, esta primera década del siglo 21, de este nuevo milenio con sensación a futuro. Década tecnológica. Década esperanzadora.
Pero en poco tiempo, la paranoia inventada dio pasó al miedo real. La década, el siglo, el milenio, se estrenaban entre ataques terroristas de magnitudes que no imaginábamos. Nueva York, Washington, luego Madrid y Londres, y junto a ellos el mundo entero, lloraron las muertes provocadas por estúpidos fanatismos. Que siguen latentes. Que siguen regando miedo entre inocentes. Década terrorista. Década macabra.
Estados Unidos, líder de la escena mundial, será parte importante de nuestros recuerdos de esta primera década. Recordaremos las aterradoras imágenes de las torres gemelas cayendo y las terribles guerras de Bush. Pero seguramente, cuando pase el tiempo, más que el terrorismo y la guerra, quedará en nuestra memoria la imagen de Obama en la Casa Blanca, con su inmenso significado de cambio. Década de oportunidades. Década de expectativas.
En la política sudamericana esta fue la década del retorno a las más retrógradas políticas comunistas y estatistas. Si bien varios países, como Chile, Brasil, Perú, Colombia, avanzaron silenciosa y prudentemente con una línea pragmática y democrática; seguramente recordaremos más los abusos, exabruptos e incompetencia del escandaloso de Chávez y sus pupilos en la región. Década de estupidez. Década populista. Década de retroceso.
En la política ecuatoriana empezamos la década con la caída de un gobierno y un desastre financiero. Y terminamos la década con un Gobierno que acapara todo el poder, que no cree en la libertad individual y que se empeña en caminar para atrás. Vimos desfilar en esta primera década a cinco presidentes por los pasillos de Carondelet. Crisis bancaria, dolarización, dictócrata, forajidos, Asamblea Constituyente, demasiadas elecciones, hasta llegar a su majestad presidencial. Década políticamente triste, destructiva. Década corrupta, autoritaria, estancada. Década perdida.
Pero esta década trajo también los mayores triunfos y alegrías a nuestro país. Logramos lo que por varias décadas creímos imposible. Llegamos no una, sino dos veces, al mundial de fútbol. Los jugadores en la cancha nos enseñaron que aunque seamos un país pequeño podemos hacer cosas grandes, cuando nos esforzamos y trabajamos en equipo. Que es nuestro esfuerzo personal, no lo que prometan o hagan los gobiernos, lo que nos lleva lejos como individuos y país. Década de gol. Década de logros. Década de sí se puede.
Hoy terminamos esta primera década del siglo 21. ¿Cómo la recordaremos? ¿Miraremos atrás con tristeza una década perdida, violenta, retrógrada? ¿O pasará el tiempo y recordaremos de esta década sus avances tecnológicos, sus cambios, su esperanza, sus triunfos?
El tiempo lo dirá. Cada quien tendrá historias que festejar o lamentar de esta primera década que a media noche se va.
Se apagará la década entre fuegos artificiales, año viejo, brindis, bailes, juma y chuchaqui. Y mañana mismo, con el nuevo año, renacerá lo importante. Las ganas y la decisión de ser mejores y hacerlo mejor. Y la esperanza de que esta nueva década no nos defraude. Que sea memorable.
jueves, diciembre 31, 2009
jueves, diciembre 24, 2009
Feliz Navidad, Sofía
“Se fue la luz”, nos dices desilusionada cuando se apaga de repente la televisión, en la que ves ‘Buscando a Nemo’ por milésima vez. Con tu novato vocabulario, a tus dos años y medio, ya repites esa frase cada mañana desde hace algunas semanas. “Es por culpa de Correa”, te explico.
El otra día, cuando nuevamente se apagó tu película favorita, gritaste levantando tus brazos: “Se fue la luz, pod cupa de Codea”. Yo emocionado te di un abrazo. Tan chiquita y ya dices las cosas como son.
Hoy es Navidad, Sofía. Con apagones en la ciudad y en las mentes de nuestros gobernantes. Pero igual, Navidad. Te daremos tus regalos –en realidad los traerá Papá Noel en su trineo– por los que hemos pagado hasta el triple de lo que pagan los papás en otros países.
Es que este Gobierno cree en eso del proteccionismo, los altos aranceles, la sustitución de importaciones y todas esas recetas que ya han fracasado en el pasado. Ya te confundí, Sofi. No te preocupes. Papá Noel tampoco sabe de aranceles, ni trabas en las aduanas, ni absurdos nacionalismos. Él solo sabe de juguetes, canciones y alegría.
¿Te acuerdas que te conté la otra vez de unos señores muy feos que se llaman políticos? Hay uno en especial que ves a cada rato en la televisión moviendo los brazos, poniéndose bravo y diciendo cosas feas. ¡Adivinaste! Es Correa, el Presidente que trabaja en una casa muy grande que se llama Carondelet y usa unas camisas con muchas figuritas. Bueno, ese señor maneja un gobierno que el próximo mes ya cumple tres años. ¡Eso es más que toda tu vida! Y déjame felicitarte, Sofía. Porque en menos de esos tres años tú ya has aprendido a caminar, hablar, cantar, saltar, y hasta avisar para ir al baño. En cambio el Gobierno de ese señor ni siquiera puede gatear y se hace en los pantalones a cada rato.
Quisiera decirte cosas más bonitas por ser Navidad. Pero es difícil hacerlo cuando nos están quitando lo más importante en tu vida, la mía, la de tu mamá, tus abuelos, tus primos, tus amigos y toda la gente que te rodea: nuestra libertad. Ese señor y sus amigos se creen con el derecho a decidir lo que la gente puede decir. Son malos, como los de las películas. Nos quieren callar. Pero están equivocados y su poder es momentáneo. Por eso, tarde o temprano caerán. Y cuando seas mayor, leerás sobre los atropellos que se vivieron en el país cuando eras chiquita.
El mejor regalo que te quisiera dar, hoy y toda tu vida, es eso, tu libertad. Aquí, en este país, sin necesidad de escapar. Libertad para ser, decir y hacer lo que tú decidas, sin miedo. La libertad de vivir en un país donde no haya espacio para gobiernos abusivos que no entienden o no quieren tu libertad.
Espero que cuando llegues a primer grado y aprendas a leer, esos señores de Carondelet ya se hayan ido para no volver. Que en su lugar estén personas respetuosas que sí valoren y respeten nuestra libertad. Tal vez ahí sí, cuando llegue la Navidad, podré escribirte cartas más felices, no como esta que me quedó bastante triste.
El otra día, cuando nuevamente se apagó tu película favorita, gritaste levantando tus brazos: “Se fue la luz, pod cupa de Codea”. Yo emocionado te di un abrazo. Tan chiquita y ya dices las cosas como son.
Hoy es Navidad, Sofía. Con apagones en la ciudad y en las mentes de nuestros gobernantes. Pero igual, Navidad. Te daremos tus regalos –en realidad los traerá Papá Noel en su trineo– por los que hemos pagado hasta el triple de lo que pagan los papás en otros países.
Es que este Gobierno cree en eso del proteccionismo, los altos aranceles, la sustitución de importaciones y todas esas recetas que ya han fracasado en el pasado. Ya te confundí, Sofi. No te preocupes. Papá Noel tampoco sabe de aranceles, ni trabas en las aduanas, ni absurdos nacionalismos. Él solo sabe de juguetes, canciones y alegría.
¿Te acuerdas que te conté la otra vez de unos señores muy feos que se llaman políticos? Hay uno en especial que ves a cada rato en la televisión moviendo los brazos, poniéndose bravo y diciendo cosas feas. ¡Adivinaste! Es Correa, el Presidente que trabaja en una casa muy grande que se llama Carondelet y usa unas camisas con muchas figuritas. Bueno, ese señor maneja un gobierno que el próximo mes ya cumple tres años. ¡Eso es más que toda tu vida! Y déjame felicitarte, Sofía. Porque en menos de esos tres años tú ya has aprendido a caminar, hablar, cantar, saltar, y hasta avisar para ir al baño. En cambio el Gobierno de ese señor ni siquiera puede gatear y se hace en los pantalones a cada rato.
Quisiera decirte cosas más bonitas por ser Navidad. Pero es difícil hacerlo cuando nos están quitando lo más importante en tu vida, la mía, la de tu mamá, tus abuelos, tus primos, tus amigos y toda la gente que te rodea: nuestra libertad. Ese señor y sus amigos se creen con el derecho a decidir lo que la gente puede decir. Son malos, como los de las películas. Nos quieren callar. Pero están equivocados y su poder es momentáneo. Por eso, tarde o temprano caerán. Y cuando seas mayor, leerás sobre los atropellos que se vivieron en el país cuando eras chiquita.
El mejor regalo que te quisiera dar, hoy y toda tu vida, es eso, tu libertad. Aquí, en este país, sin necesidad de escapar. Libertad para ser, decir y hacer lo que tú decidas, sin miedo. La libertad de vivir en un país donde no haya espacio para gobiernos abusivos que no entienden o no quieren tu libertad.
Espero que cuando llegues a primer grado y aprendas a leer, esos señores de Carondelet ya se hayan ido para no volver. Que en su lugar estén personas respetuosas que sí valoren y respeten nuestra libertad. Tal vez ahí sí, cuando llegue la Navidad, podré escribirte cartas más felices, no como esta que me quedó bastante triste.
miércoles, diciembre 23, 2009
Un buen apagón
¿Cómo se verá Times Square apagado? Nos trepamos en un bus, que nos llevó avenida abajo por Broadway hasta alcanzar la calle 42, para averiguarlo. Las grandes luminarias del corazón de Nueva York apagadas. Sus gigantes letreros de mil colores estaban negros.
Jueves, 14 de agosto del 2003. El gran apagón en la costa este de Estados Unidos. Nueva York a oscuras. Y no podíamos estar más contentos ante el espectáculo que estábamos viviendo. Hasta los apagones son divertidos en una ciudad como Nueva York.
Eran eso de las 4 de la tarde. Pleno verano. Todo se apagó de repente. Rumores de atentado terrorista empezaron a circular por mi oficina. Seguían frescos los miedos y recuerdos del 11 de septiembre. En el fondo yo me reía. Con mi vasta experiencia ecuatoriana en lo que a apagones se refiere, me divertía viendo la preocupación e incredulidad de los gringos. ¿Cómo era posible que fallara la electricidad en pleno Nueva York, la ciudad que nunca duerme, donde las noches pueden ser tan claras como los días? Pasaron los minutos. Dijimos ya mismo se resuelve el problema. Pero nada ocurría.
Afuera, Nueva York era una fiesta. El sol de verano brillaba. Las terrazas de restaurantes, bares y cafés rebosaban. Cerveza para todos antes de que se caliente. Helado barato antes de que se derrita. Con la seguridad de que todo se arreglaría pronto y de que algo así difícilmente se repetiría, flotaba en el aire veraniego un deseo colectivo de disfrutar al máximo este momento.
Gracias a la oscuridad del apagón, muchos en Nueva York por primera vez nos pudimos ver. Conversamos, compartimos, nos conocimos. Yo, por ejemplo, descubrí a mis vecinos de piso. Nunca nos habíamos cruzado en todo un año viviendo ahí. Ahora conversábamos en la entrada del edificio. Eran tres mormones de Utah. Pero eso de ser mormón no impidió que brindemos por la oscuridad con unas botellas de vino y unos Vodka Cranberry que me habían sobrado de una reciente farra. Nos acabamos el vino, el vodka, más una de ron que bajó un gringo del segundo piso.
Y fue ahí que se nos ocurrió. Explorar Times Square apagado. Nos tomamos mil fotos en media oscuridad del lugar más iluminado de la ciudad, como queriendo atrapar para siempre este irreal momento en esta sorprendente ciudad. Sobre el asfalto de las veredas en Broadway, descansaba un gran grupo de turistas con almohadas y colchas. Eran huéspedes del Marriott Marquis, víctimas de estar en un hotel demasiado moderno: el sistema electrónico de tarjetas para ingresar a sus habitaciones no funcionaba. Les tocaba pasar la noche en el lobby del hotel. Y ante el calor, muchos prefirieron las aceras de Times Square.
Esa noche más oscura que ninguna, nos fuimos a dormir en medio de un silencio extraño, casi ficticio. Al día siguiente la fiesta del apagón continuó. La luz regresó en la mañana, pero igual no había trabajo ni clases en las universidades. Viernes de verano libre. Nos trepamos en nuestras bicicletas y nos fuimos al parque central. Miles de niuyorkinos echados en el césped. Miles de conversaciones alucinadas por lo ocurrido. Miles de nuevos rostros que dejaban de ser anónimos.
Hasta me compré una camiseta que todavía guardo en un cajón. Sobre una negra silueta de los edificios niuyorkinos, dice en letras grandes “Blackout”. Ese sí que fue un buen apagón. Para disfrutarlo. Para no olvidarlo. Para vivirlo al máximo, como todo en Nueva York.
* Publicado en revista SoHo de Diciembre 2009/Enero 2010.
Jueves, 14 de agosto del 2003. El gran apagón en la costa este de Estados Unidos. Nueva York a oscuras. Y no podíamos estar más contentos ante el espectáculo que estábamos viviendo. Hasta los apagones son divertidos en una ciudad como Nueva York.
Eran eso de las 4 de la tarde. Pleno verano. Todo se apagó de repente. Rumores de atentado terrorista empezaron a circular por mi oficina. Seguían frescos los miedos y recuerdos del 11 de septiembre. En el fondo yo me reía. Con mi vasta experiencia ecuatoriana en lo que a apagones se refiere, me divertía viendo la preocupación e incredulidad de los gringos. ¿Cómo era posible que fallara la electricidad en pleno Nueva York, la ciudad que nunca duerme, donde las noches pueden ser tan claras como los días? Pasaron los minutos. Dijimos ya mismo se resuelve el problema. Pero nada ocurría.
Afuera, Nueva York era una fiesta. El sol de verano brillaba. Las terrazas de restaurantes, bares y cafés rebosaban. Cerveza para todos antes de que se caliente. Helado barato antes de que se derrita. Con la seguridad de que todo se arreglaría pronto y de que algo así difícilmente se repetiría, flotaba en el aire veraniego un deseo colectivo de disfrutar al máximo este momento.
Gracias a la oscuridad del apagón, muchos en Nueva York por primera vez nos pudimos ver. Conversamos, compartimos, nos conocimos. Yo, por ejemplo, descubrí a mis vecinos de piso. Nunca nos habíamos cruzado en todo un año viviendo ahí. Ahora conversábamos en la entrada del edificio. Eran tres mormones de Utah. Pero eso de ser mormón no impidió que brindemos por la oscuridad con unas botellas de vino y unos Vodka Cranberry que me habían sobrado de una reciente farra. Nos acabamos el vino, el vodka, más una de ron que bajó un gringo del segundo piso.
Y fue ahí que se nos ocurrió. Explorar Times Square apagado. Nos tomamos mil fotos en media oscuridad del lugar más iluminado de la ciudad, como queriendo atrapar para siempre este irreal momento en esta sorprendente ciudad. Sobre el asfalto de las veredas en Broadway, descansaba un gran grupo de turistas con almohadas y colchas. Eran huéspedes del Marriott Marquis, víctimas de estar en un hotel demasiado moderno: el sistema electrónico de tarjetas para ingresar a sus habitaciones no funcionaba. Les tocaba pasar la noche en el lobby del hotel. Y ante el calor, muchos prefirieron las aceras de Times Square.
Esa noche más oscura que ninguna, nos fuimos a dormir en medio de un silencio extraño, casi ficticio. Al día siguiente la fiesta del apagón continuó. La luz regresó en la mañana, pero igual no había trabajo ni clases en las universidades. Viernes de verano libre. Nos trepamos en nuestras bicicletas y nos fuimos al parque central. Miles de niuyorkinos echados en el césped. Miles de conversaciones alucinadas por lo ocurrido. Miles de nuevos rostros que dejaban de ser anónimos.
Hasta me compré una camiseta que todavía guardo en un cajón. Sobre una negra silueta de los edificios niuyorkinos, dice en letras grandes “Blackout”. Ese sí que fue un buen apagón. Para disfrutarlo. Para no olvidarlo. Para vivirlo al máximo, como todo en Nueva York.
* Publicado en revista SoHo de Diciembre 2009/Enero 2010.
jueves, diciembre 17, 2009
Pica
Debatían en la radio dos comentaristas sobre la causa de la violencia en la Universidad Central. Uno decía que Rafael Correa era corresponsable de la violencia que vive el país, y en particular de la paliza que le quisieron dar algunos desadaptados al rector de esa universidad. Que la agresividad y odio transpirados a través de los bordados de las camisas presidenciales generan esta actitud violenta en la población.
El otro decía que el Presidente nada tiene que ver en esto. Que estos grupos universitarios ya han sido violentos en el pasado. Que en el país la gente roba, agrede y mata desde antes de Correa.
Sería muy exagerado pensar que la conducta de estos estudiantes armados con palos, del ladrón que nos roba el celular, o de cualquier persona que actúa con violencia es motivada por las palabras y actitud de Correa. En eso estoy de acuerdo con el último comentarista. Pero lo que decía el primero puede también tener algo de verdad.
En las empresas donde se respira un ambiente tenso y hostil, basta con mirar a sus gerentes para entender donde empieza todo. La agresividad se contagia desde el que dirige la organización.
Si el Presidente con tanta facilidad menosprecia, insulta y tacha de mafioso o corrupto a quien piensa distinto a él, ¿por qué esperar una conducta mejor en el resto de la población? Esos insultos presidenciales seguramente no lleven a cometer actos violentos a la ciudadanía, pero sí contribuyen a un clima hostil.
A veces sorprende cómo este Gobierno transpira amargura y menosprecio en todo momento. Por ejemplo, me llegó un boletín informando que Rafael Correa ha recibido el premio al Logro Excepcional Académico 2009 por parte de la Universidad de Illinois, en reconocimiento a “su activo liderazgo en la implementación del desarrollo económico y la reforma política en el Ecuador”.
La universidad donde Correa estudió le hace un reconocimiento. Es una buena noticia para el Presidente, sus seguidores y hasta el país.
¿Pero que más dice este boletín salido de Carondelet? Al muy estilo Correa, no se limita a comunicar y agradecer este reconocimiento, sino que aprovecha para quejarse y atacar. Dice el comunicado que “Mientras… el rector de la Universidad Católica de Guayaquil… pidió perdón al pueblo ecuatoriano ‘por la calidad de persona que hemos formado’,…la Universidad de Illinois declaró el premio anual de mejor ex alumno al Mandatario Correa…”. Y que “la Universidad Illinois está en el puesto número 25, a nivel mundial, mientras que la Universidad Católica de Guayaquil no aparece entre las primeras 2.000”.
Qué bajo cae este Gobierno, hasta cuando menos lo esperamos. No saben ganar. Peor perder. Sacan la lengua y escupen cuando pueden. Convierten una noticia positiva en toda una expresión de pica y resentimiento. No nos sirven de ejemplo.
En la Universidad de Illinois seguramente están orgullosos de tener un ex alumno convertido en Presidente. Pero parece que les faltó averiguar bien en qué clase de Presidente se convirtió. Tal vez ahí hubieran reconsiderado el premio.
El Presidente puede no ser el culpable directo de la violencia en este país. Pero con su conducta hace todo menos generar un ambiente de cooperación y paz. Ni porque estamos en Navidad.
El otro decía que el Presidente nada tiene que ver en esto. Que estos grupos universitarios ya han sido violentos en el pasado. Que en el país la gente roba, agrede y mata desde antes de Correa.
Sería muy exagerado pensar que la conducta de estos estudiantes armados con palos, del ladrón que nos roba el celular, o de cualquier persona que actúa con violencia es motivada por las palabras y actitud de Correa. En eso estoy de acuerdo con el último comentarista. Pero lo que decía el primero puede también tener algo de verdad.
En las empresas donde se respira un ambiente tenso y hostil, basta con mirar a sus gerentes para entender donde empieza todo. La agresividad se contagia desde el que dirige la organización.
Si el Presidente con tanta facilidad menosprecia, insulta y tacha de mafioso o corrupto a quien piensa distinto a él, ¿por qué esperar una conducta mejor en el resto de la población? Esos insultos presidenciales seguramente no lleven a cometer actos violentos a la ciudadanía, pero sí contribuyen a un clima hostil.
A veces sorprende cómo este Gobierno transpira amargura y menosprecio en todo momento. Por ejemplo, me llegó un boletín informando que Rafael Correa ha recibido el premio al Logro Excepcional Académico 2009 por parte de la Universidad de Illinois, en reconocimiento a “su activo liderazgo en la implementación del desarrollo económico y la reforma política en el Ecuador”.
La universidad donde Correa estudió le hace un reconocimiento. Es una buena noticia para el Presidente, sus seguidores y hasta el país.
¿Pero que más dice este boletín salido de Carondelet? Al muy estilo Correa, no se limita a comunicar y agradecer este reconocimiento, sino que aprovecha para quejarse y atacar. Dice el comunicado que “Mientras… el rector de la Universidad Católica de Guayaquil… pidió perdón al pueblo ecuatoriano ‘por la calidad de persona que hemos formado’,…la Universidad de Illinois declaró el premio anual de mejor ex alumno al Mandatario Correa…”. Y que “la Universidad Illinois está en el puesto número 25, a nivel mundial, mientras que la Universidad Católica de Guayaquil no aparece entre las primeras 2.000”.
Qué bajo cae este Gobierno, hasta cuando menos lo esperamos. No saben ganar. Peor perder. Sacan la lengua y escupen cuando pueden. Convierten una noticia positiva en toda una expresión de pica y resentimiento. No nos sirven de ejemplo.
En la Universidad de Illinois seguramente están orgullosos de tener un ex alumno convertido en Presidente. Pero parece que les faltó averiguar bien en qué clase de Presidente se convirtió. Tal vez ahí hubieran reconsiderado el premio.
El Presidente puede no ser el culpable directo de la violencia en este país. Pero con su conducta hace todo menos generar un ambiente de cooperación y paz. Ni porque estamos en Navidad.
jueves, diciembre 10, 2009
Full technofolclore
Otra de las ridiculeces del proyecto de Ley de Comunicación es que un alto porcentaje de lo que transmiten televisiones y radios debe ser “made in Ecuador”. Nuevamente, como tantas veces, el Gobierno buscando limitar nuestra libertad.
Según el proyecto, los canales de TV deben incluir progresivamente al menos el 40% de producción nacional en su programación diaria, y las radios un mínimo del 50% de música producida, compuesta y/o ejecutada en Ecuador.
Traducción: tendremos nuevos burócratas con la altiva y nacionalista misión de vigilar que no falte una buena dosis de technofolclore-andino en las radios y ‘Mi Recinto’ en la tele. De lo contrario, papá Estado castigará a los medios desobedientes.
A mí me gustan ciertas canciones y programas locales. Pero es mi decisión escucharlas o verlos. No le corresponde al Estado y sus burócratas meterse en nuestras decisiones individuales.
La culpa es nuestra. Del paternalismo incurable de nuestra población. ¿Qué es lo primero que dice nuestro típico artista nacional cuando lo entrevistan? Se queja del poco apoyo que recibe del Estado. ¿Desde cuándo el Estado debe ser su mánager?
Cada uno trata de palanquearse privilegios. Apoyamos el libre mercado y el libre intercambio de bienes e ideas hasta que tocan nuestro sector. Ahí sí gritamos “¡que el Estado me proteja!” El zapatero local quiere libertad para comprar. Eso sí, ¡que le claven un buen arancel a los zapatos chinos! La aerolínea local quiere libertad en los negocios. Eso sí, ¡que impidan que entren aerolíneas extranjeras a competir! Y ahora muchos artistas, que seguro prefieren comprar sus guitarras, discos y ropa libremente, sin restricciones ni aranceles, piden que se “proteja” al artista nacional con la imposición de estas ridículas cuotas.
Según este Diario, la Sociedad de Autores y Compositores Ecuatorianos impulsó este proyecto. Su presidente dijo que esto responde a lo “golpeado que está el sector” entre otras cosas por “la falta de nacionalismo”.
¿Falta de nacionalismo? ¿Acaso demostramos más nacionalismo porque bailamos al ritmo de Fausto Miño o nos emborrachamos escuchando pasillos? ¿Tienen algo que ver nuestros gustos musicales con el amor por el país? Y si vamos más allá: ¿acaso le corresponde al Estado controlar cuánto queremos a nuestro país? ¡Somos libres! ¿No entienden eso? Esa palabrita, nacionalismo, siempre aparece para justificar ataques a la libertad.
¿Quiere el Gobierno apoyar a los artistas ecuatorianos? Adelante. Ofrezca incentivos, no cuotas o castigos. Pero que no limiten nuestra libertad. Que no desperdicien nuestra plata en burócratas censores decidiendo por nosotros lo que es bueno.
Los gremios de artistas deberían demostrar que son abiertos y cosmopolitas, como todo buen artista, oponiéndose a este proyecto de ley. ¿Acaso ellos no crecieron artísticamente escuchando y viendo libremente a artistas y programas extranjeros? ¿Qué derecho tienen para imponernos sus creaciones locales por encima de lo venido de otros lugares?
Estas cuotas dizque nacionalistas no apoyan el arte ecuatoriano. Vuelven cómodo al artista al saber que los medios están obligados a contratarlo. Y le restan valor a las creaciones locales al convertirlas en una imposición.
Aquí, como en todo lo demás, es el talento y esfuerzo personal lo que hará triunfar a nuestros músicos, actores, directores, artistas. Aquí, como siempre, la libertad es la mejor opción.
Según el proyecto, los canales de TV deben incluir progresivamente al menos el 40% de producción nacional en su programación diaria, y las radios un mínimo del 50% de música producida, compuesta y/o ejecutada en Ecuador.
Traducción: tendremos nuevos burócratas con la altiva y nacionalista misión de vigilar que no falte una buena dosis de technofolclore-andino en las radios y ‘Mi Recinto’ en la tele. De lo contrario, papá Estado castigará a los medios desobedientes.
A mí me gustan ciertas canciones y programas locales. Pero es mi decisión escucharlas o verlos. No le corresponde al Estado y sus burócratas meterse en nuestras decisiones individuales.
La culpa es nuestra. Del paternalismo incurable de nuestra población. ¿Qué es lo primero que dice nuestro típico artista nacional cuando lo entrevistan? Se queja del poco apoyo que recibe del Estado. ¿Desde cuándo el Estado debe ser su mánager?
Cada uno trata de palanquearse privilegios. Apoyamos el libre mercado y el libre intercambio de bienes e ideas hasta que tocan nuestro sector. Ahí sí gritamos “¡que el Estado me proteja!” El zapatero local quiere libertad para comprar. Eso sí, ¡que le claven un buen arancel a los zapatos chinos! La aerolínea local quiere libertad en los negocios. Eso sí, ¡que impidan que entren aerolíneas extranjeras a competir! Y ahora muchos artistas, que seguro prefieren comprar sus guitarras, discos y ropa libremente, sin restricciones ni aranceles, piden que se “proteja” al artista nacional con la imposición de estas ridículas cuotas.
Según este Diario, la Sociedad de Autores y Compositores Ecuatorianos impulsó este proyecto. Su presidente dijo que esto responde a lo “golpeado que está el sector” entre otras cosas por “la falta de nacionalismo”.
¿Falta de nacionalismo? ¿Acaso demostramos más nacionalismo porque bailamos al ritmo de Fausto Miño o nos emborrachamos escuchando pasillos? ¿Tienen algo que ver nuestros gustos musicales con el amor por el país? Y si vamos más allá: ¿acaso le corresponde al Estado controlar cuánto queremos a nuestro país? ¡Somos libres! ¿No entienden eso? Esa palabrita, nacionalismo, siempre aparece para justificar ataques a la libertad.
¿Quiere el Gobierno apoyar a los artistas ecuatorianos? Adelante. Ofrezca incentivos, no cuotas o castigos. Pero que no limiten nuestra libertad. Que no desperdicien nuestra plata en burócratas censores decidiendo por nosotros lo que es bueno.
Los gremios de artistas deberían demostrar que son abiertos y cosmopolitas, como todo buen artista, oponiéndose a este proyecto de ley. ¿Acaso ellos no crecieron artísticamente escuchando y viendo libremente a artistas y programas extranjeros? ¿Qué derecho tienen para imponernos sus creaciones locales por encima de lo venido de otros lugares?
Estas cuotas dizque nacionalistas no apoyan el arte ecuatoriano. Vuelven cómodo al artista al saber que los medios están obligados a contratarlo. Y le restan valor a las creaciones locales al convertirlas en una imposición.
Aquí, como en todo lo demás, es el talento y esfuerzo personal lo que hará triunfar a nuestros músicos, actores, directores, artistas. Aquí, como siempre, la libertad es la mejor opción.
jueves, diciembre 03, 2009
Cambio de chip
Entre tanto ruido político que vivimos, viene bien volver a las ideas. A los conceptos desde los cuales creemos que se puede cambiar nuestra sociedad. Este viernes, en la “Universidad de la Libertad”, organizada por la Fundación Ecuador Libre, pudimos pensar sobre ideas que aquí cada día se escuchan menos. Ideas opuestas al absurdo socialismo que pretenden imponernos. Ideas de libertad.
Desde que asumió al poder, Rafael Correa ha monopolizado el discurso político e ideológico del país. Su constante y agobiante presencia en los medios de comunicación le ha permitido contagiar sus ideas repitiéndolas hasta el cansancio. Lo que dice Correa domina la agenda política. Las ideas de Correa se convierten en puntos de partida en toda discusión.
Y así, por ejemplo, Correa ha convencido al país que nuestros problemas son consecuencia de la “larga noche neoliberal” o el Consenso de Washington.
Pero el Consenso de Washington incluye diez políticas que no las cumplieron ninguno de los gobiernos anteriores: disciplina fiscal; reordenamiento de las prioridades del gasto público; reforma impositiva; liberalización de las tasas de interés; tasa de cambio competitiva; liberalización del comercio internacional; liberalización de la entrada de inversiones extranjeras directas; privatización; desregulación; derechos de propiedad. Nuestros gobiernos han tenido nada o poquísimo de liberales. Ni siquiera los que supuestamente eran de derecha practicaron, por ejemplo, disciplina fiscal o privatizaron las ineficientes empresas públicas.
Y es que, como lo analizaba Pablo Arosemena en su conferencia, incluso los partidos que en teoría son de derecha en este país, actúan y piensan en gran medida como de izquierda. Todos los partidos en el Ecuador dan prioridad a soluciones desde el Estado. Ninguno piensa en soluciones desde el mercado y en limitar la excesiva presencia del Estado.
Todos los políticos hablan de mejorar la seguridad social. Pocos o ninguno hablan de abrirla a la competencia con sistemas privados. Todos hablan de mejorar las escuelas. Pocos o ninguno hablan de permitir a las familias –a través de un bono educativo– escoger dónde matriculan a sus hijos, y de esta forma poner a competir a escuelas públicas, municipales, sin fines de lucro y privadas. Todos piden que el Estados construya, maneje, controle, administre. Pocos o ningún político piden que el Estado se haga a un lado y simplemente nos permita a los individuos construir, manejar, administrar en un ambiente de libertad y reglas claras.
El debate político se enfoca en el manejo desde el Estado y excluye al mercado. Las sociedades más abiertas, en las que el mercado funciona con mayor libertad, son las más desarrolladas. Pero este Gobierno insiste en un socialismo probadamente fracasado, con un Estado ocupando todos los ámbitos y cerrando espacios al libre mercado. Y el debate nacional se pierde entre matices de recetas estatistas.
Lástima que Correa en sus épocas universitarias no haya escuchado otras ideas. O si las escuchó, no puso atención. Hoy, las ideas de Correa ganan demasiado espacio en este país. Y todos pagamos las consecuencias. Debemos evitar que las nuevas generaciones se contagien. Estamos a tiempo de cambiarles y cambiarnos de la cabeza el chip del socialismo fracasado que este Gobierno ha instalado, por el chip del emprendimiento, el mercado, las oportunidades. El chip de la libertad. De lo contrario, seguiremos comprando cuentos rojos.
Desde que asumió al poder, Rafael Correa ha monopolizado el discurso político e ideológico del país. Su constante y agobiante presencia en los medios de comunicación le ha permitido contagiar sus ideas repitiéndolas hasta el cansancio. Lo que dice Correa domina la agenda política. Las ideas de Correa se convierten en puntos de partida en toda discusión.
Y así, por ejemplo, Correa ha convencido al país que nuestros problemas son consecuencia de la “larga noche neoliberal” o el Consenso de Washington.
Pero el Consenso de Washington incluye diez políticas que no las cumplieron ninguno de los gobiernos anteriores: disciplina fiscal; reordenamiento de las prioridades del gasto público; reforma impositiva; liberalización de las tasas de interés; tasa de cambio competitiva; liberalización del comercio internacional; liberalización de la entrada de inversiones extranjeras directas; privatización; desregulación; derechos de propiedad. Nuestros gobiernos han tenido nada o poquísimo de liberales. Ni siquiera los que supuestamente eran de derecha practicaron, por ejemplo, disciplina fiscal o privatizaron las ineficientes empresas públicas.
Y es que, como lo analizaba Pablo Arosemena en su conferencia, incluso los partidos que en teoría son de derecha en este país, actúan y piensan en gran medida como de izquierda. Todos los partidos en el Ecuador dan prioridad a soluciones desde el Estado. Ninguno piensa en soluciones desde el mercado y en limitar la excesiva presencia del Estado.
Todos los políticos hablan de mejorar la seguridad social. Pocos o ninguno hablan de abrirla a la competencia con sistemas privados. Todos hablan de mejorar las escuelas. Pocos o ninguno hablan de permitir a las familias –a través de un bono educativo– escoger dónde matriculan a sus hijos, y de esta forma poner a competir a escuelas públicas, municipales, sin fines de lucro y privadas. Todos piden que el Estados construya, maneje, controle, administre. Pocos o ningún político piden que el Estado se haga a un lado y simplemente nos permita a los individuos construir, manejar, administrar en un ambiente de libertad y reglas claras.
El debate político se enfoca en el manejo desde el Estado y excluye al mercado. Las sociedades más abiertas, en las que el mercado funciona con mayor libertad, son las más desarrolladas. Pero este Gobierno insiste en un socialismo probadamente fracasado, con un Estado ocupando todos los ámbitos y cerrando espacios al libre mercado. Y el debate nacional se pierde entre matices de recetas estatistas.
Lástima que Correa en sus épocas universitarias no haya escuchado otras ideas. O si las escuchó, no puso atención. Hoy, las ideas de Correa ganan demasiado espacio en este país. Y todos pagamos las consecuencias. Debemos evitar que las nuevas generaciones se contagien. Estamos a tiempo de cambiarles y cambiarnos de la cabeza el chip del socialismo fracasado que este Gobierno ha instalado, por el chip del emprendimiento, el mercado, las oportunidades. El chip de la libertad. De lo contrario, seguiremos comprando cuentos rojos.
miércoles, diciembre 02, 2009
Revista la U. - Diciembre 2009
Ya está circulando la U. de diciembre en tu universidad!!!
Para pautar en revista la U. escribe a revistalau@yahoo.com. Envíanos tus artículos, fotos, ideas o comentarios a revistalau@yahoo.com.
Para pautar en revista la U. escribe a revistalau@yahoo.com. Envíanos tus artículos, fotos, ideas o comentarios a revistalau@yahoo.com.
jueves, noviembre 26, 2009
Ruptura de los 30
El movimiento Ruptura de los 25 representó hace ya cinco años a una juventud con ganas de cambiar las cosas en este país. De forma original e irreverente, este grupo de jóvenes llamó nuestra atención reclamando contra los abusos y fracasos de la política ecuatoriana cuando se cumplían 25 años del retorno a la democracia. Proponían un cambio, una renovación, una liberación de las viejas prácticas políticas.
La revista Vanguardia de esta semana entrevistó a seis de sus integrantes, quienes en poco tiempo pasaron de organizar manifestaciones en plazas a ocupar cargos políticos en este Gobierno como miembros de Alianza PAIS.
Estos jóvenes, más allá de ideologías políticas, se ganaron en su momento nuestro respeto. Por eso, surgen varias preguntas. ¿Pueden todavía representar el cambio siendo parte de un gobierno tan parecido –o hasta peor– a los pasados? ¿Cómo hablar de ruptura con los partidos políticos que nos hundieron, teniendo en las filas de Alianza PAIS a varios de sus miembros? ¿Se puede hablar de defensa de la democracia y lucha contra la politiquería, formando parte de un partido admirador y seguidor de Hugo Chávez?
Estas interrogantes de alguna forma dan vueltas en la entrevista de Vanguardia, y seguro en las cabezas de los integrantes de Ruptura de los 25. Ellos dicen tener más afinidades que diferencias con el proyecto político de este Gobierno. Aceptan que han podido ser más críticos ante determinadas acciones del Gobierno. Dicen no ser correístas. A pesar de ello, siguen formando parte de este Gobierno. ¿Estarán ya muy cómodos en sus actuales posiciones?
Dudo mucho que los de Ruptura aprueben la cercanía de su Gobierno con Chávez o Ahmadineyad, los negocios del ñaño presidencial, los miembros de la partidocracia en posiciones cercanas al poder, los decretos de emergencia para hacer contratos a dedo, la total ausencia de fiscalización, la vergonzosa maquinaria propagandística, la corrupción en ministerios y empresas estatales, los ataques a la libertad de prensa, la politiquería, insultos, mentiras, populismo, clientelismo, y caudillismo que caracterizan al Gobierno de su líder Correa.
“Creo que tenemos unas actitudes más de construir que de cuestionar. Probablemente debemos preguntarnos si eso es lo correcto, si ese es el papel que debemos jugar”, dice María Paula Romo. Importante reflexión, porque es difícil construir dentro de un régimen tan destructivo.
¿Y por qué debe importarnos lo que hagan estos jóvenes entre tantos y tan diversos políticos que hoy forman parte de Alianza PAIS? Ellos importan porque mientras permanezcan junto a este Gobierno autoritario, otra esperanza de un cambio en la política ecuatoriana habrá desaparecido.
Una postura firme de este grupo de jóvenes frente a los abusos y excesos del Gobierno pesaría mucho. Enviaría un poderoso mensaje al Presidente. Marcaría una división, hoy difusa, entre la izquierda seria y la izquierda chavista. Y una –poco probable– separación de Ruptura de los 25 de las filas de Alianza PAIS ayudaría a empujar el principio del fin de este mal experimento.
Ya son 30 años desde el retorno a la democracia. Correa ha monopolizado y desperdiciado los últimos tres. Ahora necesitamos una Ruptura de los 30 –liberal y democrática de verdad– contra este socialismo autoritario. No podemos llegar igual a los 40.
La revista Vanguardia de esta semana entrevistó a seis de sus integrantes, quienes en poco tiempo pasaron de organizar manifestaciones en plazas a ocupar cargos políticos en este Gobierno como miembros de Alianza PAIS.
Estos jóvenes, más allá de ideologías políticas, se ganaron en su momento nuestro respeto. Por eso, surgen varias preguntas. ¿Pueden todavía representar el cambio siendo parte de un gobierno tan parecido –o hasta peor– a los pasados? ¿Cómo hablar de ruptura con los partidos políticos que nos hundieron, teniendo en las filas de Alianza PAIS a varios de sus miembros? ¿Se puede hablar de defensa de la democracia y lucha contra la politiquería, formando parte de un partido admirador y seguidor de Hugo Chávez?
Estas interrogantes de alguna forma dan vueltas en la entrevista de Vanguardia, y seguro en las cabezas de los integrantes de Ruptura de los 25. Ellos dicen tener más afinidades que diferencias con el proyecto político de este Gobierno. Aceptan que han podido ser más críticos ante determinadas acciones del Gobierno. Dicen no ser correístas. A pesar de ello, siguen formando parte de este Gobierno. ¿Estarán ya muy cómodos en sus actuales posiciones?
Dudo mucho que los de Ruptura aprueben la cercanía de su Gobierno con Chávez o Ahmadineyad, los negocios del ñaño presidencial, los miembros de la partidocracia en posiciones cercanas al poder, los decretos de emergencia para hacer contratos a dedo, la total ausencia de fiscalización, la vergonzosa maquinaria propagandística, la corrupción en ministerios y empresas estatales, los ataques a la libertad de prensa, la politiquería, insultos, mentiras, populismo, clientelismo, y caudillismo que caracterizan al Gobierno de su líder Correa.
“Creo que tenemos unas actitudes más de construir que de cuestionar. Probablemente debemos preguntarnos si eso es lo correcto, si ese es el papel que debemos jugar”, dice María Paula Romo. Importante reflexión, porque es difícil construir dentro de un régimen tan destructivo.
¿Y por qué debe importarnos lo que hagan estos jóvenes entre tantos y tan diversos políticos que hoy forman parte de Alianza PAIS? Ellos importan porque mientras permanezcan junto a este Gobierno autoritario, otra esperanza de un cambio en la política ecuatoriana habrá desaparecido.
Una postura firme de este grupo de jóvenes frente a los abusos y excesos del Gobierno pesaría mucho. Enviaría un poderoso mensaje al Presidente. Marcaría una división, hoy difusa, entre la izquierda seria y la izquierda chavista. Y una –poco probable– separación de Ruptura de los 25 de las filas de Alianza PAIS ayudaría a empujar el principio del fin de este mal experimento.
Ya son 30 años desde el retorno a la democracia. Correa ha monopolizado y desperdiciado los últimos tres. Ahora necesitamos una Ruptura de los 30 –liberal y democrática de verdad– contra este socialismo autoritario. No podemos llegar igual a los 40.
lunes, noviembre 23, 2009
Izquier, dos, tres, cuatro
No entiendo nuestras paradas militares. Entiendo, hasta cierto punto, que las grandes potencias del mundo saquen a sus soldados, tanques y aviones a desfilar en calles y cielos como una forma de impresionar e intimidar a países enemigos. Para decirles “vean todo lo que acá tenemos, mejor no se metan con nosotros”. Eso en algo lo puedo entender. ¿Pero nuestras paradas militares criollas?
Siento lástima por nuestros políticos y autoridades. Entre tantas conmemoraciones, homenajes, exaltaciones, y otros eventos protocolarios que deben soportar, lo peor son las paradas militares. Les toca aguantarse bajo el sol ardiente y en pleno feriado –porque las paradas militares siempre son en feriado para conmemorar alguna fecha en la que nuestros antepasados pelearon—el aburrido desfile.
Hoy es 9 de octubre. Independencia de Guayaquil. En un acto de masoquismo televisivo, estoy viendo el desfile militar. Autoridades y políticos sonríen, saludan, señalan aquí y allá. Y sudan a chorros, mientras nuestros soldados y tanques avanzan lentamente. Apuesto que preferirían estar en otro lugar.
En tantos años de vida republicana, no han encontrado todavía alguna actividad más entretenida y constructiva para celebrar las fiestas cívicas. Hay una falta de imaginación general. ¿Qué hacer para las fiestas de independencia? Que tal una parada militar. ¿Qué hacer para las fiestas de fundación? Que tal una paradita militar. ¿Qué hacer para celebrar el cumpleaños de nuestro querido presidente o dictador? Que tal llevarlo al medio día, con pleno sol canicular, a que sude bajo su saco y corbata durante un par de horas mientras mira a unos cuantos soldados y estudiantes cuadrársele en un acto de lambonería colectiva. Bastaría con enviarle una tarjetita de Hallmark.
Apoyo los fuegos artificiales. Son una buena manera de contagiar el ambiente de celebración a mucha gente. Bien por las tarimas con músicos invitados. Bailar y cantar siempre serán una buena forma de celebrar cualquier fiesta local o nacional. Bienvenidos los festivales artísticos, musicales y culturales. Eso sí es plata de todos bien invertida. ¿Pero soldados, fusiles y tanques avanzando por una avenida central? No gracias. Muchas necesidades y pobreza hay en nuestro país como para echarnos en cara toda la plata que se gastan nuestros gobiernos en juegos de guerra.
Lo militar está ahí, siempre listo para ponernos formales y robotizarnos un poco. Desde chiquitos nos lo meten en la cabeza. En las olimpiadas del colegio, el profesor de gimnasia convertía la fiesta deportiva en un evento de lo más serio y aburrido, haciéndonos marchar como soldados:
Izquier, dos, tres, cuatro.
Izquier, dos, tres cuatro.
Atención. Fiiir.
Deeescanso.
¡Para pato, un, dos!
¡Tres, cuatro!
Y así, marchábamos y sudábamos bajo el sol, con nuestros uniformes nuevecitos olorosos a poliéster. Esperando que todo acabe rápido para empezar a jugar. Solo la madrina y el que se prestaba para caballero –sudando más que todos dentro de su terno negro— se salvaban de marchar. El resto, como idiotas, rodillas arriba hasta que todos los cursos pasen saludando la mesa directiva y se coloquen en su lugar.
Alguien dijo que “la justicia militar es a la justicia lo que la música militar es a la música.” La frase se aplicaría también para los desfiles y paradas militares como supuesta forma de celebración. Esto de botar la plata de nuestros impuestos en ejércitos sin enemigos ya de por sí molesta lo suficiente, como para también tener que aguatarnos en plena mañana de feriado, y en cadena nacional, el cuento de que no hay celebración más gloriosa que otra absurda parada militar.
* Publicado en revista SoHo de Noviembre/Diciembre.
Siento lástima por nuestros políticos y autoridades. Entre tantas conmemoraciones, homenajes, exaltaciones, y otros eventos protocolarios que deben soportar, lo peor son las paradas militares. Les toca aguantarse bajo el sol ardiente y en pleno feriado –porque las paradas militares siempre son en feriado para conmemorar alguna fecha en la que nuestros antepasados pelearon—el aburrido desfile.
Hoy es 9 de octubre. Independencia de Guayaquil. En un acto de masoquismo televisivo, estoy viendo el desfile militar. Autoridades y políticos sonríen, saludan, señalan aquí y allá. Y sudan a chorros, mientras nuestros soldados y tanques avanzan lentamente. Apuesto que preferirían estar en otro lugar.
En tantos años de vida republicana, no han encontrado todavía alguna actividad más entretenida y constructiva para celebrar las fiestas cívicas. Hay una falta de imaginación general. ¿Qué hacer para las fiestas de independencia? Que tal una parada militar. ¿Qué hacer para las fiestas de fundación? Que tal una paradita militar. ¿Qué hacer para celebrar el cumpleaños de nuestro querido presidente o dictador? Que tal llevarlo al medio día, con pleno sol canicular, a que sude bajo su saco y corbata durante un par de horas mientras mira a unos cuantos soldados y estudiantes cuadrársele en un acto de lambonería colectiva. Bastaría con enviarle una tarjetita de Hallmark.
Apoyo los fuegos artificiales. Son una buena manera de contagiar el ambiente de celebración a mucha gente. Bien por las tarimas con músicos invitados. Bailar y cantar siempre serán una buena forma de celebrar cualquier fiesta local o nacional. Bienvenidos los festivales artísticos, musicales y culturales. Eso sí es plata de todos bien invertida. ¿Pero soldados, fusiles y tanques avanzando por una avenida central? No gracias. Muchas necesidades y pobreza hay en nuestro país como para echarnos en cara toda la plata que se gastan nuestros gobiernos en juegos de guerra.
Lo militar está ahí, siempre listo para ponernos formales y robotizarnos un poco. Desde chiquitos nos lo meten en la cabeza. En las olimpiadas del colegio, el profesor de gimnasia convertía la fiesta deportiva en un evento de lo más serio y aburrido, haciéndonos marchar como soldados:
Izquier, dos, tres, cuatro.
Izquier, dos, tres cuatro.
Atención. Fiiir.
Deeescanso.
¡Para pato, un, dos!
¡Tres, cuatro!
Y así, marchábamos y sudábamos bajo el sol, con nuestros uniformes nuevecitos olorosos a poliéster. Esperando que todo acabe rápido para empezar a jugar. Solo la madrina y el que se prestaba para caballero –sudando más que todos dentro de su terno negro— se salvaban de marchar. El resto, como idiotas, rodillas arriba hasta que todos los cursos pasen saludando la mesa directiva y se coloquen en su lugar.
Alguien dijo que “la justicia militar es a la justicia lo que la música militar es a la música.” La frase se aplicaría también para los desfiles y paradas militares como supuesta forma de celebración. Esto de botar la plata de nuestros impuestos en ejércitos sin enemigos ya de por sí molesta lo suficiente, como para también tener que aguatarnos en plena mañana de feriado, y en cadena nacional, el cuento de que no hay celebración más gloriosa que otra absurda parada militar.
* Publicado en revista SoHo de Noviembre/Diciembre.
jueves, noviembre 19, 2009
Dígame Licenciado
“¿Oye Lucas?”. “Dígame Licenciado”. “¡Licenciado!”. “¡Gracias, muchas gracias!”. Ese diálogo de locos, de los clásicos personajes Lucas y Chaparrón Bonaparte, de ‘Chespirito’, me vinieron a la memoria mientras veía en la tele al asambleísta Rolando Panchana dictando las nuevas reglas para el periodismo en el país. A Panchana, como al Chaparrón, le gusta mucho esto de los títulos.
Este Gobierno, a través de sus asambleístas Panchana, Carrillo y compañía, pretende imponer un absurdo. Con la nueva Ley de Comunicación, las direcciones editoriales y la elaboración de la noticia en los medios solo podrían estar a cargo de periodistas profesionales. Si no tienes tu título de periodista, ni te asomes por una sala de Redacción.
¿Dónde queda la libertad de los medios para contratar a quienes ellos consideren los mejores? El periodismo, como muchas otras actividades, más que un cartón colgado en la pared, requiere experiencia, inteligencia, cultura, y curiosidad. Abogados, economistas, artistas pueden ser grandes periodistas. Pero los asambleístas de PAIS pretenden imponer, exigir, obligar un título específico en una actividad cuya principal característica debería ser la libertad.
¿Serían mejores nuestros diarios si todos los que intervienen en la elaboración de noticias fueran periodistas profesionales? Posiblemente. Pero eso le corresponde al medio decidirlo, al igual que cualquier empresa tiene la libertad de escoger a su personal. Si tanto les gusta a estos asambleístas exigir títulos específicos, ¿no sería mejor que empiecen por ellos mismos, exigiéndose un título en Derecho para así presentar leyes con algo de conocimiento?
Entre tantos errores y horrores en la propuesta de Ley de Comunicación, esto de exigir títulos de periodista puede parecer secundario. Pero saca a la luz un tema de fondo: la obsesión de este Gobierno de intervenir y restringir todo, hasta lo más pequeño; y su creencia de que el Estado puede manejar y decidir las cosas mejor que los individuos. El Gobierno, a través de su obediente Asamblea, aplica recetas para el fracaso. Recetas para dedicarse a controlar y castigar, en lugar de incentivar.
Correa y sus asambleístas deben entender que nuestra libertad está por encima de cualquier intención de “mejorar” a la fuerza y con castigos el periodismo u otra actividad en el país. Siempre irán peor las cosas al tener a unos cuantos burócratas tomando decisiones por el resto.
Barack Obama dijo recientemente en China que “cuanto más libres son los flujos de información más se fortalece una sociedad, porque los ciudadanos de los países en todo el mundo pueden pedir cuentas a sus propios gobiernos… Esto hace a nuestra democracia más fuerte y a mí un mejor líder”.
¿Podemos soñar que Correa algún día pronuncie algo parecido? Nuestro Presidente, junto a sus amigos Hugo y Cristina, hacen todo lo contrario. No entienden el papel que juega la libertad de prensa en una democracia. O lo entienden bien, y por eso se encargan de callarla “legalmente” con estas leyes mordaza. Leyes destinadas a proteger al Gobierno frente a indefensos individuos, en lugar de defendernos a los individuos frente al poderoso Gobierno.
Esperamos asambleístas independientes que rechacen esta ley que castiga y limita a los medios de comunicación, en lugar de defender la libertad de expresión. ¿Existen esos asambleístas?
Este Gobierno, a través de sus asambleístas Panchana, Carrillo y compañía, pretende imponer un absurdo. Con la nueva Ley de Comunicación, las direcciones editoriales y la elaboración de la noticia en los medios solo podrían estar a cargo de periodistas profesionales. Si no tienes tu título de periodista, ni te asomes por una sala de Redacción.
¿Dónde queda la libertad de los medios para contratar a quienes ellos consideren los mejores? El periodismo, como muchas otras actividades, más que un cartón colgado en la pared, requiere experiencia, inteligencia, cultura, y curiosidad. Abogados, economistas, artistas pueden ser grandes periodistas. Pero los asambleístas de PAIS pretenden imponer, exigir, obligar un título específico en una actividad cuya principal característica debería ser la libertad.
¿Serían mejores nuestros diarios si todos los que intervienen en la elaboración de noticias fueran periodistas profesionales? Posiblemente. Pero eso le corresponde al medio decidirlo, al igual que cualquier empresa tiene la libertad de escoger a su personal. Si tanto les gusta a estos asambleístas exigir títulos específicos, ¿no sería mejor que empiecen por ellos mismos, exigiéndose un título en Derecho para así presentar leyes con algo de conocimiento?
Entre tantos errores y horrores en la propuesta de Ley de Comunicación, esto de exigir títulos de periodista puede parecer secundario. Pero saca a la luz un tema de fondo: la obsesión de este Gobierno de intervenir y restringir todo, hasta lo más pequeño; y su creencia de que el Estado puede manejar y decidir las cosas mejor que los individuos. El Gobierno, a través de su obediente Asamblea, aplica recetas para el fracaso. Recetas para dedicarse a controlar y castigar, en lugar de incentivar.
Correa y sus asambleístas deben entender que nuestra libertad está por encima de cualquier intención de “mejorar” a la fuerza y con castigos el periodismo u otra actividad en el país. Siempre irán peor las cosas al tener a unos cuantos burócratas tomando decisiones por el resto.
Barack Obama dijo recientemente en China que “cuanto más libres son los flujos de información más se fortalece una sociedad, porque los ciudadanos de los países en todo el mundo pueden pedir cuentas a sus propios gobiernos… Esto hace a nuestra democracia más fuerte y a mí un mejor líder”.
¿Podemos soñar que Correa algún día pronuncie algo parecido? Nuestro Presidente, junto a sus amigos Hugo y Cristina, hacen todo lo contrario. No entienden el papel que juega la libertad de prensa en una democracia. O lo entienden bien, y por eso se encargan de callarla “legalmente” con estas leyes mordaza. Leyes destinadas a proteger al Gobierno frente a indefensos individuos, en lugar de defendernos a los individuos frente al poderoso Gobierno.
Esperamos asambleístas independientes que rechacen esta ley que castiga y limita a los medios de comunicación, en lugar de defender la libertad de expresión. ¿Existen esos asambleístas?
jueves, noviembre 12, 2009
Carondelet a oscuras
Un mensaje a mi celular rompió mi tranquilidad este domingo. Decía “Emergencia eléctrica. Consulte los horarios de restricción. Para mayor información vea la cadena nacional hoy a las 21:00”.
Pensé que sería una cadena informativa para prepararnos mejor ante los apagones. Me equivoqué. La cadena solo continuó la cantaleta iniciada por Correa en su monólogo sabatino.
El Gobierno como siempre se lavó las manos, echó la culpa de todo a otros, y pretendió que además lo felicitemos por ser tan generosos y perfectos. Todo es culpa de la larga noche neoliberal, los socialcristianos, la partidocracia, el capitalismo, la prensa. Pero debemos estar tranquilos. El cambio ya viene, brillando con luz propia.
Yo espero que de todas las pérdidas y problemas que producen estos apagones, salga al menos algo bueno: que la gente despierte de su modorra política que le ha impedido ver la realidad de este Gobierno. Que se den cuenta que este Gobierno viene por casi tres años quejándose del pasado y jurando mejores días en el futuro, mientras nos sumerge en el peor de los presentes sin empleo, sin seguridad, y ahora hasta sin luz.
La labia correísta se gasta. Empieza a expirar. No va más. Las promesas de un futuro mejor se ahogan en la triste realidad de este presente.
Correa está a punto de cumplir tres años en el poder. Eso es mucho tiempo. Es más de lo que gobernaron Bucaram, Alarcón, Mahuad, Gutiérrez y Palacio. Y solo dos meses menos que el periodo de Noboa. Es prácticamente un periodo presidencial completo. Que no nos distraiga el hecho de que Correa “empieza” su periodo bajo la nueva Constitución. Ha tenido casi tres años, con más plata que ningún otro Presidente y sin oposición, para cumplir promesas, ejecutar obras, pasar de colocar primeras piedras, y dar resultados.
El Presidente dice que están invirtiendo como ningún otro gobierno en proyectos eléctricos que nos garantizarán energía en el mediano y largo plazo. Que hasta podremos exportar electricidad. Bien por el país si en verdad se ejecutan todos estos proyectos. ¿Y del presente quién se encarga? Con este Gobierno que planifica mucho, pero ejecuta poco, parece que las promesas de un futuro mejor son lo único cierto.
Correa dijo el sábado que “nadie esperaba un estiaje así”. Pero expertos en temas energéticos y los mismos funcionarios del Gobierno sabían que esta crisis se venía. El Gobierno tuvo suficientes advertencias como para tomar las medidas necesarias. Pero el Gobierno prefirió rezarle a San Pedro y cantar como Juan Luis Guerra que ojalá llueva café en el campo. Estaban muy distraídos empaquetando promesas en campañas publicitarias.
Correa indicó también que el bajo nivel del caudal en Paute se da por el cambio climático. Y que lo estamos sufriendo por el “nivel de vida de Estados Unidos”. Ahora resulta que a la partidocracia y la noche neoliberal, se suman los gringos como culpables de los apagones.
Ante declaraciones tan absurdas y llenas de prejuicios, me quedó más claro quiénes tienen realmente la culpa de los apagones, el desempleo y todo lo demás. Somos los ecuatorianos que insistimos en elegir a improvisados.
Tendremos finalmente luz en el país solo cuando salga tanta oscuridad de Carondelet.
Pensé que sería una cadena informativa para prepararnos mejor ante los apagones. Me equivoqué. La cadena solo continuó la cantaleta iniciada por Correa en su monólogo sabatino.
El Gobierno como siempre se lavó las manos, echó la culpa de todo a otros, y pretendió que además lo felicitemos por ser tan generosos y perfectos. Todo es culpa de la larga noche neoliberal, los socialcristianos, la partidocracia, el capitalismo, la prensa. Pero debemos estar tranquilos. El cambio ya viene, brillando con luz propia.
Yo espero que de todas las pérdidas y problemas que producen estos apagones, salga al menos algo bueno: que la gente despierte de su modorra política que le ha impedido ver la realidad de este Gobierno. Que se den cuenta que este Gobierno viene por casi tres años quejándose del pasado y jurando mejores días en el futuro, mientras nos sumerge en el peor de los presentes sin empleo, sin seguridad, y ahora hasta sin luz.
La labia correísta se gasta. Empieza a expirar. No va más. Las promesas de un futuro mejor se ahogan en la triste realidad de este presente.
Correa está a punto de cumplir tres años en el poder. Eso es mucho tiempo. Es más de lo que gobernaron Bucaram, Alarcón, Mahuad, Gutiérrez y Palacio. Y solo dos meses menos que el periodo de Noboa. Es prácticamente un periodo presidencial completo. Que no nos distraiga el hecho de que Correa “empieza” su periodo bajo la nueva Constitución. Ha tenido casi tres años, con más plata que ningún otro Presidente y sin oposición, para cumplir promesas, ejecutar obras, pasar de colocar primeras piedras, y dar resultados.
El Presidente dice que están invirtiendo como ningún otro gobierno en proyectos eléctricos que nos garantizarán energía en el mediano y largo plazo. Que hasta podremos exportar electricidad. Bien por el país si en verdad se ejecutan todos estos proyectos. ¿Y del presente quién se encarga? Con este Gobierno que planifica mucho, pero ejecuta poco, parece que las promesas de un futuro mejor son lo único cierto.
Correa dijo el sábado que “nadie esperaba un estiaje así”. Pero expertos en temas energéticos y los mismos funcionarios del Gobierno sabían que esta crisis se venía. El Gobierno tuvo suficientes advertencias como para tomar las medidas necesarias. Pero el Gobierno prefirió rezarle a San Pedro y cantar como Juan Luis Guerra que ojalá llueva café en el campo. Estaban muy distraídos empaquetando promesas en campañas publicitarias.
Correa indicó también que el bajo nivel del caudal en Paute se da por el cambio climático. Y que lo estamos sufriendo por el “nivel de vida de Estados Unidos”. Ahora resulta que a la partidocracia y la noche neoliberal, se suman los gringos como culpables de los apagones.
Ante declaraciones tan absurdas y llenas de prejuicios, me quedó más claro quiénes tienen realmente la culpa de los apagones, el desempleo y todo lo demás. Somos los ecuatorianos que insistimos en elegir a improvisados.
Tendremos finalmente luz en el país solo cuando salga tanta oscuridad de Carondelet.
jueves, noviembre 05, 2009
Comunismo hediondo
Hugo Chávez, en su inmenso y solidario socialismo, se une a Al Gore y muchos otros en la cruzada por salvar el planeta, presentando al mundo las ventajas del baño comunista. “Tres minutos más que suficiente, tres minutos he contado yo y no quedo hediondo, se los garantizo”, dijo recientemente el renacido dictador ecologista. Busca así motivar en los venezolanos los duchazos rápidos, que ayuden a vencer la crisis energética y de agua que vive su país.
¿Cómo lograrlo? Chávez nos da consejos prácticos: un minuto para mojarse, un minuto para jabón y champú, y un minuto para enjuagarse. Listo. Para Chávez, cantar en la ducha o demorarse mucho bajo el chorro de agua son lujos que van en contra del comunismo. Son un crimen.
Venezuela enfrenta racionamientos de luz y agua. Una fuerte sequía es el problema inmediato. El problema de fondo: más de una década de chavismo sin planificación e inversiones necesarias para producir la energía y agua que el país demanda. Ahora Chávez les echó la culpa –como lo haría seguramente su amigo ecuatoriano– a los ricos que gastan agua en sus piscinas y jardines. Su gobierno nada tiene que ver en el asunto. El abundante dinero venezolano se malgasta financiando a otros países antes que sus propias necesidades. La causa comunista –primera vez que escucho a Chávez decir directamente “comunismo” y no “socialismo”– requiere, por lo visto, estos sacrificios.
Mientras Chávez pide que los venezolanos se peguen baños apurados, según El Nuevo Herald de Miami, el líder venezolano derrocha la plata del país en gastos personales. Según las cifras del presupuesto aprobado para el 2010, la oficina presidencial venezolana se gastará “unos 2.200 millones de dólares en rubros tan variados como la seguridad personal, los viáticos y el calzado del jefe de Estado venezolano, un aumento de más del 600% en comparación con los 350 millones de dólares que presupuestó en el 2009.”
Los gastos de Chávez incluyen “264.000 dólares en prendas de vestir; 18.500 dólares para calzados; 145.000 dólares para productos de tocador (jabón, champú y otros productos de higiene personal); y unos 2 millones de dólares para gastos de teléfono”. En media crisis energética y de agua, “el presidente espera consumir una cuenta de 583.000 dólares en electricidad y unos 480.000 dólares en la factura de agua”. ¡Cómo no amar el comunismo con tantos gustos capitalistas!
Toda esta contagiosa demagogia socialista solo causaría risa, si Chávez, con su estilo y sus ideas, no estuviera tan cerca a nuestro presidente. Estos líderes que se dicen socialistas y comprometidos con los pobres, mientras monopolizan el poder y lavan cerebros, terminan echándole al pueblo el muerto de su incompetencia y de un sistema que por naturaleza está destinado al fracaso. La restricción en el uso de agua es una de muchas restricciones que deben soportar los venezolanos. Y les espera más como a sus vecinos de la isla caribeña.
Pero hay que darle algo de crédito a Chávez y rescatar su campaña de ahorro de agua. No solo recomienda el duchazo comunista de tres minutos. Algo difícil de cumplir. También dijo que debemos cerrar la llave mientras nos lavamos los dientes, en lugar de dejar correr el agua inútilmente. En esto sí tiene todo mi apoyo.
miércoles, noviembre 04, 2009
Revista la U. - Noviembre 2009
Ya está circulando la U. de noviembre en tu universidad!!!
Para pautar en revista la U. escribe a revistalau@yahoo.com. Envíanos tus artículos, fotos, ideas o comentarios a revistalau@yahoo.com.
Para pautar en revista la U. escribe a revistalau@yahoo.com. Envíanos tus artículos, fotos, ideas o comentarios a revistalau@yahoo.com.
jueves, octubre 29, 2009
La oposición posible
Con la aparición de Carlos Vera en la arena política nace la posibilidad de una real oposición a este Gobierno a nivel nacional. No es todavía una oposición muy tangible. Pero la simple posibilidad ya es una buena noticia.
Correa acabó con la oposición política. Con su gobierno, terminaron de morir los partidos políticos. Ante la ausencia de esa oposición, los medios de comunicación se convirtieron en la solitaria voz que le lanza sus verdades al régimen.
Eso podría estar cambiando. Se respira un aire político algo distinto estos días. Las protestas en las calles, las denuncias de corrupción, y la aparición de Carlos Vera nos invitan a creer algo que hace pocos meses parecía imposible. Que a Correa se lo pueda vencer en las urnas.
Ahora podemos al menos pensar –o soñar– que esta peligrosa supuesta revolución ciudadana no dure más allá de este periodo presidencial. Que junto a Carlos Vera irán creciendo, uniéndose y ganando espacios nuevos grupos y voces de oposición de donde saldría el nuevo líder con posibilidad de enfrentar a Correa. No es coincidencia la presencia de Jefferson Pérez en el lanzamiento del libro de Vera. Algo nuevo empieza a marchar.
Preocupa, sin embargo, que la forma como Carlos Vera pretende estrenarse de político ayude a fortalecer a Correa en lugar de vencerlo. Vera empuja la revocatoria del mandato presidencial. Para eso, debe recoger 1,5 millones de firmas –el 15% del padrón electoral– necesarias para ir a referéndum revocatorio del mandato. Algo posible. Pero para ganar, en la votación se requiere la mayoría absoluta de los sufragantes. Algo bastante difícil.
Comparto el interés de Vera de librarnos de este Gobierno que nos conduce al abismo. Pero con su campaña por la revocatoria puede salir el tiro por la culata. Este pedido de revocatoria ayudará a movilizar a miles de ecuatorianos cansados de no tener trabajo, de los insultos de los sábados, de ver sus negocios flaquear, de la pérdida de su libertad, y de la agobiante intromisión del Estado en cada vez más espacios privados. Pero ayudará también a fortalecer a Correa.
Ante la caída de popularidad de Correa, nada le vendría mejor que una nueva elección. Correa, el eterno candidato maestro en el arte electoral, aprovecharía al máximo el referéndum revocatorio para impulsar su imagen. Con la ayuda de la maquinaria estatal y la plata de todos nosotros, inundaría todos los medios de comunicación con su campaña y llevaría su mensaje a cada población del país seduciendo nuevamente a sus votantes desde la tarima.
Mejor dejar que Correa se desgaste solito. Si se empeña en distribuir antes que en producir; en el manejo burocrático por encima del manejo privado; en limitar libertades antes que garantizarlas; en fin, en caminar hacia un enterrado modelo cubano-venezolano; su fracaso –y tristemente el del país– llegará tarde o temprano. Un referéndum revocatorio implicaría un gran esfuerzo de la oposición, con el riesgo de terminar con un presidente fortalecido.
Correa llegará cojeando a la próxima elección presidencial por sus propios errores. Mejor que Carlos Vera, Jefferson Pérez y esos nuevos líderes con las ganas, valentía y posibilidades de hacerle frente, concentren recursos, estrategias y fuerzas para vencerlo en ese encuentro.
Correa acabó con la oposición política. Con su gobierno, terminaron de morir los partidos políticos. Ante la ausencia de esa oposición, los medios de comunicación se convirtieron en la solitaria voz que le lanza sus verdades al régimen.
Eso podría estar cambiando. Se respira un aire político algo distinto estos días. Las protestas en las calles, las denuncias de corrupción, y la aparición de Carlos Vera nos invitan a creer algo que hace pocos meses parecía imposible. Que a Correa se lo pueda vencer en las urnas.
Ahora podemos al menos pensar –o soñar– que esta peligrosa supuesta revolución ciudadana no dure más allá de este periodo presidencial. Que junto a Carlos Vera irán creciendo, uniéndose y ganando espacios nuevos grupos y voces de oposición de donde saldría el nuevo líder con posibilidad de enfrentar a Correa. No es coincidencia la presencia de Jefferson Pérez en el lanzamiento del libro de Vera. Algo nuevo empieza a marchar.
Preocupa, sin embargo, que la forma como Carlos Vera pretende estrenarse de político ayude a fortalecer a Correa en lugar de vencerlo. Vera empuja la revocatoria del mandato presidencial. Para eso, debe recoger 1,5 millones de firmas –el 15% del padrón electoral– necesarias para ir a referéndum revocatorio del mandato. Algo posible. Pero para ganar, en la votación se requiere la mayoría absoluta de los sufragantes. Algo bastante difícil.
Comparto el interés de Vera de librarnos de este Gobierno que nos conduce al abismo. Pero con su campaña por la revocatoria puede salir el tiro por la culata. Este pedido de revocatoria ayudará a movilizar a miles de ecuatorianos cansados de no tener trabajo, de los insultos de los sábados, de ver sus negocios flaquear, de la pérdida de su libertad, y de la agobiante intromisión del Estado en cada vez más espacios privados. Pero ayudará también a fortalecer a Correa.
Ante la caída de popularidad de Correa, nada le vendría mejor que una nueva elección. Correa, el eterno candidato maestro en el arte electoral, aprovecharía al máximo el referéndum revocatorio para impulsar su imagen. Con la ayuda de la maquinaria estatal y la plata de todos nosotros, inundaría todos los medios de comunicación con su campaña y llevaría su mensaje a cada población del país seduciendo nuevamente a sus votantes desde la tarima.
Mejor dejar que Correa se desgaste solito. Si se empeña en distribuir antes que en producir; en el manejo burocrático por encima del manejo privado; en limitar libertades antes que garantizarlas; en fin, en caminar hacia un enterrado modelo cubano-venezolano; su fracaso –y tristemente el del país– llegará tarde o temprano. Un referéndum revocatorio implicaría un gran esfuerzo de la oposición, con el riesgo de terminar con un presidente fortalecido.
Correa llegará cojeando a la próxima elección presidencial por sus propios errores. Mejor que Carlos Vera, Jefferson Pérez y esos nuevos líderes con las ganas, valentía y posibilidades de hacerle frente, concentren recursos, estrategias y fuerzas para vencerlo en ese encuentro.
viernes, octubre 23, 2009
Domingo libre
Hace un año apareció en varios buses de Londres esa exitosa campaña con eslóganes que invitaban a liberarse de las cadenas del más allá. Una de ellas decía: “There’s probably no God. Now stop worrying and enjoy your life” (Probablemente Dios no existe. Deja de preocuparte y disfruta de la vida). La campaña, que luego se extendió a Estados Unidos, España, Italia y Australia, nació como una reacción a una campaña religiosa que bombardeaba los espacios publicitarios de buses de la ciudad.
De todas las frases de la campaña, la que me pareció más original y sobre todo práctica, decía “Atheism: sleep in on Sunday mornings” (Ateísmo: dormir las mañanas de los domingos). La frase me trasladó varios años atrás a mis temporadas en Salinas. Ahí estamos en el mar, felices en las olas con nuestros Morey Boogies, o haciendo guerras de bombas de arena, o enterrándonos hasta el cuello, hasta que nos llegaba el temido grito: “¡a vestirse para ir a misa!” Y con la piel todavía ardiendo de sol, tocaba bañarse apurado, hacerse un peinado lamido de raya a un lado, para irnos a la misa donde un cura de pueblo intentaba evangelizar a gente de la ciudad. Disfrutar el domingo sin interrupciones, como dice la frasecita en el bus, es un privilegio que tardaría en llegar.
Pero hay algo aun más poderoso que la religión, que atrapa con mayor intensidad la vida de sus fieles y fanáticos, interfiriendo con la libertad del domingo y llegando a nublar la razón. El fútbol.
La vida del fanático futbolístico gira alrededor del fútbol, a veces con más fuerza que la del fanático religioso alrededor de su religión. El fútbol lo gobierna. El domingo de fútbol (y a veces de misa, cuando el equipo necesita un empujoncito adicional) no hay tiempo para nada más. Solo fútbol. Y si hay partidos durante la semana, el resto de actividades deberá acomodarse al calendario deportivo.
El fanático futbolístico va mucho más allá del domingo. Su entrega es total. El religioso tiene sus misas, oraciones y grupos; pero eso es poco comparado al tiempo, cabeza y recursos que dedica a lo suyo el verdadero enfermo del fútbol. Empieza inocentemente como hincha de un equipo local. Se compra la camiseta del equipo, va al estadio los domingos, lee los comentarios en los diarios del lunes. Pero antes de darse cuenta, se convierte en un adicto al fútbol a tiempo completo. La radio del carro está eternamente en AM, sintonizando los más folclóricos comentaristas deportivos, que suenan bastante parecido a los evangelizadores radiales. Su página de inicio en Internet lo pone al día de las últimas estadísticas deportivas. De aquí y el mundo entero. Porque el fanático no se limita a su equipo, termina siguiendo religiosamente los campeonatos de Inglaterra, España, Italia, Argentina, Francia y hasta Bolivia.
Al mismo tiempo, su fanatismo se transfiere casi imperceptiblemente hacia otros deportes. No le basta con memorizar alineaciones de equipos de fútbol. Se sabe también las estadísticas de básquet, futbol americano, béisbol, jockey, fórmula uno. Se pasa hipnotizado viendo ESPN y Fox Sports, su versión propia de “Pare de Sufrir”, donde alaba al dios redondo.
Los eslóganes en el bus londinense se adaptarían bastante bien para alertar sobre el control que el dios fútbol llega a tener sobre nuestras mentes, tanto o más que los otros dioses. “Probablemente tu equipo no es tan importante como crees. Deja de preocuparte y disfruta la vida” podría leerse atrás de un bus.
Pero imagino que esa campaña no sería tan exitosa. Los fanáticos no la aguantarían ni un domingo. Salvo que haya partido.
* Publicado en revista SoHo de Octubre/Noviembre.
De todas las frases de la campaña, la que me pareció más original y sobre todo práctica, decía “Atheism: sleep in on Sunday mornings” (Ateísmo: dormir las mañanas de los domingos). La frase me trasladó varios años atrás a mis temporadas en Salinas. Ahí estamos en el mar, felices en las olas con nuestros Morey Boogies, o haciendo guerras de bombas de arena, o enterrándonos hasta el cuello, hasta que nos llegaba el temido grito: “¡a vestirse para ir a misa!” Y con la piel todavía ardiendo de sol, tocaba bañarse apurado, hacerse un peinado lamido de raya a un lado, para irnos a la misa donde un cura de pueblo intentaba evangelizar a gente de la ciudad. Disfrutar el domingo sin interrupciones, como dice la frasecita en el bus, es un privilegio que tardaría en llegar.
Pero hay algo aun más poderoso que la religión, que atrapa con mayor intensidad la vida de sus fieles y fanáticos, interfiriendo con la libertad del domingo y llegando a nublar la razón. El fútbol.
La vida del fanático futbolístico gira alrededor del fútbol, a veces con más fuerza que la del fanático religioso alrededor de su religión. El fútbol lo gobierna. El domingo de fútbol (y a veces de misa, cuando el equipo necesita un empujoncito adicional) no hay tiempo para nada más. Solo fútbol. Y si hay partidos durante la semana, el resto de actividades deberá acomodarse al calendario deportivo.
El fanático futbolístico va mucho más allá del domingo. Su entrega es total. El religioso tiene sus misas, oraciones y grupos; pero eso es poco comparado al tiempo, cabeza y recursos que dedica a lo suyo el verdadero enfermo del fútbol. Empieza inocentemente como hincha de un equipo local. Se compra la camiseta del equipo, va al estadio los domingos, lee los comentarios en los diarios del lunes. Pero antes de darse cuenta, se convierte en un adicto al fútbol a tiempo completo. La radio del carro está eternamente en AM, sintonizando los más folclóricos comentaristas deportivos, que suenan bastante parecido a los evangelizadores radiales. Su página de inicio en Internet lo pone al día de las últimas estadísticas deportivas. De aquí y el mundo entero. Porque el fanático no se limita a su equipo, termina siguiendo religiosamente los campeonatos de Inglaterra, España, Italia, Argentina, Francia y hasta Bolivia.
Al mismo tiempo, su fanatismo se transfiere casi imperceptiblemente hacia otros deportes. No le basta con memorizar alineaciones de equipos de fútbol. Se sabe también las estadísticas de básquet, futbol americano, béisbol, jockey, fórmula uno. Se pasa hipnotizado viendo ESPN y Fox Sports, su versión propia de “Pare de Sufrir”, donde alaba al dios redondo.
Los eslóganes en el bus londinense se adaptarían bastante bien para alertar sobre el control que el dios fútbol llega a tener sobre nuestras mentes, tanto o más que los otros dioses. “Probablemente tu equipo no es tan importante como crees. Deja de preocuparte y disfruta la vida” podría leerse atrás de un bus.
Pero imagino que esa campaña no sería tan exitosa. Los fanáticos no la aguantarían ni un domingo. Salvo que haya partido.
* Publicado en revista SoHo de Octubre/Noviembre.
jueves, octubre 22, 2009
Dos países
Una reciente encuesta realizada por Perfiles de Opinión demuestra que Ecuador es dos países en uno. Mientras el 75,9% de los quiteños califica la gestión de Rafael Correa de buena o muy buena, solo el 39,4% de los guayaquileños piensa lo mismo. Mientras el 59,8% de la gente en Quito dice que sí le cree a Correa, en Guayaquil es solo el 25,6%. Y la tendencia se ha ido radicalizando.
No debería sorprendernos tanto. Quito votó masivamente por Correa. Guayaquil, no. Muchos quiteños comparten, en buena medida, la tendencia de izquierda de Correa. La mayoría de guayaquileños, no. Pero más allá de eso, esta simpatía capitalina hacia Correa es cuestión de pragmatismo. Parte de la población de Quito se beneficia del desorbitante gasto público de Correa, del aumento de la burocracia, de su centralismo, y de su obsesión porque el Estado lo maneje y controle todo. ¿Cómo no quererlo?
Las cifras del desempleo comprueban que a Quito no le va tan mal con esta revolución producida para la televisión. Mientras en Guayaquil el desempleo llega al 12,6%, o sea cerca de 150 mil personas sin trabajo, en Quito es del 6,1%. Y eso hablando en cifras bonitas que no cuentan toda la historia. Si añadimos los subempleados en nuestras ciudades, es decir, toda esa gente que sobrevive de cachuelitos y trabajos informales, las cifras de gente sin empleo, sobre todo en Guayaquil, se vuelven alarmantes.
Correa no tiene toda la culpa. Guayaquil ya había perdido su posición de capital económica del Ecuador desde antes, por culpa propia y de los distintos gobiernos. El centralismo no es invento de las mentes que pueblan Carondelet estos días. Pero hoy más que nunca, con un Gobierno de mentalidad ultraestatista, la burocracia de Quito maneja y concentra el billete, los contratos, los negocios, los empleos.
Correa nos hace creer que es muy guayaquileño porque se sabe todo el repertorio de canciones lagarteras o se conoce los huecos dónde comer su encebollado. Puro show. Lo suyo es el centralismo y estatismo puro y duro. Su indiferencia y hasta desprecio por el sector privado –que impulsa a Quito, Guayaquil y todo el país– son evidentes.
Ahora el Gobierno inyectará unos 2.500 millones de dólares para reactivar la economía y generar empleo. Ante su incapacidad para atraer inversión extranjera y local, generando reglas claras y confianza en inversionistas y empresarios, el Gobierno hará lo más fácil: utilizará la plata de nuestras reservas. Quiere así mover el sector de la construcción, el crédito, infraestructura y proyectos sociales.
Ojalá logre levantar la economía y el empleo por el bien de todos. Pero sabiendo cómo funcionan las cosas en este país, podemos predecir que gran parte de esos fondos se desperdiciarán en más burocracia, ineficiencia, y corrupción. El ministro Diego Borja dijo que se hará especial énfasis en recuperar la producción y crecimiento de Guayaquil. Ya veremos dónde se queda al final la mayor parte de esa plata.
Mientras el Gobierno trata de rescatar la economía con más proyectos públicos, lleva casi tres años espantando la inversión privada. El centralismo está de fiesta. El país, de luto. Le toca a Guayaquil hacer su propio camino.
No debería sorprendernos tanto. Quito votó masivamente por Correa. Guayaquil, no. Muchos quiteños comparten, en buena medida, la tendencia de izquierda de Correa. La mayoría de guayaquileños, no. Pero más allá de eso, esta simpatía capitalina hacia Correa es cuestión de pragmatismo. Parte de la población de Quito se beneficia del desorbitante gasto público de Correa, del aumento de la burocracia, de su centralismo, y de su obsesión porque el Estado lo maneje y controle todo. ¿Cómo no quererlo?
Las cifras del desempleo comprueban que a Quito no le va tan mal con esta revolución producida para la televisión. Mientras en Guayaquil el desempleo llega al 12,6%, o sea cerca de 150 mil personas sin trabajo, en Quito es del 6,1%. Y eso hablando en cifras bonitas que no cuentan toda la historia. Si añadimos los subempleados en nuestras ciudades, es decir, toda esa gente que sobrevive de cachuelitos y trabajos informales, las cifras de gente sin empleo, sobre todo en Guayaquil, se vuelven alarmantes.
Correa no tiene toda la culpa. Guayaquil ya había perdido su posición de capital económica del Ecuador desde antes, por culpa propia y de los distintos gobiernos. El centralismo no es invento de las mentes que pueblan Carondelet estos días. Pero hoy más que nunca, con un Gobierno de mentalidad ultraestatista, la burocracia de Quito maneja y concentra el billete, los contratos, los negocios, los empleos.
Correa nos hace creer que es muy guayaquileño porque se sabe todo el repertorio de canciones lagarteras o se conoce los huecos dónde comer su encebollado. Puro show. Lo suyo es el centralismo y estatismo puro y duro. Su indiferencia y hasta desprecio por el sector privado –que impulsa a Quito, Guayaquil y todo el país– son evidentes.
Ahora el Gobierno inyectará unos 2.500 millones de dólares para reactivar la economía y generar empleo. Ante su incapacidad para atraer inversión extranjera y local, generando reglas claras y confianza en inversionistas y empresarios, el Gobierno hará lo más fácil: utilizará la plata de nuestras reservas. Quiere así mover el sector de la construcción, el crédito, infraestructura y proyectos sociales.
Ojalá logre levantar la economía y el empleo por el bien de todos. Pero sabiendo cómo funcionan las cosas en este país, podemos predecir que gran parte de esos fondos se desperdiciarán en más burocracia, ineficiencia, y corrupción. El ministro Diego Borja dijo que se hará especial énfasis en recuperar la producción y crecimiento de Guayaquil. Ya veremos dónde se queda al final la mayor parte de esa plata.
Mientras el Gobierno trata de rescatar la economía con más proyectos públicos, lleva casi tres años espantando la inversión privada. El centralismo está de fiesta. El país, de luto. Le toca a Guayaquil hacer su propio camino.
jueves, octubre 15, 2009
Ninguno de los tres
Escuchar a Fabricio Correa es entretenimiento garantizado. Es un maestro en el arte de llamar la atención, generar titulares y hacernos reír. A nuestra podrida política, Fabricio Correa la ha rebajado aún más, pero lo ha hecho con buen humor.
“Hasta la Victoria Secret”, “pelucón light”, y “círculo rosa” se volvieron clásicos instantáneos y parte de nuestro léxico político cotidiano. Esta semana, Fabricio llegó a la Asamblea y al programa de Jorge Ortiz con una billetera gigante para así contestar al Fiscal, quien había dicho que sus denuncias se las podría guardar en su billetera.
La fama del ñaño presidencial ahora es internacional. Jorge Ramos lo entrevistó para su programa de Univisión. Latinoamérica entera conoce del show de los hermanos Correa.
Hasta ahí la parte divertida. Lo preocupante es que la ausencia de voces coherentes de oposición, le den fuerza y hasta cierta legitimidad a Fabricio. Pero sus fans no pueden olvidar los millonarios contratos de las empresas de Fabricio con el Gobierno de su hermano. Más allá de que nos entretenga, que sus acusaciones sean reveladoras y suenen verdaderas, y que a diferencia de su hermano, él sí tenga ideas pragmáticas para sacar a este país adelante, no podemos acogerlo como un opositor válido.
Nebot es la mayor voz de oposición. Pero su voz suena repetida y gastada. A pesar de sus éxitos como alcalde, su liderazgo nacional se siente estancado. Según Cedatos, el 27% de los ecuatorianos lo considera la cabeza de la oposición, frente al 22% que piensa que no existe una cabeza visible, y el 18% que pone a Lucio Gutiérrez en este espacio.
Tristísima realidad. Estamos ante un Gobierno de planes e ideología fracasados, y una incapacidad para generar estabilidad, inversiones y empleo. Y, sin embargo, la oposición no asoma.
Es verdad que no podemos limitarnos a esperar a ese salvador de oposición. Que poner toda nuestra confianza en una persona, solo repite el error en que cayó la mayoría del país al entregarse a la imagen salvadora de Correa.
Es verdad que la democracia y el progreso se los construyen desde la sociedad, con instituciones sólidas, más que con líderes redentores. Pero también es verdad, que sin ese líder de oposición, este Gobierno, que lo acapara todo y es experto en lavado colectivo de cerebros, continuará en el poder, como lo vienen haciendo por más de diez años sus panas venezolanos.
Ese líder de oposición no puede ser Fabricio. No podemos apoyar a quien se aprovechó de su cercanía con este Gobierno. Además, nos basta y sobra con un Correa. Ese líder no puede ser Lucio Gutiérrez. Ya tuvo su oportunidad y defraudó. Y no puede ser Nebot. Su oposición y liderazgo se han quedado en lo local. Ninguno de esos tres podría vencer a este Presidente para librarnos de su mal experimento.
Tal vez no conocemos todavía a ese líder. Tal vez ya está tanteando el terreno político. Que no demore tanto. Debe estar preparado. Darse a conocer. Contagiar las ideas que sirven. Rodearse de gente que sepa hacer las cosas, y no solo decirlas.
Las próximas elecciones llegarán volando. Y la maquinaria gobiernista estará lista para un nuevo round. ¿Tendremos a alguien del otro lado?
“Hasta la Victoria Secret”, “pelucón light”, y “círculo rosa” se volvieron clásicos instantáneos y parte de nuestro léxico político cotidiano. Esta semana, Fabricio llegó a la Asamblea y al programa de Jorge Ortiz con una billetera gigante para así contestar al Fiscal, quien había dicho que sus denuncias se las podría guardar en su billetera.
La fama del ñaño presidencial ahora es internacional. Jorge Ramos lo entrevistó para su programa de Univisión. Latinoamérica entera conoce del show de los hermanos Correa.
Hasta ahí la parte divertida. Lo preocupante es que la ausencia de voces coherentes de oposición, le den fuerza y hasta cierta legitimidad a Fabricio. Pero sus fans no pueden olvidar los millonarios contratos de las empresas de Fabricio con el Gobierno de su hermano. Más allá de que nos entretenga, que sus acusaciones sean reveladoras y suenen verdaderas, y que a diferencia de su hermano, él sí tenga ideas pragmáticas para sacar a este país adelante, no podemos acogerlo como un opositor válido.
Nebot es la mayor voz de oposición. Pero su voz suena repetida y gastada. A pesar de sus éxitos como alcalde, su liderazgo nacional se siente estancado. Según Cedatos, el 27% de los ecuatorianos lo considera la cabeza de la oposición, frente al 22% que piensa que no existe una cabeza visible, y el 18% que pone a Lucio Gutiérrez en este espacio.
Tristísima realidad. Estamos ante un Gobierno de planes e ideología fracasados, y una incapacidad para generar estabilidad, inversiones y empleo. Y, sin embargo, la oposición no asoma.
Es verdad que no podemos limitarnos a esperar a ese salvador de oposición. Que poner toda nuestra confianza en una persona, solo repite el error en que cayó la mayoría del país al entregarse a la imagen salvadora de Correa.
Es verdad que la democracia y el progreso se los construyen desde la sociedad, con instituciones sólidas, más que con líderes redentores. Pero también es verdad, que sin ese líder de oposición, este Gobierno, que lo acapara todo y es experto en lavado colectivo de cerebros, continuará en el poder, como lo vienen haciendo por más de diez años sus panas venezolanos.
Ese líder de oposición no puede ser Fabricio. No podemos apoyar a quien se aprovechó de su cercanía con este Gobierno. Además, nos basta y sobra con un Correa. Ese líder no puede ser Lucio Gutiérrez. Ya tuvo su oportunidad y defraudó. Y no puede ser Nebot. Su oposición y liderazgo se han quedado en lo local. Ninguno de esos tres podría vencer a este Presidente para librarnos de su mal experimento.
Tal vez no conocemos todavía a ese líder. Tal vez ya está tanteando el terreno político. Que no demore tanto. Debe estar preparado. Darse a conocer. Contagiar las ideas que sirven. Rodearse de gente que sepa hacer las cosas, y no solo decirlas.
Las próximas elecciones llegarán volando. Y la maquinaria gobiernista estará lista para un nuevo round. ¿Tendremos a alguien del otro lado?
jueves, octubre 08, 2009
No con cualquiera
No esperaba gran cosa del encuentro entre el Presidente y los indígenas. Pero me equivoqué. Estuvo de lo más divertido. Se tutearon. Se dijeron unas cuantas verdades y otras mentiras. Hasta le dijeron a Correa estúpido y le sacaron en cara que habla mal el quichua. Al final ganó Correa. Se anotó puntos valiosos al lograr detener los levantamientos indígenas.
Recuerdo un profesor en mi universidad, un gringo fanático de los países andinos, que admiraba profundamente los movimientos indígenas del Ecuador. Los ponía siempre como ejemplo, por haber sido los primeros en la región en hacerse notar y cobrar importancia política. Si mi profesor los viera hoy creo que estaría decepcionado. No se ve en los dirigentes indígenas un deseo de presentar propuestas constructivas. Solo se ven ganas de reclamar por reclamar.
Es irónico que hoy los movimientos indígenas reciban, en gran medida, el apoyo de Guayaquil. Según una reciente encuesta de Perfiles de Opinión, el 67% de los guayaquileños está de acuerdo con las movilizaciones indígenas, frente al 42% de quiteños. De forma similar, el 49% de Guayaquil está de acuerdo con el paro de los maestros, frente al 20% de Quito. Estos números lo que realmente nos dicen es que el grado de rechazo y oposición a Correa, sobre todo en Guayaquil, se ha radicalizado de tal manera que estamos dispuestos a apoyar a quien sea que le arme relajo al Gobierno. No importa que sean grupos indígenas o de maestros, tradicionalmente contrarios al progreso que traen el libre mercado y la empresa privada, que Guayaquil representa y defiende.
Es una lástima. La radicalización del Gobierno ha llevado a la radicalización de la oposición. Aunque sin caras muy visibles, esta oposición ideológica existe. Pero su causa pierde legitimidad cuando apoya grupos y protestas con los que realmente no concuerda.
Correa utilizó en su momento al MPD y la UNE como su aliado y fuerza de choque. Y a los grupos indígenas los convenció desde el primer día con su Pacha Mama y su suma kawsay, que hasta asoman en el preámbulo de la Constitución. Ahora es la oposición la que, ante la presencia de un enemigo común, defiende a estos grupos.
Muchos sostienen que este Gobierno, y sobre todo este Presidente, no tienen arreglo. Que no dará marcha atrás en sus abusos y su nefasto experimento socialista. Puede que tengan razón. Pero debemos al menos intentar que este Gobierno rectifique. Intentar dialogar y tender puentes por el bien de este país. Se trata de hacer oposición constructiva y frontal. No de conspirar y apoyar a cualquier lanzapiedras.
Estar en oposición a un Gobierno no debe significar el apoyo a cualquier otro grupo que haga oposición, sin importar sus ideas o acciones. Los bloqueos de carreteras de ciertos dirigentes indígenas y las amenazas de paro de la UNE, no se justifican hoy por ser contra Correa. Siguen siendo las mismas condenables acciones de siempre, que solo traen más atraso, pobreza e ignorancia a este país.
Siguen siendo enemigos del progreso, estén a favor o en contra de Correa. No merecen nuestro apoyo, aunque a veces provoque salir con ellos a las calles a gritarle a este Gobierno.
Recuerdo un profesor en mi universidad, un gringo fanático de los países andinos, que admiraba profundamente los movimientos indígenas del Ecuador. Los ponía siempre como ejemplo, por haber sido los primeros en la región en hacerse notar y cobrar importancia política. Si mi profesor los viera hoy creo que estaría decepcionado. No se ve en los dirigentes indígenas un deseo de presentar propuestas constructivas. Solo se ven ganas de reclamar por reclamar.
Es irónico que hoy los movimientos indígenas reciban, en gran medida, el apoyo de Guayaquil. Según una reciente encuesta de Perfiles de Opinión, el 67% de los guayaquileños está de acuerdo con las movilizaciones indígenas, frente al 42% de quiteños. De forma similar, el 49% de Guayaquil está de acuerdo con el paro de los maestros, frente al 20% de Quito. Estos números lo que realmente nos dicen es que el grado de rechazo y oposición a Correa, sobre todo en Guayaquil, se ha radicalizado de tal manera que estamos dispuestos a apoyar a quien sea que le arme relajo al Gobierno. No importa que sean grupos indígenas o de maestros, tradicionalmente contrarios al progreso que traen el libre mercado y la empresa privada, que Guayaquil representa y defiende.
Es una lástima. La radicalización del Gobierno ha llevado a la radicalización de la oposición. Aunque sin caras muy visibles, esta oposición ideológica existe. Pero su causa pierde legitimidad cuando apoya grupos y protestas con los que realmente no concuerda.
Correa utilizó en su momento al MPD y la UNE como su aliado y fuerza de choque. Y a los grupos indígenas los convenció desde el primer día con su Pacha Mama y su suma kawsay, que hasta asoman en el preámbulo de la Constitución. Ahora es la oposición la que, ante la presencia de un enemigo común, defiende a estos grupos.
Muchos sostienen que este Gobierno, y sobre todo este Presidente, no tienen arreglo. Que no dará marcha atrás en sus abusos y su nefasto experimento socialista. Puede que tengan razón. Pero debemos al menos intentar que este Gobierno rectifique. Intentar dialogar y tender puentes por el bien de este país. Se trata de hacer oposición constructiva y frontal. No de conspirar y apoyar a cualquier lanzapiedras.
Estar en oposición a un Gobierno no debe significar el apoyo a cualquier otro grupo que haga oposición, sin importar sus ideas o acciones. Los bloqueos de carreteras de ciertos dirigentes indígenas y las amenazas de paro de la UNE, no se justifican hoy por ser contra Correa. Siguen siendo las mismas condenables acciones de siempre, que solo traen más atraso, pobreza e ignorancia a este país.
Siguen siendo enemigos del progreso, estén a favor o en contra de Correa. No merecen nuestro apoyo, aunque a veces provoque salir con ellos a las calles a gritarle a este Gobierno.
miércoles, octubre 07, 2009
Revista la U. - Octubre 2009
Ya está circulando la U. de octubre en tu universidad!!!
Para pautar en revista la U. escribe a revistalau@yahoo.com. Envíanos tus artículos, fotos, ideas o comentarios a revistalau@yahoo.com.
Para pautar en revista la U. escribe a revistalau@yahoo.com. Envíanos tus artículos, fotos, ideas o comentarios a revistalau@yahoo.com.
jueves, octubre 01, 2009
¿Quién sonríe?
Me llegó un boletín de la Vicepresidencia que anuncia la III fase de la campaña Sonríe Ecuador. No sé ustedes, pero a mí me pareció una broma de mal gusto. Con tanta sangre y violencia en cada esquina del país, gastar la plata de los ecuatorianos en otra campaña de sonrisas simplemente no cuadra.
El boletín dice que esta fase de la campaña busca, entre otras cosas, impulsar “una cultura de respeto, amabilidad, alegría y solidaridad en la sociedad…”. Qué tal si en lugar de inundar nuestras pantallas, transmiten los comerciales solo al Presidente cada noche antes de irse a dormir. Le vendría muy bien un curso intensivo en respeto.
No necesitamos una campaña que pretenda vendernos alegrías. Necesitamos un Gobierno que se quite esa venda ideológica y de poder, que acabe con tanta estupidez e inicie de una vez por todas el camino que nos permita vivir alegres.
Hoy miles de desempleados no sonríen. Difícil andar con una sonrisa cuando la barriga y la billetera están vacías. Cuando el Gobierno se empeña en cerrar más oportunidades, con leyes laborales e impuestos dizque solidarios que solo complican la contratación de nuevos empleados. Cuando el Gobierno insiste en culpar de todo a la noche neoliberal, y no ve que en dos años de sus noches populistas-socialistas estamos peor todavía. Cuando nuestros vecinos de Colombia y Perú reciben miles de millones de dólares en inversiones gracias a su estabilidad, seguridad y elemental cordura, mientras a nuestro país le caen migajas.
Hoy miles de víctimas de la violencia cotidiana no pueden sonreír. Terribles asesinatos se suman a los robos, secuestros e inseguridad a los que estamos acostumbrados. Tomar un taxi es jugarse el celular, la billetera y a veces la vida. Una luz roja en la noche es señal de acelerar para evitar un asalto. Guardianía, alarmas, rejas, garitas y pérdida de libertad son el alto precio que individuos, negocios y empresas deben pagar.
¿Y cómo responde el Gobierno ante el desempleo y su par la violencia? Con más impuestos y confrontación. Exprimiendo aún más al sector productivo y el bolsillo de los ciudadanos para tener más plata con qué pagar los gastos de su enorme burocracia –¿alguien puede nombrar todos los nuevos ministerios creados en este Gobierno?–, los bonos que compran popularidad, votos y aplausos, y las campañas, como la del Vicepresidente, que intenta vender sonrisas entre tantas lágrimas.
Se acabó la broma. Se gastaron los discursos. Es tiempo de que el Gobierno vea sus errores. No necesitamos que caiga otro Presidente. No queremos inestabilidad política. No necesitamos nuevos oportunistas tras el poder.
Queremos un Correa que recapacite, abra los ojos, se rodee de la gente correcta y dé los pasos sencillos pero contundentes que traigan bienestar. Por ejemplo, simplemente entender que para que haya menos robos y violencia se necesita más empleo, y para eso se necesitan más empresas e inversiones, y para eso se necesitan estabilidad, reglas claras, seguridad jurídica y un gobierno que apoye al emprendedor y al sector privado en lugar de perseguirlo, bloquearlo y satanizarlo. No tiene por qué ser tan complicado.
Una campaña no bastará para generar sonrisas. Hace falta mucho más. Seguimos esperando que el Gobierno se ponga del lado de los ecuatorianos.
El boletín dice que esta fase de la campaña busca, entre otras cosas, impulsar “una cultura de respeto, amabilidad, alegría y solidaridad en la sociedad…”. Qué tal si en lugar de inundar nuestras pantallas, transmiten los comerciales solo al Presidente cada noche antes de irse a dormir. Le vendría muy bien un curso intensivo en respeto.
No necesitamos una campaña que pretenda vendernos alegrías. Necesitamos un Gobierno que se quite esa venda ideológica y de poder, que acabe con tanta estupidez e inicie de una vez por todas el camino que nos permita vivir alegres.
Hoy miles de desempleados no sonríen. Difícil andar con una sonrisa cuando la barriga y la billetera están vacías. Cuando el Gobierno se empeña en cerrar más oportunidades, con leyes laborales e impuestos dizque solidarios que solo complican la contratación de nuevos empleados. Cuando el Gobierno insiste en culpar de todo a la noche neoliberal, y no ve que en dos años de sus noches populistas-socialistas estamos peor todavía. Cuando nuestros vecinos de Colombia y Perú reciben miles de millones de dólares en inversiones gracias a su estabilidad, seguridad y elemental cordura, mientras a nuestro país le caen migajas.
Hoy miles de víctimas de la violencia cotidiana no pueden sonreír. Terribles asesinatos se suman a los robos, secuestros e inseguridad a los que estamos acostumbrados. Tomar un taxi es jugarse el celular, la billetera y a veces la vida. Una luz roja en la noche es señal de acelerar para evitar un asalto. Guardianía, alarmas, rejas, garitas y pérdida de libertad son el alto precio que individuos, negocios y empresas deben pagar.
¿Y cómo responde el Gobierno ante el desempleo y su par la violencia? Con más impuestos y confrontación. Exprimiendo aún más al sector productivo y el bolsillo de los ciudadanos para tener más plata con qué pagar los gastos de su enorme burocracia –¿alguien puede nombrar todos los nuevos ministerios creados en este Gobierno?–, los bonos que compran popularidad, votos y aplausos, y las campañas, como la del Vicepresidente, que intenta vender sonrisas entre tantas lágrimas.
Se acabó la broma. Se gastaron los discursos. Es tiempo de que el Gobierno vea sus errores. No necesitamos que caiga otro Presidente. No queremos inestabilidad política. No necesitamos nuevos oportunistas tras el poder.
Queremos un Correa que recapacite, abra los ojos, se rodee de la gente correcta y dé los pasos sencillos pero contundentes que traigan bienestar. Por ejemplo, simplemente entender que para que haya menos robos y violencia se necesita más empleo, y para eso se necesitan más empresas e inversiones, y para eso se necesitan estabilidad, reglas claras, seguridad jurídica y un gobierno que apoye al emprendedor y al sector privado en lugar de perseguirlo, bloquearlo y satanizarlo. No tiene por qué ser tan complicado.
Una campaña no bastará para generar sonrisas. Hace falta mucho más. Seguimos esperando que el Gobierno se ponga del lado de los ecuatorianos.
viernes, septiembre 25, 2009
SoHo en Carondelet
De chico siempre la tuve clara. Nuestro enemigo era Perú. Esos peruanos desgraciados nos habían invadido, se nos habían llevado media Amazonía haciéndonos firmar a la fuerza un injusto tratado, y desde entonces ese mapa ecuatoriano que era así de grande, ahora era así de chiquito.
Me tomó unos cuantos años entender que en realidad los peruanos no eran nuestros enemigos. Que era perfectamente legítimo tener amigos de ese país. Que no debíamos denunciar a la policía si nos encontrábamos con uno en la calle.
Mahuad y Fujimori, dos presidentes que hemos preferido olvidar, lograron algo inolvidable: firmaron la paz y acabaron de una vez por todas con esa estúpida división entre dos países con pinta y acentos tan parecidos.
Pero ahora escucho a Hugo Chávez y a su pupilo Rafael Correa quejarse de Colombia y hablar de posibles guerras en Latinoamérica; de que Colombia los está provocando al aceptar que los gringos ocupen sus bases; y que están listos para dar respuestas militares contundentes contra su país vecino. Y me da pena pensar que seguramente los niños ecuatorianos de hoy crezcan convencidos que los colombianos son sus enemigos. Que el señor que vende esas almojábanas en la panadería colombiana de la esquina es en realidad un espía. O que la espectacular modelo colombiana mostrando el nuevo convertible en el centro comercial ha sido enviada por el malévolo imperio para vigilar cada uno de nuestros movimientos.
Mientras nuestros populistas escandalosos gobiernen Ecuador y Venezuela, y la guerra de colombianos y gringos contra las drogas se limite a atacar la oferta e ignorar la demanda; continuará esta absurda tensión entre países hermanos que comparten muchos más que fronteras y colores en sus banderas. Todas esas reuniones, discursos y cumbres presidenciales servirán poco o nada. Más bien lo contrario. Cada vez que uno de estos líderes escupe sus prejuicios a un micrófono eleva la tensión.
Por eso, propongo un plan muy sencillo para bajarle la fiebre belicista a Correa. Que en lugar de envenenarse la cabeza escuchando a Chávez, se ponga a leer SoHo.
Esta revista es un ejemplo palpable de que Ecuador y Colombia podemos complementarnos bastante bien. Estas páginas son la unión de esfuerzos y atributos a ambos lados de la frontera. Unas nalgas paisas en la portada se unen con algún reportaje guayaco, que da paso a una anécdota cachaca en minifalda, para terminar con las ironías de alguna pluma serrana. Aquí nadie invade ni se queja de invasión. Cada quien hace lo suyo en su espacio de papel, para terminar juntitos pero no revueltos. Y todos felices.
Sería bueno que le hagan llegar la revista a Correa todos los meses a Carondelet. En lugar de amargarse por las críticas que la prensa le hace, aprendería sobre cooperación binacional a calzón quitado. En lugar de llorar y lamentarse que los periodistas le hagan oposición, vería que aquí es bien recibida cualquier posición, incluso las de las modelos que no son modelos. Aprendería a no tomarse tan en serio. A reírse de sí mismo. Y al pensar en Colombia ya no se llenaría de rabia imaginando las miradas de Uribe y Santos, los diarios de Reyes, o los videos del Mono Jojoy, sino que en su cabeza desfilarían solo imágenes que le hagan decir jojojoy. Entenderá que hay mucho más en esta vida que andar quejándose o haciéndose el muy bravo.
Envíenle por favor la SoHo del mes a Carondelet. El país estará agradecido. Y los asesores de PAIS también.
* Publicado en revista SoHo de Septiembre/Octubre.
Me tomó unos cuantos años entender que en realidad los peruanos no eran nuestros enemigos. Que era perfectamente legítimo tener amigos de ese país. Que no debíamos denunciar a la policía si nos encontrábamos con uno en la calle.
Mahuad y Fujimori, dos presidentes que hemos preferido olvidar, lograron algo inolvidable: firmaron la paz y acabaron de una vez por todas con esa estúpida división entre dos países con pinta y acentos tan parecidos.
Pero ahora escucho a Hugo Chávez y a su pupilo Rafael Correa quejarse de Colombia y hablar de posibles guerras en Latinoamérica; de que Colombia los está provocando al aceptar que los gringos ocupen sus bases; y que están listos para dar respuestas militares contundentes contra su país vecino. Y me da pena pensar que seguramente los niños ecuatorianos de hoy crezcan convencidos que los colombianos son sus enemigos. Que el señor que vende esas almojábanas en la panadería colombiana de la esquina es en realidad un espía. O que la espectacular modelo colombiana mostrando el nuevo convertible en el centro comercial ha sido enviada por el malévolo imperio para vigilar cada uno de nuestros movimientos.
Mientras nuestros populistas escandalosos gobiernen Ecuador y Venezuela, y la guerra de colombianos y gringos contra las drogas se limite a atacar la oferta e ignorar la demanda; continuará esta absurda tensión entre países hermanos que comparten muchos más que fronteras y colores en sus banderas. Todas esas reuniones, discursos y cumbres presidenciales servirán poco o nada. Más bien lo contrario. Cada vez que uno de estos líderes escupe sus prejuicios a un micrófono eleva la tensión.
Por eso, propongo un plan muy sencillo para bajarle la fiebre belicista a Correa. Que en lugar de envenenarse la cabeza escuchando a Chávez, se ponga a leer SoHo.
Esta revista es un ejemplo palpable de que Ecuador y Colombia podemos complementarnos bastante bien. Estas páginas son la unión de esfuerzos y atributos a ambos lados de la frontera. Unas nalgas paisas en la portada se unen con algún reportaje guayaco, que da paso a una anécdota cachaca en minifalda, para terminar con las ironías de alguna pluma serrana. Aquí nadie invade ni se queja de invasión. Cada quien hace lo suyo en su espacio de papel, para terminar juntitos pero no revueltos. Y todos felices.
Sería bueno que le hagan llegar la revista a Correa todos los meses a Carondelet. En lugar de amargarse por las críticas que la prensa le hace, aprendería sobre cooperación binacional a calzón quitado. En lugar de llorar y lamentarse que los periodistas le hagan oposición, vería que aquí es bien recibida cualquier posición, incluso las de las modelos que no son modelos. Aprendería a no tomarse tan en serio. A reírse de sí mismo. Y al pensar en Colombia ya no se llenaría de rabia imaginando las miradas de Uribe y Santos, los diarios de Reyes, o los videos del Mono Jojoy, sino que en su cabeza desfilarían solo imágenes que le hagan decir jojojoy. Entenderá que hay mucho más en esta vida que andar quejándose o haciéndose el muy bravo.
Envíenle por favor la SoHo del mes a Carondelet. El país estará agradecido. Y los asesores de PAIS también.
* Publicado en revista SoHo de Septiembre/Octubre.
jueves, septiembre 24, 2009
Informo que opino
Ricardo Patiño, en su reciente entrevista con Alfredo Pinoargote en Ecuavisa, mostró lo que este Gobierno espera de los periodistas: que no opinen ni interrumpan. Mejor que se hagan a un lado para que la voz del Gobierno prevalezca. Según Patiño, “uno no tiene esa libertad de expresión que ustedes [los periodistas] tienen”. Traducción: el Gobierno no está todo el día en televisión como los periodistas. Solución: una ley que invierta la situación.
Este Gobierno está enamorado de su propia voz. No quiere dar espacio a periodistas, ni analistas, ni nadie que critique su falsa revolución y muestre la pobreza, desempleo, corrupción y violencia. El Gobierno ya es el más grande dueño de medios de comunicación en el país. Pero eso no le basta. Como si no los tuviéramos hasta en la sopa, el Presidente y sus ministros pretenden aparecer aun más seguido en nuestras pantallas. Y como siempre, son los más pobres quienes sufren el tormento de tantas cadenas nacionales, al no poder escapar a canales de cable.
He escuchado estos días debates sobre la necesidad de mejorar la calidad de los medios y el periodismo en el país. Es un debate muy válido, pero muy aparte del proyecto de ley de comunicación. No le corresponde al Gobierno decir cómo deben actuar los medios, y menos aún exigirlo con amenazas y sanciones. Eso le compete a los mismos medios. Y sobre todo a los televidentes, radioescuchas y lectores quienes con su control remoto premian o castigan la calidad de los canales y con su dinero deciden qué diario vale la pena leer.
El proyecto de ley menciona la importancia de la “democratización de los medios… mediante una distribución equitativa del espectro radioeléctrico a los medios públicos, privados y comunitarios”. Frase muy pomposa que queda en nada. Vargas Llosa la tenía clarísima cuando dijo que “Cada vez que los gobernantes han hablado de democratizar los medios, la libertad de expresión ha entrado en receso y ha desaparecido”.
El problema de fondo, como suele suceder con los gobernantes que desconfían del individuo, es que se pretende dirigir y controlar nuestras vidas. El Gobierno está en todo y por encima de todos. No creen que podemos entender, por ejemplo, cuando un periodista da una opinión, o una información, o ambos. Pretenden entonces regular la libre información y opinión, mientras nadie regula al Gobierno.
Con Pinoargote también se entrevistó María Paula Romo. Ojalá Patiño y Panchana la escuchen y recojan sus posturas. La asambleísta tiene mucho más claro lo que significa la libertad de expresión. Mientras Panchana pasea sus quince minutos de fama, Romo –y estoy seguro que otros asambleístas de su bloque– sabe que este proyecto de ley es una payasada. Le toca ahora actuar, hacer entender a la Asamblea la importancia de la libertad de prensa, y oponerse a aquellos que solo actúan para complacer los deseos del gran jefe.
Nos van quedando solo la televisión por cable y el internet como espacios de expresión realmente libres (hasta que algún iluminado decida interferir nuestros blogs y videos de YouTube con alguna ridiculez nacionalista). Si esta ley pasa, podemos ir despidiéndonos del periodismo libre. ¿Quedarán asambleístas con conciencia, voluntad y voto independientes que defiendan nuestra libertad?
jueves, septiembre 17, 2009
Mensaje de García
La reunión de Unasur en Quito esta semana no logró gran cosa. Se quedó estancada y cada uno se fue para su casa.
Pero al menos esta reunión nos trajo el mensaje de García. De Alan García. Un mensaje claro, al grano, que ojalá escuche más de un presidente de la región.
García envió una carta a los cancilleres reunidos, en la que básicamente decía que no podemos hablar de integración mientras nos seguimos armando hasta los dientes.
García propone que se hagan públicos los montos de los gastos militares de cada país. Que se transparente cuánta plata se va en mantenimiento de instalaciones militares, tropas y en nuevas compras. Esto es importante, según García, para “evitar la competencia armamentista, para profundizar la integración a través de la confianza y aplicar la mayor parte de nuestros recursos a la reducción de la pobreza y de la inmensa desigualdad entre los grupos sociales de nuestros países”.
Puede sonar algo iluso García al pensar que nuestros países confiarán entre ellos ciegamente. Pero al menos sus palabras suenan refrescantes frente a los gritos de guerra de nuestros escandalosos líderes autoritarios en la región.
Alan García da cifras alarmantes sobre el absurdo gasto militar que estamos viviendo en nuestra región: “En los últimos cinco años… nuestros países han destinado al gasto militar un total de 156 mil millones de dólares… y podría alcanzar en este año a 38 mil millones de dólares”. “Si no se hubieran destinado 23 mil millones a la compra de nuevas armas y si se hubiera reducido, apenas, en un 15% el gasto de los cinco años en operaciones normales y mantenimiento de la tropa y recursos, hubiéramos tenido fondos para sacar de la pobreza a no menos de 30 millones de sudamericanos”.
Eso es mucha plata. Y son muchas personas. Lo sabe bien Hugo Chávez, que estuvo recientemente de gran shopping belicista en Rusia. Venezuela junto con Colombia, Brasil y Chile son los países que más han aumentado su presupuesto militar en los últimos cinco años.
Parecería sencillo esto de ser realmente países amigos, con lo mucho que nos parecemos y compartimos. Sin embargo, nuestros presidentes declaman sobre unidad latinoamericana escondiendo una granada en el bolsillo. Y muchos de ellos siguen culpando a los mismos cucos de siempre por nuestra pobreza –el FMI, el neoliberalismo, los gringos– mientras despilfarran absurdamente en armamento.
Tal vez la carta de Alan García se pierda como un simple gesto idealista. Pero basta ver al propio García para ser más optimistas. Este es un presidente que destrozó en su primera presidencia al Perú, cuando su ideología y prácticas se parecían a las que tristemente hoy nos toca vivir con Correa. Pero maduró. Y dos décadas después, en su segunda presidencia, ha abierto su país al mundo y al progreso. Sí se puede cambiar, aunque tome tiempo.
“Es verdad que nos separan modelos ideológicos y que aún discutimos sobre algunas diferencias y reclamos históricos. Pero nada de eso puede llevarnos irracionalmente a la guerra. Y con toda razón el pueblo sudamericano rechazará que se continúe hablando de integración mientras los países se arman unos contra otros…”, concluye el mensaje de García. Que entre tanto griterío trae, al menos, una esperanza en el camino.
Pero al menos esta reunión nos trajo el mensaje de García. De Alan García. Un mensaje claro, al grano, que ojalá escuche más de un presidente de la región.
García envió una carta a los cancilleres reunidos, en la que básicamente decía que no podemos hablar de integración mientras nos seguimos armando hasta los dientes.
García propone que se hagan públicos los montos de los gastos militares de cada país. Que se transparente cuánta plata se va en mantenimiento de instalaciones militares, tropas y en nuevas compras. Esto es importante, según García, para “evitar la competencia armamentista, para profundizar la integración a través de la confianza y aplicar la mayor parte de nuestros recursos a la reducción de la pobreza y de la inmensa desigualdad entre los grupos sociales de nuestros países”.
Puede sonar algo iluso García al pensar que nuestros países confiarán entre ellos ciegamente. Pero al menos sus palabras suenan refrescantes frente a los gritos de guerra de nuestros escandalosos líderes autoritarios en la región.
Alan García da cifras alarmantes sobre el absurdo gasto militar que estamos viviendo en nuestra región: “En los últimos cinco años… nuestros países han destinado al gasto militar un total de 156 mil millones de dólares… y podría alcanzar en este año a 38 mil millones de dólares”. “Si no se hubieran destinado 23 mil millones a la compra de nuevas armas y si se hubiera reducido, apenas, en un 15% el gasto de los cinco años en operaciones normales y mantenimiento de la tropa y recursos, hubiéramos tenido fondos para sacar de la pobreza a no menos de 30 millones de sudamericanos”.
Eso es mucha plata. Y son muchas personas. Lo sabe bien Hugo Chávez, que estuvo recientemente de gran shopping belicista en Rusia. Venezuela junto con Colombia, Brasil y Chile son los países que más han aumentado su presupuesto militar en los últimos cinco años.
Parecería sencillo esto de ser realmente países amigos, con lo mucho que nos parecemos y compartimos. Sin embargo, nuestros presidentes declaman sobre unidad latinoamericana escondiendo una granada en el bolsillo. Y muchos de ellos siguen culpando a los mismos cucos de siempre por nuestra pobreza –el FMI, el neoliberalismo, los gringos– mientras despilfarran absurdamente en armamento.
Tal vez la carta de Alan García se pierda como un simple gesto idealista. Pero basta ver al propio García para ser más optimistas. Este es un presidente que destrozó en su primera presidencia al Perú, cuando su ideología y prácticas se parecían a las que tristemente hoy nos toca vivir con Correa. Pero maduró. Y dos décadas después, en su segunda presidencia, ha abierto su país al mundo y al progreso. Sí se puede cambiar, aunque tome tiempo.
“Es verdad que nos separan modelos ideológicos y que aún discutimos sobre algunas diferencias y reclamos históricos. Pero nada de eso puede llevarnos irracionalmente a la guerra. Y con toda razón el pueblo sudamericano rechazará que se continúe hablando de integración mientras los países se arman unos contra otros…”, concluye el mensaje de García. Que entre tanto griterío trae, al menos, una esperanza en el camino.
jueves, septiembre 10, 2009
Oliver también
La seducción chavista llegó a Hollywood. Oliver Stone, el director de cine que nos ha dado películas inolvidables como Platoon, Wall Street, The Doors, JFK, estrenó en el festival de Venecia su documental South of the Border (Al Sur de la Frontera). Y Chávez es el héroe. El dictador venezolano desfiló junto a Stone por la alfombra roja, firmando autógrafos y sonriendo a los flashes de los paparazis. Toda una estrella.
Según declaraciones de Stone y lo que se puede ver en el tráiler (ya llegará el DVD a la tienda pirata de la esquina), su documental hace quedar bastante bien a Chávez y sus amigos. Según reseñas de diarios, “El documental… presenta a Chávez sonriente, aclamado por el pueblo y evita abordar asuntos delicados como… las críticas a la censura a la prensa”. Se trata de “un retrato inédito y benévolo de Chávez” que describe “solo los aspectos ‘más fáciles’ del movimiento bolivariano”.
Para Oliver Stone, Chávez “es un héroe, un fenómeno”, por ser “el primer mandatario latinoamericano que desafió al Fondo Monetario Internacional…”. Stone, al igual que nuestros populistas latinoamericanos, cae en el fácil discurso de culpar a Estados Unidos, los organismos internacionales y las multinacionales de nuestro atraso; en lugar de reconocer nuestra propia responsabilidad.
Aparecen en el documental entrevistas con la presidenta de Argentina y su esposo. ¿Sabrá Stone que la fortuna de esta humilde y socialista pareja creció el 158% en el 2008, superando los 12 millones de dólares, gracias a sus negocios dudosamente exitosos? Hace también su debut cinematográfico Rafael Correa. ¿Sabrá Stone que ese sonriente señor pretende cerrar arbitrariamente un canal de televisión, o que su hermano se ha forrado de contratos millonarios con el Estado? Raúl Castro asoma también. No hay que recordarle a Oliver sobre la escasa libertad en su país.
Salvo Lula, no aparecen en el documental justamente los presidentes que sí están generando progreso, inversiones, empleo y bienestar en sus países. Bachelet, García y Uribe parecen no ser los suficientemente folclóricos para la película.
Es una lástima que con este documental muchos vayan a pensar, como cree su coguionista, que Chávez representa una versión sudamericana de la socialdemocracia europea. Y no el peligroso populismo autoritario que realmente lidera.
El mundo necesita saber que, a diferencia de la izquierda europea respetuosa de la seguridad jurídica, el derecho a la propiedad, los contratos, las inversiones y la libertad de prensa; la “izquierda” populista chavista va en contra de todo eso, pretende controlarlo todo, y al final nos hunde en más pobreza.
Stone dice admirar a Chávez, pero estoy seguro de que jamás lo votaría para presidente de su país. Al igual que muchos intelectuales de izquierda del primer mundo, su apoyo a estos folclóricos experimentos políticos es de lejitos nomás. En su país prefieren estabilidad, libertad y seguridad. Es más, si Oliver Stone fuera venezolano, para alcanzar su potencial artístico seguramente le hubiera tocado huir del gobierno de Chávez, emigrando a tierras más libres.
Stone dijo que el mundo necesita “decenas de Hugo Chávez”. Pobre Oliver. También ha sido conquistado por la labia chavista. Mejor seguir admirando al director por sus grandes películas y tomar este documental como un simple resbalón en su carrera.
Según declaraciones de Stone y lo que se puede ver en el tráiler (ya llegará el DVD a la tienda pirata de la esquina), su documental hace quedar bastante bien a Chávez y sus amigos. Según reseñas de diarios, “El documental… presenta a Chávez sonriente, aclamado por el pueblo y evita abordar asuntos delicados como… las críticas a la censura a la prensa”. Se trata de “un retrato inédito y benévolo de Chávez” que describe “solo los aspectos ‘más fáciles’ del movimiento bolivariano”.
Para Oliver Stone, Chávez “es un héroe, un fenómeno”, por ser “el primer mandatario latinoamericano que desafió al Fondo Monetario Internacional…”. Stone, al igual que nuestros populistas latinoamericanos, cae en el fácil discurso de culpar a Estados Unidos, los organismos internacionales y las multinacionales de nuestro atraso; en lugar de reconocer nuestra propia responsabilidad.
Aparecen en el documental entrevistas con la presidenta de Argentina y su esposo. ¿Sabrá Stone que la fortuna de esta humilde y socialista pareja creció el 158% en el 2008, superando los 12 millones de dólares, gracias a sus negocios dudosamente exitosos? Hace también su debut cinematográfico Rafael Correa. ¿Sabrá Stone que ese sonriente señor pretende cerrar arbitrariamente un canal de televisión, o que su hermano se ha forrado de contratos millonarios con el Estado? Raúl Castro asoma también. No hay que recordarle a Oliver sobre la escasa libertad en su país.
Salvo Lula, no aparecen en el documental justamente los presidentes que sí están generando progreso, inversiones, empleo y bienestar en sus países. Bachelet, García y Uribe parecen no ser los suficientemente folclóricos para la película.
Es una lástima que con este documental muchos vayan a pensar, como cree su coguionista, que Chávez representa una versión sudamericana de la socialdemocracia europea. Y no el peligroso populismo autoritario que realmente lidera.
El mundo necesita saber que, a diferencia de la izquierda europea respetuosa de la seguridad jurídica, el derecho a la propiedad, los contratos, las inversiones y la libertad de prensa; la “izquierda” populista chavista va en contra de todo eso, pretende controlarlo todo, y al final nos hunde en más pobreza.
Stone dice admirar a Chávez, pero estoy seguro de que jamás lo votaría para presidente de su país. Al igual que muchos intelectuales de izquierda del primer mundo, su apoyo a estos folclóricos experimentos políticos es de lejitos nomás. En su país prefieren estabilidad, libertad y seguridad. Es más, si Oliver Stone fuera venezolano, para alcanzar su potencial artístico seguramente le hubiera tocado huir del gobierno de Chávez, emigrando a tierras más libres.
Stone dijo que el mundo necesita “decenas de Hugo Chávez”. Pobre Oliver. También ha sido conquistado por la labia chavista. Mejor seguir admirando al director por sus grandes películas y tomar este documental como un simple resbalón en su carrera.
jueves, septiembre 03, 2009
Cayendo
A Hugo Chávez le tomó ocho años como presidente apagar la imagen y voces del canal RCTV. Si Rafael Correa cumple con su amenaza de este sábado, le habrá tomado poco más de dos años deshacerse de Teleamazonas. Correa parece menos radical que Chávez, pero está superando a su maestro en lo que a atropellos a las libertades se refiere.
Marcel Granier, director de RCTV, en una reciente entrevista en diario Hoy, dijo que “aquí Correa avanza mucho más rápido que Chávez. En dos años, Chávez no había hecho todo lo que ha hecho Correa, así que prepárense, que falta lo peor”. El mismo Correa dijo hace dos años que él hubiera cancelado inmediatamente RCTV, sin esperar como lo hizo Chávez a no renovar la frecuencia. Ya nos había advertido de los atropellos que tenía en mente. Estábamos y estamos prevenidos.
No es coincidencia que en Venezuela y Ecuador ocurran estas cosas. No es coincidencia que en los países gobernados por populismos con pretensiones dictatoriales se dé lo mismo. Cuando un gobierno simplemente no entiende lo que significa la libertad de expresión, solo podemos esperar lo peor.
Tener el control de otros canales de televisión –tanto que él decide qué programas se quedan o se van– no es suficiente para Correa. Quiere más. De principal confrontador con los medios de comunicación, se está convirtiendo en su principal propietario y director. Seguimos esperando que se vendan los canales del Grupo Isaías. Y parece que lo seguiremos haciendo mientras dure este gobierno.
Escucho discusiones sobre si Teleamazonas cometió o no una falta al transmitir el audio del Presidente. Pero ese no es el tema. El Presidente está atacando, como nunca se había visto en este país, la libertad de expresión. Ese es el único tema en discusión. Las “faltas” anteriores por las que se ha sancionado a Teleamazonas, para llevarla al borde de una suspensión, son una burla. Son un ataque directo y descarado.
Debe estar feliz Correa de encontrar una excusa que lo acerca al cierre del canal de televisión que le dice las cosas como son. Se le notaba la emoción este sábado, cuando decía exaltado, que “yo no les tengo miedo, no me tiembla la mano, y pediré… que Teleamazonas sea definitivamente clausurada”.
El público también se emocionó y empezó a corear “así, así, así se gobierna”. No se dan cuenta que ese señor que vocifera, hoy empieza atropellando los derechos de un grupo de periodistas, pero mañana les tocará a ellos. Nos tocará a todos.
Correa terminó su exaltado discurso diciendo que “por eso necesitamos los Comités de Defensa de la Revolución… para defender al Gobierno”. Yo me pregunto, en cambio, algo cada día más difícil de contestar: ¿quién nos defiende de este Gobierno?
Carlos Jijón, director nacional de noticias de Teleamazonas, dijo que esto “es una amenaza no solo contra Teleamazonas, es una amenaza contra la prensa en general… para que el resto de la prensa vea lo que le puede pasar si quiere practicar un periodismo independiente”.
La intimidación funciona. Pero no por mucho tiempo. Logrará callar algunas voces. Pero no todas.
Si cae Teleamazonas, caerá más bajo que nunca nuestra libertad. Y Correa empezará a caer también.
Marcel Granier, director de RCTV, en una reciente entrevista en diario Hoy, dijo que “aquí Correa avanza mucho más rápido que Chávez. En dos años, Chávez no había hecho todo lo que ha hecho Correa, así que prepárense, que falta lo peor”. El mismo Correa dijo hace dos años que él hubiera cancelado inmediatamente RCTV, sin esperar como lo hizo Chávez a no renovar la frecuencia. Ya nos había advertido de los atropellos que tenía en mente. Estábamos y estamos prevenidos.
No es coincidencia que en Venezuela y Ecuador ocurran estas cosas. No es coincidencia que en los países gobernados por populismos con pretensiones dictatoriales se dé lo mismo. Cuando un gobierno simplemente no entiende lo que significa la libertad de expresión, solo podemos esperar lo peor.
Tener el control de otros canales de televisión –tanto que él decide qué programas se quedan o se van– no es suficiente para Correa. Quiere más. De principal confrontador con los medios de comunicación, se está convirtiendo en su principal propietario y director. Seguimos esperando que se vendan los canales del Grupo Isaías. Y parece que lo seguiremos haciendo mientras dure este gobierno.
Escucho discusiones sobre si Teleamazonas cometió o no una falta al transmitir el audio del Presidente. Pero ese no es el tema. El Presidente está atacando, como nunca se había visto en este país, la libertad de expresión. Ese es el único tema en discusión. Las “faltas” anteriores por las que se ha sancionado a Teleamazonas, para llevarla al borde de una suspensión, son una burla. Son un ataque directo y descarado.
Debe estar feliz Correa de encontrar una excusa que lo acerca al cierre del canal de televisión que le dice las cosas como son. Se le notaba la emoción este sábado, cuando decía exaltado, que “yo no les tengo miedo, no me tiembla la mano, y pediré… que Teleamazonas sea definitivamente clausurada”.
El público también se emocionó y empezó a corear “así, así, así se gobierna”. No se dan cuenta que ese señor que vocifera, hoy empieza atropellando los derechos de un grupo de periodistas, pero mañana les tocará a ellos. Nos tocará a todos.
Correa terminó su exaltado discurso diciendo que “por eso necesitamos los Comités de Defensa de la Revolución… para defender al Gobierno”. Yo me pregunto, en cambio, algo cada día más difícil de contestar: ¿quién nos defiende de este Gobierno?
Carlos Jijón, director nacional de noticias de Teleamazonas, dijo que esto “es una amenaza no solo contra Teleamazonas, es una amenaza contra la prensa en general… para que el resto de la prensa vea lo que le puede pasar si quiere practicar un periodismo independiente”.
La intimidación funciona. Pero no por mucho tiempo. Logrará callar algunas voces. Pero no todas.
Si cae Teleamazonas, caerá más bajo que nunca nuestra libertad. Y Correa empezará a caer también.
miércoles, septiembre 02, 2009
Revista la U. - Septiembre 2009
Ya está circulando la U. de septiembre en tu universidad!!!
Para pautar en revista la U. escribe a revistalau@yahoo.com. Envíanos tus artículos, fotos, ideas o comentarios a revistalau@yahoo.com.
Para pautar en revista la U. escribe a revistalau@yahoo.com. Envíanos tus artículos, fotos, ideas o comentarios a revistalau@yahoo.com.
jueves, agosto 27, 2009
¿Emprendedores de boinas rojas?
Según un estudio publicado en la revista Líderes, el Ecuador es un país de emprendedores. Lideramos, junto a algunos vecinos de América Latina, el ranking mundial en actividad emprendedora y desarrollo de negocios.
Emprendemos, en gran parte, porque necesitamos otra fuente de ingreso para redondear nuestro sueldo o porque no encontramos trabajo estable. De la necesidad nacen buenas ideas. Basta con darse una vueltita por las ferias de negocios en colegios o universidades. Los estudiantes están llenos de buenas propuestas de negocios.
Las empresas privadas ponen su parte apoyando el emprendimiento. Por ejemplo, Cervecería Nacional tiene su programa Siembra Futuro que promueve la creación de nuevas empresas, capacitando y financiando a varios emprendedores. El año pasado recibieron más de mil quinientas propuestas, entre las que escogieron las mejores 31, de varias provincias del país.
El mensaje es claro. Queremos trabajar, hacer negocios, emprender, crecer, ganar plata, generar empleo. Queremos la libertad, facilidades, y de ser posible, el apoyo para poner nuestro negocio.
El Gobierno ha dado un buen paso a través de la CFN y su crédito para emprendedores universitarios y recién graduados. Pero esta iniciativa se contradice con los mensajes y acciones antiempresa del Gobierno.
El emprendedor ecuatoriano enfrenta un clima adverso que lo lleva a considerar varias veces si debe lanzarse con su idea de negocio. Los mensajes que llegan del Presidente y su gobierno no ayudan. En lugar de hablar de la importancia de hacer empresa y generar trabajo, el Gobierno está más preocupado viendo cómo le saca más impuestos al empresario, como complicarle la contratación de empleados o castigarlo por cualquier falta laboral. En lugar de animarnos a ser los mejores para vencer a la competencia, nos dicen que no creen realmente en eso de la competencia. En otras palabras, que esperemos pasivamente que el papá Estado se encargue de todo para al final recibir migajas. Con esto, el Gobierno solo motiva que el recién graduado busque palanquearse un puestito público, antes que iniciar su propio negocio.
En la Venezuela, que Correa tanto imita, casi no hay industrias. Todo lo importan. El emprendimiento privado se vuelve secundario ante un Estado opresor. En la Cuba, que Correa idolatra, el deseo natural de emprender, superarse y ganar dinero hace tiempos que ha sido aplastado por la dictadura, que solo para este Gobierno es una forma de democracia.
Ecuador sigue siendo una tierra de emprendedores. ¿Podrá sobrevivir el emprendimiento a las amenazas de una radicalización del modelo socialista-chavista? ¿Quiere realmente el Gobierno que existan más emprendedores en este país? ¿O prefiere que todos dependamos directamente de los regalos y caridad del papá Estado?
Una cosa es clara: el modelo que nos quieren imponer va en dirección contraria al emprendimiento individual. No pueden hablarnos de apoyo a la empresa, mientras el Estado –el Gobierno– va ocupando todos los espacios, incluso el privado. No hay motivación para emprender en un ambiente que sataniza el deseo de ganar dinero y crecer.
Las boinas rojas; las camisas bordadas; los gritos de socialismo o muerte y hasta la victoria siempre; simplemente no combinan con el emprendimiento individual.
Ecuador, país de emprendedores. ¿Cuánto tiempo más podremos decirlo?
Emprendemos, en gran parte, porque necesitamos otra fuente de ingreso para redondear nuestro sueldo o porque no encontramos trabajo estable. De la necesidad nacen buenas ideas. Basta con darse una vueltita por las ferias de negocios en colegios o universidades. Los estudiantes están llenos de buenas propuestas de negocios.
Las empresas privadas ponen su parte apoyando el emprendimiento. Por ejemplo, Cervecería Nacional tiene su programa Siembra Futuro que promueve la creación de nuevas empresas, capacitando y financiando a varios emprendedores. El año pasado recibieron más de mil quinientas propuestas, entre las que escogieron las mejores 31, de varias provincias del país.
El mensaje es claro. Queremos trabajar, hacer negocios, emprender, crecer, ganar plata, generar empleo. Queremos la libertad, facilidades, y de ser posible, el apoyo para poner nuestro negocio.
El Gobierno ha dado un buen paso a través de la CFN y su crédito para emprendedores universitarios y recién graduados. Pero esta iniciativa se contradice con los mensajes y acciones antiempresa del Gobierno.
El emprendedor ecuatoriano enfrenta un clima adverso que lo lleva a considerar varias veces si debe lanzarse con su idea de negocio. Los mensajes que llegan del Presidente y su gobierno no ayudan. En lugar de hablar de la importancia de hacer empresa y generar trabajo, el Gobierno está más preocupado viendo cómo le saca más impuestos al empresario, como complicarle la contratación de empleados o castigarlo por cualquier falta laboral. En lugar de animarnos a ser los mejores para vencer a la competencia, nos dicen que no creen realmente en eso de la competencia. En otras palabras, que esperemos pasivamente que el papá Estado se encargue de todo para al final recibir migajas. Con esto, el Gobierno solo motiva que el recién graduado busque palanquearse un puestito público, antes que iniciar su propio negocio.
En la Venezuela, que Correa tanto imita, casi no hay industrias. Todo lo importan. El emprendimiento privado se vuelve secundario ante un Estado opresor. En la Cuba, que Correa idolatra, el deseo natural de emprender, superarse y ganar dinero hace tiempos que ha sido aplastado por la dictadura, que solo para este Gobierno es una forma de democracia.
Ecuador sigue siendo una tierra de emprendedores. ¿Podrá sobrevivir el emprendimiento a las amenazas de una radicalización del modelo socialista-chavista? ¿Quiere realmente el Gobierno que existan más emprendedores en este país? ¿O prefiere que todos dependamos directamente de los regalos y caridad del papá Estado?
Una cosa es clara: el modelo que nos quieren imponer va en dirección contraria al emprendimiento individual. No pueden hablarnos de apoyo a la empresa, mientras el Estado –el Gobierno– va ocupando todos los espacios, incluso el privado. No hay motivación para emprender en un ambiente que sataniza el deseo de ganar dinero y crecer.
Las boinas rojas; las camisas bordadas; los gritos de socialismo o muerte y hasta la victoria siempre; simplemente no combinan con el emprendimiento individual.
Ecuador, país de emprendedores. ¿Cuánto tiempo más podremos decirlo?
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