Esta Navidad se siente distinta. Las últimas semanas toda noticia y análisis económico, de aquí o cualquier lugar, nos repite que se acercan tiempos duros.
Crisis, desdolarización, recortes, desempleo… duras palabras repetidas por todos lados. Y aunque nos juren desde Carondelet que nadie cambiará los billetes en nuestras billeteras, y nos confirmen que nuestros depósitos no corren peligro, lo creemos a medias.
Papá Noel baja con su saco más liviano a los pocos lugares que visita. El mundo entero comparte el pesimismo. La crisis es de todos.
Malos tiempos para tener a un socialista y populista en el poder. Este Gobierno que basa su existencia en el control estatal, en el repartir antes que producir, en el rechazo a la inversión privada para favorecer lo público, en el extraer del empresario antes que incentivarlo a generar más ingresos y trabajos, en el aumento de la burocracia, y en el despilfarro, necesita plata para mantener su ritmo. Y mucha plata.
Pero ahora que el dinero empieza a escasear, nos preguntamos ¿quién podrá defendernos? No será un Gobierno que espanta los créditos decidiendo sin mayores fundamentos cuáles deudas pagar y cuáles ignorar. No será un Gobierno que continúa confrontando al sector privado. No será un Gobierno que mientras dice que va ahorrar, crea un nuevo Ministerio, continúa el inmenso gasto publicitario, y habla de controles al sector productivo.
Toda crisis presenta oportunidades. Esta es la oportunidad del Gobierno para invitar a todos a trabajar, invertir y confiar en el país. Pero eso no se dará con más impuestos, peleas con otros gobiernos, y confrontaciones internas. Las inversiones no vendrán porque el Presidente visite países como Irán, declare la deuda ilegal, amenace con cárcel a los banqueros que critican sus errores o descalifique a los empresarios que solo buscan aconsejarlo. Las inversiones vendrán cuando exista un cambio de actitud real.
Es positivo que el Presidente hable ahora de disminuir los gastos. Pero esas palabras deben venir acompañadas de acciones. ¿Qué tal empezar eliminando esas “cadenas” ilegales de televisión con dedicatoria, que no informan, solo envenenan, y así ahorrar esa plata gastada en insultos? ¿Será que al menos por ser Navidad puede el gobierno no dañar nuestras mañanas con sus interrupciones de mal gusto? ¿Qué tal cerrar unos cuantos ministerios improductivos y sin sentido, con funciones repetidas en otros ministerios? ¿Que tal intentar vender tantas empresas hoy en manos del Estado?
Esta Navidad nos agarra preocupados. Antes ya nos preocupaba el Gobierno y sus políticas estatistas y de escasa visión. Pero al menos había plata para malgastar y mantener a todos contentos.
Ahora que la fiesta del petróleo se acabó, la preocupación va en serio. ¿Puede este Gobierno socialista y heterodoxo tomar las medidas responsables y austeras que no nos lleven del todo a la quiebra? ¿Está en capacidad de ajustarse la correa? ¿Puede generar la confianza para que las inversiones privadas no salgan ahuyentadas?
No basta el mensaje navideño del Gobierno de que vienen tiempos difíciles. Toca actuar y tomar las medidas prácticas.
Que el próximo año la Navidad llegue menos flaca y pesimista. Y que en el 2009 el Gobierno le devuelva el disfraz a Papá Noel.
1 comentario:
hi!
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