martes, diciembre 02, 2008

Un par de tragos

La otra noche me paró un vigilante de tránsito en una batida. Hizo bien en detenerme. Eran las 3 de la madrugada y yo iba vestido de esmokin saliendo de un matrimonio. Digamos que había una buena posibilidad de que tuviera unos tragos de más encima.

De hecho me había tomado un par de tragos durante la noche. Muy pocos como para afectar mi capacidad para manejar. Suficientes como para no pasar la prueba de alcohol.

El oficial me pidió la licencia. Me pidió que soplara. Lo refresqué con mi aliento sabor al Listerine que me había pegado antes de salir. Me preguntó si había tomado algo. Le dije que sí, que un par de tragos.

“Uyy” me dijo, “usted sabe que basta un trago para no pasar la prueba de alcohol”. “¿No tiene problema en acompañarme a soplar en el detector de alcohol?, preguntó en tono irónico.

“Prefiero no soplar, si usted me dice que con un trago ya no paso”, le dije.

“Chuta, no se pana, pero es que todos tienen que hacer la prueba con el detector, ¿cómo arreglamos eso?”

Y entonces empezó el clásico bailecito del buitre. El oficial se llevó mi licencia y se fue a dar una vuelta esperando que yo me baje tras él para arreglar el asunto. Pasaron un par de minutos, y como yo seguía en mi carro regresó. “¿Entonces, me acompaña a hacer la prueba?” y se fue nuevamente con mi licencia. Me tocó ir detrás de él, donde su superior le preguntaba la situación.

Para no alargar el cuento, yo me negaba a hacer una prueba que podía indicar que mi nivel de alcohol estaba por encima del límite. Ellos insistían en que tenía que hacer la prueba. Decían que no importaba que ellos me vieran en buenas condiciones y totalmente sobrio, que lo único que valía era lo que decía la maquinita.

Negándome a pasarle plata, me tocó rebajarme a “hacerme amigo” del oficial y pedirle –rogarle—que por favor me deje ir; que tenía que recoger a mi hija de un año que dormía donde mis suegros; que usted también debe ser padre de familia y sabe lo que sería pasar la noche en la cárcel por culpa de lo que diga una maquinita; que no sea malito; que el país espera de oficiales serios como usted las decisiones correctas y aquí sabemos cual es esa decisión.

Pasaron veinte minutos de desgastante y humillante negociación hasta que finalmente me dejaron ir. En el transcurso, seguro que más de veinte borrachos se salvaron de ser detenidos por el oficial empeñado en hacerme soplar el aparato. Todo por no haber “arreglado” en un principio.

En cualquier país civilizado, este encuentro no hubiera pasado de un minuto. El oficial hubiera tenido la inteligencia, preparación y decencia suficiente para dejarme ir una vez que hubiera constatado que yo estaba en condiciones de conducir. Hubiera entendido que su criterio está por encima del numerito que marque la maquinita. Hubiera seguido su misión de servir a los ciudadanos y brindarles seguridad en las calles, en lugar de servirse de los ciudadanos.

Las leyes pocos cambios pueden lograr en el país mientras las personas no cambiemos. De nada me sirve una ley de tránsito ejemplar, si no tenemos oficiales preparados para implementarla en beneficio de los ciudadanos, no contra ellos. Por eso desconfío de este supuesto cambio en el país basado en lo que diga la nueva Constitución. Aunque fuera perfecto el librito salido de Montecristi –y sabemos que está lejísimos de serlo-- de poco o nada sirve si no tenemos los funcionarios con el nivel para cumplirlo. Ya hemos visto como empiezan a violar la Constitución desde sus primeros días de gateo.

Esta escena con el vigilante no pasó a mayores. Fue una anécdota más de las muchas que nos toca vivir y lidiar en la calle, en la política, en los negocios, en la vida. El cambio no vendrá escrito en un papel. El cambio se lo enseña y aprende en las escuelas y colegios. Se transmite con el ejemplo. Es un proceso que toma tiempo. Hasta eso, toca seguir jugando el triste juego.


* Publicado en revista Clubes de diciembre.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Lamento discrepar frontalmente con lo expuesto en tu artíulo, pero en cualquier país desarrollado te hubieras ganado una multa y nada de contarle la vida a un carabinero, policia nacional u otra isntitución seria. Soplar como todos y aceptar la receta en caso que toque con su correspondiente rebaja de puntos.

Saludos cordiales